Imagina un mundo donde lo virtual y lo real se entrelazan, y tu supervivencia depende de tu habilidad para adaptarte.
Aquí conoceremos a Soma Shiro, un joven gamer que recibe un misterioso paquete que lo transporta a NightRage. En este mundo, debe asumir el papel de guerrero, aunque con una peculiaridad, lleva una espada atorada en la boca.
NightRage no parece ser solo un juego, sino un desafío extremo que pone a prueba sus límites y su capacidad para confiar en los demás. ¿Logrará Shiro encontrar la salida, o quedará atrapado en este mundo para siempre?
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Capítulo 6
Después de una noche inquieta, Tsukasa decidió que era hora de poner a prueba las capacidades de Sagi en un combate real. Sabían que, con la espada atrapada en su boca, no podía usarla para atacar, pero debía encontrar una forma de ser útil en la pelea.
—Quiero ver de lo que eres capaz, Sagi —Dijo Tsukasa, con una sonrisa confiada —Ya que no puedes usar esa espada, tienes que buscar otras formas.
Sagi parpadeó, como forma de confianza en las palabras de su compañero. Tsukasa quería que lo golpeara, pero sin armas.
—¿Cómo se supone que voy a hacer eso?, pensó, pero asintió con resignación.
Le hizo entender a Tsukasa, mediante gestos, que podía usar sus puños y manos desnudas, aunque no podía agarrar nada. Tsukasa soltó una pequeña risa.
—Está bien, veamos qué tan fuerte eres. ¡Pégame!
Sagi se sorprendió ante la petición. Elizabeth, que se había despertado y observaba desde la ventana, frunció el ceño, intrigada. Sagi, aunque reacio, levantó el puño y lanzó un golpe con toda la fuerza que podía reunir. Sin embargo, el impacto fue insignificante, Tsukasa apenas lo sintió y lo miró divertido.
—¡Vamos, no te contengas! Pégame como si fuera tu enemigo.
Sagi, frustrado pero decidido, lanzó otro golpe con todas sus fuerzas, esta vez poniendo todo su empeño. El sonido del golpe resonó en el aire... pero Tsukasa apenas se movió.
Elizabeth, observando la escena, no pudo evitar soltar una pequeña risa contenida al ver la cara de incredulidad de Sagi, quien se veía triste
por no poder hacer ni un rasguño.
—Tranquilo, tranquilo —dijo Tsukasa, palmeando el hombro de Sagi—. Es un comienzo. Quizás atacar no sea tu fuerte, pero vamos a probar otra cosa. ¿Qué tal sujetar a los enemigos? A veces, tener a alguien que los inmovilice puede ser muy útil.
Sagi miró a Tsukasa, intrigado, y asintió. Rápidamente, Tsukasa se colocó en posición, preparado para ser "atrapado". Sagi lo sujetó con fuerza, envolviendo sus brazos alrededor de su torso. Efectivamente, parecía que podía inmovilizarlo sin problemas.
Desde la ventana, Elizabeth observaba la escena con un rubor en las mejillas. No podía evitar sentirse un poco avergonzada al ver a dos hombres en una posición tan cercana y "comprometida".
Tsukasa se soltó, dándose cuenta de que, si bien Sagi no podía atacar con efectividad, tenía potencial para controlar a los enemigos.
—Vamos a intentar algo más —dijo Tsukasa, con una sonrisa—. Esta vez, quiero que bloquees mi ataque. No lo esquives, quiero que lo detengas.
Sagi lo miró confundido.
—¿Cómo voy a bloquear si no puedo usar la espada para atacar? —pensó.
Sin embargo, entendió que quizás, aunque no pudiera usar la
espada para atacar, tal vez podría defenderse con ella. Tsukasa se abalanzó rápidamente hacia él, cuchillo en mano, con la intención de probar su reflejo.
En el último segundo, Sagi, moviéndose casi por instinto, inclinó su cabeza y bloqueó el ataque con el filo de su espada, deteniendo el golpe con
un destello de acero. Ambos quedaron quietos por un momento, sorprendidos por el éxito del movimiento.
—¡Vaya, eso es! —exclamó Tsukasa, claramente impresionado—. ¡Eso es lo que
necesitamos! Estás aprendiendo rápido.
Sagi sonrió para sus adentros. Aunque aún no podía atacar, estaba logrando avanzar y encontrar maneras de ser útil. Tras el pequeño entrenamiento, el grupo se reunió cerca de la entrada de la mazmorra. Tsukasa desplegó un mapa improvisado que había dibujado la noche
anterior, explicando el plan con precisión.
—Tengo tres bombas —dijo, sacando un pequeño saco con los explosivos —Cada una puede explotar en un radio de 15 metros. No será suficiente para acabar con todos los goblins, pero debería bastar para deshacernos de la
mayoría de los pequeños.
Sagi y Elizabeth lo escuchaban atentamente.
—El plan es simple, Sagi, tú serás el cebo. Necesito que atraigas a la mayor cantidad de goblins posible hacia un sector específico. Una vez que estén en posición, lanzo las bombas y nos quitamos de encima a la mayoría.
Elizabeth frunció el ceño.
—¿Y los goblins grandes? —preguntó.
Tsukasa asintió.
—Eso es lo complicado. Tú te encargarás de distraerlos con tu magia mientras Sagi y yo nos ocupamos de los pequeños. Sé que no será fácil, pero confío en tu habilidad. Se que las magas cuentan con magia aturdidora ¿o me equivoco?
Elizabeth sonrió, aunque con un toque de nerviosismo.
— No te equivocas, "Danza Floral". Puede aturdir a los enemigos durante 20 segundos, pero... me deja completamente vulnerable.
—Tendrás que aguantar lo suficiente —respondió Tsukasa —Solo tienes que gastar tu mana hasta que hayamos terminado con los demás goblins. Luego, vamos por los grandes juntos.
Elizabeth, nerviosa pero decidida, se encontraba justo frente a los dos gigantes goblins, usando su hechizo "Danza Floral". Flores místicas y pétalos brillantes flotaban alrededor de los monstruos, dejándolos aturdidos y sin capacidad de moverse.
Sin embargo, cada vez que el hechizo terminaba, Elizabeth lanzaba otra Danza Floral, asegurándose de que los goblins permanecieran fuera de combate. Estaba concentrada en mantener a raya a los gigantes, pero no se percató de la amenaza que se cernía sobre ella.
Un goblin naranja, que había estado rondando la entrada de la mazmorra, notó la situación y se deslizó sigilosamente entre las sombras. Con una sonrisa cruel y una daga envenenada en la mano, se abalanzó sobre Elizabeth mientras ella
seguía ocupada con los gigantes.
El ataque fue rápido e inesperado.
—¡Aaah! —gritó Elizabeth, al sentir el dolor punzante del veneno atravesando su piel.
El goblin, que llevaba consigo una extraña gema brillante colgando de su cuello,
no se vio afectado por el hechizo aturdidor de la maga. La gema lo protegía, anulando cualquier intento de Elizabeth de inmovilizarlo con su magia.
El veneno comenzó a hacer efecto. Elizabeth sentía que su cuerpo se debilitaba, pero no podía detenerse. Si los gigantes despertaban, el plan se vendría abajo. No puedo fallar, pensaba con desesperación, lanzando una nueva Danza Floral
que, una vez más, envolvió a los goblins rojos en una niebla de pétalos mágicos.
Mientras tanto, el goblin naranja seguía atacándola. Cada corte de su daga envenenada drenaba lentamente la vida de Elizabeth. El dolor era insoportable, y sus fuerzas comenzaban a flaquear. El miedo se apoderaba de ella.
—¿Dónde están Sagi y Tsukasa? —pensó —No voy a aguantar mucho más...
Su mente comenzó a llenarse de pensamientos oscuros. Pensó que todo había terminado, que Sagi y Tsukasa no llegarían a tiempo. La fatiga la invadía, y su visión comenzaba a nublarse. Sentía que era su fin.
Justo cuando estaba a punto de caer, algo inesperado sucedió.