Diana es una mujer que llegó a la gran ciudad cuando apenas era una adolescente, tuvo que trabajar en diversos oficios, hasta que conoció a Lucas, el hombre que la llevaría a conocer el mundo de las Damas de compañía...
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Celoso
Teodoro.
Llegamos al lugar, la tomó de la mano para que entremos al lugar, su mano se siente tibia causando una sensación que no sé cómo explicar. Verla con ese vestido me hizo enojar, de seguro mis primos se la comerán con la mirada. De solo pensarlo me hace enojar.
Deseo ponerle mi saco para evitar las miradas lascivas de mis primos, y hasta de mis tíos.
Maldita sea, ¿por qué tiene que ser tan hermosa?
- Buenas noches. - saludamos.
- Buenas noches - contestan todos.
- Familia, ella es Diana, mi novia.
- Vaya primo, que si es hermosa tu novia.
- Un gusto conoceros. - responde con una deslumbrante sonrisa.
Es tan preciosa que quizás no es su culpa que donde llega se vuelve el centro de todas las miradas. Algunas de las mujeres aquí, esposas de mis primos, mis primas y hasta mis tías, la miran con recelo y hasta con envidia, sin duda, Diana es una mujer que nació para ser luz.
Antonio, mi primo se nos acerca, yo instintivamente rodeo su diminuta cintura y la pego más a mí.
- Vamos primo deja de ser tan celoso y posesivo, que esta belleza se ve que está enamorada de ti, ¿o me equivoco?
- Teneros razón, estoy más que enamorada de mi amor. - me da un casto beso y quiero seguirla besando.
- Me alegra que estés enamorada y que mi serio primo te corresponda, a veces hemos pensado... ya sabes... - titubea un poco, pero sé a dónde quiere llegar.
- ¿Qué habéis pensado? - sé que es maliciosa y tiene una lengua viperina.
- Bueno, que a Teo las mujeres no se le dan.
Ahora si la mato.
- Pues qué te digo, la verdad es que... - la muy descarada me aprieta la entrepierna y me la acaricia - él y su amigote, me tienen más que satisfecha. - le habla bajito, con su mano en el costado de la boca - Dudo lo que dices, porque bien que me hace gritar su nombre durante toda la noche.
Antonio queda colorado por todo lo que dijo la hija del diablo y yo quiero morirme de risa.
La saco casi a rastras del lugar y la llevo hacia el jardín y en el primer muro que encuentro la estampo. La miro fijamente, sus hermosos ojos están fijos en mí, teniendo quizás temor por lo que voy a decirle.
- Teodoro yo... - no la dejo terminar.
Me apodero de su tentadora boca, apretando sus caderas, mientras ella enrolla sus brazos alrededor de mi cuello. Nuestras lenguas juegan entrelazadas y juro que la quiero coger ahora mismo. Nos separamos con nuestras respiraciones agitadas.
- Llévame de aquí. - me pide.
- Vámonos.
Pasamos por el salón sin despedirnos, todos nos quedan mirando. Realmente no me importa el qué dirán, solo quiero llegar y hacerla mía. Al fin llegamos a mi departamento, subimos entre besos y toqueteos. Abro la puerta y apenas ingresamos le quito ese vestido que me cae mal. Gracias a Dios que es fácil de quitar. La tomo por las nalgas y enseguida enrolla sus largas piernas alrededor de mis caderas.
- Ya no aguanto más, te necesito. - me dice.
Subo las escaleras con ella colgada como un koala. La coloco sobre la cama.
Madre mía, esta mujer es una diosa.
Nuestros besos se hacen más fogosos, le beso por todo el cuerpo, la disfruto plena, me lleno de su esencia hasta hacerla vibrar. Me coloco un preservativo y entro en ella, me enloquece cuando descubro lo estrecha que es.
- Me vuelves loco, eres deliciosa, una diosa.
Lo hicimos durante varias horas, ya cerca del amanecer nos dejamos derrumbar agotados, por nuestra maratónica noche. A la mañana siguiente me desperté primero, me quedé admirándola un momento. Debo dejar las cosas en claro, espero que lo que pasó anoche entre los dos, no le haga pensar que podemos ser algo más que cliente y acompañante.
Me levanto y me voy al baño, cepillo mis dientes, hago mis necesidades y me doy una ducha. Una vez listo salgo, Diana aún duerme, así que me voy sin despedirme, mejor así, no quiero que se haga ilusiones o ideas erróneas.