En un reino deslumbrante, la princesa Ailén se encuentra atrapada entre el deber y el deseo. Casada con Elian, el príncipe de un corazón frío, descubre la traición en su matrimonio mientras su corazón se inclina hacia Kael, un hombre sin títulos pero de fervor inigualable. En un palacio lleno de intrigas y secretos, Ailén debe elegir entre mantener la estabilidad del reino y seguir el anhelo que desafía todas las normas.
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Capitulo 6
Finalmente, después de lo que parece una eternidad, el carruaje llega a las afueras de la ciudad. Las murallas antiguas se alzan frente a nosotros, y el bullicio del mercado se hace cada vez más evidente. El carruaje se detiene en una de las puertas principales, y los guardias abren el paso con una mezcla de respeto y curiosidad.
Cuando salgo del carruaje, la cálida brisa de la ciudad me envuelve, y el aroma de pan recién horneado y especias exóticas llena el aire. Me tomo un momento para respirar profundamente y absorber la energía del lugar. Eden se baja del carruaje y se agarra de mi mano, mientras Elara, con una sonrisa tranquila, nos guía hacia el centro del bullicio.
Las calles están llenas de vendedores que ofrecen sus productos, desde frutas y verduras frescas hasta telas brillantes y joyas. El contraste con la elegancia y la rigidez del palacio es asombroso. La vida en la ciudad es caótica y vibrante, un soplo de aire fresco que me recuerda lo lejos que estoy de mi mundo cotidiano.
Caminamos por las calles, Eden se detiene para mirar con fascinación los colores y las formas de los productos en los puestos. Su entusiasmo es contagioso, y no puedo evitar sonreír mientras la observo.
—Es increíble, ¿verdad? —le digo a Eden mientras pasamos por un puesto de dulces. Su rostro se ilumina con una sonrisa radiante.
—Sí, princesa. Nunca había visto tantas cosas diferentes antes —responde ella, sus ojos brillan de emoción.
Elara nos sigue de cerca, siempre atenta y vigilante, mientras yo disfruto de la libertad momentánea que me brinda el estar lejos del palacio. Este día en la ciudad no solo es un escape físico, sino también una oportunidad para conectar con la parte de mí que se siente perdida entre las reglas y las expectativas del palacio.
Pasamos por varios puestos, compramos algunas cosas simples y saboreamos una comida ligera en un pequeño café. Eden parece estar en su elemento, y sus risas y asombro me llenan de una alegría que había estado ausente en mi vida cotidiana.
El bullicio de la ciudad ha comenzado a disminuir al caer la tarde, y me encuentro explorando uno de los mercados más coloridos. Entre la multitud, un puesto en particular llama mi atención. Está lleno de frutas exóticas y desconocidas, sus colores vibrantes y formas extrañas despiertan mi curiosidad. Me acerco al puesto, sintiendo una mezcla de asombro y desconfianza mientras examino una fruta que nunca antes he visto.
El anciano que atiende el puesto, de rostro arrugado y manos callosas, me observa con una mirada astuta. Veo que tiene una actitud amable pero cansada.
—¿Le gustaría probar esta fruta? Es algo raro, pero muy sabroso —dice el anciano, ofreciéndome una pieza de la fruta que me ha llamado la atención.
Me siento incómoda al recibir la oferta, no estoy acostumbrada a confiar en los plebeyos, y la idea de probar algo desconocido de manos de un vendedor callejero no me resulta agradable. Pero antes de poder rechazar educadamente, siento una presencia a mi lado y giro la cabeza.
Delante de mí, se encuentra un hombre que parece dominar el espacio a su alrededor. De piel morena, extremadamente alto, con un cabello azabache que cae en mechones desordenados y unos ojos de un azul penetrante. Su porte es imponente, casi desafiante, y a pesar de su apariencia algo descuidada, hay una elegancia en su presencia que no puedo ignorar.
A su lado, un joven casi tan alto como él, con piel más clara y cabello negro con mechones dorados, también está presente. Ambos llevan un arco y una espada desgastada, lo que sugiere una vida de aventuras y desafíos. El hombre moreno compra varias frutas y otros artículos del puesto, y parece estar en una conversación casual con el anciano.
El joven a su lado, con una actitud más reservada pero igualmente intrigante, observa el mercado con interés. Me doy cuenta de que estoy observando a este par más de lo que debería, y mi curiosidad se enciende.
Al regresar al carruaje, mi mente está llena de preguntas sobre esos dos hombres. ¿Quiénes son? ¿Qué hacen en la ciudad? La imagen del hombre moreno, especialmente, persiste en mis pensamientos.
Mientras abordo el carruaje, Elara y Eden se acomodan a mi lado. Sin embargo, antes de que podamos partir, un grupo de hombres se acerca al carruaje con actitud amenazante. Las voces son ásperas y las miradas, hostiles. Siento un escalofrío recorrer mi espalda mientras los hombres comienzan a rodearnos.
—¡Que se muevan! —ordenan, con una mezcla de desdén y exigencia.
Antes de que pueda reaccionar, el hombre moreno y el joven que lo acompaña aparecen en escena. El hombre moreno, con movimientos rápidos y precisos, se enfrenta a los agresores. Con una habilidad sorprendente, utiliza su arco para desarmar a uno de los atacantes y su espada para desviar los ataques de los otros.
El caos se desata mientras Elara y un caballero, en un acto reflejo, se posicionan para proteger a Eden. Dorian se mueve con una agilidad inesperada para alguien de su estatura, y Elara se muestra decidida y valiente, aunque claramente asustada.
El enfrentamiento dura unos minutos, pero para mí, parece una eternidad. Finalmente, el hombre moreno y su joven compañero logran ahuyentar a los agresores, que huyen por las calles con prisa. El silencio que sigue al conflicto es abrumador.
El hombre moreno se acerca al carruaje, y sus ojos se encuentran con los míos. Hay una mezcla de intensidad y determinación en su mirada. Me siento agradecida pero también incómoda ante su presencia inesperada.
El joven que lo acompaña se dirige a Dorian y Elara con una mirada de aprecio, mientras Elara no puede apartar los ojos de él, claramente impactada por lo que acaba de suceder. Dorian, por su parte, también parece fascinado por la habilidad del hombre moreno.
—¿Están todos bien? —pregunta el hombre moreno, su voz profunda y preocupada.
—Sí, gracias a ustedes —responde elara, intentando mantener la compostura. —¿Cómo se llaman?
—Dorian —dice. —Y este es mi amigo, Kael.
y que Elián se arrepienta de averla tratado mal.
y como en toda novela todo puede pasar,espero que ella tenga unos hijos hermosos.
y Elián sea que no puede dar hijos.