Rein Ji Won, la inalcanzable "Reina de Hielo" del Instituto Tae Son, es la heredera de un imperio empresarial, y por lo mismo un blanco constante. Su vida en la élite de Seúl es una jaula de oro, donde la desconfianza es su única aliada.
Cuando su padre Chae Ji Won regresa de un viaje de negocios que terminó en secuestro, trae consigo un inesperado "protegido": Eujin, un joven de su misma edad con una sonrisa encantadora y un aire misterioso que la intriga de inmediato. Rein cree que su padre solo está cumpliendo una promesa de gratitud. Lo que ella no sabe es que Eujin es un mercenario con habilidades letales y un contrato secreto para ser su guardaespaldas.
La misión de Eujin es clara: usar todo su encanto para acercarse a la indomable heredera, infiltrarse en su círculo y mantenerla a salvo.
En el juego del lujo, las mentiras y el peligro, las reglas se rompen.
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Capítulo 22: Infiltrados en la Normalidad
... Nuevos Ritmos en en Campo...
La granja de los Abuelos Min Song se había transformado en un campamento de exiliados, cada uno encontrando su propio ritmo en la sinfonía de la vida rural. El tiempo, queeúl se medía en plazos y transacciones, aquí fluía con el ciclo del sol y la marea del mar.
Dae Kim y Seo-Yeon Lim, la inesperada pareja de sarcasmo y pragmatismo, se la pasaban juntos. Lo que comenzó como un ramen y una charla ácida, se convirtió en una rutina diaria. Dae, el "príncipe" político de Seúl, ahora pasaba gran parte de su tiempo en el supermercado Lim. Para asombro de Seo-Yeon y, aún más, para su propia sorpresa, Dae había empezado a ayudarla. No era el trabajo pesado de cargar cajas (para eso Seo-Yeon todavía se burlaba de él), sino que utilizaba su mente analítica y su experiencia en negocios para mejorar la eficiencia del supermercado.
—Necesitas un mejor sistema de inventario, Seo-Yeon —había dicho Dae, sus ojos brillando con un propósito que no sentía desde hace mucho tiempo—. Y tus precios... podemos optimizarlos. Puedo ayudarte con la contabilidad. Es rudimentario, pero eficiente.
Seo-Yeon, aunque al principio reticente, admitió que sus ideas eran buenas. Las burlas se mantuvieron, pero un respeto mutuo y una extraña química silenciosa comenzaron a florecer entre ellos. Sus conversaciones, antes llenas de puyas, ahora se suavizaban con momentos de genuina comprensión.
El Señor Chae Ji Won, por su parte, había encontrado en el Abuelo Min al padre que nunca tuvo. Pasaban horas en el huerto, en el porche, o simplemente sentados bebiendo té de cebada, hablando de la vida, de la familia, de los secretos de la tierra. El Abuelo Min le enseñó a Chae el arte de cultivar, la paciencia de la espera, la humildad de la cosecha. Chae, el magnate acostumbrado a controlar imperios, se sentía feliz como nunca antes, aprendiendo a apreciar la sabiduría sencilla del hombre del campo.
—La tierra no miente, Chae —había dicho el Abuelo Min un día, mientras plantaban semillas de pimientos—. Te da lo que pones. Lo mismo ocurre con la vida. Lo mismo ocurre con la familia.
Rein y Eujin, el corazón de este exilio, dividían su tiempo entre ayudar a Han Kyeong-Hwan en su búnker digital improvisado en el sótano, y disfrutar de la vida del pueblo. Han, con su energía inagotable, estaba inmerso en el descifrado del código de Chaewon. Eujin, con su mente mercenaria, lo supervisaba, guiándolo, mientras Rein, con su aguda inteligencia, lo ayudaba a organizar y categorizar la información.
Pero también se robaban momentos. Salían a caminar por los senderos costeros, se perdían en la playa, sus manos entrelazadas, sus corazones latiendo al unísono. Rein, liberada de la armadura de la CEO, se permitía ser la mujer enamorada, la cómplice, la amiga. Eujin, por su parte, redescubría la alegría de la sencillez, de un amor que no necesitaba adornos, que se nutría de la risa y el silencio compartido.
# El Informe de la Serpiente
Una semana después de su llegada, Yuna Lee volvió de Seúl. Había prometido no comunicarse por mensajes, temiendo ser intervenida, y su llegada a la granja fue discreta, en un taxi que la dejó a unos kilómetros de distancia. La noche de su llegada, se reunieron en secreto en el sótano, donde Han había instalado su centro de operaciones.
—He traído noticias —dijo Yuna, su voz era grave, su rostro tenso—. Eun Chaewon está moviendo sus hilos. Ha tomado el control de Ji Won Global con una eficiencia aterradora.
Rein apretó los puños, la rabia borboteando.
—¿Qué está haciendo con la empresa?
—Está revisando exhaustivamente todas las bases de datos. Cada archivo, cada contrato. Está buscando algo, Rein. Algo que lo vincule a tus tratos, algo que pueda usar en tu contra en la corte. Pero hay una cosa buena: no puede acceder a tu sistema principal. Eujin y Han lo blindaron demasiado bien.
Eujin y Han intercambiaron una mirada de satisfacción. Su fortaleza digital había resistido el primer asalto.
—Pero no se ha detenido ahí —continuó Yuna—. Chaewon se ha encargado de desprestigiar todo lo posible la reputación de Eujin y de Dae Kim. Ha filtrado a los medios de comunicación cercanos a él, insinuando que son ellos quienes te obligaron a ti, Rein, a entrar en negocios sucios. Utiliza el pasado de Eujin como mercenario y el historial político de Dae para crear una narrativa de manipulación. Te vende como la "víctima ingenua" que fue arrastrada a un mundo de tráfico de armas por sus "socios". Es un golpe bajo, pero efectivo para la opinión pública.
Dae Kim apretó la mandíbula.
—El perro asqueroso. —escupió el senador con desprecio —Quiere que la gente piense que Rein es una marioneta. Y que nosotros somos los cerebros del crimen.
—Exacto. Él se presenta como el "salvador" de la compañía, el que la "limpiará" de la corrupción. Y tú, Rein, como la heredera que necesita de su "guía" —explicó Yuna.
Rein se puso de pie, su expresión era de una fría determinación.
—No vamos a permitir que lo haga. Si Eun Chaewon quiere que conocer de qué es realmente capaz un Ji Won, lo sabrá muy pronto.
...El Juego de Pool y los Celos...
Esa noche, el grupo se dirigió al restaurante de Joon. El lugar estaba abarrotado, lleno de la alegría ruidosa de los lugareños. La presencia de Yuna añadió un brillo especial a la mesa.
Rein y Yuna se dirigieron a la mesa de billar, dispuestas a jugar. Dae Kim, Han y Eujin se sentaron en una esquina, hablando en voz baja sobre la estrategia.
Mientras hablaban, dos mujeres jóvenes, muy arregladas y con una audacia evidente, se acercaron a Eujin y Dae. Eujin las reconoció: las había visto cuando entregaba pedidos de la granja de su abuelo, en un par de ocasiones había tenido que socializar con ellas.
—¡Eujin! ¡Cuánto tiempo! —dijo una de las mujeres, con una sonrisa coqueta, tocando su brazo—. Pensábamos que habías desaparecido. Y tú, guapo, ¿no te he visto en algún otro lado?
Ambas comenzaron a coquetear descaradamente con Eujin y Dae, sus risas resonando en el ruidoso local. Eujin, aunque las trató con cortesía, mantuvo una distancia educada. Dae, sin embargo, se sintió un poco descolocado por la atención. Hacía tiempo que no se sentía deseado fuera de su círculo de modelos interesadas.
Desde la mesa de billar, Rein y Seo-Yeon las vieron. Los ojos oscuros de Rein se entrecerraron con celos, un sentimiento que no tenía con frecuencia. Seo-Yeon, al ver a Dae, sintió una punzada inesperada en el estómago. La imagen de él riendo con otra mujer lo estaba irritando.
—¿Quiénes son esas desubicadas? —murmuró Rein, apretando el taco de billar.
—Parece que tu hombre encontró su club de fans, Rein —dijo Seo-Yeon, con un tono sarcástico, pero había una tensión en su voz que Rein no pasó por alto.
Sin decir una palabra, Rein dejó el taco de billar y se dirigió directamente hacia Eujin. Seo-Yeon, sorprendentemente, la siguió, sus ojos fijos en Dae Kim.
Rein se paró al lado de Eujin, su mano se deslizó posesivamente alrededor de su cintura.
—Cariño, necesito más cerveza —pidió mirando al hombre con un tono amoroso pero exigente al mismo tiempo, luego cambió a una mirada fría hacia las recién llegadas —¿Y ustedes, señoritas, no tienen algo mejor que hacer que acosar a mi novio?
Las mujeres, sorprendidas por la aparición de Rein y su declaración, se disculparon rápidamente y se retiraron. Eujin sonrió, el pequeño ataque de celos de Rein le encantaba.
Dae Kim, sin embargo, estaba emocionado y confundido. Seo-Yeon se paró frente a él, su rostro era una mezcla de ira y algo más, algo que él no podía descifrar.
—Dae Kim, ¿es que no puedes estar cinco minutos sin coquetear? ¡Y tú tienes una campaña que limpiar! —le espetó Seo-Yeon, su voz baja y tensa.
Dae la miró, una sonrisa genuina apareció en su rostro. La rabia de Seo-Yeon era extrañamente atractiva. La química entre ellos, que antes era solo sarcasmo, ahora era un fuego lento.
Rein y Eujin entendieron la situación y decidieron salir un rato a tomar aire fresco, dejando a Dae y Seo-Yeon en medio de su peculiar flirteo. La brisa marina los envolvía en esa noche encantadora.
—Estaba celosa —confesó Rein, apoyando la cabeza en el hombro de Eujin.
—Lo sé. Y me encanta. Eres más preciosa cuando te pones celosa, Rein —dijo Eujin, besando su cabello.
Se besaron bajo el cielo estrellado de Busan, sus labios sellando la promesa de un amor que desafiaba la adversidad en la que se encontraban ahora mismo.
—Siempre juntos, Eujin. Pase lo que pase —susurró Rein.
—Siempre.
Eujin entró un momento a buscar otra cerveza para ambos, dejando a Rein sola por un instante, disfrutando de la paz de la noche. Fue entonces cuando su nuevo teléfono, un dispositivo seguro proporcionado por Han Kyeong-Hwan, vibró con un mensaje entrante.
Era un número desconocido.
Rein abrió el mensaje, y el contenido hizo que el aire se congelara en sus pulmones.
De: Eun Chaewon
Asunto: Te encontré.
"Sabía que no podrías esconderte de mí por mucho tiempo, Rein. Sé dónde estás. Sé dónde está la granja sucia de tu granjero. Si no vienes a Seúl a verme, mañana mismo me aseguraré de que esos adorables abuelos sufran un "accidente" muy desagradable en su granja. Te espero. Sola... O sufrirás las consecuencias."
El corazón de Rein dio un vuelco. La sangre se le heló en las venas. Chaewon la había encontrado. Y no solo a ella, sino a la granja, el santuario de Eujin, el hogar de sus abuelos.
Sabía lo que tenía que hacer: Tenía que ir. Sola. Sin Eujin. Porque si se lo decía, él se volvería loco, no la dejaría encontrase con Chaewon.
Eujin intentaría luchar contra su enemigo, y Rein sabía que la lucha contra Eun Chaewon debía ser de ella sola, era su asunto personal; era una guerra de poder. No podía poner en riesgo a los abuelos de Eujin, la esencia de su amor.
Tenía que protegerlos a toda costa.
Rein guardó el teléfono, su rostro se volvió una máscara de determinación gélida. El beso tierno que Eujin le había dado un momento antes se sentía como un recuerdo distante. Se había acabado el tiempo de la inocencia.
La guerra había llegado a Busan. Y Rein, la Emperatriz, estaba a punto de hacer el movimiento más arriesgado de todos.