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Un Secreto Entre Nosotros

Un Secreto Entre Nosotros

Status: En proceso
Genre:Dominación / Poli amor
Popularitas:1.8k
Nilai: 5
nombre de autor: HRHSol

Amar a uno la sostiene. Amar al otro la consume.
Penélope deberá enfrentar el precio de sus decisiones cuando el amor y el deseo se crucen en un juego donde lo que está en riesgo no es solo su corazón, sino su familia y su futuro.

NovelToon tiene autorización de HRHSol para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 6.

El despertador sonó a lo lejos, pero yo no lo escuché. Cuando abrí los ojos, ya había sol entrando por la ventana. El silencio en la habitación me desconcertó: Kylian y los niños no estaban. Me incorporé sobresaltada, miré el reloj y sentí un nudo en el estómago. 06:34 a.m..

—¡No puede ser! —me recriminé en voz baja, mientras me levantaba de un salto.

Me vestí a toda prisa con lo primero que encontré: un vestido de mangas largas, abrigo y botas. El maquillaje lo dejaría para el auto. Tomé aire un segundo frente al espejo, pero la sensación de retraso me atravesaba como un puñal.

Bajé corriendo y la escena que encontré en la cocina me detuvo por un instante: mis tres hombres sentados en la mesa, desayunando como si el tiempo no existiera. Jack hojeaba un cuaderno, Max jugaba con una tostada entre sus dedos y Kylian, impecable como siempre, hojeaba el periódico mientras sorbía su café.

Me acerqué a ellos con una mezcla de ternura y apuro. Besé a cada uno en la cabeza, recogí mi taza térmica, improvisé un snack para los niños y me serví un café. No había tiempo para más.

—Hoy no almorzaré con ustedes, tengo reunión de gerentes —me informó Kylian, con esa serenidad que tanto me desesperaba cuando yo estaba al borde de los nervios.

—Perfecto, no te preocupes —respondí rápido, mientras metía algunas cosas en el bolso.

El trayecto a la escuela y a la guardería fue un vaivén de risas, quejas y cantos improvisados. Jack se bajó con su mochila más pesada que él, y Max me regaló un beso pringoso antes de entrar a su salita. Ya sin los niños, nos dirigimos a la empresa.

El estacionamiento estaba más concurrido que de costumbre. Apenas encontramos lugar, otro auto se detuvo junto al nuestro con la misma prisa. Reconocí al instante esa silueta: Eric.

Él bajó primero, con esa sonrisa que parecía no pertenecerle a un simple día de trabajo, sino a un secreto compartido. Se acercó con paso firme y antes de que pudiera reaccionar, depositó un beso en mi mejilla.

—Buenos días, Penn. Hoy estás radiante.

Mi corazón dio un vuelco. No tuve tiempo de asimilarlo cuando una voz chillona se filtró detrás de él.

—Sí, radiante… —ironizó la rubia que lo acompañaba, con una mirada despectiva que me recorrió de arriba abajo—. Aunque no tanto.

Sophi.

Apreté los labios. La rabia me subió como un fuego por dentro, pero no tenía tiempo para sus juegos. Mi teléfono comenzó a sonar: mi jefe. Bendita interrupción.

—Debo apurarme —dije con la voz más firme que pude. Les di la espalda y avancé hacia el ascensor, dejando atrás a Eric, a su rubia y a mi propio torbellino de emociones.

Carolina ya me esperaba en mi oficina con todo preparado. Sin ella, no sé qué haría. Me ayudó a revisar los informes finales y en cuestión de minutos teníamos una torre de carpetas listas para entregar. Respiré hondo, me acomodé el cabello y caminé hacia el ascensor con la pila de documentos en brazos.

El sonido metálico de las puertas se abrió y avancé segura, pero el destino tenía otros planes. Algo se cruzó en mi camino —un pie, una trampa, un descuido— y de pronto mi cuerpo se fue hacia adelante. Caí de rodillas con un golpe seco, las carpetas se me resbalaron y cayeron al suelo en un estrépito doloroso.

El silencio duró apenas un segundo. Luego, las risas. Risitas ahogadas detrás de mí, seguidas de una voz chillona:

—Lo siento, no te vi.

Claro que me viste. No era pequeña, ni invisible. No había manera de que no lo hiciera a propósito. Miles de improperios recorrieron mi cabeza en silencio, mientras intentaba recomponerme de la vergüenza.

Me agaché rápidamente, juntando las carpetas con manos temblorosas. Agradecí en el fondo haber tenido la costumbre de sujetar los papeles con folios, de lo contrario, estarían volando por todo el hall.

Dos pares de manos se unieron a las mías. Las reconocí de inmediato.

—Tranquila, cariño —susurró Kylian, ayudándome a levantar.

Eric, en cambio, recogía las carpetas con agilidad, su expresión seria y su mirada fija en mí, como si quisiera protegerme del bochorno.

Al ponerme de pie, sentí un dolor agudo en el tobillo izquierdo. Una punzada que me hizo perder el aliento. Traté de disimularlo, pero mi gesto me traicionó.

—Te duele —Kylian me sostuvo con fuerza, la preocupación marcada en su rostro—. Te llevaré al hospital ahora mismo.

—No puedes, amor —murmuré entre dientes, tratando de mantener la calma—. Tienes la junta de gerentes. Es demasiado importante.

Eric intervino, con esa seguridad que siempre me desarmaba:

—Yo la llevo.

Mis ojos buscaron desesperados los de Kylian, rogando en silencio que dijera que no, que insistiera en acompañarme él. Pero no lo hizo. El buen samaritano que lo caracterizaba se impuso.

—Es lo mínimo que puede hacer. Al fin y al cabo, fue Sophi quien… —se detuvo, lanzando una mirada cortante hacia la rubia que aún nos observaba desde atrás.

Mi sospecha se confirmó: ella me había puesto el pie.

El dolor en mi tobillo pasó a un segundo plano frente al ardor de la humillación. Entre la sonrisa complacida de Sophi, la tensión de Eric y la calma forzada de Kylian, sentí que el piso se abría bajo mis pies.

Kylian me cargó en brazos, con esa mezcla de ternura y firmeza que siempre me dejaba sin palabras, y me depositó suavemente en el asiento del auto de Eric.

Sophi protestaba a unos metros, indignada, mientras Carolina —testigo de todo— me lanzaba miradas cómplices, casi divertidas, como si estuviera presenciando la escena de una novela que siempre había querido leer.

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Maria Elena Martinez Lazaro
excelente
Maria Elena Martinez Lazaro
Quien es Sophi ?. Estoy perdida estaban hablando con Carolina y de pronto la mencionan a ella y dos veces
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