Doce años pagué por un crimen que no cometí. Los verdaderos culpables: la familia más poderosa e influyente de todo el país.
Tras la muerte de mi madre, juré que no dejaría en pie ni un solo eslabón de esa cadena. Juré extinguir a la familia Montenegro.
Pero el destino me tenía reservada una traición aún más despiadada. Olviden a Mauricio Hernández. Ahora soy Alexander D'Angelo, y esta es mi historia.
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Vulnerabilidad
Punto de vista de Elías
La espera me estaba volviendo loco. Desde la humillación en la sala de juntas, apenas dormía. La única noticia que tenía de Sofía era la perfecta portada que había dado en la prensa: la prometida enamorada. ¿Estaba colaborando con ese demonio? La duda me carcomía el alma, no imaginaba a mi hija colaborando con él enemigo.
Estaba en la sala de mi mansión, que ahora se sentía como un mausoleo. Ignacio entró con Felipe. Los dos estaban serios, sin el rastro de la arrogancia que solía distinguir a mi hijo.
—Tenemos algo, padre —dijo Ignacio, con un tono sombrío.
Felipe colocó una carpeta gruesa sobre la mesa de café, evitando el contacto visual. Su rostro, generalmente confiado, estaba marcado por la gravedad.
—Alexander D'Angelo no existe, Elías —comenzó Felipe, directo al grano—. O al menos, su nombre es un cascarón que se creó hace exactamente cinco años, con un capital de origen desconocido en el paraíso fiscal de las Islas Vírgenes.
—Lo sabía —mascullé, golpeando la mesa.
—Pero hay más —continuó Felipe, deslizando varias fotografías y documentos. Las fotos mostraban una prisión de baja seguridad—. Alexander D'Angelo es la persona que estuvo encarcelada.
Ignacio se inclinó sobre la mesa.
—Encontramos al hombre que creó la fachada. Un exfuncionario corrupto que maneja la creación de identidades. Le costó una fortuna, pero nos dio el archivo original. Alexander D'Angelo es el nombre que compró, pero el nombre debajo del cascarón... —Hizo una pausa dramática—: Es Mauricio Hernández.
Un escalofrío me recorrió la espalda, más frío que el terror. No era su socio, no era su hijo. Era él.
—Ese... hijo de puta. Volvió de la muerte para vengarse y ahora tiene a mi hija en su dominio.
Felipe deslizó una imagen vieja, descolorida. Era el certificado de nacimiento de Mauricio Hernández, con una pequeña foto de una mujer sonriente, de aspecto humilde.
—Su madre se llamaba Carmen. Murió el día que lo sentenciaron por un derrame cerebral, al parecer no aguanto la presión de saber que su hijo se podridiria en la cárcel. Hernández culpó a tu empresa y a ti de la presión que la mató. Lo que es peor, la paliza que le propinasteis antes de que saliera de la cárcel, la que creíste que lo mataría, no solo no lo hizo, sino que lo obligó a usar sus contactos en prisión para empezar a construir la coartada.
El odio que sentía por Alexander se triplicó, mezclado con un miedo paralizante. Este hombre había pasado doce años planeando mi ruina, usando su tiempo para tejer una venganza perfecta.
—¿Qué pasa con el dinero? ¿Cómo un convicto consigue miles de millones? —pregunté, mi voz apenas un gruñido.
—Esa es la única pieza que falta, Elías. El rastro de dinero es perfecto. No hay una sola grieta. Mi contacto cree que es dinero antiguo, lavado durante décadas y reactivado por alguien con acceso a las altas finanzas. Pero el hecho es que el dinero es legal. No podemos atacarlo por ahí.
Ignacio, que había estado examinando los documentos, levantó la cabeza.
—Padre, él no quiere el dinero. Quiere vernos sufrir. Y tiene a Sofía.
—Sofía es el cebo perfecto —dijo Felipe, su voz ahora más firme—. Él la ama. Es lo único ilógico en su plan. Él la está usando, pero también ha bajado la guardia por ella.
—¿Alexander ama a Sofía? —Me reí con incredulidad—. Él odia a los Montenegro.
—No a ella. Y esa es nuestra arma, Elías. No podemos ir a la policía. Nos hundiría el fraude original. Solo podemos hacer una cosa.
Felipe golpeó la carpeta.
—Tenemos la prueba de que Alexander D'Angelo es un convicto. Necesitamos llevar esta información a la prensa justo antes de la boda. Exponerlo como un criminal. Destruir su imagen y su empresa. Y forzar a Sofía a escapar de él antes de que la use para su venganza final.
Mis ojos se posaron en la foto de la madre de Mauricio. Una mujer simple, inocente. Yo había arruinado esa vida. Y ahora, el hijo venía a cobrarse la deuda.
—Dime qué tenemos que hacer, Felipe. Vamos a destruir a Mauricio Hernández de una vez por todas.
—Primero, necesitamos sacar a Sofía de ese penthouse —dijo Ignacio—. Si la exponemos con él ahí, él tomará represalias inmediatas.
—La boda es en una semana —dije, sintiendo una urgencia helada—. Actuaremos en tres días. Primero, filtramos la historia. Segundo, recuperamos a Sofía.
Todo estaba listo para acabar con Alexander o Mauricio como sea que se llamara, pero las cosas cambiaron cuando en nuestra pequeña reunión llegó uno de los hombres que había contratado para seguir a Sofía, debía garantizar que ella no estuviera del lado del enemigo para poder rescatarla.
—Disculpe la intromisión, señor, aquí están las fotos que tomamos está noche.
Tome el sobre que me estaba ofreciendo el sujeto y al abrirlo me lleve la sorpresa más desagradable que podía existir. Mi hija estaba besándose con Alexander en una plaza en la cual no tenía por qué aparentar nada, esto era un acto genuino de traición, algo que en mi familia no se podía perdonar.
Lance las fotos al centro de la mesa y señalándolas dije:
—Ahora la prioridad es salvar nuestra empresa. Sofía ha escogido un bando por lo que desde hoy deja de ser una Montenegro y pasa a ser nuestra enemiga.
Ignacio agarró las fotos y en su cara se pudo notar la decepción de ver a su hermana traicionándonos con el hombre que nos había jurado la guerra.
—Él debió haberla manipulado, seguramente se dio cuenta de que lo estabas siguiendo.
Ignacio se negaba a creer lo que sus ojos veían, sin embargo, yo estaba seguro de que Sofía amaba a Alexander, ya que en sus ojos lo podía ver desde hace mucho tiempo.
—Esto es algo que ya venía desde hace mucho antes de que ella se fuera a vivir con él. — Dije lleno de ira. —Sofía se lo busco, ahora nuestro objetivo es ella. Debemos capturarla y así neutralizar a Alexander.