En un reino maldito donde las personas se convierten en bestias al caer la noche, Aria, una joven cazadora, es enviada para eliminar a la Bestia maldita. Pero al llegar descubre que todo lo que decían, era falso y la Bestia de la que tanto temían, la arrastraría a sus más profundos, oscuros y lujuriosos deseos. ¿Podrá Aria acabar con la Bestia maldita o el deseo acabará con ella?
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Ecos de la noche
La tenue luz del amanecer se filtra por las ventanas del castillo. Aria se despierta en su habitación con los recuerdos de la noche anterior
Se remueve entre las sábanas sintiendo el cuerpo magullado, decide acercarse a la ventana, mirando hacia el Bosque de las Sombras. El sol tenue iluminaba las hojas nevadas, Kael entra en silencio a la habitación y permanece de pie, apoyado contra la pared opuesta. Al sentir su presencia, evita el contacto visual, así en silencio se quedan cada uno perdidos en sus pensamientos.
-No suelo arrepentirme de mis decisiones, pero... esto…- rompe el silencio Kael tratando de emitir una disculpa hacia ella
-No tienes que decir nada. No fue... planeado… te aseguro que no sabía que era parte de tu habitación- contestó Aria apenada e incómoda
Kael cruza los brazos, mirando hacia el suelo como si estuviera buscando las palabras correctas- Si fue un error, pero jamás debes acercarte a mi cuando soy una Bestia, te pude haber matado Aria, mira como deje tu cuerpo-
Kael molestó acortó distancia, la tomó del brazo arrancándole la sábana haciéndola mirarse al espejo
-La maldición no es un juego, no puedo controlar mis instintos animales- susurró amargamente
Las lágrimas corrieron a cántaros, esa fue su primera vez aunque no consumada, era la primera vez que un hombre la tocaba de esa manera, y aunque ahora se sentía sucia y mal querida, lo había disfrutado
-Qué generoso de tu parte advertirme después de hacerlo- jaloneo su brazo para soltarse del agarre y escondió su rostro para que él no viera sus lagrimas
Un breve silencio los envuelve nuevamente, interrumpido sólo por el canto distante de los pájaros. Finalmente, Kael suspira y cambia de tema
-¿Dormiste bien?-
Aria respondió arqueando una ceja -¿Es eso un intento de conversación casual? Después de todo lo que ha pasado…-
-Supongo que no soy muy bueno en esto, Aria no soy una persona paciente, no esperes de mi compasión o amor- respondió con frialdad
A pesar de la conversación, Kael no lograba concentrarse, el reflejo de la apariencia de Aria en el espejo lo estaba poniendo duro, su piel blanca marcada, cada marca hecha por él, desde el cuello hasta los tobillos, cada una al verla, recordaba cómo la hizo y lo mucho que lo disfrutó
-Enterremos el tema aquí, nada de esto sucedió y no volverá a suceder…- tras un largo suspiro, secó sus lágrimas y alzó la mirada- Hablemos de algo útil, hoy necesito que me des los detalles sobre la maldición, planeo empezar con mi trabajo ahora mismo
Kael frunce el ceño, caminando hacia la ventana y mirando hacia el horizonte. Había arruinado por completo la poca relación que empezaban a tener y probablemente no habría vuelta atrás
-Esta bien. Pero primero vayamos a comer y… vístete-
Sin más que decir salió de la habitación incómodo y consternado, no sabía cómo manejar la situación pero no podía seguir viéndola o la tomaría y está vez si consumaria el acto
Sola en la habitación, corrió hacia la cama dejándose caer liberando su llanto, no entendía por qué lloraba, pero tampoco estaba segura de cómo debía sentirse al respecto, era una adolescente experimentando el deseo por primera vez
Cuándo logró calmarse, se vistió y arregló su cabello, lavó su
rostro y salió hacia el comedor
Kael estaba sentado devorando un plato de carne, la sangre escurría por la comisura de sus labios
Mordió sus labios, quiso limpiarlo con su lengua, sacudió su cabeza tratando de sacudir los pensamientos lujuriosos que tenía
Hoy, Kael no acomodó su silla, y probablemente, no lo haría nunca más
-Come, está a término medio para que puedas comerla a gusto- señaló su plató
Está solamente asintió como respuesta. Kael suspiró y comenzó a contar una larga historia
-La noche que Morganna lanzó el hechizo, no me maldijo a mí. El reino entero de Luneth quedó atrapado en una oscuridad eterna. Las cosechas se marchitaron, los ríos se secaron y las bestias del bosque se volvieron más agresivas. La maldición, aunque fue por mi padre, le dió en el punto que más le dolía, su reino
-¿Y la gente? ¿Qué pasó con ellos?-
-Los que no murieron huyeron. Las sombras se alimentan de los humanos, así, los que no pertenecían al reino se convirtieron en monstruos, otros, como mis sirvientes que se quedaron, viven como yo, tratando de mantener su lado humano, por eso no huyeron al bosque. Otros simplemente desaparecieron. Luneth, que una vez fue un reino próspero, se convirtió en una tierra maldita que todos temen… en tu reino, quieren acabar conmigo por la falsa creencia de que yo estoy hechizando a la población para convertirme en el próximo emperador
-Y todo esto... ¿por qué? ¿Sólo por una venganza contra tu padre? Tiene que haber más-
-Mi padre... hizo algo terrible. Nunca me dijo exactamente qué, además del rechazo, Morganna de alguna manera… ella no sólo quería castigar a mi familia, quería destruir todo lo que representábamos, dejarnos sin descendencia… Aria te estoy hablando de que esto pasó hace 100 años, gracias a las malditas sombras, el reino de Alabath y Cottor sucumbieron, ví como eran consumidos hasta sus gobernadores, convirtiéndose en monstruos que tarde o temprano tuve que matar para evitar que siguieran dañando otros reinos-
-Entonces, estás cargando con el peso de los errores de tu padre. Desde cuándo te conviertes en bestia?-
-Desde la pubertad, mi madre no lo soportó y mi padre desapareció, perdí su rastro hace tanto que estoy seguro que Morganna lo mató-
-¿Y qué hay de Morganna?-
-Jamás volvimos a saber de ella… ojalá esté muerta-
Aria lo observa con una mezcla de empatía y desconfianza. Aunque siente lástima por Kael, no puede olvidar su propósito
-Es triste, te conviertes en algo que no puedes controlar, pero realmente como humano tampoco eres super simpático-
-Exacto. Por eso me encadeno cada noche. No quiero lastimar a nadie, pero no siempre funciona… como anoche, y bueno Aria, si estuvieras en mis circunstancias tampoco serías simpática-
-Debe ser... solitario- susurró con lastima
Kael la mira, sorprendido por su tono. Durante un momento, parece que va a decir algo, pero se detiene. En cambio, desvía la mirada hacia el Bosque de las Sombras.
-La soledad es lo menos de lo que preocuparse cuando llevas una maldición como esta… Confía en mí, si me ayudas te dejaré ir-
-No te hagas ilusiones, Kael. Todavía no confío en ti, no creo que lo haga, solo quiero mi libertad-
-Eso lo sé. Pero tal vez, algún día, lo hagas-