Una historia de amor paranormal entre dos licántropos, cuyo vínculo despierta al encontrase en el camino. el llamado de sus destinados es inevitable.
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Lo que Arde Bajo la Piel
El olor del té de hierbas se esparcía por la cocina, cálido y familiar. Las manos de su madre se movían con la misma precisión de siempre, como si el cambio de casa no hubiera alterado su rutina. Aelis la observaba en silencio desde el umbral, sintiendo la tensión acumulada en su pecho. Había demasiadas preguntas ardiendo bajo su piel, y esta vez, necesitaba respuestas.
—¿No vas a sentarte? —preguntó su madre sin mirarla, como si pudiera leer su mente.
Aelis avanzó en silencio y se dejó caer sobre la silla. Miró el vapor que se elevaba desde la taza con un nudo en la garganta.
—¿Por qué nunca me hablaste de lo que somos? —soltó al fin, con la voz baja pero firme—. ¿Por qué lo escondiste todo?
Su madre suspiró, se sentó frente a ella y bajó la mirada. Por un segundo, Aelis notó el temblor en sus manos.
—Porque era la única forma de mantenerte a salvo.
—¿De qué? ¿Del mundo? ¿De ellos? ¿De mí misma?
Los ojos de su madre brillaron con una tristeza contenida.
—De todo. De un mundo que no perdona la debilidad, ni los errores. Tu padre… él lo entendió tarde. Y lo pagó con su vida.
El silencio que siguió fue como un peso invisible sobre ambas. Aelis apretó los labios, su corazón latiendo desbocado.
—¿Qué pasó realmente con él?
—Tu padre no desapareció —dijo su madre, con la voz apenas un susurro—. Él se sacrificó para protegernos. Para protegerte. Sabía que vendrían por nosotras si no lo hacía.
—¿Quiénes? —insistió Aelis—. ¿Por qué?
Su madre alzó la vista. Por primera vez en mucho tiempo, su mirada se volvió tan feroz como serena.
—Porque tú no eres una loba común, Aelis. Dentro de ti hay algo… especial. Tu padre lo sabía. Tu despertar será diferente. Más poderoso. Y eso, para algunos, representa una amenaza.
El aire pareció detenerse entre ellas. Aelis sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—¿Y Eirik lo sabe?
—Intuye algo. Por eso insiste en mantenernos cerca. Pero no creo que sepa todo.
—¿Y tú confías en él?
Su madre vaciló antes de responder.
—No del todo. Pero sí confío en que su manada es el lugar más seguro para ti ahora.
Aelis se levantó, incapaz de quedarse quieta. Caminó hacia la ventana, viendo el bosque oscurecerse entre las sombras.
—No dejo de sentirlo —susurró—. Cuando él está cerca. Como si algo se encendiera dentro de mí. Es… demasiado.
Su madre se puso de pie con suavidad, se acercó y le puso una mano en el hombro.
—Tu loba está despertando. Y Eirik… él podría ser el motivo. O el destino. A veces, no podemos evitar lo que somos.
Aelis giró lentamente para mirarla.
—¿Y si no quiero que todo esto me controle?
—Entonces tendrás que aprender a controlarlo tú —dijo su madre, con un destello de orgullo en los ojos—. Pero no estás sola. No esta vez.
Aelis sintió las lágrimas subirle a los ojos, aunque no cayeron. Por primera vez, las piezas comenzaban a encajar, pero eso solo traía nuevas preguntas… y un fuego más intenso dentro de ella.