NovelToon NovelToon
MI QUERIDO SECRETARIO

MI QUERIDO SECRETARIO

Status: Terminada
Genre:Yaoi / CEO / Casada con el millonario / Jefe en problemas / Mujeriego enamorado / Completas
Popularitas:2.9k
Nilai: 5
nombre de autor: Fanny123

Un joven talentoso pero algo desorganizado consigue empleo como secretario de un empresario frío y perfeccionista. Lo que empieza como choques y malentendidos laborales se convierte en complicidad, amistad y, poco a poco, en un romance inesperado que desafía estereotipos, miedos y las presiones sociales.

NovelToon tiene autorización de Fanny123 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAPITULO 5

Cuando la preocupación rompe barreras

El martes comenzó como cualquier otro día en la oficina, con la excepción de que yo, Gabriel Torres, estaba particularmente nervioso. No era el tipo de nervios que sentía al cometer errores, sino esos que vienen cuando sabes que algo podría salir mal aunque no tengas idea de cómo.

Ese día, Alejandro me había asignado revisar un lote importante de contratos antes de enviarlos a los clientes. La tarea era tediosa, pero no imposible. Sin embargo, a media mañana, la tensión acumulada empezó a pasar factura.

Estaba revisando documentos, tomando notas y escribiendo correos al mismo tiempo, cuando sentí un mareo inesperado. Primero fue un vértigo leve, luego un zumbido en los oídos que hizo que las palabras en mi pantalla se movieran y se borraran por segundos. Me llevé la mano a la cabeza, intentando concentrarme, pero todo giraba.

—Gabriel, ¿está bien? —la voz de Alejandro me sacó de mi confusión.

—Sí… sí, solo un momento —respondí, tratando de mantener la compostura.

Pero no podía. El mundo dio una vuelta más y sentí que las piernas me fallaban. Intenté apoyarme en el escritorio, pero no llegué a tiempo y caí al suelo, llevándome algunas hojas conmigo.

El silencio que siguió fue tan pesado que parecía un golpe. Alejandro estaba frente a mí en segundos. Su expresión había cambiado por completo: ya no había frialdad, ni esa máscara de control absoluto. Solo preocupación pura, intensa y aterradora.

—¡Gabriel! —exclamó, agachándose junto a mí—. ¿Qué te pasó?

—Solo… me mareé —balbuceé, intentando levantarme, pero el mareo me hizo caer de nuevo.

—No, no solo te mareaste —dijo firmemente—. Quédate quieto.

Lo vi apartar los papeles de un movimiento rápido y llamar a la secretaria para pedir ayuda, pero luego me detuvo con un gesto.

—No, tráeme agua primero.

Me senté en el suelo, con la espalda apoyada contra el escritorio, mientras Alejandro sostenía el vaso de agua que le pasé con manos temblorosas. Sus dedos tocaron los míos al entregármelo, y sentí un calor inesperado que recorrió todo mi cuerpo.

—Bebe despacio —me ordenó, su voz grave temblando ligeramente, un sonido que no había oído antes—. No sabes cuánto me preocupa verte así.

No pude evitar mirarlo con asombro. Alejandro Rivera, el hombre serio, distante, dueño de todo y de todos los documentos importantes de la ciudad, estaba preocupado por mí. Por mí.

—Señor… gracias —logré decir con voz débil.

—No hay de qué —respondió, y luego bajó la mirada unos segundos, como si intentara disimular algo—. Solo… quédate quieto.

Intenté incorporarme un poco, pero él me sostuvo del brazo.

—No, no. Quédate sentado. No quiero que te vuelvas a desmayar.

El mareo disminuyó lentamente, pero mi corazón seguía acelerado. Alejandro se sentó a mi lado en el suelo, algo que jamás había hecho. Su cercanía era incómoda y fascinante al mismo tiempo.

—Torres… —dijo en voz baja—. Esto no puede volver a pasar. No puedo… no puedo soportar que te pase algo.

Mis ojos se abrieron como platos.

—¿Perdón?

—No lo digas —replicó, con firmeza—. Solo no quiero que te lastimes aquí, en mi oficina.

Yo nunca había visto ese lado de él. El lado humano, vulnerable, donde sus ojos dejaban de ser fríos y calculadores para mostrar preocupación genuina.

Intenté sonreír para tranquilizarlo.

—Estoy bien, de verdad. Solo fue un mareo.

—No. —Su tono era tajante, y al mismo tiempo cargado de emoción—. No me basta con que digas que estás bien. Te cuidaré hasta que esté seguro.

Lo miré sin palabras. No entendía por qué me decía eso, ni por qué me sentía… extraño al escuchar sus palabras. Una mezcla de miedo y calidez invadió mi pecho.

—Alejandro… —susurré—. No tiene que… preocuparse tanto.

—Calla —interrumpió—. Déjame preocuparme.

Pasaron unos minutos en silencio, solo escuchando los pasos lejanos en la oficina. Pude notar que su respiración estaba un poco más rápida de lo normal. Lo vi morderse el labio inferior, un gesto que no había visto antes.

—Gabriel —dijo finalmente—. No puedo negar que… que me importa mucho cómo te sientes.

—Yo… —empecé, pero las palabras se atascaban en mi garganta.

—Shh —me ordenó, colocando una mano sobre la mía—. No digas nada. Solo quédate aquí y deja que alguien más se preocupe por ti por una vez.

Sentí un calor recorrer todo mi cuerpo, mezclado con una sensación que nunca antes había experimentado. ¿Era cariño? ¿Algo más? No sabía cómo clasificarlo.

Finalmente, después de un rato, me ayudó a levantarme. Sus manos firmes, aunque cálidas, me sostuvieron mientras caminábamos lentamente hacia mi escritorio. Cada vez que nuestras manos se rozaban accidentalmente, sentía un temblor involuntario.

—Voy a enviarte a casa por hoy —dijo—. Necesitas descansar.

—¿En serio? —pregunté, sorprendido.

—Sí. No volverás a trabajar hoy. —Su voz era firme, pero la tensión en sus hombros lo delataba—. Quiero asegurarme de que estés bien.

Recogí mis cosas con cuidado, sintiendo cada mirada que él me lanzaba. No había frialdad, ni distancia. Solo preocupación, y algo que yo empezaba a reconocer como afecto.

Al llegar al ascensor, me detuve por un momento y lo miré.

—Gracias, Alejandro. De verdad.

—No… no me des las gracias —respondió rápidamente, apartando la mirada—. Solo… cuídate.

Me despedí y salí del edificio, sintiendo el sol en mi rostro. Caminé lentamente hacia mi departamento, pensando en lo que había sucedido. Nunca había experimentado algo así. Nunca había sentido que alguien con tanto control y frialdad mostrara un lado tan humano por mí.

Esa noche, no pude dejar de pensar en Alejandro. Sus gestos, su voz, la forma en que sus ojos habían mostrado preocupación… algo había cambiado entre nosotros. Yo también sentía algo, una mezcla de gratitud, miedo y algo más que no podía definir.

Al día siguiente, regresé a la oficina con un nerviosismo distinto. No solo era el trabajo, sino la idea de enfrentar a Alejandro después del incidente.

Cuando entré, él ya estaba allí, revisando unos documentos. Me miró de reojo, y por un momento, su expresión parecía vacilante. Luego volvió a concentrarse, pero sus ojos me seguían cada vez que levantaba la vista.

—Buenos días, señor Rivera —dije con firmeza, intentando sonar normal.

—Buenos días, Torres —respondió, breve, pero la tensión en su voz era palpable.

Durante toda la mañana, cada interacción se sentía cargada de un nuevo significado. Alejandro me hablaba con más cuidado, sus instrucciones eran más precisas, y sus ojos me observaban con una mezcla de autoridad y algo que yo no podía describir.

No podía concentrarme del todo. Cada vez que nuestras manos se rozaban al pasar un documento, sentía una corriente que me atravesaba. Cada palabra suya parecía tener un doble significado.

—Torres —dijo finalmente, interrumpiendo mis pensamientos—. Necesito que te concentres. Pero… gracias por… mantener la calma ayer.

Me sonrojé.

—No fue nada, señor.

—Para mí sí fue algo —dijo él, más bajo, casi para sí mismo.

Yo no sabía qué decir. Solo asentí, y regresé a mis tareas, con el corazón latiendo a mil por hora.

Ese día terminó con un silencio cargado de tensión. Alejandro no volvió a mirarme con frialdad, ni a darme órdenes como si fuera solo un subordinado. Había un cambio palpable, sutil pero real: la preocupación que mostró por mí había abierto una grieta en su muro de hielo.

Y yo, por primera vez, empecé a entender que algo estaba naciendo entre nosotros, aunque ninguno de los dos estuviera listo para admitirlo.

Caminé hacia mi escritorio al final de la jornada y vi cómo él revisaba los informes finales. Nos cruzamos la mirada un instante, y él asintió levemente, como diciendo sin palabras: Estoy aquí, me importas.

Salí de la oficina con una sensación extraña: miedo, emoción y un anhelo que no sabía cómo controlar. Pero había algo seguro: Alejandro Rivera estaba empezando a sentir algo por mí. Y aunque él no quisiera aceptarlo… yo ya lo sabía.

CONTINUARA

1
Fanny
🥰
orneidy soto
Hermosa esta novela gracias por compartir
Fanny: Muchas gracias 🥰🥰
total 1 replies
Fanny
linda
☫ Queen ✜S. D. R꫞
gracias por apoyarme, de nada apoyarse, te deje un puntos de 199 de cafecito. espero que continúe el capítulo🥰☺️
Fanny Rodriguez: 🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰🥰
total 1 replies
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play