Daniel, un joven curioso, intenta robar un libro misterioso, pero todo sale mal y, en lugar de escapar, es transportado a Nova, un mundo maldito cubierto por agua. La única forma de regresar a su mundo es salvar Nova de la maldición, pero no será fácil. Enfrentará a poderosos enemigos y luchará por sobrevivir, mientras descubre secretos sobre el mundo y su propia tripulación. Con un futuro incierto, Daniel deberá encontrar una manera de romper la maldición y regresar a su hogar, antes de que sea demasiado tarde.
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El despertar del aura
El amanecer sobre La Tetera del Mar llegó con una ligera brisa y el sonido del agua golpeando suavemente el casco del barco. Daniel y Josh, aún algo desorientados por su nueva rutina en este extraño mundo, se levantaron temprano. Daniel se estiró mientras miraba el horizonte, preguntándose cuánto tiempo podría mantener la fachada de ser Steven, el respetado capitán. A su lado, Josh se frotaba los ojos, todavía adormilado.
—Ayer fue una locura— comentó Daniel, recordando la captura de Kenny el Rojo.
Josh asintió. —Y parece que no tendremos un descanso pronto. ¿Te das cuenta de que aquí siempre hay algo por hacer?—
Antes de que Daniel pudiera responder, Josh señaló a Dalia, quien estaba en la cubierta ajustándose algo alrededor de su cuerpo.
—Oye, ¿viste eso? Anoche también la vi con eso— dijo Josh, señalando el extraño manto amarillo que parecía envolver a Dalia. Lo curioso era que, aunque parecía sólido, también era transparente y brillaba tenuemente bajo el sol.
—¿Qué demonios es eso?— preguntó Daniel, intrigado.
Josh se encogió de hombros. —Ni idea, pero anoche la vi usarlo mientras entrenaba. Era como si esa cosa fuera parte de ella.—
Antes de que pudieran discutir más, Uriel apareció desde la bodega del barco, luciendo cansado pero sonriente.
—Josh, es hora de que hagas tu trabajo— dijo, cruzando los brazos.
—¿Trabajo?— respondió Josh, confundido.
Uriel lo miró con una mezcla de burla y paciencia. —Naou siempre es quien paga a la tripulación. Hoy es día de pagos, y ellos estarán esperando.—
Josh parpadeó, como si acabara de recibir un golpe. —¿Yo? Pero...—
Uriel lo interrumpió. —Tú eres Naou, ¿capitán esta bien? , ¿no? Así que sí, tú. Además, no te preocupes. Dalia dejó una lista con los nombres y las cantidades.—
Josh suspiró, resignado. —Bueno, supongo que no tengo elección.—
Mientras Josh seguía a Uriel para cumplir con sus nuevas responsabilidades, Daniel se quedó en la cubierta, observando a Doria. La chica de cabello morado estaba en un rincón, aparentemente concentrada en algo que no podía distinguir.
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El manto morado y la primera lección
Daniel se acercó a Doria con cautela, intentando no interrumpir lo que parecía ser un momento de profunda concentración. Al acercarse, notó que también llevaba un manto, aunque este era de un intenso color morado que brillaba tenuemente a su alrededor.
—Doria— dijo suavemente, llamando su atención.
Ella levantó la vista, sonriendo al verlo. —Capitán Steven. ¿Ya está listo para otra aventura?—
Daniel sacudió la cabeza. —En realidad, quería preguntarte algo. Ese... manto que estás usando, ¿qué es exactamente?—
Doria pareció sorprendida por la pregunta. —¿El manto? ¿De verdad no lo recuerdas? Es tu aura, Capitán. Todos los que pertenecemos al Consejo de los Siete Mares podemos manifestarla. Tú mismo me enseñaste a perfeccionarla.—
Daniel sintió un nudo en el estómago. No tenía idea de lo que Doria estaba hablando, pero no podía revelarlo.
—Claro, claro... es sólo que... últimamente me siento algo fuera de forma— dijo, intentando sonar casual.
Doria lo miró con preocupación. —Eso explica por qué no has usado tu aura desde que regresaste. Ven, déjame ayudarte a recordarlo.—
Antes de que pudiera protestar, Doria tomó su mano y lo guió hacia un área despejada de la cubierta.
—Primero, cierra los ojos— le indicó. —Respira profundamente y concéntrate en tu interior. Imagina una luz que surge desde tu pecho y se extiende por todo tu cuerpo.—
Daniel intentó seguir sus instrucciones, pero no sentía nada.
—No estoy seguro de cómo hacer esto— admitió después de unos minutos.
Doria lo miró fijamente, como si tratara de descifrar algo.
—Capitán Steven, ¿estás seguro de que estás bien? Siempre has sido un maestro en esto. ¿Cómo es posible que ahora no recuerdes lo básico?—
Daniel sonrió nerviosamente. —Supongo que necesito un poco más de práctica. Ayúdame una vez más.—
Doria asintió, aunque seguía viéndose sospechosa. Se colocó detrás de él y puso sus manos sobre sus hombros.
—Déjame guiarte— dijo suavemente.
Con su ayuda, Daniel comenzó a sentir una extraña calidez en su interior. Era como si algo estuviera despertando dentro de él, algo que no había sentido antes. De repente, un destello de luz roja surgió de su cuerpo, envolviéndolo brevemente antes de desvanecerse.
Doria retrocedió, sorprendida.
—¿Rojo?— murmuró.
—¿Qué pasa?— preguntó Daniel, preocupado.
Doria lo miró con los ojos entrecerrados. —Siempre has tenido un aura negra, Capitán. Nunca roja. Esto es... extraño.—
Daniel intentó desviar la atención. —Quizá es un efecto secundario de estar tanto tiempo fuera. No te preocupes, lo resolveré.—
Pero Doria no parecía convencida. A pesar de su amor por Steven, estaba comenzando a sospechar que algo andaba terriblemente mal.
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Josh, el pagador improvisado
Mientras tanto, Josh estaba ocupado cumpliendo con su nueva tarea. Con la lista de Dalia en mano, iba entregando las bolsas de monedas a cada miembro de la tripulación, tratando de parecer seguro de sí mismo.
—Aquí tienes, cinco monedas de oro para ti— dijo, entregándole una bolsa a un marinero.
El hombre lo miró con una sonrisa. —Gracias, Naou. Siempre tan puntual como siempre.—
Josh sonrió incómodamente, sin saber cómo responder.
Después de unas horas, finalmente terminó. Uriel, que había estado supervisándolo, se acercó y le dio una palmada en el hombro.
—Buen trabajo, Naou. Ahora sólo falta que vuelvas a revisar las cuentas antes de entregárselas al Capitán.—
Josh suspiró. —Claro, ¿por qué no?—
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La revelación de Doria
Más tarde ese día, Doria se acercó a Daniel mientras estaba en la cubierta.
—Capitán, ¿puedo hablar contigo?—
—Claro, ¿qué pasa?—
Doria lo miró fijamente. —Desde que regresaste, has estado actuando diferente. No reconoces cosas que solías dominar, y tu aura es distinta. Quiero saber la verdad. ¿Eres realmente Steven?—
Daniel sintió cómo su corazón se aceleraba. Sabía que no podía seguir mintiendo por mucho tiempo, pero tampoco podía revelar la verdad.
—Doria, he pasado por muchas cosas últimamente. Tal vez estoy algo desorientado, pero sigo siendo yo.—
Doria lo miró en silencio por un momento antes de asentir lentamente.
—Espero que así sea, Capitán. Porque si no lo eres, lo descubriré.—
Con esas palabras, se alejó, dejando a Daniel con una sensación de inquietud. Sabía que el tiempo se le estaba acabando, y pronto tendría que enfrentarse a la verdad, tanto con Doria como con el resto de la tripulación.