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Embarazo Después Del Adiós.

Embarazo Después Del Adiós.

Status: Terminada
Genre:Completas / Embarazo no planeado / Embarazada fugitiva
Popularitas:31.4k
Nilai: 5
nombre de autor: Loloy

Tras un matrimonio, lleno de malos entendidos, secretos y mentiras. Daniela decide dejar al amor de su vida en libertad, lo que nunca espero fue que al irse se diera cuenta que Erick jamás sería parte de su pasado, si no que siempre estaría en su futuro...

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capítulo 4

El jardín trasero de la mansión era un rincón silencioso, alejado del bullicio y los gritos que minutos antes habían sacudido el interior. Las plantas estaban perfectamente cuidadas, las flores comenzaban a abrirse con la llegada de la primavera, pero ni el paisaje ni el aroma fresco del césped parecían calmar la tormenta que rugía dentro de Sebastián.

Se detuvo cerca de la fuente central, frotándose las sienes. Su hermana lo alcanzó unos segundos después, sin decir nada. Solo lo observó.

—¿Me vas a gritar también tú? —preguntó él, sin mirarla.

Daniela negó suavemente con la cabeza.

—No vine a discutir. Solo quiero que me escuches.

Sebastián soltó un suspiro pesado y finalmente se giró. Verla tan cerca, tan distinta pero a la vez tan igual… con ese vientre redondo como prueba de los meses perdidos… le dolía más de lo que podía explicar.

—¿Por qué no dijiste nada, Dani? —susurró, casi con reproche—. ¿Sabes cuántas noches me quedé esperando una llamada tuya?

—Tenía miedo —admitió ella con sinceridad—. No quería que papá se enterara. No quería que me obligaran a regresar o que me juzgaran por no decirlo antes. Apenas podía con lo que sentía.

—¿Y crees que hacerlo sola fue mejor? —la voz de Sebastián se quebró, y sus ojos, que siempre fueron duros, se humedecieron—. ¿Sabes lo que sentí cuando te vi? ¿Lo que sentí al ver a mi hermana… tan distinta, tan frágil, tan… sola?

Daniela parpadeó, conteniendo las lágrimas. Se acercó un poco más y tomó la mano de su hermano.

—No quería que te preocuparas. Tú siempre has sido mi roca, Sebas. Pero esta vez… necesitaba hacerlo por mí. No porque tú no estuvieras, sino porque por primera vez quería demostrarme que podía con esto. Que podía proteger a mis hijos.

Sebastián la miró, derrotado, y tiró de ella para abrazarla con fuerza.

—No tienes que demostrarle nada a nadie, Daniela. Eres mi hermana. Mi sangre. Y pase lo que pase, yo siempre voy a estar aquí. Siempre.

—Lo sé —murmuró ella, aferrándose al abrazo—. Gracias por no soltarme, ni siquiera cuando te dejé afuera.

—Eso nunca va a pasar. Puedes estar segura.

El silencio que se instaló entonces fue diferente. Más cálido. Más necesario. Fue como si por fin pudieran volver a respirar.

Entonces, un suave golpeteo de bastón sobre el piso de piedra los hizo voltear.

—¿Interrumpo algo? —preguntó una voz envejecida, pero dulce.

Daniela se separó apenas de su hermano, y una sonrisa cruzó su rostro al ver a la mujer que avanzaba lentamente con ayuda de su bastón: su abuela materna, doña Eloísa. Una mujer de mirada sabia y corazón enorme, que parecía entender más con una sola mirada que todos los demás con mil palabras.

—Abue… —murmuró Daniela, con un nudo en la garganta.

—Vaya recibimiento el mío —dijo la anciana, soltando una pequeña risa—. Apenas llego y me encuentro con dos de mis nietos llorando como niños. ¿Me perdí de mucho?

Sebastián se limpió la cara disimuladamente. Daniela solo asintió, entre risas y lágrimas.

—Mucho, sí. Pero llegaste justo a tiempo.

Eloísa se acercó y acarició el rostro de su nieta.

—Ay, mi niña… con razón sentí que algo grande estaba pasando. Cuando la sangre llama, no hay distancia que lo impida. —Luego, sus ojos bajaron al vientre de Daniela, y una sonrisa tierna apareció en sus labios—. Así que… seré bisabuela. De gemelos, nada menos. Dios sabe cómo sorprendernos, ¿no?

Daniela asintió, y sus lágrimas ya no eran de dolor, sino de alivio.

—Gracias por venir, abue.

—Siempre que uno de ustedes me necesite, estaré —dijo, dándole un beso en la frente—. Ahora… vamos adentro. Tienen mucho que hablar, mucho que sanar. Y yo tengo ganas de conocer a ese muchacho que puso esa cara de susto al verme en la puerta —añadió con una sonrisa cómplice.

Sebastián soltó una carcajada por primera vez en mucho tiempo.

Y así, como si la presencia de la abuela hubiera sido el bálsamo que todos necesitaban, el aire comenzó a sentirse menos pesado. Tal vez el caos aún no había terminado… pero por fin, después de tanto tiempo, había una posibilidad real de reconstruir lo que se había roto.

***

La sala volvió a llenarse de voces suaves, suspiros profundos y miradas que decían más de lo que las palabras podían expresar. La familia Montero estaba reunida por primera vez en mucho tiempo… y por primera vez con la verdad sobre la mesa.

Francisco, aún sentado en su sillón habitual, parecía más reflexivo que severo. Mariana, a su lado, sostenía una taza de té entre las manos mientras sus ojos no se despegaban del rostro de su hija. Dylan permanecía de pie, atento a cualquier gesto. Sebastián, más tranquilo tras su conversación con Daniela, se mantenía en una esquina, brazos cruzados, observando con esa mezcla de protección y resignación que solo un hermano mayor podía mostrar.

Y al centro, como si la vida le hubiera dado nuevamente su lugar, estaba Eloísa. La abuela. Matriarca de carácter indiscutible, con una mirada capaz de desarmar hasta al más terco de los Montero.

Erick también estaba allí, sentado frente a todos, sintiendo el peso de cada mirada sobre él.

—Bien —dijo Eloísa tras un breve sorbo de su té—. Supongo que todos ya estamos al tanto de lo esencial. Daniela está embarazada. Son gemelos. Y el padre… es este muchacho de aquí.

Erick se irguió ligeramente, tragando saliva.

—Sí, señora. Soy yo.

—No me digas "señora", hijo —respondió con una calma peligrosa—. Para ti, por ahora, soy la abuela de los niños que llevas en la conciencia. Punto.

El silencio fue inmediato. Erick bajó la mirada un instante, asintiendo con respeto.

—Entiendo.

—No lo creo. Porque si lo entendieras, no estarías tan tranquilo sentado ahí después de lo que ha pasado —dijo Eloísa, clavándole la mirada—. Mi nieta ha pasado meses criando vida en soledad. Con miedo. Con dudas. Y tú… tú te enteras hace unas horas y vienes aquí con la cara de quien solo quiere arreglar las cosas con un par de palabras.

—No es así, abuela —intervino Daniela con voz baja, tomando la mano de Erick—. Él no lo sabía. Me fui sin decirle. Es más complicado que…

—Mi niña —la interrumpió Eloísa suavemente—. No dudo de tu versión, pero este hombre ahora quiere ser parte de algo que dejó ir sin luchar. Y eso tiene consecuencias.

Erick respiró profundo, levantando la vista.

—Lo acepto. Sé que no tengo el derecho de exigir nada. Pero estoy aquí porque quiero hacerlo bien. Porque quiero estar. Porque son mis hijos, pero más aún… porque ella sigue siendo todo para mí.

Sebastián resopló con fastidio. Francisco frunció el ceño. Dylan simplemente cerró los ojos, resignado.

Eloísa, sin perder la compostura, se inclinó ligeramente hacia adelante.

—Entonces escúchame, muchacho. Aquí no basta con promesas. Daniela no está sola. Esta familia, a su manera, sigue de pie. Y si quieres estar cerca de sus hijos, tendrás que ganarte ese lugar. No con palabras bonitas ni con recuerdos del pasado… sino con acciones. Constancia. Respeto. Y paciencia.

—Haré lo que sea necesario —afirmó Erick, con la voz firme.

—Bien —respondió la anciana—. Entonces empezarás viniendo todos los días a acompañarla a las consultas médicas. Apoyándola en lo que necesite. Y no con regalos, ni flores, ni palabras… sino con presencia. Con compromiso.

—Lo haré.

—Y otra cosa más —agregó ella—. No volverás a hablar de reconciliación hasta que no nazcan esos niños. Daniela necesita estabilidad, no emociones intensas ni confusiones. Si vas a estar, será como padre. No como esposo, ni como amante. No aún.

Daniela lo miró sorprendida, pero no dijo nada. Erick solo asintió, apretando los labios.

—Entendido.

—Entonces… bienvenido a la montaña rusa, hijo. Porque estos Montero no son fáciles. Pero tampoco somos cobardes.

Las palabras de Eloísa cayeron como un sello final. Nadie las discutió. Nadie las objetó.

Daniela miró a su abuela con un brillo de gratitud en los ojos. Por primera vez, alguien había dicho lo que ella no sabía cómo poner en palabras. Y aunque el camino por delante sería largo, al menos ya no lo recorrería sola.

Al ver esto, la abuela agregó:

—Por cierto, tu familia aún no lo sabe, ¿verdad?

—No seño... no, no he tenido tiempo aún de ponerlos al tanto.

—Muy bien, dile a tus padres que los estaremos esperando aquí mañana para un almuerzo familiar. Debemos dejar todo aclarado antes de que mis bisnietos nazcan. No quiero que vengan en medio de una guerra familiar, y mucho menos hacer pasar por un mal rato a mi nieta. Ya ha vivido suficiente en silencio, ¿o alguien aquí cree que ella merece más carga?

Las miradas se centraron en Erick, como esperando su aceptación.

—Por supuesto que no… —respondió él de inmediato—. Mañana estaremos aquí con mis padres.

—Perfecto. Ahora cambia esa cara, muchachito, que aún no te hemos hecho nada —añadió Eloísa con una sonrisa pícara, arrancando un par de risas leves en la sala.

***

La noche había caído por completo cuando Erick se despidió en la entrada principal. Daniela lo acompañó hasta el portón, en silencio, con las manos cruzadas sobre el vientre y la mente girando a mil por hora.

Erick se detuvo antes de subir al auto. Se giró hacia ella, con los hombros algo caídos, pero los ojos firmes.

—Gracias por dejarme estar hoy —dijo con suavidad—. Sé que no fue fácil para ti… ni para nadie.

—No lo fue —admitió ella—. Pero era necesario. Ya no podíamos seguir guardando todo esto como si no importara.

—¿Y tú… cómo estás? De verdad —preguntó, con una preocupación sincera en la voz.

Daniela lo miró por unos segundos, dudando. Luego suspiró.

—Cansada. Asustada. Pero aliviada. No sabes cuánto pesaba llevarlo sola.

—No quiero que lo sigas haciendo —dijo él, dando un paso hacia ella—. Lo que dijo tu abuela… lo haré. Cada palabra. No porque me lo hayan impuesto, sino porque quiero. Porque es lo mínimo que mereces. Que merecen.

Ella bajó la mirada, tocándose el vientre con ternura.

—Me dolió verte hoy —confesó—. No por rencor. Sino porque me di cuenta de cuánto me hubiera gustado que estuvieras desde el principio.

Erick tragó saliva, y alzó la mano, como queriendo tocarla, pero se detuvo a medio camino.

—Lo sé. Y no puedo retroceder el tiempo, Dani. Pero puedo estar ahora. Si me dejas.

—Te dejo estar —respondió ella, alzando la vista—. Pero no te prometo que será fácil. Tengo miedo. Y también estoy enojada… conmigo, contigo, con todo.

—Entonces empezaré por ganarme de nuevo tu confianza. Sin prisas —dijo, con una media sonrisa triste.

Un silencio se instaló entre ambos, pero no era incómodo. Era necesario.

—Mañana será otro día largo —murmuró ella.

—Uno más cerca de arreglar las cosas —respondió él.

Daniela asintió, y antes de dar media vuelta, le lanzó una última mirada.

—Gracias por venir.

—Gracias por dejarme empezar de nuevo.

Ella entró, cerrando la puerta con suavidad. Y Erick, al quedarse solo, sintió que por primera vez en mucho tiempo… tenía una oportunidad real de hacer lo correcto.

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Lermis Flores
Éste capítulo hermoso me ha conmovido tanto!!
Lermis Flores
Jajaja, quieren nacer en el País de sus padres!
Mirian Mendoza Gutierrez
felicidades autora muy bonita historia. bendiciones
Mirian Mendoza Gutierrez
hermoso capitulo
Tere Jimenez
gracias por compartir
Tere Jimenez
muy bonita historia muchas felicidades y bendiciones sabiduría y entendimiento para seguir escribiendo tan hermoso y compartir con nosotros felicidades estuvo increíble
Tere Jimenez
ojalá y ya lo dejen quedarse ahí
Tere Jimenez
que hermoso
Tere Jimenez
anoche estuvieron juntos según recuerdo
Tere Jimenez
muy interesante el capítulo
Tere Jimenez
muy pagados de si mismo los padres de el
Tere Jimenez
muy fuerte decisión la que tomaron
Tere Jimenez
que bonito capitulo
Tere Jimenez
que difícil situación convivir así por las criaturas
Tere Jimenez
ojalá y se lo lleve
Tere Jimenez
si muy cierto tal vez en el pasado nos sentimos los dueños del mundo pero tenemos que ser humildes
Tere Jimenez
que hermoso capitulo
Tere Jimenez
si muy hermosa novela
Tere Jimenez
que hermoso capitulo
Tere Jimenez
ésos bebés quiere llegar antes de tiempo
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