Ana Paula es una chica dulce, esforzada y decidida, que ha construido una hermosa carrera como jugadora de baloncesto, siendo aún muy joven. Tras un accidente, sus sueños se verán destruidos, y para evitar que caiga en depresión, su padre la pondrá como entrenadora del equipo de baloncesto de la universidad de la cual es dueño. Pablo es un joven de familia humilde, con un talento innato para el baloncesto. Después de la muerte de su hermano mayor, se llenará de rabia contra la vida y comenzará a actuar de manera imprudente. ¿Será posible que dos vidas tan diferentes se entrelacen y que nazca el amor? ¿Qué misterios envuelven a estas familias?
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Capítulo 7
Ana Paula...
Después de aquella decepción con Renato, intenté ocupar mi cabeza saliendo con Gislene y asistiendo al entrenamiento de Dionnes. Me siento usada, tal sensación es horrible. Él me hizo pensar que no soy mujer suficiente, que no supe satisfacerlo.
Tuvo el descaro de llamar varias veces aquí a casa, pues lo bloqueé en el celular.
Me despierto bien temprano, hago mi higiene personal, me arreglo y salgo para buscar a mi padre al aeropuerto.
Salgo en coche y sigo para la pista particular de la familia.
Al llegar, dejo el coche en el estacionamiento y voy para la pista, el jet está aterrizando. Enseguida tengo la visión de mi padre bajando y está aún más guapo de lo que recordaba.
Voy en su dirección, a pasos largos.
—¡Papá!
—¡Mi abejita!
Nos abrazamos emocionados, algunas lágrimas ruedan por mi rostro, pues estaba con muchas ganas de verlo.
—¿Cómo está mi abejita?
—Mejor ahora que usted está aquí, ¡le eché tanto de menos, papá!
—También les eché mucha falta, ¡pero necesitaba este tiempo para organizar mi vida! Y... ¿y tu madre? ¿Cómo está ella?
— ¡Está bien! ¡Está saliendo con un chico más joven que ella!
Mi padre hizo todo para salvar su matrimonio y, cuando ella pidió el divorcio, fue algo bien difícil para él, por creer que el matrimonio es eterno.
—¡No te pongas así papá! —digo, al notar su semblante decepcionado.
—¡Estoy bien hija! Si ella quiso seguir con su vida, ¡lo que me queda es seguir con la mía también!
—¡Tienes todo nuestro apoyo, papá!
Lo abrazo de lado y seguimos hacia mi coche.
Por ser un hombre millonario, siempre está acompañado por seguridad. Los hombres cogen sus coches en el estacionamiento privado del aeropuerto y seguimos hacia la mansión. Nosotros tenemos seguridad también, sin embargo, hacen su trabajo a distancia.
Durante el camino, conversamos sobre su viaje, no tuve el valor de contarle que fui engañada, es humillante.
Al llegar a nuestra propiedad, Dionnes salía por la puerta principal con su mochila en uno de los brazos.
Al ver a nuestro padre a mi lado, abre una amplia sonrisa, deja su mochila en el suelo y corre en nuestra dirección.
Mi padre baja y ella salta en sus brazos.
—¡Papá! ¡Cuántas ganas tenía de verte…!
No se controla y llora emocionada. Siempre fuimos muy cercanas a papá y estar tanto tiempo lejos, nos desestabilizó.
Entramos en casa, cada una agarrada de un brazo.
Mamá bajaba las escaleras y, al verlo, pareció quedarse afectada. Sin embargo, volvió rápidamente a su postura, mi madre siempre fue una persona imperceptible.
Mi padre no disimula, su mirada va de arriba abajo en mamá y ella se queda cortada.
—¿Cómo estás, Nick?
—Muy bien ¿y tú?
—Bien.
—¡Espero que no te incomode que me quede aquí! ¡Quiero estar cerca de mis hijas!
—¡Claro que no! ¡Esta casa también es tuya!
Mi padre sube a su habitación y nosotras tres nos quedamos allí en la sala conversando.
Dionnes se despide y va al gimnasio a entrenar, pero dijo que viene más temprano para salir con nuestro padre.
Mi celular suena y es Gislene.
—Hola, amiga.
—Hola, Ana. ¿Todo bien contigo?
—Sí y ¿tú?
—¡Estoy bien! Disculpa que te llame tan temprano, pero es que encontré algunos documentos irregulares en la universidad, boletines falsificados y algunos profesores están planeando hacer huelga porque hace dos meses que no cobran.
—¿Cómo así, Gi?
—¡Yo tampoco tenía idea de que el pago de los profesores estaba atrasado!
—¡Mi padre no debe estar sabiendo de eso!
—¡Probablemente no! ¡Si continúa así, la Universidad tendrá que cerrar sus puertas!
—Voy a hablar con mi padre y te aviso.
—Está bien.
—¡Muchas gracias, amiga!
Me despido y cuelgo la llamada.
—¿Algún problema? —pregunta mamá.
Antes de que respondiera, ella se despide al ver a mi padre bajar las escaleras y se va a su empresa.
Mi padre y yo tomamos el desayuno juntos, en el área externa de la piscina. Intento ser lo más natural posible, para que no perciba que estoy sufriendo, pero mi padre me conoce muy bien y me pregunta si estoy bien.
—¡Dios mío papá, se me había olvidado! Gislene, mi amiga que está trabajando de secretaria en su facultad, dijo que encontró algunas irregularidades —digo, cambiando el foco del asunto.
No quiero involucrar a mis padres en medio de esto, entonces prefiero no comentarlo, aun sabiendo que en algún momento se van a enterar.
Mi padre se queda muy irritado, pide que Gislene, envíe todas las pruebas que reunió para él.
Le mando un mensaje invitándola a almorzar con nosotros y le pido que traiga las pruebas, ella acepta de inmediato.
Después del desayuno, mi padre recibe una llamada importante del trabajo y como siempre, va a un lugar apartado para conversar.
Voy a la orilla de la piscina, me siento con los pies en el agua y cierro los ojos, respirando hondo y sintiendo la leve brisa tocando mi rostro.
Necesito decidir qué haré con mi vida, no puedo seguir esperando a que me llamen para jugar.
—Ahora me vas a decir, ¿qué está pasando? —pregunta papá, sentándose a mi lado, dándome un susto—. ¿Cuándo me ibas a contar que tú y Renato terminaron?
—¿Cómo sabes eso?
—Él me llamó, implorando para no retirar su patrocinio, que ustedes se van a arreglar y tal.
—¡Eso nunca va a pasar! —respondo inconforme.
—¿Por qué? ¿Qué pasó?
—Papá, no quería hablar sobre eso, ¡es vergonzoso!
—Conversar hace bien.
—¡Encontré a Renato acostándose con una mujer en el vestuario! Prefiero no entrar en detalles, solo tienes que saber que lo que escuché, me hizo mucho mal, me hizo sentir asco de mí misma y sentirme menos mujer.
—¡Desgraciado, maldito! —dice entre dientes, irritado, cerrando los puños—. ¡Claro que voy a retirar mi patrocinio y no lo quiero cerca de ti nunca más!
Sonrío débil.
—¡No te pongas así, mi abejita! Él no era hombre para ti, es un estúpido y no tienes que menospreciarte si un hombre no sabe lo que es carácter y respeto.
—Voy a estar bien, ¡solo necesito tiempo!
—Si quieres, ¡acabo con su carrera en dos tiempos!
—No, deja que él mismo caiga. Solo retira tu patrocinio, ¡del resto él mismo se va a encargar de destruir!
—¡Vamos a darnos un chapuzón, como en los viejos tiempos!
—¡Quien llegue última es la mujer del cura! —digo saltando al agua, con ropa y todo.
Mi padre salta justo detrás de mí.
Siempre competíamos en el agua y él siempre ganaba, incluso yo haciendo trampa al salir primero y esta vez no fue diferente. Nos divertimos por algunos minutos en la piscina, después subí a darme un baño y esperar a Gislene para el almuerzo.