Minji, una joven de la era moderna, luchó sola para alcanzar sus sueños, a menudo en un camino lleno de sacrificios y soledad. A los 33 años, un giro inesperado la lleva a perder su vida, solo para reencarnar en un mundo de novela romántica como Azusa, una niña que es el centro de amor y cuidado, de sus padres, algo que Minji nunca conoció. Ahora, rodeada de lo que siempre soñó, ¿será capaz de adaptarse a esta nueva vida o se dejará consumir por la trama que la rodea? Un futuro incierto se abre ante ella, y, con su peculiar forma de ser, Azusa podría reescribir la historia de una manera inesperada.
NovelToon tiene autorización de the legend of the moon para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 7
Capítulo 7
Después de más de dos años viviendo en la mansión, entre mis lecturas interminables y mis pensamientos, comencé a sentirme atrapada en la rutina. Al principio, todo había sido nuevo y emocionante: el lujo, los padres amorosos, la vida sin ningún tipo de preocupación. Pero ahora, después de tanto tiempo, la comodidad me estaba empezando a resultar aburrida. Ya no quería seguir encerrada, aunque el mundo fuera tan diferente al que conocí.
Mientras reflexionaba sobre mi vida en este nuevo cuerpo y este nuevo mundo, me hice una pregunta que parecía lógica, dada mi fascinación por las novelas románticas: ¿por qué no ver una de esas historias en vivo? En mi mente se formó la idea de conocer a los personajes principales de la novela, los sexis príncipes, el misterioso mago, el duque guerrero… ¡Sería como estar dentro de una de esas historias que tanto me encantaban! Aunque la protagonista todavía no apareciera, después de todo, su llegada al imperio estaba muy lejos en el futuro.
Conforme pensaba más en ello, me di cuenta de algo interesante que había aprendido de las novelas de reencarnación: las reencarnadas a menudo interactúan con los protagonistas y, en muchos casos, terminan cansándose con algún protagonista e incluso con el villano, pues en este caso no hay villano, los cuatro hombres solo hacen el bien a los ojos de la protagonista.
Claro, mi meta no era quedarme atrapada en un torbellino amoroso, pero sí quería conocer a esos personajes y ver si eran tan guapos como los describían en los libros. ¿Quién no querría admirar a un príncipe o a un duque valiente?
Pero lo cierto es que la decisión de salir al mundo exterior no fue tan simple. Mis padres, siempre tan protectores, me habrían detenido, no me hubieran dado la oportunidad siquiera de explicar para que quiero salir. Sin embargo, tras tantos años de estar encerrada, sentí que necesitaba una nueva aventura. Sabía que las calles de la capital estaban llenas de vida y misterio, y quería verlas por mí misma. Además, como en todas las historias de novelas románticas, las protagonistas solían encontrarse con los personajes clave por pura casualidad. ¿Por qué no intentarlo yo también?
Así que, después de un largo período de contemplación, decidí que era hora de salir a explorar la ciudad. No podía seguir viviendo en una mansión todo el tiempo; necesitaba experimentar lo que este mundo tenía para ofrecerme. Sin dar demasiadas explicaciones, me escabullí por las puertas traseras de la casa y me dirigí al centro de la capital, un lugar vibrante y lleno de posibilidades.
A medida que caminaba por las calles, me imaginaba que la protagonista de mi historia, la chica de este cuerpo antes de mí, no tardaría mucho en llegar. La ciudad estaba llena de carruajes lujosos, tiendas de todo tipo, y lo que más me llamó la atención, por supuesto, eran los rostros de las personas. Estaba segura de que encontraría a alguien interesante, o al menos me toparía con alguno de los personajes que habitaban las historias que solían alegrar mis tardes de lectura.
¿Y si me cruzaba con el príncipe heredero? ¿O con el misterioso mago? La idea me emocionaba tanto como la de ver una novela en vivo. A lo mejor hoy era el día en que la trama de mi vida se cruzaba con la de los verdaderos protagonistas.
Mientras paseaba, me di cuenta de que lo que más quería era ver cómo encajaba todo en la realidad. No iba a esperar a que el destino me entregara la historia. ¡La aventura estaba frente a mí! Y si debía tropezar con los personajes como lo hacía la protagonista en las novelas, pues que así fuera. Estaba decidida a disfrutar de esta nueva oportunidad.
Pero...
Busqué el primer día y nada. Durante los siguientes días, mi expectativa era aún mayor, pero a medida que el tiempo pasaba, esta fue disminuyendo... Dios mío, si no tengo cartel de protagonista, ¿por qué no se me acercan los posibles prospectos de hombres protagonistas...? Estaba frustrada, buscaba y buscaba, me metía en lugares, seguía las rutas, pero parecía que nadie se fijaba en mí. Fueron meses de caminatas solitarias, sin el menor encuentro que hiciera justicia a mis fantasías románticas. Los príncipes y duques brillaban por su ausencia.
Mis intentos de buscar algo emocionante, algo que me sacara de la rutina, me estaban llevando al límite de la desesperación. Al principio, mi espíritu se mantenía alto, confiada en que, tarde o temprano, encontraría mi momento, pero con el paso de los días y sin resultados, el desencanto comenzó a apoderarse de mí.
Eventualmente, mis padres se dieron cuenta de que salía a escondidas. Y no me refiero solo a las veces que me escapaba durante el día, sino que también comencé a hacerlo por las noches. Esto, claro, no pasó desapercibido. Una tarde, después de una larga discusión con ellos sobre mi comportamiento, me dijeron que no era seguro que estuviera vagando por la ciudad sola. Obviamente, me ofrecieron la solución más lógica desde su punto de vista: me colocarían un guardaespaldas.
El hombre que me asignaron era un experto en defensa y parecía ser tan serio como su trabajo. Estaba claro que ellos no querían que me metiera en problemas, pero tampoco parecían entender lo que realmente me estaba sucediendo. En lugar de protegerme de algún peligro externo, me sentía más bien como si me estuvieran atrapando aún más en mi propia vida aburrida, donde ni siquiera un buen romance podría suceder sin el permiso de alguien más.