Imagina un mundo donde lo virtual y lo real se entrelazan, y tu supervivencia depende de tu habilidad para adaptarte.
Aquí conoceremos a Soma Shiro, un joven gamer que recibe un misterioso paquete que lo transporta a NightRage. En este mundo, debe asumir el papel de guerrero, aunque con una peculiaridad, lleva una espada atorada en la boca.
NightRage no parece ser solo un juego, sino un desafío extremo que pone a prueba sus límites y su capacidad para confiar en los demás. ¿Logrará Shiro encontrar la salida, o quedará atrapado en este mundo para siempre?
NovelToon tiene autorización de Sagigetzu para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 5
Elizabeth asintió con una sonrisa agradecida, y los tres se dirigieron a la posada para descansar. Una vez allí, el reparto fue algo improvisado, Tsukasa se tiró al suelo con una manta, Elizabeth ocupó la única cama decente, y Sagi, sin mucho más que hacer, se quedó despierto, mirando su pantalla de estado.
Mientras los otros dos descansaban, Sagi aprovechó el silencio para revisar a fondo su personaje. En la pantalla, observó sus estadísticas actuales y el pequeño inventario que tenía, donde encontró la manzana que le habían
regalado. Investigando, notó varios slots de habilidades bloqueados, lo que le indicaba que aún había habilidades por descubrir.
Luego de revisar sus estadísticas, se fijó en la habilidad de "Proyectiles Fantasmas". Era parte de un árbol de habilidades, y parecía que el próximo poder solo estaría disponible cuando alcanzara el nivel 5. También descubrió algo curioso, la espada que llevaba en la boca, aunque no podía usarla para atacar, le daba un aumento de +5 de daño extra.
— Es irónico… —Pensó, sintiendo una mezcla de frustración y humor. Tengo más daño… pero no puedo atacar. Sin embargo, esto le dio una idea, si lograba encontrar otra espada con un buff interesante, quizás podría equiparla y aprovechar otros beneficios pasivos.
Mientras cerraba su pantalla, una chispa de emoción lo recorrió. Esto se está poniendo interesante, pensó, con una pequeña sonrisa en su mente.
El amanecer trajo consigo un aire fresco y revitalizante. El grupo estaba listo para su primera gran misión juntos. Tsukasa lideraba el camino, confiado como siempre, mientras Elizabeth ajustaba su bastón mágico y Sagi caminaba en
silencio, llevando una nueva espada en la boca.
Antes de salir del pueblo, habían hecho una parada en la tienda de armas. Aunque Sagi no podía hablar, había logrado hacerle entender al vendedor que quería una espada más grande.
Eligió una que se veía imponente y pesada, pero
que ofrecía un beneficio, un aumento en su maná. Su límite de maná, que antes era de 110, había subido a 130. Aunque no era una gran diferencia, Sagi sabía que esos 20 puntos extras podían marcar la diferencia en medio de una batalla
difícil.
Con pociones de vida, maná y otros suministros bien guardados en sus inventarios, el grupo marchaba en silencio hacia el bosque donde se encontraba la mazmorra. A medida que se acercaban, el ambiente se volvía más oscuro y la
tensión entre ellos crecía. Finalmente, llegaron a un claro apartado de la entrada.
Se escondieron tras unos arbustos, observando el área frente a la mazmorra. Las sospechas de Sagi se confirmaron, había alrededor de 20 goblins con nombres que resaltaban en color naranja sobre sus cabezas. Estos enemigos no serían fáciles de derrotar en grandes números. Pero lo que realmente les preocupaba eran los dos goblins gigantes con nombres en rojo, que custodiaban
la entrada misma de la mazmorra.
Estos enemigos representaban un peligro letal.
Sagi tragó saliva, o lo habría hecho si no tuviera la espada atascada en su boca. Miró a Tsukasa y a Elizabeth, evaluando su estado. Tsukasa, con su típico aire confiado, sonrió mientras miraba a sus compañeros.
—Escuchen, chicos —dijo, con una voz tranquila pero firme—. Sé que parece complicado. Esos goblins no son cualquier cosa, pero juntos podemos hacerlo.
Vamos a pasar y llegaremos lejos, lo prometo.
Sagi asintió, y Elizabeth, aunque algo nerviosa, sonrió con determinación. No había vuelta atrás. Con el plan en mente y el equipo listo, el grupo se levantó de su escondite y avanzó hacia la batalla.
La mazmorra esperaba, y con ella, la esperanza de encontrar al pequeño dragón de hielo. En la lejanía, en lo alto de una colina cubierta por la bruma de la mañana, una figura oscura se mantenía inmóvil, observando desde las sombras.
Su capa ondeaba ligeramente con el viento, mientras sus ojos se fijaban en el grupo que
avanzaba por el camino más abajo, Sagi, Tsukasa y Elizabeth, ajenos a su presencia.
Una sonrisa, apenas visible bajo la capucha, se formó en su rostro.
—Shiro... —murmuró, con una voz suave y cargada de malicia, apenas audible entre el viento—Al fin has llegado.
El hombre llevó los dedos, lentamente, hacia su rostro, como si estuviera disfrutando del momento, como un espectador que espera con ansias el clímax de una obra que ha esperado mucho tiempo para ver.
—Tantos años... —susurró para sí mismo, con un tono mezclado con una ligera nostalgia y burla
—Has crecido, pero sigues siendo el mismo... niño
ingenuo…Me pregunto cuánto tiempo tardarás en darte cuenta... —continuó, con una voz resonando en el aire con una extraña mezcla de dulzura y crueldad.
—Que este mundo no sigue tus reglas...
El hombre levantó una mano, y con un movimiento delicado, señaló a Sagi, como si estuviera llamándolo desde la distancia. Pero no hizo ningún gesto para
acercarse, se quedó en su lugar, observando, esperando. A su alrededor, la luz
del amanecer no lograba atravesar el aura de oscuridad que lo rodeaba, como si su propia presencia corrompiera el entorno.
—Ah, Shiro... —suspiro por última vez, esta vez con un toque de tristeza, como si lamentara lo que iba a suceder —Qué divertido será verte luchar contra lo inevitable. Pero esta vez... Este no es tu refugio, este mundo no se inclinará ante ti…
Un silencio pesado cayó sobre el lugar, y el hombre, después de una última mirada hacia el grupo, giró sobre sus talones. Mientras se alejaba, su figura pareció desvanecerse entre las sombras del bosque, como si nunca hubiera estado allí. La bruma lo envolvió, llevándose consigo el eco de sus últimas palabras.
—Hasta entonces, Shiro. Hazte fuerte... que el momento de reencontrarnos llegara pronto…