Él necesitaba con urgencia una solución inmediata a su problema, ella estaba en el lugar y momento justos.
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Momentos inesperados 2
Luego de ver la escena fatal, Mía fue ayudada por la mujer que trabajaba en la cocina desde que Ana había enfermado, esta la llevó a la cocina, le dio un vaso de agua y la muchacha se abrazó a ella, dejando que las lágrimas y el dolor salieran, porque ahora a ella le tocaba hacerse cargo de su madre.
-¡Mamá!-murmuró la joven con angustia mientras las lágrimas seguían saliendo sin piedad- ¿Cómo voy a decirle a mamá? Tenía que ir a buscarla- comentó la joven- debo llamar al médico para pedirle que aún no le dé el alta- agregó al ver que un oficial de policía ingresaba a la casa- ¿Quién llamó a la policía?- preguntó desconcertada.
-Tranquila, niña- le dijo Luz, la cocinera, intentando calmarla- Tú ocupaté de ir al hospital y hablar con el médico de la señora- agregó- Juan, puede encargarse del oficial. Ve, niña, ve- la instó a salir de la casa y ella subiéndose al taxi que había llamado se dirigió al hospital, mientras las lágrimas volvían a caer de sus ojos a raudales.
Al llegar al hospital, lo primero que hizo fue hablar con el médico tratante de la enfermedad de Ana, su madre. Le explicó lo ocurrido, o al menos intentó hacerlo, ya que ella aún desconocía el motivo por el cual su padre había tomado tan drástica decisión. El galeno, que era un hombre medianamente joven, rubio y alto, cuya personalidad inspiraba confianza, cuando la muchacha le contó lo que había pasado no pudo evitar sentir pena por ella, así que no dudó en aceptar mantener a Ana en el hospital un par de días más, mientras pedía al psicólogo del lugar que la fuera preparando para recibir la mala noticia.
-Ve a ver a Ana- le dijo el galeno- antes de irte, pasa a verme al consultorio- le pidió.
-Ok, gracias - respondió ella y salió rumbo a la habitación donde se hallaba su madre.
Al estar frente a ella, la joven reprimió su tristeza y su dolor. La abrazó con cariño y mantuvo cualquier pensamiento o recuerdo de lo ocurrido en su casa, para evitar que su madre se pusiera mal. Ambas mujeres charlaron, Mía le contó sobre su relación con Xavier, que la madre de este estaba ansiosa por reanudar los preparativos para la boda, ante lo cual Ana sonrió y le sugirió a la joven que lo hiciera lo antes posible.
-No, mamá- replicó ella- Ya decidí que esperaríamos hasta que salgas de aquí para volver a empezar con eso.
-Está bien, mi amor- aseguró Ana- respeto tu decisión-¿Antonio, cómo está?- preguntó la mujer de repente y a la muchacha se le formó un nudo de angustia en la boca del estómago.
-Él está bien- respondió- me pidió que te dijera que te ama igual que el primer día- comentó y pudo ver la sonrisa y una lágrima caer de los ojos de sí madre. No quiso ni siquiera imaginar cómo sufriría esa mujer cuando se enterara de que el hombre que amaba ya no estaría más junto a ella.
Tras despedirse de su madre, Mía fue directamente al consultorio del médico, tal como él le había pedido. La muchacha tocó la puerta y cuando le fue permitido pasar ella se dejó caer en una de las sillas que allí se hallaba, llevó las manos a su rostro y comenzó a llorar. El galeno, al ver tal escena, se puso de pie, caminó hasta donde la muchacha se encontraba y tomó sus manos.
-Tranquila, Mía- le dijo intentando tranquilizarla- debes estar fuerte para ella- agregó secando las lágrimas del rostro de la joven cuando ella lo miró con la única intención de decirle que no podría hacer eso, pero ver los ojos del galeno que irradiaban calma y quietud, se quedó en silencio, apoyó la cabeza sobre sus hombros mientras el llanto se hacía cada vez más lento y distante.
Cuando ya estuvo calmada, el médico le explicó cómo manejarían la situación con Ana, le dio su número de teléfono y le dijo que cualquier cosa que necesitara no dudara en llamarlo o escribirle. Mía se despidió de él y regresó a su casa, al llegar la tristeza y el dolor volvieron a invadirla, pero tal como le había dicho el galeno sacó fuerzas de donde no tenía e ingresó al lugar.
La policía aún se hallaba en el lugar, un oficial mayor se acercó a ella, le informó lo que habían descubierto, que al parecer ese mismo día su padre debía hacerse cargo de pagar el dinero que había sustraído de manera ilegal o iría a la cárcel. Eso le daba a la policía la pauta de que el hombre se había quitado la vida para no ir a la cárcel. Mía, sintió las lágrimas caer silenciosamente, mientras el oficial se despedía de ella y le decía que le informarían por novedades y para ir a retirar el cuerpo de su padre.
La tristeza invadió a la joven, llamó a Xavier, pero este se hallaba de viaje con sus padres, así que debió pasar el trago amargo sola.
Un par de días después, regresó al hospital a buscar a su madre, pero antes debía decirle lo que había ocurrido con Antonio, verla llorar de manera tan desconsolada le rompió el corazón, pero sabía que no podía darse el lujo de flaquear o mostrarse débil, pues si ella se derrumbaba, su madre también. Luego de eso ambas mujeres regresaron a la casa, en cada rincón del lugar había recuerdos de momentos que las llevaban a pensar en Antonio, entonces Mía juró buscar la manera de hacer justicia y demostrar la inocencia de su padre. También decidió vender la casa y llevarse a su madre a vivir solas.
Por su parte Xavier reapareció, mostrándose afligido por el sufrimiento de su prometida, pero eso no le impidió seguir con su vida como de costumbre.
Mía, consiguió empleo en una editorial, ya que debía procurar el bienestar para ella y Ana, la idea era que su mamá no sufriera ninguna recaída, cosa que era probable si no se cuidaba. Así los meses fueron pasando, los planes para la boda siguieron detenidos, Ana se hallaba con buena salud y eso último era más que suficiente para que la muchacha se sintiera satisfecha.
Meses después...
-¿De qué carajos estás hablando?- preguntó Mía a Xavier su prometido, mientras este estaba sentado observando su móvil luego de decirle lo que tenía tanta urgencia de que ella supiera.
-Lo que oíste- respondió él, levantando la vista del móvil.
-¿Es en serio?- preguntó Mía desconcertada e incrédula ante la petición que Xavier acababa de hacerle.
-Sí, Mía - dijo él sin una pizca de duda- Quiero que me devuelvas el anillo de compromiso.
-¿Eso quiere decir que?...- Las palabras se atacaron en las cuerdas vocales de la joven.
-Eso quiere decir que, nuestro compromiso está terminado- afirmó Xavier sin una pizca de remordimiento en su voz- Ya no voy a casarme contigo, Mía, lo siento.
-¿Lo sientes? ¡Dices que lo sientes!- exclamó la joven sin que le importara que se hallaban en un lugar público, rodeados de personas. Sin detenerse a pensar absolutamente nada, la joven se quitó el anillo de compromiso, se puso de pie, lo dejó sobre la mesa y dedicándole una mirada llena de muchos sentimientos le dijo....
-Espero que la vida te pague como te mereces...- y luego salió del lugar.
pobre mía, se quedo frustrada jajajaja 🤣