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EL DUCADO DEL SOL ISABELLA

EL DUCADO DEL SOL ISABELLA

Status: Terminada
Genre:Equilibrio De Poder / Malentendidos / Matrimonio arreglado / Diferencia de edad / Fantasía épica / Edad media / Completas
Popularitas:1.5M
Nilai: 4.9
nombre de autor: Lia

Isabella es la hija del Duque Lennox, educada por la realeza desde su niñez. Al cumplir la edad para casarse, es comprometida con el Duque Erik de Cork, un hombre que desconoce los sentimientos y el amor verdadero.

NovelToon tiene autorización de Lia para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAPÍTULO 7 LA VALENTIA DE ANTONIA LENNOX

El Duque Erik se dirigió hacia la biblioteca, un lugar que consideraba un santuario de silencio y conocimiento. Era el único espacio en el palacio donde no esperaba ser interrumpido por el bullicio de la nobleza o las felicitaciones del Rey.

Isabella lo siguió en silencio hasta aquel lugar. Erik, sin perderla de vista, se sentó en uno de los muebles de la pequeña sala de té, un rincón íntimo para la lectura.

Isabella, con una gracia natural, se acomodó en el asiento frente a él, su futuro esposo, esperando pacientemente que él hablara.

Erik, sin rodeos, rompió el silencio con una pregunta que cortó el aire. "Sabéis la vida que os espera si decidís casaros conmigo, ¿verdad? No me gusta la gente inútil a mi lado, sea hombre o mujer, en especial si son parte de la nobleza, cuya vida solo es ocio." Su voz era un eco áspero que resonaba en la quietud de la biblioteca.

Isabella comprendió al instante las palabras del Rey y ahora, las del duque. Entendió por qué el Rey la había educado como a un varón, permitiéndole ser ilustrada en ciencias, artes y política. Para Erik, la diferencia entre hombre y mujer era inexistente cuando se trataba de obtener un beneficio. Lo que para la nobleza era un capricho, para él era un requisito. La comprensión de esta verdad la hizo sentir aún más responsable por los años dedicados a su formación. Con una convicción que la caracterizaba, respondió: "Tenga por sentado que se beneficiará mucho de mí, Duque. He sido educada muy bien para esta tarea."

"Así que por eso rondabais casi siempre por el palacio," respondió Erik con una sonrisa sarcástica que no llegaba a sus ojos. "Al parecer, el Rey os domesticó muy bien."

Isabella había subestimado el comportamiento del Duque. No solo la había llamado fisgona, sino que ahora la había comparado con un perro. Comprendía que la convivencia con el Duque sería un desafío constante. Él se había encargado de mostrarle, sin piedad, lo que le esperaba. Pero su voluntad, fortalecida por la educación y la gratitud hacia la realeza y su familia, le recordaba que no podía retroceder. Su alma le gritaba que debía ser agradecida con quienes le habían dado tanto.

Erik, al ver la persistencia en los ojos de la joven, comprendió que no retrocedería. El Rey la había educado para soportar, para ser fuerte. En su interior, se preguntó hasta dónde podría ella aguantar. Se levantó de la silla. "Nos vemos en la boda, señorita Isabella," le dijo, el desinterés palpable en cada sílaba, y se retiró, dejando a la joven sola en la inmensidad de la biblioteca.

Días después, el Duque Erik y el Príncipe Miler se encontraban en el despacho del palacio. Sobre la mesa, un mapa del reino se extendía, con puntos marcados que indicaban las provincias atacadas y la posible ubicación de los bárbaros.

Todos los suministros estaban listos, y la caballería militar, una fuerza temible, esperaba la orden del Duque de Cork, su máximo comandante desde que tenía quince años.

Miler, observando que todo estaba listo, rompió el silencio. "Duque, ya todo está fijado y arreglado. Creo que deberíais daros un merecido descanso. La boda es mañana. Inclusive, aún tenéis tiempo de hacer una visita a la señorita Isabella y conocerla un poco."

Erik, sin mostrar el más mínimo interés, le respondió: "Al parecer, le habéis aprendido a vuestro padre a ser entrometido. Eso no es propio de vos, Príncipe."

Miler, molesto por la actitud del duque, sintió una profunda tristeza por la vida que le esperaba a Isabella. "La señorita Isabella es una mujer valerosa y merece ser tratada con el mayor respeto," le dijo con voz firme. "Si no sois capaz de hacer algo tan simple, entonces no os caséis con ella."

Erik, con la rabia contenida, golpeó con fuerza el documento que estaba leyendo sobre la mesa. "Al parecer, el Príncipe está muy preocupado por la señorita Isabella," respondió, sus ojos de un negro profundo se clavaron en los de Miler. "Sin embargo, nadie la obligó a casarse conmigo. Yo le di la oportunidad de huir, y ella sabe lo que le espera si se queda a mi lado. Eso se lo dejé claro. Así que, si buscáis un culpable porque vuestra enamorada se casa conmigo, echad la culpa a vuestro padre, no a mí. Él me obligó, yo solo accedí a cambio de beneficios." Erik se retiró de la sala, molesto.

No solo tenía que soportar a toda la nobleza felicitándolo por su boda, y al Rey recordándole cómo debería tratar a Isabella, sino que ahora también el principito, al parecer, guardaba sentimientos por ella. Erik solo pensaba en la situación molesta en la que había terminado.

Solo faltaba un día para irse y poder despejar su mente en el campo de batalla. Decidió dirigirse a su posada, un refugio de la formalidad real, para olvidarse de todo por un momento.

Al llegar a la posada, con miles de pensamientos interrumpiendo su ya caótica mente, uno de los sirvientes del lugar le anunció que la señorita Antonia Lennox solicitaba que la atendiera.

Erik, resignado, pensó que lo único que le faltaba era que las hermanas de la prometida vinieran a sermonearlo.

Se dirigió a una de las salas privadas de la posada, donde se encontraba la señorita Antonia Lennox. Se sentó frente a ella, observando la incomodidad de la joven. "Qué trae a la señorita a una posada llena de hombres con tanta urgencia?" preguntó, su voz tan imponente como siempre.

Antonia ya tenía los nervios de punta desde que ingresó al lugar. No comprendía cómo un hombre tan rico prefería quedarse en una pocilga en lugar de en el palacio. La voz del duque casi la hace orinar en sus ropas, pero tenía un propósito en su visita, así que se armó de valor. "Duque de Cork, gusto en saludarle. Soy Antonia de Lennox, la segunda hija de la familia Lennox Aragón, y mi motivo de visita es solicitar un favor al duque."

"Habla," respondió Erik, con la impaciencia evidente en su tono.

"Como bien tenéis claro, mañana desposaréis a mi hermana," comenzó Antonia, su voz temblando ligeramente. "Solo os pido que no la hagáis sufrir. Es una buena mujer que, desde niña, a causa de la realeza y de mis padres, fue educada desde los siete años como un varón. Conoció ampliamente el mundo sin tener el derecho a jugar en su niñez o a tomar el té como las demás señoritas. Únicamente para convertirla en la esposa ideal del Ducado del Sol."

La joven Antonia terminó su discurso, la voz ahora más firme, con una pizca de reproche.

Erik no podía creer lo que sus oídos escuchaban. Ahora sí consideraba a Isabella como el perro de la realeza. "¿De dónde sacáis todo eso?" preguntó, la sorpresa palpable en su voz.

"Lo escuché de mi padre cuando se lo contaba a mi madre," respondió Antonia.

"Así que las hermanas tienen la costumbre de escuchar conversaciones ajenas," dijo Erik con una sonrisa cínica, recordando la primera vez que se encontró con Isabella. "Niña, no pretendo que vuestra hermana sea infeliz. Yo no la he obligado. Le di la oportunidad de tomar su decisión, pero ella sigue firme en su decisión. No puedo hacer nada... solo... si se aburre, se puede ir. No la detendré."

Antonia, indignada por la frialdad de sus palabras, se levantó de la silla. "Cómo pretendéis que mi hermana cambie de opinión cuando estuvo años adoctrinada para ser vuestra esposa," le espetó. "No cambiaría de opinión, preferiría ir al infierno con vos si es necesario. Y no intentéis divorciaros de mi hermana.

Acabaréis con su reputación y será una mujer repudiada por la sociedad, sin tener la oportunidad de casarse de nuevo."

Erik, al borde de perder la paciencia, solo dijo: "Entonces, ¿qué pretendéis que haga si mis respuestas no os son meritorias?"

"Solo debéis darle la oportunidad de conocerla," dijo Antonia, su voz volviendo a suplicar. "Esto es todo lo que pido. Es mi favor."

"No os prometo nada," respondió Erik, levantándose de la silla. "No busqué este matrimonio." Erik inclinó su cabeza en un gesto de despedida y se retiró.

Antonia se desplomó de nuevo en la silla, sin fuerzas. Por un momento, pensó que el duque sacaría su espada y le cortaría la cabeza. Después de tomar un respiro, se cubrió con su capa y salió del lugar, su misión, al parecer, fue un fracaso.

...^^Autora^^...

...Gracias por el apoyo de sus 👍...

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Justina Elizagaray
🥰LÍA estoy empezando a leer de nuevo tú novela para mi es muy linda, hermosa 💖 gracias
Justina Elizagaray
esta es la segunda vez que me pongo a leer, la primera vez era esperando la actualización ahora las voy a leer ya tranquila para mí es muy hermosa novela
Yessica Moreno
que va hacer con la hermana
Yessica Moreno
me duele el corazón 😢 de pesar que el ama a otrs
Yessica Moreno
se la van a llevar
Yessica Moreno
me molesta 😔 un poco al pensar que ama a una ninfa
Yessica Moreno
🫢🫢🫢🫡 si señor
Yessica Moreno
es la única que lo tranquiliza
Yessica Moreno
y lo dice con tanto orgullo, solo es un metido
Olga Lidia Leal
excelente, muy hermosa, gracias
Ceecee
excelente historia, corrige la ortografía y será de 5 estrellas
Ceecee
volvió a llamarse vernart
Ceecee
mercenarios 😕
Adeilis
La historia es muy interesante, me gusta mucho
Ceecee
Dios hay que adivinar que palabra quieres decir, deberías revisar antes de publicar, la historia es buenísima y se daña con tantos errores
Ceecee
embargaran 🫣🫣
Ceecee
la inteligencia de esta protagonista no la he visto hasta ahora 😕
Ceecee
este Bernard se llamaba diferente 🤣🤣🤣🤣
Ceecee
mercenarios, parece que has descuidado tanto ortografía como redacción
Ceecee
asfixiando
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