LA VIUDA DE BLANCO

Tomé mi teléfono y le respondí el mensaje a Donatello, dejándole muy claro que no debía tomarse atribuciones que no le correspondían.

"Gracias por preguntar, pero no necesito que te preocupes por mí. Solo fue un mal día. No te tomes atribuciones que no te corresponden. No estoy buscando nada".

Envié el mensaje y me sentí aliviada. Había establecido límites claros.

Pero al instante, recibí una respuesta de Donatello.

"Entiendo. Solo quería asegurarme de que estuvieras bien. No tengo intenciones de sobrepasar límites. Pero ¿puedo preguntarte algo?"

Me sentí intrigada. ¿Qué quería preguntar?

"¿Qué?", respondí.

"¿Por qué siempre te escondes detrás de esa armadura? ¿Qué te hace tener tanto miedo de dejar que alguien se acerque a ti?"

Me congelé. ¿Cómo sabía eso? ¿Cómo podía ver más allá de mi fachada?

No sabía qué responderle hasta que decidí decirle la verdad.

"Los sentimientos no están entre mis prioridades", le escribí. "Desde que me pasó lo que me pasó, he aprendido a mantenerme alejada de ellos. No quiero volver a sentir ese dolor".

Envié el mensaje y me sentí aliviada. Había sido honesta.

Pero al instante, recibí una respuesta de Donatello.

"Entiendo. Pero ¿no crees que estás perdiendo la oportunidad de sentir algo real? Algo que podría hacer que valga la pena arriesgarte de nuevo?"

Me sentí molesta. ¿Quién era él para cuestionar mis decisiones?

"No necesito que nadie me diga qué es lo mejor para mí", le respondí. "He pasado seis años reconstruyendo mi vida. No voy a dejar que alguien la destroce de nuevo".

Donatello no respondió inmediatamente. Me pregunté si había sido demasiado dura.

Pero luego, recibí un mensaje que me hizo dudar.

"Respeto tu decisión, Bella. Pero quiero que sepas que estoy aquí, si alguna vez necesitas alguien que te escuche".

Me sentí confundida. ¿Por qué estaba siendo tan amable conmigo?

Me quedé pensando en las palabras de Donatello. ¿Por qué estaba siendo tan amable conmigo? ¿Qué quería de mí?

Decidí no responderle. No quería darle esperanzas ni hacer que pensara que estaba interesada en él.

Pero no podía sacar de mi mente su mensaje. "Estoy aquí, si alguna vez necesitas alguien que te escuche".

Me sentí vulnerable. Nadie me había ofrecido escuchar y comprender en mucho tiempo.

Al día siguiente, me encontré con Donatello en una reunión de trabajo. Me evitó mirarme a los ojos, pero podía sentir su presencia.

Me sentí incómoda. ¿Por qué me afectaba tanto su presencia?

Después de la reunión, me dirigí a mi oficina. Donatello me siguió.

"Bella, necesito hablar contigo", dijo, cerrando la puerta detrás de él.

Me sentí nerviosa. ¿Qué quería decirme?

"¿Qué es?", pregunté, intentando mantener la calma.

Donatello se acercó a mí, su mirada intensa.

"Quiero que sepas que no estoy buscando nada de ti", dijo. "Solo quiero ser tu amigo. Quiero ayudarte a superar lo que te pasó".

Me sentí conmovida. Nadie me había ofrecido amistad y apoyo de esa manera.

Al ver la cara de Donatello y ver que en sus gestos había sinceridad, decidí decirle que tomara asiento para poder dejarle muy clara la situación.

—Siéntate, Donatello —dije, señalando la silla frente a mi escritorio.

Donatello se sentó, su mirada se fijó en mí.

—Gracias por ofrecerme tu amistad —comencé—, pero necesito que entiendas algo. Mi pasado es complicado, y no estoy lista para abrirme a nadie.

Donatello asintió, su expresión comprensiva.

—Entiendo —dijo—. Pero quiero que sepas que no estoy aquí para juzgarte ni para hacer que te sientas incómoda. Solo quiero ayudarte.

Me sentí conmovida por su sinceridad.

—Agradezco tu oferta —dije—, pero no sé si puedo aceptarla. Mi corazón está... —pausé, buscando las palabras adecuadas— cerrado. No sé si puedo abrirlo de nuevo.

Donatello se inclinó hacia adelante, su voz baja y suave.

—Bella, no tienes que abrir tu corazón para mí. Solo quiero ser alguien en quien puedas confiar. Alguien que te escuche sin juzgarte.

Su mirada era tan intensa que sentí que podía ver dentro de mí.

—¿Por qué? —pregunté, curiosa—. ¿Por qué quieres hacer esto por mí?

Donatello sonrió, su sonrisa suave.

—Porque creo que eres una persona increíble, Bella. Y creo que mereces ser feliz.

Me sentí conmovida por sus palabras. Nadie me había dicho algo así en mucho tiempo.