El Traidor

Para Rómulo era un poco desconcertante de que, a pesar del cambio en la relación entre ambos, Katherine aún mantenía cierta distancia.

—Katherine…

Su tono fue mesurado, pero directo.

—A veces siento que aún me mantienes a raya.

Katherine se tomó unos segundos antes de responder y su mirada se perdió en la ciudad iluminada, como si la pregunta la hubiera tomado por sorpresa y finalmente, exhaló con calma.

—No es personal, Rómulo.

Tomó su copa con tranquilidad.

—Es solo que tengo cosas más importantes en qué pensar.

Katherine nunca se engañó a sí misma y a pesar de la intimidad que compartía con Rómulo, sus prioridades siempre estuvieron claras y no había espacio para ilusiones románticas, ni para lazos que la ataran, solo quería ser libre.

Y su plan de salida ya estaba en marcha y mientras él dormía a su lado, ella permanecía despierta, mirando el techo, calculando cada movimiento, y cada recurso, o ruta de escape.

Rómulo se dio la vuelta y la sujetó por la cintura y creía que la tenía cerca, y que había una conexión entre ellos, pero ella no era suya y no le guardaba resentimiento, porque Rómulo nunca la lastimó, y nunca fue cruel, sin embargo, Katherine sabía la verdad y él amaba a otra mujer.

No era odio lo que la alejaba, sino la simple certeza de que ella no estaba destinada a él.

Cada vez que él la miraba con deseo, ella le devolvía la mirada con un poco de cálculo, porque sabía que no había nada más efímero que el deseo de un hombre y por eso no había espacio para dudas ni titubeos.

El vuelo de regreso al país transcurrió sin contratiempos y al  aterrizar, se mudaron a un departamento perteneciente a la familia León, bastante acogedor, en una zona exclusiva de la ciudad capital.

Los primeros días fueron curiosamente tranquilos, sin presiones, ni  compromisos, una noche, mientras cocinaban juntos, Rómulo se apoyó en la encimera y la miró con curiosidad.

—No imaginé que supieras cocinar tan bien.

Katherine soltó una leve sonrisa sin mirarlo.

—Tal vez solo quería impresionarte.

Rómulo sonrió con suavidad.

—Lo lograste.

Se quedó en silencio unos segundos antes de añadir:

—Es agradable, ¿no?

Katherine levantó la vista con curiosidad.

—¿El qué?

Rómulo gesticuló alrededor.

—Esto.

Se cruzó de brazos con cierta despreocupación.

—Cocinar juntos.

Miró la cazuela con un destello entretenido en los ojos.

—Ver series sin preocupaciones.

Su tono bajó apenas cuando concluyó.

—Olvidarnos del resto por un rato.

Katherine ladeó la cabeza con algo de reflexión.

—Sí…

Se giró hacia él antes de sonreír con ligereza.

—Es extraño, pero sí.

Las noches seguían el mismo patrón, veían series acurrucados en el sofá, sin hablar de problemas, ni hacer planes, simplemente hacían el amor de forma desenfrenada y por un instante, parecía que realmente eran una pareja sin complicaciones.

Pero Katherine sabía que no podía durar para siempre y la realidad golpeó más rápido de lo que esperaba.

Rómulo fue llamado a visitar la casona presidencial junto a Katherine, la casona familiar porque su padre quería que cenaran juntos.

El teléfono vibró sobre la mesa, interrumpiendo el silencio de la habitación y Rómulo miró la pantalla con fastidio porque era Carmelo Carmona.

Soltó un suspiro pesado antes de contestar.

—Papá.

Su tono fue controlado, pero distante, y del otro lado de la línea, la voz del hombre fue más entusiasta de lo que esperaba.

—Rómulo, querido hijo, regresaste al país y aún no has venido a visitarnos.

La expresión de Rómulo se endureció, Carmelo nunca llamaba sin motivos ocultos.

—¿Qué necesitas Papá?

Carmelo sonrió con esa naturalidad estudiada.

—Mi hijo tan directo como siempre.

Hizo una breve pausa antes de soltarlo.

—Te espero esta noche en la casona presidencial.

El peso de esa frase hizo que Rómulo se reclinara en su asiento.

—¿Con qué motivo?

Sabía que no podía rechazar la invitación sin levantar sospechas, pero tampoco quería asistir.

—Una cena familiar.

Carmelo sonaba tan relajado que Rómulo supo que era una trampa.

—Tengo otros compromisos.

Intentó esquivarlo, pero Carmelo no mordió el anzuelo.

—No te preocupes, que ya me aseguré de que tu agenda esté despejada.

Su tono bajó apenas, con una sutileza peligrosa.

—No hagas que tenga que enviar por ti.

Rómulo apretó la mandíbula porque no había escapatoria y no podía negarse sin consecuencias, tomó aire lentamente antes de responder.

—Nos vemos en la noche.

Carmelo soltó una risa ligera.

—Así me gusta y recuerda venir con tu esposa

La llamada se cortó y Rómulo se quedó con el teléfono en la mano, sintiendo el peso de la obligación que no pudo esquivar.

La cena sería mucho más que una simple cortesía y lo sabía perfectamente, Katherine se giró desde el sofá con curiosidad.

—¿Qué pasa?

Rómulo exhaló con pesadez antes de responder.

—Mi padre quiere que vayamos a cenar a la casona presidencial.

Katherine se reclinó en el asiento con calma.

—¿Y vas a ir?

Su tono fue directo, pero sin expectativa, y Rómulo la miró con un matiz de frustración.

—No tengo opción y por cierto debemos ir los dos.

El momento idílico había terminado y en pocas horas tendrían que volver a enfrentar el mundo real.

Desde la llegada de Katherine y Rómulo a la casona presidencial, el ambiente se sintió pesado. Carmelo, con su actitud fría y escalofriante,

Mireya, con sus comentarios hirientes disfrazados de falsa dulzura,

Roberto, intentando ser amable, pero observando a Katherine con una mirada lasciva, y Verónica y Natalia, quienes eran blanco de los comentarios más despectivos, ocultos bajo falsa amabilidad.

Rómulo se sintió atado de manos y pies porque no podía cambiar la situación y  creyó que iba a perder el control, sintió la calidez de una mano sobre la suya era Katherine.

Sin mirarlo, simplemente lo sostuvo por un instante era una acción pequeña, pero suficiente para devolverle la estabilidad.

El resto de la velada transcurrió con una interacción relativamente normal o al menos así lo creyó Rómulo, hasta que la voz de Carmelo rompió la calma.

—No deja de ser curioso…

Se reclinó con una expresión de falsa reflexión.

—Siempre te he visto tan distante, Rómulo.

Tomó su copa con lentitud antes de añadir con tono estudiado:

—Pero hoy…

Giró su mirada con precisión hacia Katherine.

—Hoy pareces un esposo de verdad.

El silencio se sintió como un golpe seco sobre la mesa y Rómulo desvió la mirada con incomodidad.

Katherine, por su parte, mantuvo una expresión impecable, pero lo que realmente hizo que Rómulo perdiera la compostura, fue la mirada intensa de Natalia.

Hasta ese momento, ella había estado completamente fría e indiferente, conversando sin mirarlo directamente a la cara, pero cuando él finalmente la notó, su mano se quedó en el aire y  de repente, la comida le supo amarga.

Natalia no reaccionó, no hubo una expresión de dolor, ni enojo, solo vacío porque, aunque recién comenzaba a aceptarlo, Rómulo ya nunca más sería parte de su vida.

—¿Mi hermana y yo ya podemos retirarnos porque mañana tenemos clases?

—Si por supuesto Natalia pueden irse a dormir.

—Gracias tío, buenas noches para todos

El resto de la velada, Rómulo estuvo absorto en sus pensamientos.

Era lo esperado, pero, aun así, se sentía triste, la llamó niña, pero al final, Natalia se comportaba de manera más adulta que él.

Sabía que el tiempo que había compartido con Katherine no había sido malo, por el contrario, fue una experiencia maravillosa y tal vez, lo único que lo ayudaba a soportar esta situación y que podía mantenerlo enfocado para olvidar a Natalia.

Porque ella no solo era su prima, sino que, al insistir, la estaba poniendo en peligro, Carmelo había sido meticuloso en la elección de los invitados, pero Rómulo seguía sin entender por qué su padre insistió en esta cena y mientras jugaba con el tenedor entre sus dedos, Katherine lo miró de reojo.

—Si sigues haciendo eso…

Su tono fue bajo, pero preciso.

—Van a notar que algo te inquieta.

Rómulo levantó la vista con una leve sonrisa sin humor.

—¿Y cómo sabes que algo me inquieta?

Katherine se reclinó con elegancia en su asiento.

—Porque tienes una expresión de alguien a quien le cuesta tragar.

Rómulo soltó un leve suspiro antes de admitirlo.

—Es esta cena.

Miró su copa con un destello de reflexión.

—No entiendo por qué mi padre insistió en reunirnos aquí.

Katherine sostuvo la mirada por unos segundos,

Antes de responder con serenidad.

—Porque algo quiere de ti.

Su tono fue impecable, sin sombra de duda y Rómulo se quedó en silencio, porque sabía que ella tenía razón, pero la pregunta seguía flotando en su cabeza ¿Qué era lo que Carmelo realmente quería?