Valeria pensaba que la universidad sería simple, estudiar, hacer nuevos amigos y empezar de cero. Pero el primer día en la residencia estudiantil lo cambia todo.
Entre exámenes, fiestas y noches sin dormir, aparece Gael, misterioso, intenso, con esa forma de mirarla que desarma hasta a la chica más segura. Y también está Iker, encantador, divertido, capaz de hacerla reír incluso en sus peores días.
Dos chicos, dos caminos opuestos y un corazón que late demasiado fuerte.
Valeria tendrá que aprender que crecer también significa arriesgarse, equivocarse y elegir, incluso cuando la elección duela.
La universidad prometía ser el comienzo de todo.
No imaginaba que también sería el inicio del amor, los secretos y las decisiones que pueden cambiarlo todo.
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6. Simulaciones y emociones
El sol de la tarde se colaba por los ventanales del pasillo principal del edificio de Derecho. Valeria caminaba con paso decidido, su mochila ajustada y la carpeta apretada contra el pecho.
Cada tanto, echaba un vistazo a Gael e Iker, que caminaban un par de metros detrás, en silencio pero perceptiblemente atentos a cada movimiento suyo, jamás se imaginó ser escoltada por dos chicos apuestos.
- “Esto parece una escolta sin aviso”, murmuró Valeria para sí misma, intentando no sonreír.
- “No te preocupes, solo me aseguro de que llegues entera al aula”, respondió Gael sin apartar la mirada del frente, con esa voz grave que hacía que su corazón diera un vuelco.
Iker soltó una risa baja.
- “Si es por sobrevivir a Gael, entonces sí, necesitas toda la ayuda posible”, añadió Iker.
- “¿Me están estudiando otra vez?”, preguntó Valeria, medio bromeando, medio desafiando.
- “No, solo analizando tu nivel de peligro”, replicó Gael, arqueando una ceja y dejando que la tensión flotara entre ellos.
- “Peligro, eso suena dramático”, dijo Iker, con una sonrisa que le hizo sentir mariposas en el estómago.
Valeria rodó los ojos y siguió caminando, pero notó cómo ambos chicos la observaban sin disimulo.
Al llegar al aula de simulaciones judiciales, Valeria respiró hondo. Hoy tocaba un juicio simulado, y los tres iban como equipo.
- “Prepárense”, dijo el profesor, mientras repartía los roles. “Valeria será la defensora; Gael será el fiscal; Iker será un testigo experto en contratos. Nada de dramas, por favor”.
Valeria se sentó en la primera fila, frente a Gael, intentando concentrarse, pero los gestos de ambos chicos eran imposibles de ignorar, el modo en que Gael cruzaba las piernas, el leve arqueo de ceja que parecía retarla, y cómo Iker inclinaba la cabeza cuando ella hablaba, mirándola como si quisiera asegurarse de que todo estaba bien.
- “Vale”, susurró Iker, inclinándose un poco hacia ella. “Si quieres, puedo repasar contigo la estrategia antes de la intervención”.
Valeria lo miró, evaluando, disfrutando el pequeño juego silencioso.
- “Solo un par de puntos”, aceptó Valeria, levantando la mirada hacia Gael.
Él arqueó una ceja, detectando la negociación silenciosa. Una media sonrisa apareció en su rostro, mezcla de desafío y algo más que ella no pudo identificar de inmediato.
Cuando comenzó el juicio simulado, Gael atacó con su natural agresividad estratégica, preguntas rápidas, objeciones al instante, movimientos calculados que dejaban a todos impresionados. Iker, por su parte, respondía con claridad y calma, protegiendo a Valeria cuando era necesario, sin opacar su rol.
- “Cuidado con tu planteamiento, Valeria”, murmuró Gael en un momento, inclinándose peligrosamente cerca, haciendo que el aire entre ellos pareciera cargado.
- “Estoy bien, gracias. Sé lo que hago”, respondió ella, con firmeza, pero sintiendo un calor extraño por la cercanía.
Iker lanzó una sonrisa rápida, aprobando la decisión de Valeria.
- “Bien hecho, en serio”, susurró Iker; y el aliento tan cerca la hizo temblar.
Al final del juicio, el profesor los felicitó y Valeria notó cómo ambos chicos, a su manera, parecían satisfechos. Gael con el desafío que ella representaba, Iker con la seguridad que mostraba.
- “Buen trabajo”, dijo Gael al salir del aula, con su voz grave. “No pensé que pudieras mantener el ritmo tan bien”.
- “Gracias, supongo que esto empieza a ser divertido”, respondió Valeria, conteniendo la risa.
- “Lo es. Y no olvides, no estás sola en esto”, añadió Iker, con complicidad, y sus palabras parecían quedarse flotando entre ellos.
Valeria suspiró, caminando entre ellos. Entre estrategias, miradas y pequeñas victorias, la universidad dejaba de ser solo un lugar de clases y se convertía en un espacio donde los primeros amores, las pequeñas competencias y la curiosidad por el otro se entrelazaban.
- “Cuidado”, dijo Gael, soltando una sonrisa apenas perceptible. “Que me estás haciendo perder la cabeza con tus argumentos”.
- “No prometo cuidarme”, respondió Valeria con un guiño, e Iker soltó una risa apenas audible, mirándola con ternura mientras se acomodaba la mochila.
Los tres salieron al sol de la tarde, conscientes de que algo había cambiado. Gael caminaba con la mirada fija en ella, Iker parecía medir cada gesto suyo, y Valeria no pudo evitar sentir que, entre risas contenidas y silencios cargados de significado, todos estaban empezando a descubrir algo más que solo un juicio simulado.