Un repentino divorcio deja a Genoveva con el corazón destrozado y con la responsabilidad de la crianza de sus ocho hijos, que tienen entre 2 y 9 años de edad.
La vida la pondrá de rodillas, pero ella hará hasta lo imposible, para sacar a sus hijos adelante. Aunque no se sienta del todo orgullosa de sus acciones.
¿Podrá seguir adelante con su vida? ¿Volverá a creer en el amor?
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CAPÍTULO 2
El rostro de Genoveva palideció, esto tenía que ser una broma, Santiago miró el desconcierto en sus ojos y se acercó a ella, la tomó por la quijada para obligarla a verlo a los ojos y le susurró
— Amor. No te sorprendas, sé que planificabas a mis espaldas. Eres una traviesa, pero tal vez, solo tal vez, un ratoncito más travieso cambió tus pastillas, por unas nutritivas vitaminas y aquí está el resultado. Dos preciosos bebés están aquí adentro — le dijo Santi besando su vientre
Genoveva sintió un hoyo abrirse en sus pies, pero, sin embargo, le sonrió a su esposo, verlo feliz era para ella lo más importante, de ese parto nació la pequeña Alana y Ricardo
Cuando los gemelos cumplieron un año.
Santiago le expresó la necesidad de comprar una casa más grande. Él decidió comprar una casa de campo muy grande y hermosa que estaba en las afueras de la ciudad, estaba un poco aislada, pero la paz que se sentía era muy gratificante
Ya sus pequeños tenían dos años y con este evento, ella terminaba el resumen que se había hecho mentalmente de su vida, mientras seguía esperando a su amado esposo, ya había pasado más de una hora y él no daba señales de vida
Genoveva tomó su teléfono y le marcó al tercer repique, Santiago le contestó
— Aló
— Hola amor, ¿Dónde estás?, estoy preocupada por ti
— Estoy cenando con un socio, pero ya que aún estas despierta. Espérame, voy para allá. No te duermas. Necesito hablar contigo
— Claro amor, aquí te espero — Genoveva colgó y se levantó para guardar la comida. Ya era común para ella, que su esposo cenara afuera, como lo había estado haciendo los tres meses anteriores antes de su viaje. Por eso ella planeó esta magnífica idea, para revivir el fuego de la pasión entre ellos, pero al parecer ya su velada estaba destinada al fracaso
Pasaron veinte minutos más y Genoveva se sirvió una copa de champán, era una de las pocas botellas que había para visitas sociales, aunque desde que se mudaron ya nadie había vuelto a visitarlos, ni siquiera en los cumpleaños de los niños.
Claro que Santiago los excusaba diciendo, que no queria compartir esos momentos tan especiales con nadie y por este motivo ambiguo no los invitaba, por eso siempre terminaban ellos diez celebrando.
El ruido de portón le anunció la llegada de su marido, ella se acercó al espejo, se retocó el labial, se alisó su cabello con sus dedos y se arregló un poco el vestido
Ella, al oír la puerta abrirse, caminó hacia él, lo abrazó y lo besó sorpresivamente, pero Santiago la empujó y se limpió la boca, mientras la detallaba desde los pies a la cabeza con una mirada despectiva
— oye ¿Qué te pasa?, ¿acaso estás ebria?, ¿Qué haces vestida así?, pareces una ramera en decadencia, con ese vestido todo viejo y desteñido, además ya siquiera es tu talla. ¿Qué ejemplo le das a mis hijos?
Genoveva estaba en schok, apenas había recuperado el equilibrio por el empujón que le dió su esposo, ella tenía mucho tiempo sin caminar con tacones. Pero lo que estaba escuchando, era peor que haberse caído al piso
— ¿Qué te pasa Santiago?, ¿Por qué me tratas así?, sé que no te gusta que use este tipo de ropa, pero me la puse solo para ti. No hay nadie más aquí. Es nuestro aniversario amor. Son diez años de matrimonio — le decía ella, tratando de contener su llanto, mientras mentalmente lo justificaba. "Tal vez lo asustó con el abrazo", o "tal vez él venía cansado y no era el momento", ella entendía todo eso
Entonces trató de acercarse nuevamente, pero solo extendiendo su mano para tomar la de él, pero Santiago dio un paso atrás y levantó sus manos, para evitar que ella lo tocara, por el contrario, se alejó de ella y le dio una mirada fría mientras hablaba
— Mira Genoveva. No tengo tiempo para tus melodramas, es verdad que hoy cumplimos diez años de casados y creo que son muchos años juntos. Pero ya no es lo mismo. Yo no me siento completo a tu lado. Genoveva, las cosas entre nosotros se han deteriorado mucho. Por eso he decidido que debemos darnos un tiempo.
Genoveva estaba paralizada. Ella sentía que su mundo se derrumbaba, ella sentía que había un terremoto en su interior que estaba destruyendo todo a su paso. Ella juntó sus manos y las pegó de sus labios y se quedó en silencio, suplicándole a Dios que esto fuese una broma, una pésima broma de su marido. Que en cualquier momento Santiago soltara una carcajada y que ella lo golpeara levemente por el susto.
Pero Santiago ya había comenzado a destruir su matrimonio y no estaba dispuesto a dar marcha atrás, pero ella pensaba todo lo contrario. Por eso, tomó una gran bocanada de aire y aunque no quería hablar, porque sabía que se rompería. Ella quería luchar por su matrimonio, o por lo menos obtener una explicación lógica. Porque hasta ahora, lo que él trataba de explicarle era ¿que su matrimonio era válido por diez años y que se había vencido?, pero ¿y él hasta que la muerte los separe, que dijo el sacerdote?
— Santi, yo entiendo que vienes cansado del viaje, tal vez estás agotado. Mejor descansa y mañana cuando estés más calmado. Hablamos, ¿sí? — le dijo Genoveva, dándole la espalda para marcharse a su habitación
— Quiero que nos divorciemos — le dijo Santiago caminando hacia la mesa y colocando su portafolio para sacar un documento, al mismo tiempo que sacaba su bolígrafo del bolsillo de la camisa