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Encanto Mercenario

Encanto Mercenario

Status: En proceso
Genre:Amor prohibido / Colegial dulce amor / Equilibrio De Poder / Secretos de la alta sociedad / Amor-odio / Romance
Popularitas:798
Nilai: 5
nombre de autor: AmericanWidow

Rein Ji Won, la inalcanzable "Reina de Hielo" del Instituto Tae Son, es la heredera de un imperio empresarial, y por lo mismo un blanco constante. Su vida en la élite de Seúl es una jaula de oro, donde la desconfianza es su única aliada.

​Cuando su padre Chae Ji Won regresa de un viaje de negocios que terminó en secuestro, trae consigo un inesperado "protegido": Eujin, un joven de su misma edad con una sonrisa encantadora y un aire misterioso que la intriga de inmediato. Rein cree que su padre solo está cumpliendo una promesa de gratitud. Lo que ella no sabe es que Eujin es un mercenario con habilidades letales y un contrato secreto para ser su guardaespaldas.

​La misión de Eujin es clara: usar todo su encanto para acercarse a la indomable heredera, infiltrarse en su círculo y mantenerla a salvo.

​En el juego del lujo, las mentiras y el peligro, las reglas se rompen.

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Capítulo 23: Empieza la Guerra

...I. El Secreto Compartido y la Conspiración de Hermanas...

La mañana en la granja se deslizó bajo el sol de Busan, bañando los campos de arroz en una luz dorada. Dentro del tranquilo hanok, Rein y Yuna se encontraban en la habitación de la Abuela Min, cuidándola y ayudándola con sus medicinas. El ambiente era de paz, pero bajo la superficie, la tensión bullía en el corazón de Rein.

—Lo haré, Yuna. Iré sola a Seúl —dijo Rein, su voz era apenas un susurro que se perdía en el silencio de la habitación.

Yuna la miró, sus ojos llenos de consternación.

—Rein, tienes que pensarlo bien. Ir sola es una locura. Eun Chaewon no juega limpio. Y si ya te ha encontrado, seguir su juego sin protección es caminar hacia la boca del lobo.

Rein tomó la mano de su amiga, sus ojos azules, normalmente fríos, ahora ardían con una mezcla de miedo y una determinación inquebrantable.

—Es por eso que debo ir sola. Leí el mensaje cien veces. Él no está amenazándome a mí, Yuna. Está amenazando la granja, a los abuelos de Eujin. Dijo que si no voy a verlo en Seúl, se encargará de que haya un "accidente muy desagradable".

—¡Es un chantaje, Rein! ¡Eujin tiene que saberlo! ¡Él te protegerá!

—Y por eso no puedo decírselo —dijo Rein, su voz se rompió ligeramente—. Yuna, si Eujin se entera de que la granja, el único lugar en el mundo que él ama, el santuario que lo trajo de vuelta a la vida, está en peligro, se volverá loco. Él no me dejará ir a Seúl, y mucho menos sola. Y si yo no voy, Chaewon cumplirá su amenaza. Eujin iría a Seúl a enfrentarlo, y Chaewon lo destruiría con todo el poder que tiene ahora mismo. Es lo que quiere. Quiere que Eujin cometa un error.

Rein apretó la mano de Yuna.

—No voy a permitir que su pasado oscuro arruine su presente de paz. No voy a permitir que destruya a su familia. Tengo que ir, tengo que enfrentarlo, y tengo que ganar tiempo. Necesito que me ayudes a irme en secreto.

Yuna miró la resolución inquebrantable en los ojos de su amiga. Sabía que no podría hacerla cambiar de opinión. Rein, la Emperatriz ambiciosa, estaba dispuesta a sacrificar su propia seguridad por el hombre que amaba.

—Muy bien, Rein —dijo Yuna, con un suspiro de resignación—. Pero no irás completamente sola. Yo iré contigo. Te acompañaré hasta Seúl, me aseguraré de que llegues a salvo, e intentaré ser tus ojos fuera de la guarida del lobo. No me gusta esto ni un poco, pero si insistes en este plan loco, lo haremos juntas.

Sellaron su pacto con un abrazo. El peso del secreto era una carga compartida.

Mientras las mujeres conspiraban en la tranquilidad de la casa, afuera, en el huerto, la vida continuaba con una dulce normalidad.

Eujin, el Abuelo Min, y el Señor Chae Ji Won trabajaban la tierra, sus manos se ensuciaban, sus corazones se aligeraban. Pero lo más sorprendente de todo era Dae Kim.

El Senador, al principio reacio al trabajo pesado, ahora se había unido a ellos. Había descubierto la alegría del movimiento, la satisfacción del esfuerzo físico. Se veía visiblemente emocionado manejando el pequeño tractor del abuelo, su traje de seda cambiado por ropa de trabajo y una gorra.

—¡Es increíble! ¡Puedo cubrir más terreno en diez minutos que ustedes en una hora! —gritaba Dae, con una risa que sonaba genuina.

El Señor Chae, riendo con el Abuelo Min, lo miraba sintiéndose feliz por él.

—Mira, Eujin. El Senador Kim está encontrando su vocación en la agricultura. Parece que el campo tiene un efecto redentor en todos nosotros.

Eujin sonrió para su suegro, quizás no había sido tan malo todo lo que estaba pasando si podían encontrar la respuesta a su felicidad allí.

...II. La Cena de la Despedida. ...

Esa noche, la cena fue un evento memorable. El Abuelo Min había preparado un festín con la ayuda del Señor Chae, Eujin e incluso las torpes pero entusiastas manos de Dae Kim. El plato estrella era el kimchi, preparado por el Señor Chae, quien parecía haber perfeccionado el arte bajo la tutela del abuelo.

Todos estaban reunidos alrededor de la mesa, el ambiente era cálido, lleno de risas y la alegría simple de una familia improvisada.

—¡El kimchi del Señor Chae es de otro nivel! ¡Es un genio en esto! —exclamó el Abuelo Min, orgulloso.

—Gracias, Abuelo. Pero recuerde que usted es mi mentor —respondió Chae, su rostro irradiaba una felicidad que Seúl le había negado durante décadas.

Rein, sentada junto a Eujin, estaba inusualmente tierna, una capa de melancolía velando su alegría. No soltó la mano de su novio en toda la cena. Sus caricias eran largas, sus miradas profundas, como si estuviera intentando memorizar cada detalle de su rostro.

—Estoy cansada, amor. ¿Podemos ir a dormir pronto? —susurró la pelinegra al joven ex mercenario.

En ese momento, Yuna se levantó.

—Yo me quedo un poco más. Pero no dormiré aquí esta noche.

Todos la miraron con curiosidad. Yuna sonrió.

—Joon y yo... estamos en una relación no oficial. Pero me gusta. Y como me voy mañana a Seúl, quiero pasar la noche con él. Creo que voy a empezar a buscar mi propia historia de amor de abuelos.

El anuncio causó un revuelo de felicitaciones. Dae Kim, que no quitaba los ojos de Seo-Yeon (quien también estaba presente), sintió un pellizco de envidia, pero también una extraña inspiración.

Eujin sonrió a Rein, sus ojos brillando.

—Vamos, mi Emperatriz. Yo también necesito este descanso.

Se despidieron de todos y se dirigieron a su habitación, tomados de la mano; con el corazón de Rein latiendo pesadamente en su pecho. Cargando con el peso del secreto.

...III. La Noche de la Promesa. ...

La noche que Rein y Eujin compartieron fue una despedida envuelta en pasión y dulzura. Rein se entregó a Eujin con una intensidad febril, sus besos eran profundos, sus caricias desesperadas. Había una extraña emotividad en ella que Eujin sintió y de la que no pudo separarse.

Hicieron el amor como nunca antes, sus cuerpos uniéndose en un acto que era tanto un consuelo como una promesa. Eujin sintió la necesidad de calmarla, de asegurarle su amor.

—¿Qué pasa, Rein? Estás extrañamente sensible esta noche —preguntó Eujin, besando su frente, mientras estaban acurrucados en las sábanas.

—Solo... no quiero soltarte, Eujin. Por nada del mundo —susurró Rein, aferrándose a él, su rostro escondido en su cuello—. Prométeme que nos cuidaremos siempre. Que nada nos va a separar.

—Lo juro, mi amor. Siempre. Nadie te tocará. Estás a salvo, Ji Won, yo te protegeré de quien sea.

Las palabras de Eujin eran una daga en el corazón de Rein. Ella sabía que su plan iba en contra de esa promesa, pero sentía que era la única forma de mantener a salvo la esencia de su amor: su familia, la granja, su futuro. Ella era la CEO, la política mordaz.

Esta era su batalla, su sacrificio.

Se quedaron dormidos, entrelazados, Eujin sintiendo la paz que solo Rein podía darle, y Rein luchando contra las lágrimas no derramadas de su inminente partida.

A la mañana siguiente, Eujin se despertó con la luz filtrándose por la ventana. Extendió la mano para abrazar a Rein, pero la cama estaba fría a su lado. Se levantó, pensando que quizás estaba en el baño o en la cocina, ayudando a los abuelos.

La buscó por toda la casa, un presentimiento helado creciendo en su pecho. Su corazón empezó a latir con una velocidad incómoda cuando no la encontró en la cocina con su padre o con el Abuelo Min.

Fue el Señor Chae Ji Won quien, con una expresión de desconcierto, lo detuvo en la sala.

—¿A quién buscas, Eujin?

—A Rein, Señor Chae. ¿No la ha visto?

—Oh, sí. Ella se fue temprano. Dijo que debía hacer unas compras urgentes en la ciudad. Y mencionó algo sobre querer un momento a solas para pensar. Estaba un poco... extraña, creo.

Las palabras del Señor Chae no convencieron a Eujin. ¿Compras? ¿Un momento a solas? Rein nunca se iba sin despedirse. Y su emotividad de anoche... todo encajaba con el comportamiento de alguien que se estaba despidiendo.

Eujin pasó todo el día en un estado de creciente ansiedad. No podía concentrarse. Intentó llamarla, pero solo recibió un par de mensajes que le decían que estaba bien, que volvería en unas horas. Esperó. Con cada minuto que pasaba, la tensión se convertía en un miedo frío.

Cayó la tarde, y el sol se ocultó en el horizonte del pueblo, tiñendo el cielo de una oscuridad que coincidía con el ánimo de Eujin. La preocupación se había convertido en un terror silencioso. Estaba a punto de alertar a Han y a Dae para iniciar una búsqueda.

Fue entonces cuando su teléfono seguro, el que usaba para comunicarse con Yuna, vibró. Un mensaje de un número desconocido, pero la firma era de Yuna.

Eujin abrió el mensaje, y su corazón se detuvo.

De: Yuna Lee

Asunto: Lo siento, Eujin.

"Eujin, por favor, no te alteres.. Rein está conmigo en Seúl. Ella está bien, pero no puedo decirte más ahora porque me hizo jugar que no te explicara demasiado todavía. Te mantendré informado. Por favor, confía en ella. Atte: Yuna."

Eujin leyó el mensaje. Las palabras de Yuna, la confirmación de la huida secreta, el misterio de algo que Rein estaba haciendo en Seúl, la cueva del lobo de su peor enemigo ahora... todo explotó en su mente. Rein se había ido. Sola. Sin decirle nada.

Se acordó de su emotividad de anoche, de su desesperada necesidad de aferrarse a él. Ella se había despedido de alguna forma.

Eujin sintió una ira fría, una furia incalculable que no sentía desde hacía años. El amor de su vida se estaba sacrificado, se había ido a enfrentar la amenaza del cual él juró protegerla.

El mercenario fantasma, el hombre que no tenía miedo a la guerra, estaba a punto de desatar una solo por una mujer.

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