Austin lleva una vida envidiable y llena de éxito: es un médico de prestigio y forma parte de una hermosa familia. Sin embargo, tras su fachada impecable, guarda secretos y lleva una doble vida que mantiene en absoluto silencio. Todo cambia cuando conoce a una mujer misteriosa, cuyo carácter enigmático lo seduce y lo impulsa a explorar un mundo de placeres prohibidos. Este encuentro lo confronta con una profunda encrucijada, cuestionándose si la vida que ha construido y anhela realmente le brinda la felicidad genuina o si, en realidad, ha estado viviendo una ilusión.
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La Tentación Acecha
Austin
La noche que debió ser una de las más especiales de mi vida se torció en un instante. Tenía flores en la mano y una cena elaborada en casa, pero todo eso parecía un sueño distante cuando llegué a casa. La lluvia caía en gotas gruesas que resonaban en mi coche mientras me estacionaba, un recordatorio cruel de que la noche no terminó como se suponía. La llave giró difícilmente en la cerradura. Abrí con cuidado, sintiendo que el silencio me tragaba, la oscuridad me recibió como una antigua amiga. Las luces del apartamento estaban apagadas. Una sensación de inquietud se instaló en mi pecho.
—¿Kate? ¿Cariño? —murmuré, caminando hacia el comedor.
En el comedor, las velas parpadeaban, ya casi sin cera, como si el tiempo se hubiera detenido. Mi cena estaba intacta, lasaña, mi plato favorito cuando nos conocimos en la universidad; ya mucho tiempo había pasado de eso y mis gustos digamos que se habían refinado un poco más.
—¿Kate? —La oscuridad me respondió. Solo el sonido de mi voz quebrada rompió la atmósfera. —¡Hey! ¡Estuve llamando! Pero mi llamada no encontró respuesta.
Tomé un respiro profundo y me dirigí al dormitorio. Abrí la puerta con cuidado y allí estaba ella, recostada en la cama. Sus rasgos estaban suaves bajo la luz tenue de la lámpara. Me acerqué, pero la imagen de Kate era un espejismo que pretendía no ver. La amaba, o al menos eso quería creer.
Justo mientras mis pensamientos se tornaron oscuros, mi mente recordó los eventos de la noche: el accidente y, luego, la mujer. Una sensación de culpa manchó mi pecho, pero la ahogué antes de que pudiera asomarse.
La ducha ardía sobre mi piel. Los pensamientos de aquella mujer se apoderaron de mí, como una sombra danzando en mi mente. Había algo en ella, una energía que nunca había conocido. Sus ojos resonaban con secretos ocultos. —Maldita sea —murmuré, dejando que el agua arrastrara mis pensamientos.
Al día siguiente, el hospital estaba lleno de rutinas y papeles que revisar. Hice mis rondas sin pensar, olvidando por un momento la noche oscura en la que mi ser estaba dividido y mis disculpas de la mañana a Kate, quien después de un convencional sexo mañanero había quedado más que perdonado y ella feliz.
Entró en la habitación del siguiente paciente, tomó el historial médico a los pies de la cama: leo las analíticas, RX, todo parece bien miro el encabezado en busca del nombre del paciente, Sara Bellamy.
La vi recostada, su cabello desordenado, una sonrisa que desabrochaba cualquier preocupación. La enfermera Laura, le estaba retirando la vía y me apresuré a acercarme.
—Buenos días, Señorita Bellamy. ¿Cómo se siente hoy? —le pregunté, tratando de mantener el profesionalismo.
—Mucho mejor, gracias —respondió, su voz, un susurro que hizo que un escalofrío recorriera mi espalda. —Te vi la otra noche, ¿verdad?
—Sí... fui el que te asistió después del accidente. —Dije de manera casual mientras devolvía la mirada al historial y firmaba el alta, sintiendo una tensión electrificante en el aire.
—He estado esperando verte... No es justo que me dejes con todas estas preguntas sin respuesta. —Su mirada se volvió juguetona.
—¿Preguntas? —Fue una trampa encantadora. Laura se encasquilló en el fondo de la habitación, pero no la escuché. —Bien, digamos que puede que haya algunas respuestas que no estés preparada para escuchar —respondí.
Su risa llenó el espacio, tan hipnótica como el sonido de un arroyo. —Oh, creo que estoy lista... pero quizás no solo para respuestas.
Laura frunció el ceño, no le gustaba que Sara coqueteara. El ambiente se volvía más denso. La enfermera rápidamente terminó, sin poder ocultar la molestia en sus ojos mientras se retiraba.
—Ahora estamos solos —murmuró Sasha, acercándose un poco más.
—Debes estar consciente de lo que esto podría significar —respondí, sintiendo la tentación como un veneno dulce en mis venas.
—¿Y qué es lo que significa? Tal vez solo sea una mujer que le gusta divertirse. Una diversión que parece que no se puede encontrar tan fácilmente por estos días.—Su sonrisa, un guiño despreocupado.
Me quedé en silencio, midiendo cada palabra. —No creo que sea una buena idea…—Pero mis pensamientos eran discordantes, y la verdad era que lo quería. Deseaba lo desconocido. Luchar con eso resultaba cada vez más complicado.
—No es mi intención causar problemas, pero hay algo en ti que me atrajo desde el principio. ¿No sientes lo mismo? —Sus ojos eran una invitación, un hechizo.
—Es simplemente un... un malentendido… —intenté recordar mi vida. Kate, nuestro hogar, nuestra hija, mi futuro profesional. Pero la mente es caprichosa. —Hay cosas que no se pueden cambiar...
—¿Y qué tal si solo disfrutamos del momento? —Sin ataduras, —Sin más preguntas.
Antes de que pudiera protestar, se acercó y me plantó un beso sobre los labios, candente, lleno de promesas de placeres furtivos, dejando un regusto de deseos incontrolables. En ese instante, la frontera entre mi vida y mis deseos oscuros se desvaneció un poco más, dejándome sumido en una encrucijada peligrosa.
Me quedé allí, paralizado, con su aliento caliente al alcance de mi piel, y en el aire flotaba la pregunta que nunca supe cómo responder. ¿Qué tan lejos estoy dispuesto a llegar? ¿A qué precio?
—Gracias por tu ayuda —murmuró, deslizándose fuera de mi agarre, dejándome anhelante, atrapado en un juego peligroso del que no estaba seguro de querer escapar.