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ENTRE PLUMAS Y DESEOS

ENTRE PLUMAS Y DESEOS

Status: En proceso
Genre:Comedia / Amor prohibido / Amor a primera vista / Oficina / Aventura Urbana / Jefe en problemas
Popularitas:1k
Nilai: 5
nombre de autor: Cam D. Wilder

¿Qué pasa cuando tu oficina se convierte en un campo de batalla entre risas, deseo y emociones que no puedes ignorar?

Sofía Vidal nunca pensó que un simple trabajo en una revista cambiaría su vida. Pero entre reuniones caóticas, sabotajes inesperados y un jefe que parece sacado de sus fantasías más atrevidas, sus días pronto estarán llenos de sorpresas.

Martín Alcázar es un hombre de reglas. Siempre profesional, siempre en control... hasta que Sofía entra en su mundo con su torpeza encantadora y su mirada desafiante. ¿Qué sucede cuando una chispa se convierte en un incendio que nadie puede apagar?

"Entre Plumas y Deseos" es una comedia romántica llena de tensión sexual, momentos hilarantes y personajes inolvidables. Una historia donde las plumas vuelan, los corazones se tambalean y las pasiones estallan en los momentos menos esperados.

Atrévete a entrar a un mundo donde el humor y el erotismo se mezclan con los giros inesperados del amor.

NovelToon tiene autorización de Cam D. Wilder para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Encerrados

Pero justo antes de apartarse del todo, su mano, grande y cálida, rozó "accidentalmente" la de ella sobre el escritorio. Fue un contacto breve, casi insignificante, pero lo suficiente para que Sofía sintiera cómo el calor subía desde su mano hasta su cuello, instalándose en sus mejillas como un rubor que no podía controlar.

Martín se retiró hacia la puerta de su oficina, lanzándole una última mirada por encima del hombro antes de desaparecer. Sofía exhaló, dándose cuenta de que había estado conteniendo la respiración. Regresó la vista a su pantalla, pero las palabras que había estado escribiendo ahora le parecían un borrón.

¿Cómo se supone que iba a concentrarse con un hombre que convertía cada interacción en un juego de provocación calculada?

La fiesta de la revista era un espectáculo digno de una portada. El salón brillaba bajo las luces cálidas que caían en cascada desde los candelabros modernos, mientras la música suave envolvía el espacio con una energía relajada pero animada. Copas de vino tintineaban en brindis, las risas llenaban los rincones, y Sofía, finalmente lejos de la odiosa sala de suministros, empezaba a disfrutar de la noche. Había encontrado un refugio en la barra, donde el prosecco chispeante en su copa y las conversaciones livianas eran suficientes para olvidar su pequeño exilio.

Pero claro, la paz nunca duraba.

—Sofía, necesito que busques unos documentos urgentes en el armario de suministros. —La voz de Sergio, que siempre parecía a medio camino entre una petición amable y una orden imposible de rechazar, la sacó de su burbuja.

Ella parpadeó, incrédula.

—¿Documentos? ¿En plena fiesta?

Sergio, con su sonrisa traviesa habitual, simplemente levantó las cejas.

—Claro, porque nada grita "fiesta" como papel y carpetas —murmuró para sí misma mientras cruzaba el salón y se dirigía al rincón más anodino de la oficina.

El armario de suministros era todo lo que uno podía esperar: estrecho, frío y con un leve aroma a toner mezclado con desinfectante. Sofía suspiró mientras revisaba las estanterías, empujando cajas de papel y apartando carpetas, tratando de ignorar lo absurdo de su situación.

Entonces, un clic seco detrás de ella hizo que se girara rápidamente.

—¿Hola?

La puerta estaba cerrada. Muy cerrada. Y frente a ella, apoyado con toda la comodidad del mundo contra una de las estanterías, estaba Martín Alcázar. Su camisa blanca, desabrochada en el cuello, revelaba apenas un destello de piel, suficiente para que Sofía sintiera cómo el espacio ya reducido parecía encogerse aún más.

—Parece que la estrella de la revista tiene problemas de logística —comentó él, con esa sonrisa ladeada que podía hacer que cualquier respuesta sarcástica muriera en su garganta.

Sofía lo miró incrédula, entre el desconcierto y la irritación.

—¿Qué haces aquí?

—Sergio dijo que necesitabas ayuda. Pensé que debía ser algo importante.

Ella rodó los ojos, empujando la puerta con fuerza, pero no cedió ni un milímetro.

—Genial. Estamos encerrados.

El espacio, ya de por sí estrecho, ahora parecía claustrofóbico. Cada vez que alguno de los dos se movía, sus cuerpos se rozaban inevitablemente, y con cada roce, la temperatura en el armario subía un grado.

—¿Esto es un castigo divino? —preguntó Sofía, cruzándose de brazos, aunque el gesto solo hizo que sus dedos rozaran el pecho firme de Martín.

—No lo sé, pero si lo es, no me estoy quejando. —La mirada de Martín, lenta y deliberada, bajó de sus ojos a sus labios, deteniéndose justo el tiempo suficiente para que Sofía sintiera cómo su corazón comenzaba a acelerarse.

—No pienses ni por un segundo que esto es algo más que un inconveniente —dijo ella, intentando sonar firme, aunque su voz salió más suave de lo que esperaba.

Martín inclinó la cabeza, su sonrisa convirtiéndose en algo más íntimo.

—¿Un inconveniente? —susurró, acercándose apenas lo suficiente para que su aliento rozara la piel de Sofía—. Entonces, ¿por qué no te alejas?

Sofía quiso hacerlo. Lo intentó. Pero su espalda chocó con las frías estanterías, dejándola atrapada entre el metal y la calidez abrumadora de Martín.

—Porque… porque… —Las palabras se le enredaron en la garganta, especialmente cuando él inclinó la cabeza aún más cerca.

—Porque no quieres —murmuró Martín, su voz un susurro que parecía deslizarse por su piel como una caricia.

El aire entre ellos se volvió pesado, cargado de algo eléctrico que ninguna palabra podía romper. El leve sonido de la música y las risas desde el pasillo parecía llegar desde otro universo. Sofía no podía apartar la mirada de los ojos de Martín, oscuros y peligrosamente cercanos, mientras el calor en su cuerpo crecía en proporción a la cercanía entre ellos.

Entonces, el hechizo se rompió. Unos pasos firmes resonaron fuera, seguidos por el inconfundible chirrido de la puerta abriéndose de golpe.

—¡Ah, estaban aquí! —exclamó Sergio, asomándose con su habitual sonrisa de gato que acaba de comer al canario.

Sofía se apartó tan rápido que casi tiró una de las cajas, ajustándose la blusa mientras evitaba la mirada de Martín. Este, en cambio, parecía completamente tranquilo, como si no acabara de desatarse un huracán de emociones en ese pequeño armario.

Cuando salieron al pasillo, la brisa fresca fue un alivio para Sofía, aunque no suficiente para enfriar el calor que aún sentía en su piel. Pero mientras caminaban hacia la fiesta, no pudo evitar pensar que, quizás, esa puerta nunca debió abrirse tan pronto.

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Ana Karen Gascon
Hola cómo están
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