Entre Dos Mundos: El Encanto De La Mitad Y Mitad

Basil le propuso a Liz mostrarle un par de lugares secretos cerca del parque, donde habitan seres mágicos que muy pocos conocen. Intrigada, Liz aceptó la invitación y siguió a Basil por un estrecho sendero que se adentraba en el bosque, cada que avanzaban se veía más lejano el parque, hasta el punto en el que esté dejo de verse, como si nunca hubiera estado ahí.

El primer lugar que Basil le mostró fue una pequeña laguna escondida entre los árboles. El agua brillaba bajo la luz del sol, y en su superficie se posaban delicadas hadas entre estesa, algunas estaban se encontraban danzando al compás de una suave melodía que ellas mismas emitían. Liz quedó maravillada por la belleza del lugar y la gracia envuelta de ternura de aquellas criaturas mágicas que lo habitaban.

"¡Basil, no puedo creer lo pequeñas y delicadas que son estas hadas!" -Dijo Liz.

"¡Ja ja ja! Es increíble verte tan intrigada. ¿Te has preguntado alguna vez de dónde vienen las hadas?" -Dijo Basil.

"¡He escuchado algunas leyendas que dicen que las hadas nacen de la magia de la naturaleza, como si fueran sus hijas! ¿Crees que podría ser cierto? Y tambien leí que algunas son guardianes de lugares mágicos, ¿Sería increíble que estas hadas sean responsables de proteger lugares como este lago?" - Dijo Liz llena de emoción en si rostro.

¡Exactamente, Liz! No es solo una historia; estas pequeñas y delicadas hadas, son las guardianas de este lago y sus alrededores. Sin embargo, no te dejes llevar solo por su apariencia. Son peligrosas cuando trabajan en conjunto. Recuerda que, al igual que nosotros, son seres mágicos y tienen poderes. - Dijo Basil mientras le mostraba una sonrisa al finalizar.

¡Eso me parece asombroso, Basil! Dime, ¿alguna vez has intentado comunicarte con las hadas?- Dijo Liz dejando ver lo contenta qué estaba.

¡Claro, Liz! Incluso me llevo bien con un par de ellas. Las conozco desde hace varios siglos atrás, cuando desperté de un largo sueño. ¿Te gustaría que te presente alguna?- Dijo Basil mirando fijamente a Liz.

"¡Me encantaría!" - dijo Liz, llena de emoción y fascinación por algo que solo había leído cuando era una niña.

Basil se aproximó al lago, cerca de donde había un arbusto rebosante de rosas blancas y otras azules. Realizó una enigmática señal con las manos y en un instante, una diminuta hada se posó en una rosa cercana. En ese momento Basil llamó a Liz, indicándole que se acercara. Mientras ella se acercaba con cautela, Basil se redujo magicamente a la escala del hada. Una vez que Liz llegó junto a ellos, Basil le indicó que hiciera lo mismo, pero ella no recordaba el hechizo para cambiar de tamaño, por lo que tardó unos minutos en lograrlo.

Ya que Liz se encontraba a la par de Basil, ella se coloca detrás de él, ocultandose como una niña pequeña y asustada, pues frente a Basil estaba el hada, esta era el hada más hermosa que jamás se había visto por esos rumbos. Su presencia era casi etérea, como si estuviera hecha de pura luz y magia.

Su cuerpo era esbelto y grácil, moviéndose con la elegancia de una brisa suave. Vestía un vestido ligero que parecía hecho de pétalos de rosas, en tonos suaves de rosado y blanco, que caían en cascadas desde sus hombros hasta sus pies. Poco a poco el hada se fue acercando a ellos, una vez cerca giro un par de veces al rededor de Basil y Liz, en ese instante las capas de su vestido se abrían y se movían como las olas del mar, creando una sensación de movimiento perpetuo.

Sus alas, grandes y transparentes, se desplegaban majestuosamente a cada lado de su cuerpo. Estaban adornadas con pequeños patrones de hilos dorados, que brillaban con el reflejo del sol que se filtraba entre las hojas de los árboles. Parecían las alas de una libélula, delicadas pero fuertes, capaces de transportarla con gracia a través del lago y el bosque.

Pero lo que más llamaba la atención de Liz, eran los ojos del hada, estos eran pequeños pero expresivos, llenos de vida y curiosidad. Tenían un tono de rosa suave, como el resplandor del amanecer, y cuando la miraban, parecía que podían ver a través de ella. Sus pestañas largas y oscuras enmarcaban esos ojos rosa con una belleza que era a la vez inocente y misteriosa.

Su cabello, largo y suelto, caía en cascadas por su espalda, en tonos de rosa claro, como si fuera una extensión de las flores del bosque. Una delicada corona de pequeñas flores rosadas y blancas descansaba en su cabeza, sin duda era una criatura que parecía una fusión entre la naturaleza y la magia.

Al momento en que Basil le hablo, para presentar a Liz, la hermosa hada le contesto gentilmente a terminando con una risita que sonaba como campanillas, pero su voz era suave y melodiosa, como el canto de un pájaro en la distancia. Sus palabras tenían un poder calmante, como si la misma naturaleza estuviera hablando a través de ella.

"Liz te presento a Lilaia Rose" - dijo Basil haciéndose aún lado, dejando a ambas frente a frente.

"Mucho gusto señorita Lilaia Rose, mi nombre es Liz Asiria" - dijo Liz algo nerviosa, pero llena de felicidad, mientras le extendía la mano.

"Un gusto Liz Asiria" - dijo Lilaia.

"Porque no vamos a mi casa, ahí podemos estar más cómodos"- siguió diciendo Lilaia pero ahora solo a Basil.

Entonces te seguimos- dijo Basil a Lilaia mientras tomaba a Liz de la mano, para que no se perdiera.

Liz y Basil siguieron a la pequeña hada a través del lago, conforme Lilaia se movía esta lo hacia con una gracia inigualable, dejando un rastro de luz color rosado y delicados pétalos a su paso. Su presencia al igual que la del resto hacía que el lago se sintiera más vivo, más vibrante, como si fuera un recordatorio de la belleza y la magia que aún existe en Freshber.

En medio del lago tranquilo y cristalino, donde el agua reflejaba el cielo azul y los árboles circundantes, había un árbol majestuoso que se alzaba como un guardián. Este árbol, con un tronco ancho y resistente, tenía ramas extensas que se extendían sobre el lago, creando un dosel natural de hojas verdes y brillantes. En una de estas ramas, a la altura de unos quince metros sobre el agua, estaba la casa de Lilaia. Fue ahí donde finalmente descendieron los tres.

"Esto es fascinante!" Menciono Liz a Basil con brillo en sus ojos y una mirada de asombro ante todo lo que estaba sucediendo.

"Me alegra saber que te esta gustando este pequeño paseo" dijo Basil mientras caminaban por la rama del árbol siguiendo a Lilaia a su casa.

La casa de Lilaia estaba diseñada para armonizar con el entorno natural. El tronco grueso servía como soporte principal, y la rama sobre la que se asentaba la casa era lo suficientemente fuerte para mantenerla segura. El exterior de la casa estaba hecho de madera, parecía la corteza del árbol, pero con una exquisita artesanía que mostraba detalles finos e intrincados. Cada panel de madera tenía grabados de rosas.

"Hemos llegado, sean bienvenidos a mi dulce hogar" dijo Lilaia mientras les abría la puerta de su casa.

La entrada a la casa era un pequeño arco con una puerta de madera que se abría hacia adentro. La puerta estaba adornada con pequeñas luces que emitían un suave resplandor, como luciérnagas que iluminaban el camino por la noche. Justo al lado de la puerta, una serie de campanillas de viento colgaban de la rama, creando un sonido suave y melódico cuando la brisa soplaba.

Dentro de la casa, el espacio era acogedor y cálido. Había una pequeña sala con asientos hechos de hongos y cojines de musgo suaves, cubiertos con telas en tonos pastel. Las paredes estaban decoradas con flores secas y ramas entrelazadas, formando patrones hermosos que se reflejaban en la luz tenue de las lámparas. En un rincón, una pequeña chimenea de piedra daba calor y luz, su humo suave subiendo por un conducto especialmente diseñado para salir del árbol sin dañarlo.

La casa tenía ventanas de cristal, hechas de fragmentos transparentes unidos con marcos de madera. Desde estas ventanas, se podía ver el lago y el bosque circundante. Una de las ventanas tenía un balcón pequeño, donde crecían plantas trepadoras con flores en tonos vibrantes. Era el lugar perfecto para sentarse por la noche y disfrutar del sonido del agua y el canto de los grillos.

La cocina era compacta pero funcional, con utensilios hechos de madera y piedra. Había una pequeña mesa con un juego de tazas de cerámica decoradas con rosas. La casa también tenía un dormitorio con una cama de musgo y plumas, rodeada de cortinas ligeras que se movían con la brisa, creando una atmósfera de ensueño.

En el exterior de la casa, la rama se extendía para formar una especie de plataforma, donde Lilaia podía sentarse y disfrutar del entorno. Desde allí, una escalera de madera descendía cuidadosamente hasta el lago, permitiendo que el Lilaia bajara y subiera cuando quisiera. La escalera estaba bordeada por pequeñas luces, que iluminaban el camino durante la noche.

La casa de Lilaia era un refugio mágico, un lugar donde la naturaleza y la magia se unían para crear un espacio de paz y belleza, rodeado por la serenidad del lago y el canto constante del bosque.

Sentados en la pequeña sala de Lilaia ella le pregunta a basil: ¿Qué te ha traído por aquí después de mucho tiempo? Y de donde viene tu nueva amiga?

"¿Eso suena un poco cruel, Lilaia? Me haces ver como si no te visitara seguido.", dijo Basil, con un tono sarcástico y juguetón.

"Te lo he dicho antes, su nombre es Liz. Y es, honestamente, la criatura más hermosa que he visto en mi vida, ¿no piensas lo mismo ?", agregó, como si no entendiera el desdén en la voz de Lilaia.

Lilaia frunció el ceño y respondió con un tono cargado de celos: "Obviamente, no puedo hablar contigo seriamente, ya entendí lo importante que es ella para ti".

Basil levantó las cejas, sin dejar de sonreír. "Vamos, Lilaia. No te pongas así. Estamos todos aquí para pasar un buen rato, ¿no?"

"Solo te abrí las puertas de mi hogar porque te conozco desde hace siglos y sé que puedes ser divertido cuando quieres". Menciono Lilaia mientras hacía una mueca tierna con sus labios.

Liz, que había estado escuchando en silencio, se adelantó tímidamente: "Perdón por la intromisión, Lilaia. Es solo que nunca había visto a alguien como usted, y creo que eso me tiene un poco cohibida".

Lilaia soltó una risita amarga. "¿Y eso cómo es posible? Siendo un ser mágico, deberías conocer a otras criaturas como yo. ¿O es que vienes de alguna parte tan remota que nunca has visto a una hada antes?"

Basil interrumpió para evitar que la conversación tomara un giro desagradable. "No todas las criaturas mágicas se cruzan entre sí, Lilaia. El mundo es grande, ¿sabes?"

Lilaia rodó los ojos, pero admitió: "Está bien, no puedo discutir eso. Pero ¿qué clase de criatura eres tú, Liz? Hace poco te vi hacer magia que no es común en cualquiera".

Liz, más confiada y llena de orgullo, respondió: "Soy una híbrida, mitad sirena y mitad bruja".

Lilaia soltó una carcajada sarcástica. "¡Imposible! Las sirenas y tritones no pueden salir del océano, y las brujas al igual que los brujos, bueno, ya sabes, ellos son raros y reservados. ¿De dónde sacaste esa mezcla tan extraña?"

Liz se cruzó de brazos, defendiendo su identidad. "Es verdad. Soy hija de una bruja y un tritón. Mis padres me mantuvieron oculta para protegerme, pero ahora estoy aquí, explorando el mundo".

Lilaia la miró con incredulidad, pero la curiosidad ganó. "¿Y qué pasa con el agua? ¿No se supone que las sirenas vuelven a su forma original al tocarla? ¿Eres parte de la realeza, entonces?"

Liz asintió con orgullo. "Llevo sangre real por parte de mi padre. Pero mi linaje de bruja me permite controlar mi transformación. Solo me convierto en sirena cuando yo quiero".

Lilaia quedó boquiabierta, sorprendida por lo inusual de la revelación. "Nunca había escuchado algo así. No me malinterpretes, es fascinante, pero también... extraño y diferente", dijo, tratando de esconder su sorpresa detrás de una fachada de arrogancia.

Basil dio un paso adelante para levantarse de su asiento, quedando parado entre ambas y, con un tono protector, agregó: "Liz es increíble, ¿no? No necesita ser de una sola raza para ser única. La diversidad es lo que la hace especial".

Lilaia miró a Basil, claramente incómoda por el creciente afecto que mostraba Basil hacia Liz. "¿Y cuál era el motivo de tu visita, Basil? ¿Sólo vienes a presumir a tu nueva amiga?"

Basil sonrió, pero su tono fue algo distante. "Solo quería saludar. Estábamos cerca, le hable de ti y pensé que sería bueno verte".

Lilaia suspiró, tratando de ocultar su descontento. "Bueno, la próxima vez puedes venir sin compañía. Sería mas divertido si vienes solo, ¿no crees?"

Basil asintió cortésmente, aunque su mirada era fría. "Lo tendré en cuenta. Si regreso otra vez. Pero creo que por ahora es tiempo de irnos. Fue un placer verte, Lilaia".

"De acuerdo, que tengan un buen regreso a casa" dijo Lilaia a Basil algo resignada, mientras les abría la puerta.

Lilaia observó a Basil y a Liz mientras se alejaban, su expresión era una mezcla de celos y resignación.

Ya que ambos se encontraban en la orilla del lago, volvieron a su tamaño original, mirándose por unos segundos el uno al otro.

"Perdona la actitud de Lilaia. No suele recibir muchas visitas de otras criaturas mágicas, y eso puede hacerla un poco arisca," dijo Basil, su voz cargada de incomodidad y remordimiento. "La próxima vez te presentaré a Minerva, es otra amiga que también es hada. Pero Lilaia y ella no se llevan muy bien, por eso no quise juntarlas esta vez. Además, tengo otro lugar al que quiero llevarte antes de que caiga la noche," continuó Basil, forzando una sonrisa, tratando de animar el momento.

Aunque su expresión era afable, sus ojos mostraban algo más: preocupación, quizás por haber traído a Liz a un lugar donde no era del todo bienvenida, y la esperanza de que el resto del día transcurriera sin más contratiempos. Su sonrisa era encantadora, pero también reflejaba el peso de intentar equilibrar amistades complicadas y mantener la armonía.

"No te preocupes Basil, la verdad es que estoy muy agradecida por haber tenido la oportunidad de conocer a Lilaia, me pareció alguien fascinante." Dijo Liz muy feliz mientras miraba a Basil y le enviaba una sonrisa.

"Me alegra verte feliz, hace que todo esto valiera la pena" Dijo Basil mientras soltaba un largo suspiró.

"Bueno, si aún tiene algo de tiempo... me gustaría llevarte a un lugar más." Dijo Basil señalando hacia el bosque mientras mostraba su si rida encantadora.

"Por supuesto, quiero ver más lugares como este, por favor" Dijo Liz con unos ojos qué brillaban de emoción.