Hay mujeres que aman con fuerza, entrega y sacrificio. Rosario creyó que su matrimonio sería para siempre. Pero el que creía el amor de su vida no lo pensó así.
La historia de Rosario es la de muchas mujeres que lo dan todo en una relación y que al final comprenden que una relación es de dos.
Permítanme contarles la historia de ésta mujer común y corriente, una de nosotras.
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La Cofradía Camelia
Ver a mi pequeña Rosario con esa mirada, comprendí que había caído en las redes del amor. La conocía desde pequeña. Me vi reflejada en ella. Aunque era mayor que yo, mi amiga y hermana del corazón Ana la había criado muy inocente, alejándola de toda la maldad del mundo. ¿Sería este joven merecedor del amor de mi Rosario?
De pequeña se veía inteligente, y curiosa para su edad, cuando estábamos solas me preguntaba muchas cosas de mi niñez, de mi familia, de la relación con mi Amma, mis hermanos y por qué no me visitaba con ellos, y por supuesto de mi religión. Ana no profesaba creencia religiosa, había criado a su hija sola y enseñándole que había alguien bueno y protector, intangible, pero amoroso con las personas que lo merecían. En el fondo también veía así a mi creador.
Rosario se veía fuerte y segura de si misma con una madurez sorprendente, pero en el fondo seguía siendo una pequeña sin experiencia. Nuestra cofradía había sido cuidadosa con su educación, me sentía partícipe de la vida de mi niña. Ella junto a su madre, Odette y mi Señora Victoria eran todo lo que tenía y las únicas a las que podía llamar familia. La mía, la verdadera estaba guardada en el pasado, pero nunca ni un día había dejado de orar por ellos.
Tenía quince años cuando me enamoré de Alex, era tan inocente en esa época. Suponía que nuestro amor era tan grande que vencería todo. Hasta una relación obligada.
Pero como he pagado mi error, alejándome de mis hermanos y de mi Amma.
Estaba comprometida con Fuad Cobaise desde hacía cinco años, nuestros padres así lo habían decidido. Eso creía yo. Era costumbre de las familias árabes en el pueblo decidir lo mejor para los hijos. La colonia musulmana en la región era pequeña, por lo que los matrimonios se hacían entre los mismos integrantes de la colonia. La familia de Fuad pertenecía a la clase alta de los musulmanes de la región. Tenían muchas tierras y una barraca dónde aserraban todo tipo de maderas y nuestra familia era de mueblistas y ebanistas. Nuestro compromiso era un negocio en realidad, donde nuestra familia salía ganando. Papá era el más feliz.
Camelia era mi nombre, conocí a Alex cuando vino a la tienda a buscar un mueble para la empresa donde trabajaba. Me vió cuando limpiaba y abrillantaba los estantes. Creyó que era una empleada y me habló.
--Morena bonita, trabajas para los turcos?
Me gustó que alguien me dijera así, como no podía salir de casa los únicos hombres que conocía eran mis hermanos, y algunos invitados viejos que papá invitaba.
--No somos turcos, somos de Arabia Saudita. Le contesté.
--Con quien hablas Camelia? Me preguntó mi hermano Hasán.
No tenía permitido hablar con nadie. Menos mal que era él quien me había descubierto y no mi papá o mis otros hermanos. Ellos me hubieran castigado de inmediato.
--Es un cliente, Hasán.
Alex se había escondido, como para pasar desapercibido. Cómo en ese momento no me di cuenta del cobarde que era.
--Que desea joven?
--Estoy esperando que me entreguen un mueble para la empresa Ross- Blumer.
--Entregue su boleta por favor.
--En un momento se lo despacho, Camelia acompáñame.
--Cariño tu sabes que tienes prohibido hablar con extraños.
Claro que lo sabía, pero como toda jovencita quería ver el mundo. Y escuchar a un joven atractivo decir bonita, era emocionante.
--Lo lamento hermano, no lo volveré hacer.
--Que sea un secreto entre los dos. Menos mal que fuí yo. Estás tan llena vida, pero eres muy inocente.
Jamil Murube, mi padre, había emigrado a los quince años y llevaba treinta años viviendo en este país. Pero las tradiciones en casa se respetaban al pie de la letra. Mamá fue una novia pedida. La familia de papá en Arabia Saudita, negoció una novia enviando dinero y mamá viajó, nunca se habían visto antes, Hafsa mi madre tenía quince años cuando llegó, con una vieja maleta rota en dónde venía su humilde dote, unos aros de oro macizo y una pulsera de plata. La acompañaba su hermana Raisa un año menor, los padres de las muchachas eran ovejeros muy pobres. Y habían negociado los matrimonios de ambas, poco importaba que fueran adolescentes, que no conocieran a sus futuros maridos, y que tuvieran que viajar, les habían pagado muy bien, sobre todo por Hafsa, la más bonita y de caderas anchas. Mi papá quería una mujer árabe, que se sometiera a todo, no le servía cualquier muchacha del pueblo que no fuera musulmana
Hafsa era una joven educada desde niña para servir a su marido. Y aceptó todo como normal. Tuvo la suerte de parir cinco hijos, cuatro varones sanos y la menor una hembra hermosa con la cual podía negociar una buena dote para la familia.
No creo que haya habido amor alguna vez entre mis padres. Jamil nunca la trató con cariño, solo le hablaba de forma amorosa a sus hijos varones. Yo tenía siete años cuando vi a mamá ser golpeada por última vez por mi padre. Ella sin querer, se había tropezado con los largos vestidos que papá la obligaba a usar y había botado la olla del almuerzo. Él se levantó y de un solo golpe la derribó, gritándole en nuestro idioma de origen lo bruta que era. La levantó del pelo y cuando pensé que una vez más le iba a maltratar, él brazo de Hasán se interpuso, tomó el de papá y lo detuvo, tenía dieciocho años y era treinta centímetros más alto.
--Ya no más papá, basta!! nunca más. Es una buena mujer y la mejor madre. Se acabaron los golpes para mamá. La voz de mi hermano sonó con firmeza.
Él era el primogénito y el heredero de la mueblería, el que se haría cargo de la vejez de sus padres.
Lo miró duramente. Con la rabia latiendo en sus sienes.
--Te dió cuatro varones y la más hermosa niña de la ciudad, ella hará un buen matrimonio. Las palabras de mi hermano se habían cumplido
Lo había conseguido, la familia de Fuad Cobaise a diferencia de la nuestra era rica y tenían muchas hectáreas de tierra rica en árboles.
Fuad era un casanova, acostumbrado a seducir y llevarse cuánta muchacha a la cama. Por compromiso tuvo que asistir a una fiesta que hacía la comunidad musulmana. Estaba mirando a las muchachas jóvenes bailar, pero algo pequeño chocó con él y cayó. Ayudó a levantarla era una niña, con la mirada más impactante y hermosa que había visto, con unos ojos verdes gigantes enmarcadas en las pestañas que cualquier artista desearía pintar.
Camelia tenía diez años y ya era poseedora de una gran belleza unos ojos verdes enormes herencia de su madre.
Preguntó a un paisano quien era la bonita niña. Él que podía elegir a quien quisiera, y se encandiló con una muchachita pobre.
Dejó de mirarla y se fue a conversar con otras paisanos, se sentía asqueroso que una niña le produjera esos sentimientos. Trataba de apartar la vista pero como un imán la bonita sonrisa de muchachita lo atraía una y otra vez
Jamás miró a una niñita con otros ojos pero algo le decía que ella era la elegida. Cuando su padre le hablaba de matrimonio, salía corriendo o cambiaba el tema. Él era de otra generación. Su padre nunca volvió a casar. Su tía era la dueña de casa. Se comportaba como una mujer árabe, sometida y callada sin voz ni voto dónde la palabra del hombre era ley. Todo lo contrario a lo que él quería.
El buscaba otra cosa, quería alguien con quién gozar la vida, reír, jugar y llorar si fuese necesario.
Una mujer que sea su compañera, no un adorno para obedecer o una dadora de hijos.
El padre de Fuad no estaba feliz, quería una joven árabe pero de clase alta como ellos, no una muchacha pobre, que seguramente no sabía ni leer, pero su primogénito era testarudo y se negó a conocer a ninguna muchacha. Habían pasado tres meses desde la fiesta y él seguía encaprichado en una mocosa pobre. Él tenía dieciocho años y ya podía decidir le dijo. Era la hija del mueblista o se quedaba soltero.
--Pero tendré que esperar muchos años para un nieto!!
--Ya sabes mi respuesta, pídela en matrimonio.
.
--Nos casaremos cuando ella cumpla dieciséis. --Son solo seis años, si para ti es mucho imagínate lo que será para mí esperar que se convierta en una mujer.
En una ceremonia íntima se comprometieron. Se firmó un contrato, dónde se especificaban los motivos para romper el compromiso. El matrimonio se realizaría en seis años más.
Jamil Murube estaba feliz.
Fuad me pareció un joven muy parecido a mis hermanos, alto, de barba y con una bonita sonrisa de dientes muy blancos. Era una niña y no pensaba en el amor en esa edad. Solo entendía que en unos años más seré la propiedad de ese joven, que haría las labores de la casa y que por cada hijo que tuviera me regalaría una hermosa joya, como las que había recibido mamá. Nunca me dirigió la palabra solo me miró.
La vida se vuelve difícil cuando los sentimientos mandan en el corazón.
Alex siguió rondando la mueblería y esperaba cualquier momento para poder hablar conmigo. Yo no fuí al colegio, solo los varones tenían permitido asistir. Únicamente aprendí porqué Hasán me enseñó. Mamá un día lo retó.
--Hijo no seas testarudo, si tu padre te ve se molestará. Él no quiere que Camelia aprenda nada, solo a prepararse para ser una buena esposa.
--Amma los tiempos han cambiado y no creo que Fuad quiera una burra de esposa. Ella debe aprender aunque papá no quiera.
--Ya verás que le hará bien, es una niña muy inteligente y hábil con sus manos. Yo cuando elija una esposa no quiero solo una empleada, quiero una compañera y amiga.
--Los tiempos de papá se quedarán en el pasado.
--No le digas eso a Jamil, se enojará, hace mucho tiempo que te busca una esposa adecuada para ti.
--Yo no aceptaré a alguien que él me imponga. --Tendrá que ser una buena mujer y te tendrá que querer mucho a ti Amma.
Haifsa sabía como era su hijo, un buen muchacho y una buena persona, estaba orgullosa de él. Secretamente, era su favorito junto con la pequeña. Gracias a él Jamil nunca más la tocó.
La sacó de su dormitorio, creyendo que con eso la haría sufrir, no sabía que era lo mejor que le podía haber pasado.
La desterró al cuarto del final, donde se guardaban herramientas y objetos que ya no se usaban, pensando que ella se humillaria pidiéndole volver a la alcoba matrimonial. Cualquier esposa árabe lo haría, pero por primera vez Haifsa no se humilló, fue su primer acto de rebeldía.
Por fin era libre!!!! Arregló el cuarto como ella quería, puso pañuelos colgando del techo, y cuando el viento entraba se movían, eso a ella le encantaba. Los muchachos con trozos de madera le hicieron unos lindos muebles y Camelia le pintó según ella unos hermosos cuadros.
Mamá siempre me contaba de su niñez y como era su vida en su país, como había conocido a mi papá y lo principal como ser una buena esposa.
Haifsa se dió cuenta de la actitud de Camelia y con suavidad le preguntó a su hija que le sucedía.
Ella solamente calló.
--Hija debes comprender que nosotras debemos obedecer, las mujeres de nuestra familia son así.
--No se te vaya a ocurrir hacer una estupidez, tu estás vedada para cualquier hombre. Si llegas a fallarle a tu papá él te va a matar. Y yo no podré hacer nada, más que llorarte. Y visitar el árbol por el cual llevas tu nombre.
--Nadie podrá ayudarte Camelia, ni Hasán ni nadie.
--Por favor hija, el joven que te eligió es un muchacho de una familia rica. Dicen que cuando te vió, se prendó de ti y nunca más miró a otra muchacha. Ha estudiado en la universidad y esperado muchos años, no cometas ningún error.
Pero nunca creí que muy pronto me vería enfrentada a lo peor que le podía pasar a una joven musulmana.
Ser repudiada....
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