LA VETERANA: ¡NO ERES MI TIPO! ALÉJATE
María Teresa Andrade, dueña de una pequeña tienda de esencias naturales y exóticas para postres, lleva una vida tranquila tras diez años de viudez. A sus 45 años, parece que el amor es un capítulo cerrado...
Hasta que Marcello Dosantos, un carismático repostero diez años menor, entra en su vida. Él es todo lo que ella intenta evitar: extrovertido, apasionado, arrogante y obstinado. Lo opuesto a lo que considera "su tipo".
Es un juego de gato y ratón.
¿Logrará Marcello abrirse paso hasta su corazón?
María Teresa deberá enfrentar sus propios miedos y prejuicios. ¿Será capaz de rendirse a la tentación de unos labios más jóvenes?
¿Dejará de ser "LA VETERANA" para entregarse al amor sin reservas? O, como insiste en repetir: “¡No eres mi tipo! ALÉJATE”
NovelToon tiene autorización de ARIAMTT para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Jane con Tarzán.
P.O.V. María Teresa.
Esta noche tiene algo mágico. No recuerdo la última vez que estuve en una discoteca. Marla y Roqui hacen que todo parezca tan natural, como si perteneciéramos a este lugar.
La energía vibrante y frenética que se siente me atrapa y decido participar de la fiesta.
Bajamos a la pista de baile. Las luces de colores destellan a nuestro alrededor, mientras el humo artificial nos envuelve dando la sensación de misterio. Por un momento, siento que el mundo exterior se desvanece y solo existe este instante.
La multitud grita, ríe y baila, cada uno perdido en su propia historia. Todos somos desconocidos, pero estamos unidos por un propósito: disfrutar, olvidarnos de todo y vivir el momento.
Al principio, mis movimientos son torpes, mis caderas rígidas les cuesta moverse. Pero la música me contagia y poco a poco me dejo llevar. Mis pies siguen el ritmo, mi cuerpo comienza a relajarse y por un instante me siento joven otra vez.
Una sonrisa se dibuja en mi rostro. Me siento hermosa, poderosa, libre.
—¡Al fin se animó el centinela a acercarse! —grita Roqui, inclinándose hacia mí para hacerse escuchar sobre la música que retumba.
La curiosidad me invade, quiero girarme, pero Marla me agarra del brazo con firmeza.
—¿Qué haces? No puedes ser tan obvia —me susurra, luchando por contener una risa—. Va a pensar que lo estamos vigilando. Y aunque sea verdad, no lo vamos a admitir.
—¿Vigilando? —pregunto, no sé de quién habla.
Marla no responde nada solo coloca sus ojos en blanco, ignorándome.
Roqui se adelanta y toma mi mano con una sonrisa pícara. Me da media vuelta con suavidad, obligándome a girar.
—Mira a tu derecha, pero disimuladamente. ¿Ves a ese bombón? Camisa negra italiana, ajustada, pectorales de revista. pantalón de lino que marcan cada uno de sus músculos. Si lo dejas escapar, ¡no tienes perdón de Dios!
Lo veo. Está acercándose lentamente, con una seguridad que me deja sin aliento, como si estuviera calculando cada paso. Sus ojos celestes son como un hechizo, fríos y peligrosos. Y su sonrisa… Esa sonrisa seductora... Es una promesa y una advertencia, un arma que domina a la perfección, consciente de su alcance y la usa con precisión.
Lo escaneo rápidamente, como si pudiera atraparlo en mi memoria, y luego me giro, como si no me importara. Pero mi corazón me traiciona, latiendo a mil por hora.
—Se equivocan —murmuro, intentando sonar convincente mientras me señalo—. Ese joven no va a querer nada con una vieja como yo.
Sin embargo, por mucho que lo diga, una chispa de deseo arde en mi pecho. Una parte de mí, enterrada bajo los años y las dudas, quiere creer lo contrario. Por primera vez en mucho tiempo, esa parte quiere soñar… aunque sea solo por esta noche.
—Fingiré que te creo, porque a ratos yo también digo mentiras —responde Marla, inclinándose hacia mí mientras su sonrisa traviesa brilla bajo las luces estroboscópicas.
—Lástima que no batea para el otro lado —grita Roqui, haciendo un puchero exagerado mientras la música retumba a nuestro alrededor—. Porque yo ya estaría encima de él como Jane con Tarzán. ¡Por donde lo mires no tiene presa mala!
De pronto, Roqui baja la mirada descaradamente hacia su entrepierna y arquea una ceja, mientras las luces de colores parpadean sobre nosotros.
Siento mi rostro arder al instante. No puede evitarlo. Sin querer, sigo su mirada y un escalofrío me recorre de pies a cabeza. La música parece apagarse por un segundo.
—Nada más de pensar en que te vas a comer todo eso, ya me da una envidia tremenda, que quisiera cambiar de cuerpos.
Intento concentrarme en el ritmo, en la multitud que baila a nuestro alrededor, pero no puedo.
Ellos dan por hecho algo que no ha pasado… ni va a pasar. ¿O sí?
—¡Hermosa dama! —escucho una voz varonil y ronca susurrar cerca de mi oído. Cierro los ojos un segundo, rogando a Dios, a los santos y a los ángeles que no haya escuchado las barbaridades que dijeron mis amigos—. ¿Me concede esta pieza?
Quiero rehusarme, inventar una excusa usando a mis amigos como pretexto. Pero los muy traidores ya no están. Me han abandonado, dejándome a mi suerte.
Miro a mi alrededor y veo a Marla a unos pasos. Levantando los pulgares con una sonrisa cómplice de aprobación.
—¡Qué trasero! —murmura Roqui, moviendo los labios mientras los lame descaradamente.
—Traidores —susurro con los dientes apretados lanzándoles una mirada que debería fulminarlos en el acto.
—Joven —respondo al extraño, marcando la diferencia de edad entre nosotros.
—¿Joven? —replica, arqueando una ceja con una mezcla de diversión y desafío.
Si antes me moría de vergüenza, ahora soy la vergüenza en persona.
Gracias al cielo el camarero llega con dos vasos de licor que mis "amigos" enviaron. Tratando de redimirse.
Tomo uno y lo bebo de un solo trago. No me importa que queme mi garganta. Necesito valor.
—Por supuesto, jo…
—Marcello —me interrumpe con una voz firme que me desarma—. Y no soy mucho menor que tú, así que no me hagas sentir como un muchachito inmaduro.
Por un segundo, soy yo quien se siente una niña insegura. Ese hombre, es demasiado seguro de sí, derribo en segundos todas mis barreras de protección.
—Disculpa, Marcello —digo, tomando su mano.
Entonces la música cambia a una balada romántica. Miro de reojo y veo a mis amigos, fingiendo inocencia. Sé que ellos tienen algo que ver.
Suspiro y me dejo llevar. Si Roqui lo llama "un bello espécimen", ¿por qué no disfrutarlo?
Sus manos en mi cintura envían una corriente eléctrica por mi cuerpo. Su mirada, su aroma, su cercanía... Todo me hechiza.
El mundo desaparece. Solo estamos él y yo, moviéndonos al ritmo.
Después de varias canciones y unos cuantos tragos, su cercanía se vuelve un deseo imposible de ignorar. Su aroma, su mirada intensa, el roce de sus manos rozando mi cintura mientras bailábamos... Todo me hacía anhelar más.
No sé cómo ocurre, pero nuestros labios rompen la distancia. Se unen en un beso ardiente, necesitado, lleno de pasión.
Mis manos, actuando por instinto se enredan en su cuello, acercándolo aún más. Él responde envolviéndome en sus fuertes brazos, haciéndome sentir protegida… y deseada.
El mundo a nuestro alrededor se desvanece. La música, antes ensordecedora, se convierte en un eco distante. Todo lo que siento ahora es el calor de su cuerpo contra el mío, el roce fuerte que envuelve mi cintura, y... su hombría dura, despertando algo que creí dormido en mí.
Ese beso no es solo pasión; es un maremoto que arrasa con cada una de mis dudas, temores y barreras. Mis pensamientos, mi razón... todo queda relegado al olvido. Solo queda este momento, esta necesidad feroz que me consume, este deseo que clama por ser saciado.
Mis labios se separan de los suyos apenas un instante, suficiente para que sus palabras salgan cargadas de urgencia.
—Tu casa o la mía...
MARCELLO DOSANTOS.