EL DUCADO DEL SOL ISABELLA
El Rey Evan se encontraba disfrutando de una mañana apacible en los jardines de su palacio, un paraíso de flores y fuentes que era su refugio personal. Junto a él, su hijo y heredero, el Príncipe Miler, le entregaba un informe detallado sobre el estado de las provincias más lejanas del Reino de Deira. El rostro de Miler reflejaba la gravedad del asunto. La provincia de la Frontera, una tierra de montañas y valles, había sido invadida por bárbaros que saqueaban y causaban estragos. El informe concluía con una urgente petición: la presencia militar de los caballeros para someter a los bandidos y devolver la paz a sus gentes.
En ese momento, la figura del Marqués Esteban irrumpió en el jardín con una reverencia impecable. Era el rostro de la formalidad y el protocolo, un guardián de las normas que regían la monarquía. "Mi señor," anunció con voz grave, "el Duque del Sol ha llegado sin previo aviso y solicita reunirse con Su Majestad inmediatamente."
El Rey Evan sintió una alegría sincera al escuchar el nombre de su viejo amigo. Hacía años que no lo veía, y la noticia de su llegada sin protocolo lo llenaba de una felicidad infantil. "Permitid que pase, Marqués," ordenó con una sonrisa que iluminó su rostro.
Pero antes de que Esteban pudiera dar la orden, el Duque del Sol, con la impaciencia que lo caracterizaba, ya había entrado al jardín sin la debida autorización. Se inclinó cortésmente ante el rey, pero la rigidez de su postura y la molestia en sus ojos eran evidentes.
El Marqués Esteban, un hombre que vivía por y para las reglas, no pudo contener su indignación. "Duque, por favor, debéis respetar las normas y los protocolos de la monarquía, aunque seáis la mano derecha del Rey. Vuestro ingreso es una falta de respeto imperdonable."
El Rey Evan soltó una carcajada, un sonido profundo que resonó en el jardín. No era la primera vez que el Marqués regañaba al Duque, pero Erik, al parecer, nunca le daba importancia a sus palabras, y mucho menos a las etiquetas. El rey, con un gesto de la mano, indicó al Marqués que todo estaba en orden y que podía retirarse.
Mientras Esteban se alejaba con el ceño fruncido, el duque rompió el silencio con una ironía mordaz. "Al parecer, Su Majestad cuenta con bastante tiempo libre para tomar el té con el Príncipe y escribir tonterías en una carta."
El Rey, que conocía la afilada lengua de su amigo, no se inmutó. "Pero esas tonterías fueron las únicas que te hicieron venir, Duque Erik," respondió con una calma que desarmaba. "Llevo meses escribiéndote y tú has tenido la osadía de no contestar, ni asistir al llamado de tu Rey. Me sentía muy solo, y al parecer esta fue la única manera de hacerte venir. Y, como puedes ver, funcionó espléndidamente. Mira, solo tardaste un día en llegar."
El Príncipe Miler, que había escuchado la conversación con atención, conocía el carácter del duque. Sabía que Erik solo acudía al palacio cuando su presencia era estrictamente necesaria. No gustaba de sus modales ni de su irreverencia, y no entendía el aprecio que su padre le profesaba. Sin embargo, no podía negar la lealtad inquebrantable de ese hombre hacia el rey. Si Evan lo había convocado con urgencia y de forma personal a través de cartas, era porque algo de gran importancia estaba sucediendo, y el príncipe no había sido informado. Así que, sin dudarlo, se dirigió al duque.
"Si mi padre ha insistido con tanta devoción durante estos meses, ¿por qué habéis rechazado su llamado y no habéis cumplido con vuestro deber, Duque?"
El Rey intervino en favor de su hijo. "Eso es exactamente lo que he querido en estos meses: tu presencia. Pero te has negado y me has obligado a tomar una decisión radical que te hiciera venir ante mí."
El duque Erik se acercó a la mesa, golpeándola con el puño con una fuerza que hizo temblar las tazas. "¡Porque al contrario de ti, que vives perdiendo tu tiempo tomando el té con tu padre, Príncipe de Deira, tengo cosas más importantes a las que recurrir que al llamado de un rey que me solicita venir a tomar el té o a dar un paseo por el reino!"
El príncipe, al escuchar la queja, comprendió que su padre lo había molestado por cosas insignificantes y que él, sin querer, había caído en sus juegos al inmiscuirse en la conversación.
El Rey, imperturbable, continuó tomando su té tranquilamente. El príncipe, al ver la tranquilidad de su padre, sintió que algo no encajaba. "¿Duque Erik," le preguntó con una mezcla de curiosidad y desconfianza, "no creo que una simple invitación a tomar el té y a salir de paseo por el reino sea lo que os tiene molesto."
El duque, sin apartar su mirada fija e intensa del rey, calmó sus ánimos. "Rey Evan, espero que lo dicho solo sea un juego vuestro, ya que no pienso acceder a vuestros caprichos. Solo vine a dejároslo claro, Su Majestad."
El Rey dejó su taza sobre la mesa con un sonido seco y respondió en un tono molesto que rara vez se le oía. "¡Duque Erik, no es un capricho, es un mandato sellado por mí que debéis cumplir! Si desobedecéis, os despojaré de todo lo que poseéis y de vuestros títulos. Yo os los otorgué y volverán a mí si no cumplís con el mandato."
Erik, con la rabia contenida, respondió. "En primer lugar, Su Majestad, el Ducado del Sol, cuando me fue entregado, era una pocilga que ahora florece gracias a mí. En segundo lugar, ese fue mi pago por mi servicio durante años en la guerra, así que no tenéis derecho. Y en tercer lugar, jamás le solicité ni me interesan vuestros estúpidos títulos. Así que no penséis que por despojarme de todo accederé a vuestro mandato. Es todo lo que he de decir. Con permiso, Rey Evan y Príncipe Miler."
El duque Erik salió del jardín con una furia contenida, como alma que lleva el diablo. No podía creer que el rey se atreviera a involucrarse de esa manera en su vida personal. Sabía que era caprichoso y manipulador, pero esto ya había rebasado su copa. Cuando estaba a punto de retirarse del palacio, una voz femenina y dulce lo detuvo.
"Duque Erik."
Erik se giró y se inclinó cortésmente. "Reina Vera, es un placer volver a verla tan noble y saludable como siempre."
La reina se acercó a él y notó la molestia en su rostro. "Veo que al fin acudiste al llamado del Rey Evan," le dijo con una sonrisa. "¿Hasta cuándo teníais planeado dejarlo esperando? Mi esposo os tiene un gran aprecio, Duque, y solo desea vuestra compañía. Sois un ingrato."
"¿Acaso el rey no tiene esposa e hijos para que se entretenga, mi señora?" respondió Erik, con la impaciencia asomando en su voz.
"Tenéis razón," le contestó la reina. "Pero no somos lo suficiente. Está encantado con vos, al igual que mi hija."
Erik se sentía agotado de discutir con la familia real. Todos le daban la razón a los caprichos del rey. "Majestad Vera, agradecería que prestarais más atención a Su Majestad Evan y así me evitaría a mí dolores de cabeza y evitaría que se metiera en decisiones de mi vida personal."
La reina ya conocía de antemano la razón de su molestia y lo que había provocado que el duque se presentara en el palacio. "Erik, eso hago. Mi esposo estaba muy deprimido debido a vuestros desplantes, así que le di una idea. Una idea que haría que vos os presentarais ante él. Y por lo que veo, funcionó a la perfección."
Erik no podía creer lo que sus oídos habían escuchado. Se había dicho a sí mismo que una idea tan retorcida no pudo habérsele ocurrido al rey. Al parecer, todo había sido orquestado por la reina. La reina, al ver su intranquilidad y molestia, le expresó. "No fue una decisión apresurada y caprichosa de mi parte, muchacho. Pero si no lo hacía, toda vuestra vida seríais molestado por el rey, y yo perdería su atención por vuestra culpa."
"¿Y yo qué tengo que ver?" respondió Erik, la molestia en su voz ahora mezclada con la confusión.
La reina caminó hacia la salida del gran portón del palacio, solicitando a sus sirvientes y guardias que los dejaran solos. Erik la siguió, esperando una respuesta a tan absurda situación.
La reina se acercó a una de las rosas que embellecían los jardines y, con un gesto de la mano, la acarició. "Duque Erik, nadie mejor que yo entiende el corazón de mi esposo. Él os considera como una rosa: valiosa, bella, pero muy espinosa, que no deja que nadie se le acerque. Y tal vez es por eso que permite tanto irrespeto de vuestra parte. Si vos estuvieseis casado, él estaría tranquilo y no os volvería a molestar a menos de que el reino lo requiriese."
"¿Y qué gano yo con todo esto?" contestó el duque Erik, sin creer del todo en las palabras de la reina.
"Mi palabra de Reina de que Su Majestad el Rey Evan no os volverá a molestar," respondió Vera con una seriedad inquebrantable. "Y además, haré que firme un decreto que ni siquiera el rey mismo podrá despojaros de vuestros bienes y vuestros títulos. ¿Qué me decís?"
Al duque Erik no le molestaba la propuesta de la reina. A sus ojos, reconocía que la paz que vivía el reino de Deira en gran parte era por la astucia de la reina. "Trato hecho," respondió. "Solo tengo una sola condición: no quiero ninguna relación familiar con la realeza."
La reina Vera esbozó una gran sonrisa, juntando sus manos y aplaudiendo la decisión del duque. "No os preocupéis por lo demás, la candidata ya está elegida. Viene de una gran familia, educada y muy inteligente. Además, la fecha de la boda está fijada, solo tendréis que asistir elegantemente."
Erik no podía creer lo que escuchaba. Al parecer, había caído en la trampa de estos dos infames y se habían salido con la suya, sin contar con él. Todo estaba organizado, incluso la forma de convencerlo. No tenía ánimos para discutir. El oponerse lo llevaría a ser fastidiado nuevamente por el rey. Tomó un suspiro profundo, se despidió de la reina con un gesto de cabeza y salió del palacio.
...^^Autora^^...
...Gracias por el apoyo de sus 👍...
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Updated 149 Episodes
Comments
Amarylis Motta
se ve interesante.
2025-01-19
1
Lucia game23
que horrible ser manipulado así, el duque se gano todo por proteger al imperio y le imponen un matrimonio que podría ser su felicidad o su desgracia
2024-09-05
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moon 1
será hermano del rey que es tan metiche??? /Sweat//Sweat//Sweat//Grievance//Grievance//Grievance//Grievance//Grievance/
2024-08-24
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