está es la historia de Betty una jovencita luchadora , positiva y humilde; que sin querer atrae la atención de un hombre que es lo opuesto a Betty.
Antoni Santino un hombre con cicatrices del pasado ,desconfiado y cerrado al amor.
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Capítulo 7: Una Noche para Recordar
La jornada laboral había terminado, pero para Betty, Amanda y Angélica, la verdadera diversión apenas comenzaba. Las tres mujeres se dirigieron al apartamento de Amanda, un lugar que Betty no había visitado antes, pero que ya imaginaba lleno de la personalidad vibrante de su amiga. Al llegar, Betty no pudo evitar quedar impresionada. El apartamento de Amanda, ubicado en el corazón de la ciudad, era un reflejo de su buen gusto y estilo. Aunque Amanda nunca mencionaba su trasfondo familiar, el lujo discreto del lugar revelaba que provenía de una familia adinerada.
Amanda había decorado su hogar con una combinación de muebles modernos y toques artísticos, dando lugar a un ambiente acogedor pero sofisticado. Las paredes estaban adornadas con obras de arte contemporáneo, y una gran ventana ofrecía una vista panorámica de la ciudad, bañada por las luces que comenzaban a encenderse al caer la noche.
—¡Bienvenidas a mi humilde morada! —dijo Amanda con una sonrisa, guiando a sus amigas hacia la sala de estar.
Betty miró a su alrededor, maravillada por el entorno. No podía evitar sentirse un poco fuera de lugar, pero la calidez de Amanda y Angélica la ayudó a relajarse.
—Amanda, esto es... increíble —dijo Betty, sin poder ocultar su asombro.
—Gracias, Betty —respondió Amanda, encogiéndose de hombros como si no fuera gran cosa—. Pero esta noche no estamos aquí para admirar mi apartamento. Estamos aquí para preparar a la nueva y mejorada Betty para una noche inolvidable.
Angélica asintió con entusiasmo.
—Así es, Betty. Esta noche es toda tuya. Y para asegurarnos de que sea perfecta, hemos preparado una pequeña sorpresa.
Betty arqueó una ceja, curiosa pero también un poco nerviosa.
—¿Qué clase de sorpresa?
Amanda sonrió, sus ojos brillando con picardía, y señaló una caja grande que había sobre la mesa.
—Aquí tienes —dijo, abriendo la caja para revelar un vestido plateado, corto y ceñido al cuerpo—. Este es el vestido que Angélica y yo escogimos para ti. Sabemos que no sueles usar cosas tan atrevidas, pero créenos, te va a quedar espectacular.
Betty se quedó sin palabras. El vestido era precioso, pero también mucho más audaz de lo que estaba acostumbrada a usar. Las dudas comenzaron a invadir su mente, pero el apoyo y la seguridad en las miradas de sus amigas la convencieron de que debía intentarlo.
—¿De verdad creen que me veré bien con esto? —preguntó, un poco insegura.
—Betty, te verás como una estrella de cine —aseguró Angélica—. Vamos, pruébatelo. Te prometo que no te arrepentirás.
Con un suspiro de resignación, Betty tomó el vestido y se dirigió al baño para cambiarse. Cuando salió, Amanda y Angélica se quedaron boquiabiertas. Betty no solo se veía diferente; se veía absolutamente impresionante. El vestido plateado resaltaba cada curva de su cuerpo, acentuando su figura de una manera que la hacía parecer una modelo de portada. Sus ojos brillaban con una nueva confianza, y su sonrisa, aunque tímida, revelaba una seguridad que hasta hace poco había estado oculta.
—Wow... —fue todo lo que Amanda pudo decir, asombrada por el cambio.
—Estás increíblemente hermosa, Betty —añadió Angélica, acercándose para ajustar un poco el vestido—. Esta noche vas a dejar a todos sin palabras.
Betty se miró en el espejo y, por primera vez, vio a una mujer segura de sí misma, lista para enfrentar lo que la noche le deparara. Ya no era la chica tímida y reservada que se escondía detrás de ropa modesta. Ahora, se sentía poderosa y lista para divertirse.
—Vamos, chicas —dijo finalmente, con una sonrisa decidida—. Es hora de que el mundo conozca a la nueva Betty.
Las tres mujeres salieron del apartamento y se dirigieron hacia la discoteca en la que se encontrarían con Marquitos y James. El club estaba en pleno centro de la ciudad, a solo unos minutos del apartamento de Amanda. La noche estaba llena de promesas y expectativas, y mientras caminaban por las calles iluminadas, Betty no podía evitar sentir una mezcla de nervios y emoción.
Al llegar a la discoteca, las luces de neón y la música vibrante las envolvieron de inmediato. La fila para entrar era larga, pero Amanda, acostumbrada a moverse en los mejores círculos de la ciudad, rápidamente las hizo pasar sin esperar. El portero las dejó entrar con una sonrisa, claramente impresionado por la presencia de las tres mujeres.
Dentro, el lugar estaba lleno de energía. La pista de baile era un mar de cuerpos moviéndose al ritmo de la música, y las luces estroboscópicas añadían un toque de euforia al ambiente. Marquitos y James ya estaban en una mesa cerca de la pista, y cuando vieron entrar a las chicas, Marquitos casi se cayó de la silla de la impresión.
—¡Dios mío! —exclamó, levantándose para saludarlas—. Chicas, están increíbles. Pero Betty... ¡wow! ¿Quién eres y qué has hecho con nuestra Betty?
Betty sonrió, sintiéndose un poco avergonzada por la atención, pero también emocionada por el cumplido.
—Gracias, Marquitos. Esta noche es para disfrutar, ¿verdad?
—¡Absolutamente! —dijo Marquitos, levantando su copa—. Vamos a olvidarnos de todo y a disfrutar como nunca.
James, que había estado observando en silencio, no pudo evitar notar lo increíble que se veía Amanda. La había visto todos los días en la oficina, pero esa noche había algo diferente en ella que llamaba su atención. No era solo el vestido elegante que llevaba, sino la manera en que se desenvolvía, como si todo el mundo estuviera a sus pies.
—Amanda, te ves... hermosa —dijo James, con una sonrisa sincera.
—Gracias, James —respondió Amanda, sintiendo un leve sonrojo en sus mejillas—. Tú también te ves muy bien esta noche.
Mientras tanto, Antoni estaban en la sala VIP, disfrutando de unas copas mientras observaban el ambiente. Aunque Antoni había ido con la intención de relajarse, no podía apartar la mirada de Betty. Cuando la vio entrar, su respiración se detuvo por un instante. No podía creer que esa mujer tan deslumbrante fuera la misma Betty que había conocido en la oficina.
Betty, con su vestido plateado, su postura confiada y su sonrisa deslumbrante, parecía otra persona. Pero lo que más lo sorprendió fue la manera en que los hombres en la discoteca la miraban, como si todos quisieran acercarse a ella. Sintió una punzada de celos en su interior, un sentimiento que no había experimentado en mucho tiempo.
James sabía que Antoni ya está en el lugar, se habían mensajeando donde se haría la reunión y la hora, le dice a los chicas que va a saludar a unos amigos que estaban en el lugar, James cuando llega al lado de Antoni, notó la mirada fija de Antoni en Betty y decidió hablar.
—Antoni, si estás pensando en jugar con Betty, mejor piénsalo dos veces —dijo James, con un tono serio—. Ella es una buena mujer, y no merece que nadie juegue con sus sentimientos. Si no vas en serio, es mejor que la dejes tranquila.
Antoni se quedó en silencio por un momento, sopesando las palabras de James. Sabía que tenía razón, pero al mismo tiempo, no podía evitar sentirse atraído por Betty. Había algo en ella que lo hacía querer saber más, explorar esa conexión que parecía estar surgiendo entre ellos. Pero, por otro lado, el recuerdo de su doloroso pasado con su ex novia, que lo había traicionado con su propio hermano, seguía atormentándolo. La idea de abrir su corazón nuevamente le resultaba aterradora.
—No lo sé, James —respondió finalmente Antoni, con un suspiro—. Hay algo en Betty que me atrae, pero... no sé si estoy listo para algo serio. Quizás solo sea una atracción pasajera.
James lo miró con seriedad, dándose cuenta de que su amigo estaba lidiando con sentimientos conflictivos.
—Solo te pido que no la lastimes —dijo James—. Betty merece alguien que la valore de verdad. Si no estás seguro de lo que quieres, mejor mantente alejado.
Antoni asintió, aunque en su interior, la confusión seguía reinando. Decidió que esa noche iba a dejarse llevar por el momento, por la atracción que sentía hacia Betty. Pensó que tal vez, si lograba estar con ella, esa sensación se disiparía, y podría seguir con su vida normal. Pero, en el fondo, sabía que estaba cometiendo un error.
Mientras tanto, Betty y sus amigos seguían disfrutando de la noche. Bailaban al ritmo de la música, riendo y disfrutando del momento. Betty se sentía libre, como nunca antes, dejándose llevar por la energía del lugar. A medida que la noche avanzaba, se dio cuenta de que los miedos y las inseguridades que la habían perseguido durante tanto tiempo estaban desapareciendo. Se sentía viva, poderosa, y por primera vez, completamente segura de sí misma.
Fue en ese momento cuando Antoni decidió que no podía esperar más. Se levantó de su asiento en la sala VIP y se dirigió hacia la pista de baile, sus ojos fijos en Betty. Cuando llegó a su lado todo a su alrededor pareció desvanecerse. El sonido de la música, las luces parpadeantes, e incluso las personas que se movían al ritmo frenético, se volvieron un mero telón de fondo para lo que estaba a punto de suceder. Betty, completamente inmersa en la música, no notó su presencia hasta que sintió una mano firme posarse suavemente en su cintura. Al girarse, sus ojos se encontraron con los de Antoni, y por un instante, el tiempo pareció detenerse.