LA FARSANTE

Dinorah sale del edificio que habita, un poco después de las dos (2) de la tarde, aún mantiene la esperanza de encontrar un trabajo bien remunerado, y de esa forma no verse en la necesidad de tener que aceptar la propuesta de ese millonario desconocido.

Hace un último intento en un par de casas de alta costura, por un momento cree tener suerte, hasta que le dicen que debía tener un portafolio fotográfico, dejarlo en recepción y luego la llamarían; siguió buscando en restaurantes costosos, pero nada, solo le quedan 5 minutos para la hora pautada; hizo todo lo que pudo, pero totalmente vencida termina entrando al café señalado.

Renzo ya está en el lugar, la chica se acerca con seguridad aparente, a pesar del miedo que le produce la decisión que está tomando, sabe que se está metiendo en un juego peligroso, pero no ve otra alternativa para solucionar sus problemas de manera inmediata.

—Sabía que vendrías— dice con una sonrisa jactanciosa, propia de quién siente que ha ganado la partida; se levanta de su asiento y en un acto automático de caballerosidad, desliza la silla para que su potencial cómplice se siente.

—Vine a escuchar lo que tiene que decir, señor— dice ella.

—Déjeme explicarle mi situación— le dice —mi nombre es Renzo Costa.

—¿De la marca de joyerías Costa?— cuestiona sorprendida.

—Ese es mi hermano, quien la convirtió en lo que es ahora, mi parte de la herencia ya no existe— responde con simpleza y procede a contarle todo, sin ocultar ni un detalle de su vida, le dice que le gusta la vida sin responsabilidades, las mujeres, el juego y las fiestas, y que no está dispuesto a renunciar a eso; además, de que ha engañado a su familia desde hace un tiempo para conseguir dinero; pero ahora su padre le ha dado un ultimátum.

—Después de todo lo que me ha contado, ¿que quiere de mí?, haga las cosas bien, como se espera de un hombre responsable— le dice en tono de reclamo.

—Eso no está en discusión, no estamos aquí para que me haga un juicio moral, yo le estoy ofreciendo un trato y es que sea mi prometida de mentiras.

—Pero, ¿por qué no buscas una prometida de verdad?— cuestiona —no creo que con su estatus y su apariencia.

—¿Dice que le parezco atractivo?— interrumpe y se divierte viendo el rostro sonrojado de la joven.

—¡Claro que no me refiero a eso!— exclama —si no a qué usted no es feo y tiene el respaldo de un apellido prominente— responde apresuradamente —yo, mejor me voy— agrega haciendo un ademán de marcharse.

—Escuche— dice tomándola suavemente del brazo, para que no se levante del asiento —no soy hombre de matrimonio, nisiquiera puedo estar con la misma mujer un mes completo, por eso no busco nada serio con nadie, pero tampoco quiero perder la buena vida que tengo, ni mucho menos permitir que mi padre cumpla su promesa.

—¿Puedo pensarlo un poco más?— inquiere la chica.

—No— niega de inmediato —la necesito para cenar con ellos está misma noche; además, ¿porque no acepta de una vez? Ambos sabemos que usted necesita el dinero y yo una prometida— Renzo la toma del brazo —dígame, señorita Vega, ¿cuánto vale la salud de su madre?.

La pregunta de Renzo, formulada con una crueldad casi casual, golpea a Dinorah con la fuerza de un puñetazo, su dignidad se hace añicos, no es una cuestión de cuánto vale su madre, sino de cuánto está dispuesta a sacrificar de ella misma; sumado a eso, es aterrador que la haya investigado. Mira las luces de la ciudad que comienzan a encenderse, siente vértigo al saber que la estabilidad de su vida, pende de un hilo, y frente a ella está la oferta de un libertino sin escrúpulos parece ser la única tabla de salvación.

—¿Cuánto, cuánto ofrece?— pregunta con voz entrecortada y el triunfo brilla en los ojos de Renzo.

—mil (1.000) dólares a la semana— contesta como si estuviera cerrando un trato de negocios de lo más común —por ser mi prometida falsa, por supuesto.

Dinorah lo piensa, si va a ser una farsante, lo será sacando el mayor provecho, respira hondo, no hay otra opción que negociar. No si quería que su madre tuviera sus medicinas o que su hermana dejara de quejarse por las limitaciones económicas.

—Mil (1.000) dólares no son suficientes— suelta, sorprendiéndose a sí misma por la audacia —tengo una madre enferma que necesita medicación constante, y una hermana adolescente, además de todos los gastos de vivir en esta ciudad. Para que esto funcione, para que yo pueda dedicarme a esto sin que mi vida se desmorone por completo, necesito más— dice y Renzo arquea una ceja, con una sonrisa.

—Ah, ¿así que estamos pujando ahora?, ¿cuánto más, Dinorah?— cuestiona.

—Diez mil (10.000) dólares a la semana y todo lo que se suponga que debo comprar para mantener está farsa lo pagas tú— dice con una voz más firme de lo que se sentía —además, un adelanto de dos mil (2.000) dólares para empezar, para que pueda asegurar lo básico y concentrarme en ser la prometida que necesitas.

Se hace un silencio se hizo mientras Renzo la estudia, Dinorah mantiene la mirada, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho, no sabe si aceptará esa cifra, pero la desesperación le había dado una valentía que, hasta ahora, no sabía que poseía.

El hombre suelta una risa corta —Eres audaz, me gusta— hace una pausa cruzándose de brazos —Muy bien, Dinorah, diez mil (10.000) a la semana y un adelanto de dos mil (2.000).

—¿Por cuánto tiempo será esto?— pregunta .

—No es por mucho tiempo, sólo hasta que la situación con mi familia se calme y yo pueda, deshacerme de esta presión— dice —llegado el momento, tú me haces una escena y terminas conmigo para siempre y ya.

—¿Eso es todo?— cuestiona por la sencillez con la que explica su plan.

—Si, mañana nos vemos a primera hora para discutir los detalles, hoy diré que tu vuelo no llegó y que estarás con nosotros a la hora del almuerzo— agrega para intercambiar números y darle el adelanto del dinero...

Dinorah mueve la cabeza tratando de espantar sus pensamientos y callar su conciencia antes de abrir la puerta de su apartamento, ya ha aceptado el trato y no hay nada más que hacer, los veinte (20) billetes de cien (100) dólares que recibió por adelantado, para mentir con una sonrisa y una mirada ajena; están sucios, sí, pero también representan un respiro. Ya habrá tiempo para lavarse el alma; por ahora, el dinero es una realidad tangible, y las soluciones que trae, por sucias que sean, son innegables.

—¡Ay Dinorah!, repárate para entrar en un mundo desconocido...