Sexto libro de la saga colores.
Tras seis años encerrada en un convento, Lady Tiffany Mercier encuentra la forma de escapar y en su gran encrucijada por conseguir la libertad, se topa con Chester Clark, un terrateniente que a jurado, por motivos personales no involucrarse con nadie de la nobleza.
NovelToon tiene autorización de thailyng nazaret bernal rangel para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
6. Las lecciones
...CHESTER:...
Volví muy tarde a la casa y después de bañarme fui a la cocina. La Señorita Tiffany había dejado la comida lista y tapada. Entendía que era muy tarde y que ya debía estar dormida.
Comí en silencio y luego me marché a acostarme.
Observé hacia el escritorio, todo estaba pulcro y ordenado.
La señorita Tiffany era buena con la limpieza y muy eficiente en todo, seguramente aprendió eso con la estricta forma en la que fue adoctrinada.
No dejaba de preguntar la razón de su huida, me intrigaba cada vez más, aunque no era mi problema, no podía evitar sentir curiosidad.
Recordé cuando la hallé dentro de mi carreta, lo mucho que suplicó para que no la delatara y luego al ver a esa monja castigando a las otras, no pude hacerlo.
Mi cabeza no dejaba de dar vueltas en las razones detrás de tanta desesperación, seguramente arrodillarse no era el único castigo para implementar.
Sospechaba de que huyó por eso.
Casi siempre estaba seria o con expresión apática, nunca había sonrisas.
No sabía porque me interesaba tanto saber más.
Recordé los pies y de inmediato sentí un endurecimiento. Bajé mi mirada a mi regazo.
Maldito pervertido.
Mejor no pensar en eso.
Aparté las mantas cuando un grito me puse de pie de inmediato.
Otro seguido y unos balbuceos extraños.
Era ella.
Venía de su habitación.
¿Qué le estaba ocurriendo?
Tomé una lámpara de la mesita y me apresuré hacia afuera.
El silencio volvió cuando me detuve frente a su puerta.
— Señorita ¿Se encuentra bien?
Estaba a punto de tomar la perilla cuando oí su voz.
Era una pesadilla.
Me desconcertó.
¿Qué clase de pesadilla sería capaz de hacer gritar con sufrimiento?
...****************...
Iba conduciendo la carreta hacia las tierras arrendadas, hoy tocaba ir a la escuela y la señorita Tiffany iba sentada en la parte delantera, a mi lado, revisando mis apuntes.
Cuando le dije que iríamos en la carreta se sintió más aliviada.
Sus mechones dorados se movían, rozando su frente y sus labios rosa permanecían entre abiertos.
No sabía que era lo que me ocurría, pero a cada instante sentía una tensión dentro de mis pantalones.
— ¿Qué es lo que más se le dificulta? — Preguntó y aparté mi vista hacia el camino cuando me observó — Oh, vamos, no sienta vergüenza, yo le ayudaré.
— No es vergüenza — Me acomodé el sombrero.
Estaba haciendo mucho sol y la señorita Tiffany iba cubierta hasta el cuello. Siempre elegía vestidos así, mi madre usaba uno que otro escote, suponía que era la costumbre, las monjas nunca mostraban piel.
¿Para qué rayos querría que se colocara algo más descubierto?
Me moví en mi asiento.
— Podríamos ir adelantando.
— Usted será la ayudante de la institutriz, no la institutriz.
Resopló — Eso no significa que no pueda ayudarle. Debería sentir menor pena si me pregunta a mí, no está frente a muchos estudiantes ni ante una institutriz amargada.
Me reí — ¿Institutriz amargada? Ni siquiera la conoce.
Merida era joven y demasiado atenta.
Me estremecí, la mayor razón por la que no aprendía era que ella se empeñaba darme lecciones privadas y las usaba como excusa para seducirme.
— Todas son amargadas.
— Seguramente lo dice porque a usted le tocaron así — Dije y se encogió de hombros.
— Aquí hay muchos errores — Comentó, ojeando la libreta.
— Deme eso — Gruñí, extendiendo mi mano pero la alejó.
— Deje de ser tan orgulloso, debió aprender antes si le avergüenza tanto.
La evalué — No debería decirme como debo ser, pasé toda mi vida ayudándole a mi padre en el trabajo, éramos pobres y no podían facilitarme una institutriz o un tutor, por eso no aprendí antes. Para los campesinos, el trabajo es el sustento, no hay tiempo para pensar en otras cosas.
Se apenó — No quise decir que no quiso aprender.
— Si fuera un noble, tuviera una buena educación, una fortuna para gastar y tiempo de sobra.
— No es tan sencillo... — Guardó silencio a media frase y la observé.
— ¿Usted sabe sobre nobleza?
— No, pero en todas las clases sociales hay ventajas y desventajas.
Observó el camino.
— Nunca hay desventajas.
— ¿Cómo está tan seguro de eso? — Arqueó las cejas.
Suspiré — En su juventud, mi padre era capataz de una hacienda que pertenecía a un noble — Volvió su atención a mí — En una oportunidad, llegó la esposa del noble y se quedó por un tiempo, mi padre se enamoró como loco de esa mujer y tuvieron un romance — Ella se sorprendió — Pero, cuando llegó el noble, ella se marchó con él y abandonó a mi padre, así que renunció, en el camino lo rodearon unos maleantes y lo golpearon hasta casi matarlo. El noble los había mandado porque supo de la aventura.
— ¿Por qué me cuenta eso?
— La gente de la nobleza nunca se mezcla con la gente común y si lo hacen, siempre salen lastimados los que no poseen poder ni fortuna, los nobles tienen las cosas más fáciles, pueden hacer y deshacer, siguiendo con sus vidas sin problema.
Se quedó pensativa.
— ¿Entonces odia a los nobles?
— No, pero estoy claro en que no soy igual y que no debo involucrarme como lo hizo mi padre, porque solo me darán la espalda.
Incluso él me dió la espalda, ahora prefería a su hijo noble que a mí, olvidando por completo lo que le sucedió en el pasado y que Sebastian nunca podría tener su apellido.
Ella se cruzó de brazos y no siguió conversando.
— ¿De qué era su pesadilla? — Me atreví a preguntar y noté como se tomaba rígida.
— No es nada relevante — Cortó, sin observar hacia mí.
— Para no ser algo relevante, daba gritos muy fuertes.
— Soñé que me estaba persiguiendo un oso gigante y que quería comerme — Dijo, cruzando sus brazos.
Observé como encajaba los dedos en sus brazos.
...****************...
La escuela quedaba en la parte alta de las tierras arrendadas, era una casa de madera con dos pisos.
Entré junto a la señorita Tiffany por las puertas dobles.
Había un largo pasillo con dos salones.
Me aproximé a uno.
Merida estaba con un libro en las manos.
Cuatro niños, dos niños y dos niñas, prestaban atención desde una larga mesa.
— Con permiso — Dije y pausó las indicaciones.
— Oh, Chester, siéntate, apenas estoy empezando las lecciones.
Los niños me observaron y soltaron risitas.
La señorita Tiffany entró al salón y los niños cambiaron a expresiones asombradas.
Merida notó la presencia de mi acompañante.
— Supongo que la duquesa le ha notificado sobre la ayudante que a puesto a su cargo.
— Oh, si, cierto.
— Ella es la Señorita Tiffany Meriel y será la nueva ayudante — La presenté y la institutriz la observó detenidamente.
Ella hizo un saludo, inclinándose.
— Mucho gusto, señorita.
— Es un placer conocerte, Tiffany — Le reparó el cabello.
La señorita Tiffany observó a los niños.
— ¿Estos son los pequeñines de la clase?
— Así es. Niños, saluden a la señorita Tiffany, ella nos acompañará a partir de hoy para ayudar en las lecciones — Informó Merida.
— ¡Buenos días, señorita Tiffany! — Saludaron los niños a unísono.
— Buenos días — Dijo ella, sonriendo por primera vez, me quedé sumergido en ese gesto — Quisiera saber sus nombres.
Los niños empezaron a presentarse.
— Chester toma asiento — Dijo Merida y me sobresalté.
Merida tenía el cabello negro y rizado, atado a un rollo, la piel blanca y los ojos verdes.
Caminé hacia un asiento, en el extremo más alejado de la mesa.
— Chester... ¿Ella es tu novia? — Susurró uno de los niños, observando a la señorita Tiffany.
— No, presta atención a la clase.
— Entonces será mi novia — Susurró el otro niño mientras Tiffany hablaba con las pequeñas.
— Silencio — Gruñí, demasiado irrespetuosos.
— Se ve que te gusta — Rió el otro niño, mientras la institutriz escribía algo en el pizarrón de madera — La señorita Merida se pondrá celosa.
Me tensé.
— Dejen de inventar tonterías.
— Oigan, par de parlanchines, presten atención — Dijo la señorita Tiffany y en seguida se callaron.
— Copien eso en sus hojas — Ordenó Merida e hice lo que pude en la mía, tomando una pluma con un tintero de la mesa.
Era demasiado humillante tener que ver lecciones con niños de ocho años, me sentía como un burro.
Pocos fueron los adultos que se atrevieron a querer aprender, algunos renunciaron y otros avanzaron más rápido en lo básico.
Yo no lograba pasar de lo básico.
Era un cabeza hueca.
— Señorita Tiffany, venga acá — Dijo Merida, un poco seria al verla ayudando a uno de los niños a escribir una letra.
Caminó hacia ella y empezaron a hablar en voz baja.
— ¿Por qué tiene ese corte de cabello? — Preguntó una de las niñas, en voz baja — A mi mamá no le gusta que yo tenga el cabello corto, dice que es poco femenino, pero a mí me parece cómodo y lindo.
— Es un corte de niño — Resopló la otra niña — No se te verá bien a ti.
— A ella no deben regañarla sus padres.
Ni siquiera tenía padres.
Debía sentirse muy sola.
Tiffany estaba más seria, tomó asiento en uno de los escritorios y se quedó observando como Merida daba la lección, después de unos minutos parecía aburrida.
— ¿Hay alguna duda? — Preguntó Merida después de minutos de explicar sobre la clase.
Los varones empezaron a levantar las manos.
— Señorita Tiffany, échele una mano a los varones — Ordenó Merida.
Ella se levantó animada y se sentó en la silla que había de por medio entre los niños.
Se veía muy dedicada mientras corregía a los pequeños.
— Señor Chester ¿No tiene alguna duda? — Preguntó Merida, deteniéndose a mi lado.
— Tengo algunas...
— Quédese después de la clase — Dijo, elevando una comisura y alejándose, sin dejarme preguntar.
Noté la mirada de Tiffany.
— ¿Creen que el señor Chester necesita ayuda?
— Si, es un poco torpe — Dijo uno de los niños y le lancé una mirada de enojo.
Ella se levantó y fue hasta mi lado, acercando una silla.
Tomé una postura erguida mientras observaba mi hoja, estaba demasiado cerca y un olor a esencia de corteza me llegó a mi nariz.
Ese era la esencia que yo solía usar para bañarme.
Ella lo estaba usando.
Oler mi esencia en ella me hizo endurecerme nuevamente.
¿Cómo se atrevía a usarla sin mi permiso? La imaginaba colocándose en su piel, era como si una parte de mí estuviese prendada en ella.
Era sumamente erótico, tanto como verla descalza.
Me empezó a dar indicaciones de como debía escribir y tuve que tomar mucha fuerza de voluntad para concentrarme.
— Puedo hacerlo solo — Gruñí para que se alejara y se calló en seco.
— Como quiera.
Se alejó un poco enojada y me percaté de la mirada de Merida.
— Con razón estás tan solo, no sabes tratar a las chicas — Susurró uno de los mocosos.
...****************...
Las lecciones terminaron y los niños salieron corriendo del salón.
— Chester ¿No te quedarás? — Preguntó Merida cuando me dispuse a salir junto a la señorita Tiffany.
— ¿Puede esperar unos minutos afuera? — Le pregunté, observándola.
— No se tarde demasiado — Dijo, con una expresión indiferente.
Salió del salón y Merida cerró la puerta.
— Solo me quedaré si me enseña sobre la escritura.
— ¿Por qué tan serio? — Preguntó, tocando mi pecho — Te extraño, vamos a la casa.
— No... No puedo, Tiffany...
— ¿Tienes algo con ella? — Preguntó, con el ceño fruncido.
— No, pero vine con ella y no voy a dejarla esperando mucho tiempo.
Bajó su mano y tocó por encima de mi pantalón, estaba endurecido, pero era a causa de la señorita Tiffany.
— Creo que él opina otra cosa — Susurró contra mis labios y me robó un beso mientras me desataba el cinturón, empezó a tocarme mientras movía sus labios.
— No deberíamos hacer esto aquí, es el salón y...
— Dame un poco de alivio, me tienes descuidada.
Accedí a ser su amante hace meses, pensé que eso no me retrasaría en las lecciones, pero Merida estaba dandole más interés al placer.
— No es apropiado — Me tenía agarrado, así que era difícil con el placer que me estaba dando su mano.
— Vamos, un poco, podemos ir al almacén — Señaló la puerta a la izquierda al fondo.
— No estoy avanzando nada en las lecciones...
Su mano hizo un movimiento y me besó.
La puerta se abrió y me quedé tenso.
La señorita Tiffany se cubrió la boca.
es justo que trate de rehacer su vida y que mejor que con quién dejo una historia inconclusa.
lo que siente Chester es lógico para el su padre era su única familia y compañía se siente desplazado, pero era cuestión de comunicarse y aclarar sus sentimientos