Estas acostumbrado a leer novelas de reencarnacion en donde la protagonista reencarnada se vuelve poderosa, ¿que pasaria si esta novela no es como las demas? ven y lee algo diferente, algo que sin duda te gustara.
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Una y otra ves
Clara despertó una vez más, esta vez con una actitud diferente. Había aprendido su lección después del desastre con la mesilla y no pensaba tentar de nuevo a la muerte por su propia torpeza. Así que, aunque su instinto le decía que gritara y le lanzara un zapato a las criadas, decidió dejar que hicieran su trabajo.
Se quedó quieta mientras las mujeres la bañaban, peinaban y le ponían un vestido que parecía más para exhibirse en una vitrina que para vivir el día a día. Clara no decía nada, pero por dentro estaba que ardía.
—"Esto no será para siempre," pensó con determinación. "No voy a quedarme encerrada en este cuarto siendo un florero. Necesito saber en qué parte de la novela estoy."
Una vez que las criadas terminaron su trabajo, Clara esperó a que todas salieran de la habitación. En cuanto estuvo sola, tomó uno de los vestidos más sencillos que encontró en el armario, aunque para ella todo ese guardarropa gritaba "niña rica frágil", y lo usó para cambiarse. Luego, se escabulló por los pasillos de la propiedad, sorteando a los sirvientes y esquivando a cualquiera que pudiera reconocerla.
Finalmente, llegó hasta la gran puerta principal. Respiró hondo, emocionada por la pequeña libertad que estaba a punto de conseguir, y echó a correr.
Cinco segundos después, Clara se detuvo, jadeando como si hubiera corrido un maratón.
—"¿Qué demonios?" murmuró entre respiraciones agitadas, sintiendo que sus pulmones ardían.
Cuando giró la cabeza para ver cuánto había avanzado, quedó boquiabierta. No había corrido más de cinco pasos desde la puerta. La mansión todavía estaba perfectamente a la vista, con las puertas abiertas como si le estuvieran recordando su monumental fracaso.
Incrédula, se quedó mirando todo.
—"¿Es en serio? Este cuerpo no sirve para nada. Ni cinco pasos y ya parece que voy a morir."
Clara resopló, tratando de recuperar el aliento, y se apoyó en sus rodillas. Pero no pensaba rendirse tan fácil. Si correr no era una opción, caminar tendría que serlo. "Por poco que avance, llegaré," pensó.
Con pasos lentos y mucho esfuerzo, logró salir de la propiedad y se detuvo en un camino que daba a los alrededores. Pero lo único que vio fue bosque y una pradera interminable. Nada que indicara un pueblo cercano o siquiera un camino hacia la civilización.
Se llevó una mano a la frente y dejó escapar un suspiro.
—"¿Es en serio? ¿Cómo se supone que llegue al pueblo si no hay nada aquí? ¿Acaso esta gente vive aislada en medio de la nada? Maldita novela absurda."
Frustrada, se sentó en una roca cercana, dejando caer su peso como si hubiera caminado una eternidad. Un diente de león crecía cerca, así que lo arrancó y empezó a soplarlo para matar el tiempo. Nada más podía hacer.
Miró hacia el horizonte y luego al camino de tierra. Si iba caminando de poquito, seguramente podría llegar al pueblo.
—"¿Qué tan lejos puede estar?" se preguntó con optimismo, aunque sabía que la respuesta probablemente iba a arruinarle el día.
Levantándose con un esfuerzo digno de una anciana, Clara comenzó a caminar, preguntándose cómo demonios había acabado en esta situación. Cada paso era una lucha, pero tenía un objetivo: averiguar en qué parte de la novela estaba y, más importante, si podría sobrevivir lo suficiente para salir de ese lío.
"Si tan solo tuviera un maldito caballo..." murmuró mientras seguía adelante, ignorando el bosque interminable que parecía burlarse de su lentitud.
Aranza llevaba ya casi tres horas caminando, y el cansancio la estaba consumiendo. Sus pies dolían, el aire pesaba en sus pulmones y la idea de continuar parecía más absurda con cada paso. Para colmo, recordó que su padre podría regresar en cualquier momento a la mansión. Si la encontraba fuera de la casa, seguramente la castigaría, y conociéndolo, no sería algo menor.
Con el sudor recorriéndole la frente y la paciencia agotada, se detuvo al borde de lo que parecía un acantilado. Desde allí, el horizonte se veía espectacular: el sol bañaba las montañas lejanas con tonos dorados y naranjas. Por un momento, se permitió disfrutar de la vista, aunque su atención no tardó en desviarse hacia la caída mortal que tenía frente a ella.
—"Un salto y esto se acaba," murmuró con sarcasmo, aunque algo en su pecho se apretó al pensarlo.
De repente, un dolor punzante atravesó su pecho. Sin previo aviso, su cuerpo colapsó. Aranza se desmayó, cayendo por el acantilado.
Clara abrió los ojos. Otra vez estaba allí. En esa extraña sala, rodeada por las risas burlonas de los espíritus. La "gota", siempre tan odiosa, reía con más ganas que nunca mientras otros espíritus aplaudían y charlaban entre ellos.
—"¡Paguen! Yo adiviné," anunció la gota con orgullo.
Clara, aún aturdida, se levantó lentamente, incrédula.
—"¿Qué demonios está pasando?" preguntó, llevándose una mano a la cabeza.
La gota se giró hacia ella con una sonrisa de lo más irritante.
—"Oh, Clara. Mientras tú luchas por sobrevivir, nosotros hacemos apuestas. Es divertido, ¿no crees?"
La indignación de Clara era colosal.
—"¡¿Apuestas?! Mientras yo, LA GRAN CLARA, me desangro, me pierdo y me muero, ¿ustedes están aquí divirtiéndose?"
La gota flotó hacia ella, tan tranquila como siempre.
—"Bien, como has sido tan perseverante, te diré un secreto."
Clara cruzó los brazos, mirándola con una mezcla de ira y curiosidad.
—"La enfermedad de Aranza no es solo debilidad. Tiene ataques repentinos de desmayos en cualquier lugar y en cualquier momento. Eso, combinado con la falta de ejercicio, hace que su cuerpo sea tan frágil. En esa época, ya sabes, la medicina no era lo mejor. En lugar de ayudarla, la mantenían en cama, debilitándola aún más."
Clara apretó los puños y dio un paso hacia la gota.
—"¿Y por qué no dijiste esto antes, pedazo de idiota? ¿Sabes todo lo que he pasado?"
—"Porque es divertido," respondió la gota, soltando una risita.
Clara, furiosa, se lanzó hacia la gota para atraparla.
—"¡Te mataré, maldita gota del demonio! ¡No puedo más contigo!"
Los espíritus observaban la escena, riendo y señalando mientras Clara perseguía a la gota por toda la sala. Justo cuando estaba a punto de atraparla, la gota se detuvo en seco.
—"¡Paz, paz! Si me dejas, te daré otra clave."
Clara se detuvo en seco, levantando una ceja.
—"¿Hay más?"
La gota asintió, sonriendo triunfante.
—"Por supuesto. Aquí va: cada vez que mueras, volverás al punto de partida. Donde despertaste por primera vez en esta novela. Ahora, adiós."
Antes de que Clara pudiera responder, el remolino la tragó de nuevo.
Clara despertó en la cama, otra vez. Esta vez dejó que las criadas la atendieran, pero apenas se libró de ellas, volvió a escapar. Corrió con determinación... solo para encontrarse con un lobo enorme que la devoró.
—"¡Mierda!"
Volvió a la sala, pero esta vez no esperó ni un segundo. Se lanzó al remolino por su cuenta, repitiendo el ciclo una y otra vez. Desmayos, lobos, caídas. Cada intento terminaba en una muerte absurda, y cada muerte la llevaba de regreso al inicio.
Finalmente, exhausta y con las ganas de luchar completamente desgastadas, Clara despertó nuevamente en la cama. Esta vez ni siquiera intentó huir.
Rodó los ojos, dejándose caer de nuevo sobre las almohadas.
—"Esto es una mierda."
Y ahí estaban otra vez las criadas, listas para atenderla como si nada hubiera pasado. Clara simplemente cerró los ojos y decidió rendirse, al menos por el momento.
Ves: mirar, observar, ver
vez: repetir