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EL ITALINO Y SU ESPOSA RUSA

EL ITALINO Y SU ESPOSA RUSA

Status: En proceso
Genre:Arrogante / Mafia / Embarazada fugitiva / Malentendidos / Amor-odio / Matrimonio entre clanes
Popularitas:5.4k
Nilai: 5
nombre de autor: Genesis YEPES

Una esposa atrapada en un matrimonio con uno de los mafiosos
más temidos de Italia.
Un secreto prohibido que podría desencadenar una guerra.
Fernanda Ferrer ha sobrevivido a traiciones, intentos de fuga y castigos.
Pero su espíritu no ha sido roto… aún. En un mundo donde el amor se mezcla con la crueldad, y la lealtad con el miedo, escapar no es solo una opción:
es una sentencia de muerte.

¿Hasta dónde está dispuesta a llegar por su libertad?

La historia de Fernanda es fuego, deseo y venganza.

Bienvenidos al infierno… donde la reina aún no ha caído.

NovelToon tiene autorización de Genesis YEPES para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

EL PRECIO DEL ESCAPE

El amanecer llegó demasiado pronto.

Fernanda no había dormido. Había pasado toda la noche en vela, envuelta

en una sábana que ya no sentía.

El cuerpo le dolía. No solo por lo físico, por las marcas

por los moretones ocultos bajo la piel pálida,

sino por dentro, donde el dolor era más agudo

Se sentía desgastada, como si su alma hubiese envejecido en una sola noche.

Seguía sentada en el borde de la cama, con la espalda encorvada, los codos

sobre las rodillas, la mirada perdida más allá de la ventana.

Los primeros tonos del cielo anunciaban tormenta.

Las nubes eran espesas, bajas, pesadas. Pero a ella no le preocupaba la lluvia.

Era otra cosa lo que le helaba el pecho, lo que no la había dejado cerrar los ojos: él.

Nicolaok.

Sabía que cumpliría su amenaza. Lo sabía con una certeza aterradora.

No había sido un arranque, no había sido un impulso. Cuando él hablaba, lo hacía con

la seguridad de alguien que planea y ejecuta. Y anoche, en su voz no había habido vacilación.

Solo una promesa, tan clara como el filo de una navaja: ella pagaría. Y alguien más también.

Se llevó una mano al rostro, acariciando la mejilla con los dedos helados.

Sus ojos ardían, resecos, pero las lágrimas se habían acabado horas antes.

Lo que quedaba era ese vacío doloroso que se instala en el pecho cuando uno ya

no puede llorar, cuando ni el cuerpo encuentra fuerzas para seguir resistiendo.

Finalmente, se puso de pie, con movimientos lentos, como si le pesara el mundo sobre los hombros.

Caminó descalza hasta el baño. Cada paso sobre el suelo de mármol era una punzada de realidad.

Abrió la llave del agua caliente, pero la presión era

irregular, como si hasta el agua se negara a consolarla.

Entró bajo la ducha sin pensarlo.

El vapor se levantó poco a poco, empañando el espejo, cubriendo

las paredes con una niebla espesa.

El agua le cayó sobre el cuerpo como una caricia tibia, pero ella no se movió.

Se quedó de pie, rígida, como una estatua bajo la lluvia artificial.

No se lavó, no se talló el cuerpo, ni el cabello. Solo dejó que el agua corriera, como

si pudiera arrastrar con ella todo lo que sentía.

Pensó en su madre. En lo que estarían sintiendo si pudiera verla ahora.

¿La reconocería?

¿Se avergonzaría de ella?

¿La perdonaría?

Pensó en su padre, en el apellido Ferrer, en la dignidad que alguna vez significó.

Pensó en el rostro de Nicolaok y en cómo todo se había distorsionado.

En cómo algo que alguna vez creyó protección se había convertido en una

celda, en una condena sin fin.

Salió de la ducha con el cuerpo entumecido. El vapor había cubierto el cuarto de baño

por completo, como una nube atrapada entre las paredes.

Se envolvió en una toalla blanca, y frente al espejo empañado, apenas pudo distinguir su reflejo.

Lo limpió con la palma de la mano, pero lo que vio no le gustó.

Ojeras profundas, labios agrietados, el cabello húmedo cayéndole a los lados del rostro.

Había perdido color, vida, fuego.

Caminó de regreso a la habitación y se sentó en el borde de la cama.

Pasaron minutos, o quizás fueron solo segundos. El tiempo ya no se sentía real.

Todo era espeso, lento, difícil. Observó la habitación: todo estaba en su lugar.

La perfección fría de la mansión. Ni una silla movida, ni un cuadro torcido. Y aun así, todo estaba roto.

Respiró hondo. Sentía que si no se obligaba a moverse ahora, no lo haría nunca.

Se puso de pie y caminó hacia el armario. Lo abrió con manos temblorosas.

Tenía docenas de prendas.

Vestidos caros,

 telas finas, colores elegantes.

Pero ninguno parecía apropiado. No había ropa para lo que venía.

Ninguna tela podía protegerla de eso.

Finalmente, eligió una camisa blanca. De algodón, lisa, sin adornos.

No porque quisiera simplicidad, sino porque no podía soportar sentir nada más sobre la piel.

Se la puso con movimientos lentos, uno a uno abotonando con dedos rígidos.

Cada botón era una pausa. Cada uno parecía una pregunta sin respuesta.

Luego, un pantalón oscuro. También sencillo. No quería sentirse débil con

un vestido, no quería parecer vulnerable. Aunque ya lo era.

Aunque ya lo sabía. Pero por lo menos, podía vestirse como si aún tuviera algo de control.

Mientras se ajustaba el cinturón, escuchó un ruido.

Paso

El sonido era tenue, pero inequívoco. Cada paso retumbó como una sentencia en su pecho.

Se volvió hacia la puerta. El corazón empezó a acelerarse.

Sus manos buscaron cualquier cosa donde apoyarse, como si necesitara afirmarse a la realidad.

El picaporte giró. No hubo golpeteo previo. No hubo cortesía.

La puerta se abrió con naturalidad, como si él fuera dueño no solo de

la casa, sino también de cada segundo de su vida.

Nicolaok entró con la calma de un verdugo acostumbrado a matar.

Vestía un traje oscuro. El cabello peinado hacia atrás, impecable.

El rostro firme, sin una sola emoción en la superficie. Y esos ojos… Dios, esos ojos.

Fríos. Filosos. Oscuros como el fondo de un pozo sin fin.

Fernanda tragó saliva. Se mantuvo en silencio, de pie, esperando.

—Nicolaok: Vístete, Fernanda

ordenó con voz seca

—. Tenemos algo que ver juntos.

Ella asintió apenas. Ya estaba vestida, pero no lo contradijo. No dijo una sola palabra.

No preguntó nada. Porque sabía que las preguntas no se respondían en esa casa.

Solo se obedecía. Solo se sobrevivía.

Se alisó la camisa con las palmas, respiró una última vez y caminó hacia él.

Los ojos de Nicolaok no se detuvieron en ella. No la escaneó, no la evaluó.

Ya lo había hecho antes, sin necesidad de mirar.

Él la conocía como se conoce una propiedad: al detalle, sin afecto, sin sorpresa.

Salieron juntos por el pasillo de mármol. Y mientras avanzaban, Fernanda sintió que

dejaba pedazos de sí misma atrás.

Como si cada paso fuera una despedida silenciosa de algo que no recuperaría jamás.

Porque lo sabía.

Lo que vendría… no sería un simple castigo.

No sería una escena más.

Lo que vendría cambiaría todo.

1
Melody Arianny De león reyes
Hermoso
Lety
Me encanta como narras el comienzo
Claudina Reyes
HERMOSO
Luis Chairiel Reyes
hermoso
GENESIS YEPES
intrigante, emocionantes, fuerza, poder, amor retorcido, en definitiva es una historia encantadora.
Mirta Vega
hola autora empezando a leer tu historia ,primer capítulo interesante gracias por tu imaginación
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