Promesas De Amor

Mientras observaba desde la ventana, me fijé en los geranios blancos que había plantado en mi jardín. Crecían lentamente, pero algo en esa lenta evolución me calmaba. Sabía que esos geranios eran para ella, para Margareth. No pude evitar sentir una especie de conexión con cada uno de esos brotes, creciendo en el suelo bajo la luz del sol. Si algo iba a ser importante, si algo iba a florecer, era por ella. “Cuídalos bien”, le dije al jardínero mientras me acercaba a él. “Son para alguien muy especial”. Él asintió sin hacer preguntas, como si supiera que esas palabras no necesitaban explicación.

Con una última mirada a los geranios, me dirigí a la casa del alcalde. Aquella noche me habían invitado a cenar, y como siempre, las reuniones en esa casa tenían un aire de formalidad que me resultaba incómodo, pero inevitable.

Al llegar, Clara me recibió con una sonrisa más falsa de lo habitual y, en cuanto nos sentamos a la mesa, la conversación se centró en trivialidades. Había algo en su tono que me resultaba siempre distante, incluso cuando no hablaba de nada importante. Mientras me recargaba en mi silla, encendí un cigarro, buscando el silencio que me rodeaba. Fumando, trataba de llenar el vacío que esa cena nunca lograba disipar.

Pero entonces, escuché la voz que siempre había deseado oír. Fue como un susurro en el aire, como una melodía que me atravesó el pecho.

Margareth

Su voz era ligera, pero llena de vida, tan natural y despreocupada como el viento entre las hojas.

Ella apareció, cruzando la puerta con su elegancia discreta.

-;Todo está limpio como me dijiste, Clara .- dijo mientras sonreía suavemente.

Al verla, todo en mi interior se detuvo por un segundo. Se acercó con paso firme y saludó a todos en la mesa, como si fuera una invitada más, sin ser consciente del poder que tenía sobre mí. Yo simplemente la observaba, sin saber qué hacer, ni cómo actuar.

Clara, siempre tan mordaz, no tardó en lanzar su comentario.

- Suerte en tu cita con Mike, . No sé qué encuentras de emocionante en ir al taller lleno de polvo .- dijo, burlona, mientras tomaba un sorbo de vino.

Ella sin alterarse, le respondió con una suavidad que me hizo admirarla aún más.

- Eso es para mí, Clara. Pero hay mucho más que madera y polvo ahí.- dijo mientras se despidió, su voz cargada de algo que no pude identificar, algo que se me escapaba pero que me inquietaba profundamente.

El comentario de Clara me hizo sentir algo extraño. No entendía cómo podía verla tan tranquila, tan segura, mientras yo, desde mi posición, deseaba ser yo quien la acompañara a esos lugares, a ese taller lleno de polvo, de madera, y de su misteriosa presencia.

Mientras la veía alejarse hacia la puerta, dejándome con una sensación de incomodidad y deseo, no pude evitar pensar que había algo más en ella de lo que yo veía, algo que, a pesar de mi posición, de mi riqueza y de todo lo que podía ofrecerle, aún no entendía completamente. Y aunque ella me trataba con amabilidad, algo me decía que estaba demasiado lejos, demasiado ajena a mí, mientras que Mike, el hijo del carpintero, siempre parecía estar tan cerca.

La noche se alargaba entre los murmullos y la tensión que se acumulaba a mi alrededor. Clara, siempre tan llena de juicios y opiniones, no pudo evitar lanzar una de sus observaciones mientras cenábamos en la casa del alcalde. Yo, como siempre, me mantenía en silencio, observando desde mi asiento, dejando que las palabras ajenas flotaran alrededor de mí.

Clara, en su intento por descalificar a Margareth y cualquier posibilidad de que ella y Mike pudieran tener algo, no tardó en disparar una crítica mordaz:

- Claro que se llevan bien, Arthur. Son dos personas del mismo hoyo. Al fin y al cabo, terminará con las manos todas maltratadas si sigue con un hombre como él. No merece más que eso .

Escuché esas palabras y sentí una mezcla de repulsión y desdén. Era imposible no notar la venenosidad en su tono. Pero antes de que pudiera replicar algo, el alcalde, sorprendentemente, intervino.

- Te equivocas, Clara.- dijo con un tono que no dejaba lugar a discusión.- La madre de Sophia era igual de bella que ella, y se casó con un hombre pobre. A pesar de todo, siguió siendo tan hermosa como siempre, sin importar su situación .

La respuesta de Clara fue inmediata, cargada de veneno. - Eso es cierto.- dijo con una sonrisa amarga.- ñero la pobre mujer enfermó y murió porque no tenía dinero para tratarse. Eso no lo puede negar nadie".

Mi mente estaba en conflicto. ¿Por qué Clara sentía la necesidad de insistir en este tipo de comentarios? Era como si estuviera buscando alguna justificación para su desprecio. Pero lo que más me inquietaba era el eco de sus palabras: Ya no sé qué es peor. Que Margareth termine en el cabaret o casada con el hijo del carpintero.

Esas palabras resonaron en mi mente mientras trataba de procesarlas. No podía evitar pensar en la desmesurada facilidad con la que Clara descalificaba a alguien como Margareth, simplemente porque no encajaba en su molde de perfección social. En la cabeza de Clara, había un solo camino para Margareth : una vida de lujo y seguridad. Pero yo no podía dejar de pensar en cómo esa visión despectiva la marginaba, sin ver la verdadera esencia de lo que Margareth representaba.

Ella no merecía ser juzgada por su origen o su estatus. De alguna manera, no podía dejar de pensar que, tal vez, lo que Clara realmente temía era que Margareth tuviera el coraje de elegir un camino distinto al que el mundo había trazado para ella. Un camino que Clara no podría comprender.

Mientras la conversación continuaba, me sentí atrapado entre el deseo de defender a Margareth y la incomodidad de estar rodeado por esas voces que la reducían a una simple elección entre el cabaret o el matrimonio con alguien sin dinero.

Era como si, a pesar de todo, no pudieran ver lo que realmente importaba. Lo que yo veía.