Liliam es una chica campesina cuya vida cambiará cuando el Rey Evans se presente en la hacienda de su padre a cobrar una antigua deuda. A partir de allí empezará una historia de odio, romance y pasión entre ambos.
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UNA CAMPESINA EN EL PALACIO
...EVANS:...
La señorita Liliam elevó su daga hacia mí, estaba temblando de ira y miedo. Se lanzó hacia mí para cortarme el cuello, la tomé de la muñeca sin necesidad de moverme, la velocidad de su ataque no era muy rápida.
Nuestra miradas se encontraron, tenía los ojos oscuros como pozos profundos. Forcejeo mientras jadeaba y su rostro sonrojado se contraía de dolor, mi agarre se apretó pero aún así no soltó la daga.
La lancé a un lado como una baraja, no pesaba nada. Cayó sobre una mesa pequeña que estaba en medio del lugar y ésta se rompió bajo ella. No mostró dolor cuando se cortó la mano con una astillas. Se levantó costosamente y me fulmino con la mirada. Su sombrero y la daga volaron lejos.
— Liliam, por favor detente — Dijo su padre pero la señorita no planeaba detenerse aún.
Me observó con odio inmenso y sonreí para provocarla.
— Luche todo lo que quiera pero aún se irá conmigo, no tiene elección señorita Liliam — Resalté mi tono arrogante y se lanzó de nuevo.
Me lanzó un puñetazo al rostro, lo detuve con mi antebrazo con facilidad. Elevó su rodilla para darme entre las piernas pero la detuve, tomándola. Nos observamos de nuevo, debía admitir que su forma de defenderse me atraía. Retrocedió cuando la solté pero volvió a lanzarse así que aproveché, me agaché y la tomé rápidamente de la cintura, la elevé con facilidad hasta echarla a mi hombro.
— ¡ Suéltame infeliz ! — Gritó mientras pataleaba y me daba golpes en la espalda mientras forcejeaba.
La sostuve fuerte de la cintura, más pesaba un saco de papas.
Observé a su padre quién observaba sorprendido.
— Le doy un plazo de doce meses para acomodar la hacienda y para que me pague — Gruño y se tensa.
— Pero... Es poco tiempo...
— Usted me dió la seguridad de que puede hacerlo, el tiempo es lo de menos.
— Está bien, como desee.
Abrí la puerta con la señorita aún sobre mi hombro. Ella seguía resistiéndose pero al ver a su padre tan feliz dejó de hacerlo.
— Un gusto hacer un trato con usted... Debo irme — Digo mientras salgo al pasillo.
— Lo acompaño a la salida.
Empecé a caminar, al llegar a la sala sus hermanas se quedaron desconcertadas y con rostro de espanto al notar que yo llevaba su hermana mayor sobre un hombro. Me detuve para que se despidiera.
— ¿ Qué sucede Liliam ? — Preguntó la pelirroja — ¿ Por qué éste hombre te está llevando como si te estuviera raptando ?
— No es un rapto, ella me pertenece ahora — Gruño y ambas sueltan gemidos de horror.
— Debo... Debo irme... Pero regresaré, se los prometo — Solloza la señorita.
— ¿ Por qué se la lleva ? No tiene derecho a hacerlo — Jadea la pequeña rubia.
Al parecer todas son igual de altaneras.
— Papá les explicará todo, las amo, estaré bien.
Ambas me juzgan con la mirada pero salgo de la casa con la chica al hombro. Todos mis hombres esperan afuera y se quedan extrañados al ver que bajo a la señorita y la tomo del brazo para obligarla a caminar.
— ¡ No sé queden ahí parados, vámonos! — Demando y nadie se atreve a preguntar, se ponen en marcha.
— ¿ Por qué se lleva a la chica? — Pregunta el General Itans mientras camino hasta mi carruaje.
— Eso a usted no le concierne, yo soy el rey aquí y lo que haga no debe ser cuestionado — Gruño fingiendo enojo.
— Lo siento, majestad, no quise ser impertinente — Se excusa.
— Volvamos a Urla, estoy agotado.
Llego al carruaje y abro la puerta pero ella vuelve a intentar luchar.
— ¡ No se atreva a ponerme un dedo encima! — Grita fuerte para que todos escuchen.
Aprieto mi agarre y la obligo a observarme.
— Sino obedece su familia pagará las consecuencias, ahora está en mis manos y sino hace lo que yo le ordeno se arrepentirá — La amenazo para controlarla.
Logro que sienta miedo y se sube al carruaje sin objetar.
...****************...
El carruaje se movía por la carretera de tierra y lentamente los campos iban quedando atrás.
La señorita a mi lado iba con la mirada perdida en la ventanilla, observando el camino con tristeza y llorando con fuerza.
— Deje de llorar, amargara mi viaje — Gruño, observando con irritación a mi acompañante.
— Soy libre de llorar, aunque sea el rey no puede impedir que lo haga — Dijo mientras me daba una mirada llena de llamas.
Pero qué rebelde la señorita.
— Llora por nada — Dije despreocupado.
— ¿ Llama nada a ser vendida como garantía? — Pregunta enojada — Estoy tan desilusionada de que mi padre haya tenido una idea tan horrible, nos trató cómo objetos sin valor.
Me encogí de hombros — La desesperación nos lleva a cometer locuras.
Se limpió las lágrimas.
— Lo único que me tranquiliza es que mis hermanas no fueron tocadas.
— Eso es lo que debe agradecerme — Dije con arrogancia.
— Jamás voy agradecer por esto, soy su esclava ahora.
— No es mi esclava.
Yo mismo me había encargado de acabar con la esclavitud en Adalania y ahora habia comprado a una chica como si fuera un objeto, no iba permitir que dijera ninguna palabra al respecto, además yo no pensaba tratarla como esclava.
— Es irónico, usted acabó con la esclavitud pero ahora a comprado a una señorita — Dijo como si hubiese leído mis pensamientos.
— No vuelva a repetir eso en voz alta — La amenazo — Además, usted no fue vendida, solo es como un seguro que yo usaré si su padre me intenta engañar... Usted no será tratada como esclava pero eso sí, tiene que obedecer en todo.
— Nada hará que cambie y eso de obedecer en contra de mi voluntad también es una esclavitud.
— Ahora está bajo mi cuidado así que es mía — Dije, extrañamente mi miembro se tenso ante la idea.
— No voy a permitir que me toque, yo no soy suya — Gruñe.
Le doy otra mirada y deja su altanería, vuelve a llorar pero en silencio.
Me concentré en el paisaje, cuando volví mi vista a la chica estaba dormida. El movimiento del carruaje brusco hizo que su cabeza se apoyara en mi hombro.
La observé detenidamente. Detrás de toda esa masculinidad, la señorita era bonita pero no era de mi tipo, le calculaba diecisiete años de edad, demasiado joven y flacucha para mi gusto.
Su rostro estaba bronceado por el sol, parecía pasar mucho tiempo afuera. Sus cejas estaban descuidadas, al igual que su cabello, demasiado rizado, sus labios agrietados, las uñas rotas y llenas de tierra. No se preocupaba por su apariencia además de estar desnutrida, su pequeño y delgado cuerpo me lo mostraba.
Sus años de carencia habían terminado, aprovecharía el trato para ayudar a la señorita a qué viera la otra cara de la moneda.
Abrió sus ojos, oscuros y de pestañas largas. Por un momento se quedó perdida en mi rostro. Se apartó en seguida completamente sonrojada. Tuve que reprimir una carcajada.
...****************...
Llegamos a la ciudad y en seguida la señorita empezó a observar los edificios y las calles adoquinadas de Urla. Sacó la cabeza por la ventanilla, como si fuera una niña viendo al mundo por primera vez.
La observé divertido, la curiosidad de la chica era encantadora. Casi saca la mitad del cuerpo por la ventanilla cuando pasamos frente a una plaza. La gente se detenía a saludar y yo respondía cordialmente. La señorita al notar que todos la observaban con curiosidad se tensó pero siguió con la cabeza afuera de la ventanilla.
La tomé de la bota, las tenía sobre el asiento y eso era mala educación.
— Toma asiento correctamente — Le ordené, me observó con enojo pero hizo lo que le pedí, aún así no apartó la vista de las calles, tiendas, carruajes y personas — ¿ Le gusta la ciudad?
— Es hermosa pero no hay nada verde — Dijo y me reí.
— Solo una campesina diría algo como eso.
Notó la multitud de súbditos que se reunieron cerca del palacio para recibirme y cerró la cortina rápidamente.
Saludé del lado de mi ventanilla, todos gritaban mi nombre, lanzando flores y papelillos de colores. Mis soldados los mantuvieron alejados pero aún así la euforia por mi regreso después de tanto tiempo afuera era tan fuerte para que ellos pudieran controlar la situación. Dejé a muchos que se acercaran con regalos, rosas y panecillos.
Los soldados los tomaron por mí.
— ¡ Larga vida al Rey Evans! — Gritaban a unísono.
La señorita Liliam se mantenían sorprendida, en silencio y agachada para que las personas no la divisara. El sonido de la ovación disminuyó cuando llegamos al palacio.
— La gente parece querer a su rey — Dijo como si no lo creyera.
— Es lo que un buen rey debe lograr, hago las cosas correctamente, no soy un tirano, mi pueblo me ama y me sigue por mis actos, no por temor.
— Pero parece olvidarlo su principio cuando alguien le debe... Asesina, deja las familias sin hogar — Se atreve a decir mientras cruza sus brazos.
— No asesino sin tener una buena razón, hay personas que no merecen lo que tienen y que solo se dedican a dañar... Y en cuento a sus familias, les brindo otra oportunidad aquí en Urla.
Los hombres abrieron las puertas de la entrada al palacio. El carruaje se detuvo en el patio principal.
— Mantenga la boca cerrada, no se comporte de forma impertinente — Le doy una advertencia.
Abrí la puerta y salí del carruaje.
Por fin en casa. Todos los sirvientes y miembros de la corte estaban reunidos afuera y al verme hicieron una reverencia. Me acerqué a ellos, el canciller y el visir tomaron una postura firme.
— Majestad, es un honor tenerlo de vuelta — Dijo el visir, aún con esa vestimenta de encajes excéntrica y esa peluca gris ridícula.
— Gracias, espero que todo se haya mantenido en orden en mi ausencia — Dije mientras evaluaba cada uno de los rostros.
— Por supuesto, majestad, cumplimos sus ordenes al pie de la letra — Dijo el canciller mientras entrelazaba sus manos.
— Me alegra saberlo — Dije mientras observaba de nuevo a mi alrededor — ¿ Dónde está Eidan ?
Todos palidecen y se quedan en silencio por un momento.
— Salió del palacio — Tartamudeo el visir.
Fruncí el ceño. Claro mi hermano siempre se fugaba para evadir sus obligaciones, era un inmaduro que solo se dedicaba a las fiestas y la bebida.
— Cuando vuelva, avisen que he llegado y que deseo hablar con él.
Asintieron con la cabeza y luego observaron detrás de mí. Seguí la mirada, la Señorita Liliam estaba saliendo del carruaje sin mi autorización, de forma pausada y observando todo a mi alrededor. Estaba atónita por el inmenso jardín y por el enorme palacio ante ella.
Se quedó de pie, contemplando todo con la boca abierta.
— Disculpe Majestad — El visir se veía curioso a tal punto de preguntar — ¿ Quién es la señorita que lo acompaña ?
— Señorita — Llamé, salió de sus pensamientos y me observó — Venga acá.
Avanzó insegura, se detuvo a mi lado. Todos observaron su ropa de campesino harapiento y su cabello despeinado. No sabía bajo que título presentarla, esto era inusual ya que jamás había tenido acompañante en mi carruaje y menos una señorita, en Adalania si eres de la realeza y llevas a una dama en un carruaje significa que tienen una relación íntima, es sinónimo de noviazgo o compromiso. Maldición, ni modo.
— Ella es la Señorita Liliam Cuper — Dije mientras evaluaba a todos — Es mi... Mi prometida.
Fue la peor idea que se me pudo ocurrir, pero no podía decir que había hecho un trato sucio y que ella era una garantía mientras me pagaban, eso levantaría habladurías y el rumor de que yo había comprado una esclava se estaría propagando por toda Adalania.
Tampoco podía inventar que era mi amante, yo nunca exponía mi vida privada ante la corte.
Esto era una fachada, yo no iba a comprometerme con la chica en verdad. La haría pasar por mi prometida y cuando pasara un año y si su padre cumplía con el trato me iba encargar de acabar con esto, rompiendo el compromiso con la excusa de que no era la indicada y que ya no iba comprometerme.
Tal vez se preguntarían porque había decidido acabar con mi soltería y vida libertina con una chica sin sangre azul pero no podían cuestionarme así que nadie iba indagar a fondo mis decisiones.
Todos se sorprendieron y las miradas se cernieron en la señorita, quién se sonrojó de vergüenza y furia. Me observó indignada, le tomé la mano para que fuera más creíble, se tensó pero apreté el agarre para que no se soltara.
Su mano era pequeña pero callosa.
— ¡ Felicidades majestad, es preciosa! — Dijeron aduladores.
Obviamente era parte de la hipocresía, la chica parecía una mendiga, no parecía una dama, ni tenía feminidad. Le solté la mano para que no la notarán incómoda.
— ¡ Adelaida ! — Llamé a mi sirvienta y nana, dió un paso al frente — Llévala a una de las habitaciones, la más elegante del ala sur, ayuda a mi prometida con el aseo, consigue un vestido hermoso, cenaré con ella está noche.
— Si Majestad.
La señorita Liliam palideció pero no pude rechistar cuando Adelaida la tomó de la muñeca y la guió por las escaleras hacia el interior del palacio.
Me gire hacia mis súbditos, aún estaban sorprendidos.
De hecho yo también lo estaba. Era una mentira bien elaborada, jamás me comprometería con una chiquilla masculina.