Oscar Cooper, un talentoso luchador de UFC, se encuentra en fuga tras un violento altercado con su ex representante que lo ha dejado marcado como un fugitivo. Con documentos falsos en mano, escapa a una nueva ciudad con su actual representante donde espera encontrar refugio. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando conoce a una chica que le roba el aliento y rápidamente se enamora de ella. Pero la felicidad se ve amenazada cuando descubre que ella está atrapada en un gran problema. Sin pensarlo dos veces, Oscar se lanzará a la batalla no solo por su amor, sino también por su libertad, dispuesto a arriesgarlo todo para protegerla.
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Cap 19: La Luz en la Oscuridad
Luego del caos en el club, Miranda y David se quedaron allí, rodeados por la intensa presencia de la policía que llenaba el lugar mientras llevaban el cuerpo de Brown.
Miranda se acercó a David, sintiendo una mezcla de nerviosismo y curiosidad.
—Hola, soy Miranda. Y tú eres... —dijo con una leve sonrisa, intentando romper el hielo en medio de la tensión.
—Hola, sí. Ya lo noté, eres Miranda —respondió David, su voz seria—. Yo soy David Jones, el representante de Oscar.
—Mucho gusto —dijo ella, aunque su sonrisa se desvaneció rápidamente—. ¿No te sientes mal por todo esto?
David bajó la mirada, como si las palabras pesaran sobre él.
—La verdad nunca pensé que llegaría a asesinar a un hombre —confesó en voz baja—. Pero lo hice para defender a mi amigo Oscar.
Miranda sintió un nudo en el estómago al escuchar eso.
—No tienes que sentirte mal —dijo ella con firmeza—. Brown no era un sujeto... agradable. Además... Si tú no intervenías... pudo haber matado a Oscar. Gracias a ti estamos bien.
—No me lo agradezcas —replicó David, con un gesto de modestia—. Solo hice lo que tenía que hacer.
Miranda lo miró fijamente, preocupada por el futuro de Oscar.
—Por cierto, ¿qué pasará ahora con Oscar? —preguntó, su voz llena de interés y ansiedad.
David dio unos pasos hacia adelante, mirando hacia la salida como si ya estuviera planeando su próximo movimiento.
—No lo sé... Pero no lo dejaré solo. Averiguaré cómo sacarlo de esto —dijo con determinación antes de alejarse del club.
Miranda quedó allí, observando cómo se desvanecía entre la multitud de policías y curiosos. Su mente giraba en torno a todo lo ocurrido y las implicaciones de lo que había pasado esa noche.
Finalmente, dos días después, David se enteró de que Oscar había sido trasladado a un hospital. Sin dudarlo, decidió ir a verlo. Al llegar al hospital, preguntó a la enfermera por Oscar.
—Está en la sala 203 —le indicó ella—. Solo puede estar unos minutos.
David respiró hondo y se dirigió hacia la sala. Al entrar, encontró a Oscar en una camilla, recuperándose, con un semblante cansado pero aliviado al mismo tiempo.
—Oscar, ¿cómo estás? —preguntó David con preocupación.
—David, estoy bien. Ya me siento mucho mejor —respondió Oscar, sonriendo débilmente.
David lo observó con seriedad.
—Mira cómo acabaste... Recibiste dos balazos. Y todo por una mujer. Al menos ya te ha visitado? —le preguntó.
Oscar desvió la mirada hacia el suelo, su expresión tornándose sombría.
—No —dijo suspirando—. Seguramente no sabe qué pasó conmigo... No te preocupes por eso. Al menos puedo estar más tranquilo al saber que hice lo correcto.
—Sí, pero ¿a qué precio...? —replicó David, sintiendo el peso de las palabras.
Oscar recordó aquel día fatídico y asintió lentamente.
—Es cierto —dijo con nostalgia—. Ese día teníamos el viaje. Discúlpame, David... Pero no podía irme y dejarla en ese lugar.
David se acercó un poco más a la cama, tratando de transmitirle apoyo.
—No te preocupes por eso. Eso ya pasó —dijo con firmeza—. Ahora tenemos que ver cómo te sacamos de este nuevo lío.
Oscar rió ligeramente, aunque su risa sonaba algo apagada.
—Gracias por la ayuda... Por cierto, ¿cómo llegaste a tiempo ese día?
David se recargó contra la pared y sonrió con complicidad.
—En realidad tenía pensado ir a buscarte. Tú me dijiste dónde ibas a estar. Pensé en pasarte a buscar porque ya era tarde y no aparecías... Pero al saber que se trataba de ti y que estabas en problemas... Bueno, por si acaso llevé esa belleza de pistola —dijo David con ironía mientras acariciaba el lugar donde normalmente llevaría su arma.
Oscar lo miró fijamente por un momento antes de hablar nuevamente.
—A veces me pregunto si hice lo correcto... No solo por mí, sino también por ella... ¿Y si todo esto termina mal?
David notó la inquietud en sus ojos y le dio una palmadita en el hombro.
—Lo importante es que estás aquí ahora y vamos a encontrar una salida juntos. No estás solo en esto.
—Me dijeron que me tendrían aquí una semana. Y una vez me recupere, me trasladarán a la prisión de la ciudad —replicó Oscar con un tono resignado.
David frunció el ceño, sintiendo cómo una ola de preocupación lo invadía.
—Ya veo... —dijo David, tratando de mantener la calma—. Escucha, trataré de sacarte de ahí lo antes posible. Ahora mismo es imposible, pero quizás tengas que estar uno o dos meses allí. Ya veremos cómo van las cosas.
Oscar asintió lentamente, aunque su mirada reflejaba una mezcla de aceptación y miedo.
—¿Uno o dos meses? —dijo, intentando sonar fuerte—. Podré soportarlo... aunque no será fácil.
David observó a su amigo, notando las ojeras bajo sus ojos y la palidez de su piel. Era evidente que este tiempo en prisión pesaría sobre él más allá del confinamiento físico.
Finalmente, la enfermera entró a la sala con una expresión amable pero firme.
—Se acabó la hora de visita —anunció, mirando a David con empatía.
—Está bien —respondió David con un suspiro resignado—. Nos vemos, Oscar. Mantente fuerte, ¿vale?
Oscar sonrió débilmente, pero había un brillo en sus ojos que decía que seguía luchando.
Un mes después.
Oscar ya había sido trasladado a prisión. Le parecía un lugar desagradable, un laberinto gris y frío donde la luz apenas entraba. Pero tenía que soportarlo. Todos los días se repetía el mismo ciclo monótono: despertarse temprano, salir al patio bajo la mirada vigilante de los guardias, comer comida insípida, ducharse rápidamente, y finalmente regresar a su celda.
En todo este tiempo, su mente no dejaba de regresar a Miranda. La imagen de su sonrisa era su refugio en medio del caos, y cada día oraba a Dios con fervor, manteniendo la fe de que algún día ella vendría a visitarlo.
Una tarde, mientras estaba sentado en su celda sin mucho que hacer, reflexionando sobre su vida y las decisiones que lo habían llevado hasta allí, un guardia se acercó con un juego de llaves en mano.
—Vamos, sal —dijo el guardia con un tono brusco—. Tienes visitas.
Oscar se sintió confundido. Se preguntó quién podría ser y, tras dudar un momento, salió de la celda, lo esposo y siguió al guardia por los pasillos fríos y desolados.
—Aquí es —le indicó el guardia señalando una pequeña sala.
Al entrar, el bullicio de otros reclusos conversando con sus visitas llenó el aire. Oscar avanzó lentamente hasta que sus ojos se encontraron con los de Miranda. Ella estaba sentada esperándolo al otro lado.
No podía creerlo; una mezcla de alegría y sorpresa lo inundó. Su corazón latía con fuerza mientras mantenía su mirada fija en ella, incapaz de pronunciar palabra alguna. Se acercó lentamente y se sentó frente a ella, sintiendo cómo toda la tristeza acumulada durante ese mes comenzaba a desvanecerse ante su presencia.
—Hola —dijo Miranda con una sonrisa que iluminó su rostro—. Lo siento… Quería visitarte antes, pero no pude.
—No te preocupes. Hay cosas más importantes —respondió Oscar, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza al verla—. Lo entiendo; lo importante es que estás aquí.
—¿Cómo has estado? Quizá sea una pregunta muy… estúpida —dijo Miranda, un ligero rubor tiñendo sus mejillas.
—No... No lo es —contestó Oscar, intentando ocultar su nerviosismo—. Incluso... Gracias por preguntar. Estoy bien. Quizá no tan bien, pero lo estoy. ¿Y tú, cómo has estado?
—Qué bueno oír eso, Oscar. He estado mejor. Gracias por haberme ayudado; sin ti... seguiría atrapada con Brown.
—No fue nada —dijo él con modestia, aunque en su interior sentía un orgullo por haberla protegido.
—Por mi culpa resultaste herido... Y hasta en la cárcel. Debiste haberte ido en el autobús —su voz sonó cargada de culpa.
—No, si me hubiera ido, me sentiría peor —Oscar miró a Miranda a los ojos, intentando transmitirle su verdad—. No hubiera podido vivir sabiendo que te dejé atrás.
—Te lo agradezco... De verdad, Oscar Cooper. Gracias —dijo ella, su mirada llena de gratitud y algo más profundo—. Hablé con tu representante, David. Me dijo que pronto te sacará de aquí. ¿No te da alegría?
—Por supuesto que sí —respondió Oscar con una sonrisa forzada, aunque su corazón estaba lleno de incertidumbre.
En ese instante, había algo más que quería decirle; un torrente de emociones lo invadía y estaba a punto de confesarle lo que sentía por ella. Pero la duda se coló en su mente: ¿y si ella no siente lo mismo? Decidió callar y resignarse a lo que no podía ser.
Finalmente, el guardia se acercó y le dio una palmada brusca en el hombro a Oscar.
—Se acabó el tiempo. Arriba —le dijo con tono autoritario.
Oscar se levantó lentamente y siguió al guardia hacia la celda, sintiendo cómo cada paso lo alejaba de Miranda.
Ella quedó un poco vacía al ver cómo se alejaba; era tan poco tiempo el que tuvieron juntos y aún no había podido decirle lo que realmente sentía por él.
—Espero salgas pronto, Oscar —dijo Miranda en voz baja antes de retirarse del lugar, dejando tras de sí una sensación de esperanza mezclada con melancolía.
Fácil de entender, felicitaciones autora, recomiendo ésta novela 100%🇨🇱
Fácil de entender, felicitaciones autora, recomiendo ésta novela 100%🇨🇱
Ojalá Oscar y Miranda, encuentren juntos la solución a sus problemas. 🥺🥺🥹😔