Kozłowski

—Ah, claro, ya te los doy.— Se agacha un poco y saca unos papeles de su mueble, se los entrega al chico y ambos se despiden con calma.

Vuelve a teclear la computadora, sintiendo pesadez en su espalda. Mira el reloj en su antebrazo, aún le quedaban horas para irse.

Suelta un suspiro pesado y sigue escribiendo el texto. Escribe con más narrativa y más información, pone gráficas y los ingresos, los cuales Marti se había salteado como si no supiera que fuera lo más importante de la reunión.

Las horas pasan, aún sigue mirando la pantalla, revisando que no tenga errores. Siente como sus compañeros pasan y le dejan más papeleo en su mesa. Richard siente rabia, debe terminar todo el papeleo para mañana o lo despedirán por ser irresponsable.

Ahora está en frente de la impresora, ve con sus párpados casi cerrados como salen fotocopias de la máquina. Aún le quedaba hacer más cuentas y escribir más gráficas.

Su cuerpo está estático, pero se tambalea levemente al pasar los segundos. Su perdida de equilibrio se vuelve más notable y casi se cae sobre la máquina. Cierra los ojos con fuerza y vuelve a abrirlos. Se da un cachetazo en la cara y vuelve a mirar hipnotizado a la máquina.

—¿Te sientes bien?— Pregunta el mismo rubio tranquilo y agradable que vió hace unas horas. James lo ha visto actuar de esa forma adormecida. Ya estaba poniéndose el saco grisáceo, le tocaba salir antes que él.

—Sí, sólo estoy un poco cansado.— Sus palabras tienen mentira y verdad. Realmente tiene ganas de dormirse ahí mismo. Su mirada se enfoca en las páginas de hojas que salían, se pierde en su mente e imagina escenarios donde era feliz viendo arder la empresa donde trabajaba. Una pequeña sonrisa se forma en su rostro, ni siquiera se dió cuenta hasta que dejó de hacerla. En su mente se cruzó una escena donde le cortaba el cuello a Mati, fue satisfactorio, pero ya debía de dejar de imaginar.

Pero no podía parar.

Ahora estaba imaginando machacar el cuerpo putrefacto de su hermano. Odiaba tanto a ese tipo, incluso muerto. Su infancia fue peor al lado de él, el bastardo se burlaba de él y lo peleaba por todo. La diferencia de altura lo beneficiaba y se aprovechaba de su pequeño cuerpo. Amenaza con golpearlo cada día, y Richard no tenía de otra que quedarse callado porque su madre siempre saltaba a defender a su hijo mayor, y a su padre ni le importaba.

Aprieta su mandíbula, su cuerpo tiembla de emoción. Sus ojos se llenan de vida por unos segundos.

Ya no hay nadie allí que pudiera verlo actuar de esa forma además de las cámaras vigiladas por guardias dormidos.

Su sonrisa se amplía, viendo la tumba de su hermano en sus recuerdos. Desde niño se imaginaba en su funeral, sonriendo satisfecho.

¿Cómo no estarlo? Su más grande sueño se había hecho realidad. Sus más oscuras fantasías, ya por fin las había cumplido.