ENTRE LAS SOMBRAS

DOMINIC

Ella salió caminando de aquel bar, solo traía su bolso y una pequeña chaqueta que claramente no la cubriría del frío así que le di la mía.

¿Por qué me molesto en darle mi chaqueta? Rayos.

Deje a Sabueso a cargo de la seguridad de Colin y yo me lleve a cuatro hombres en otra camioneta, Kitty iba recostada en mi hombro mientras dormitaba, parecía muy cansada y ebria, no sabía cuál era más. Y ni siquiera se dió cuenta que nos seguía otra camioneta con mi seguridad.

Cómo pudo le dijo al chófer por dónde ir y no pasaron más de cinco minutos cuando llegamos al horrible edificio, era grande y despintado, tenía algunas ventanas rotas y por fuera había un par de chicos drogándose, entraron dos hombres frente a mí y revisaron el lugar para después entrar nosotros y así lo hicimos, en el tercer piso vivía está muñeca.

—Es aquí, es aquí. —Murmuro intentando meter la llave en el cerrojo.

—Linda no te ofendas, pero no creo que puedas siquiera sostener esa llave, dámela.

Se la quite de las manos y rápidamente abrí la puerta, era... ¿Cómo decirlo? HORRIBLE. Las paredes estaban igualmente despintadas en lo que parecía ser que en su tiempo eran blancas y los dos sofás sucios en color amarillo, había una mesa simulando el comedor, pero no veía las sillas por ningún lado, las puertas estaban descuidadas y desgastadas y el piso era de una madera vieja. Deplorable lugar.

Necesito sacarla de aquí... ¡Espera, ¿qué coño piensas Dominic Stredd?!

—¿Aquí vives? —Pregunté observando el lugar, ella asintió.

—Si y es raro, nunca había traído a alguien. —Rio. —Solo somos mi madre y yo.

Vive con su madre...

—Por lo que veo, tu madre no ha llegado o está durmiendo.

—No ha llegado. —Afirmo. —Y no sé si lo haga. —Admitió, fruncí el ceño. —Tengo casi dos días que no la veo y pensé que se había largado para... ¿Sabes que? Olvídalo, ni siquiera la conoces. —Ella se sentó en el sofá y entre busco en el cajón algo.

—¿Qué buscas?

—Un cigarrillo, casi no fumo pero estoy estresada.

—Y ebria. —Añadí.

—Ciertooooo. —Ella encontró el cigarrillo y lo encendió dándole la primera calada.

Dios, que sexy se ve fumando, ¿qué otras cosas podrá hacer su boca además de fumar y lanzar besos?

—No viniste aquí para nada bueno. —Dijo mientras se me acercaba y tambaleó un poco pero sonrió. —Quieres meterte a la cama conmigo, ¿o no, Dom?

Me llamo Dom, me llamo Dom.

—Cierto, pero no soy un depravado y tú estás ebria.

—Sé un depravado conmigo. —Me reto.

¿Está es la chica que el día de ayer ni siquiera quería sentarse conmigo?

—No podría hacerlo.

—Cobarde. —Dijo y paró frente a mi lanzándome el humo en la cara.

—No sabes dónde te estás metiendo, querida Kitty.

—Puedo averiguarlo. —Siguió.

Y no deje esperar más tiempo, la tomé de la cintura y la pegué a mí, roce sus labios con delicadeza y los pegue de a poco, sus labios eran grandes y carnosos, su boca sabía a cigarrillo. Fue un beso corto pero apasionado.

Podría besarla por siempre.

Ya cállate conciencia, por favor.

Cuando despegue mis labios de los de ella me miró sin decir una palabra más y solamente se volvió a acercar para besarme, ni ella ni yo queríamos estar lejos el uno del otro. Era extraño, solo la había visto dos veces en mi vida, aunque era cierto que hubo muchas -por no decir cientas- de veces que estuve con chicas que conocí el mismo día, -o la misma hora- pero con ella era diferente.

¿Qué mierda te pasa, Dominic?

Una vez más nos miramos dando por terminada las sesiones de besos y ella se alejó de mí mientras cubría su boca y negaba.

—¡Esto está mal, no te conozco!

—Bueno, pensaba que me dirías algo como "estuvo buenísimo" o algo como "¿cuándo lo repetimos? —Dije. Ella resopló. —¿Sabes que? Vete a dormir antes de que se me olvide que no soy un depravado.

—Gracias por no serlo, supongo.

—Vendré mañana, Kitty.

Ella me miró sin comprender y salí de ahí hecho una furia, me había dejado con las ganas y ya sabía con quién iba a desquitarme.

Tome mi celular y llame a Danna, mi prostituta en turno.

—¡Querido, estoy en un servicio!

Sep, era una prostituta y de las caras.

—¡Siento no poder estar contigo hoy!

—Bien, pero no me busques, yo te llamaré cuándo se me ocurra y conseguiré una mejor que tú. —Colgué.

Suspiré agotado y decidí mejor poner marcha a mi casa, necesitaba descansar y darme cariño a mi mismo, por lo menos.

Pensando en Kitty, claro.

Estaba llegando a mi casa cuando mi celular volvió a sonar. Colin.

—¿Qué quieres?

—¡Me dejaste tirado en el bar!

—Me fui hace una hora y ¿recién te das cuenta?

—Bueno, entre al privado con Rose y ¡no sabes...!

—Colin, no me interesa saber cómo te coges a las mujeres. Concéntrate.

—¡Oh, si! —Dijo. —Estoy de vuelta a la oficina y todo va bien, mañana dejamos ir a Kitty la anciana para que el plan se ponga en marcha.

—Bien.

Colgué la llamada con mi hermano y me fui directo a mi habitación a consolarme a mi mismo, realmente lo necesitaba.

Ni aunque tenga todo el dinero del mundo me asegura compañía y sexo.

MELODY

Desperté y no sabía que hora era, sentía que me habían golpeado la cabeza con un martillo. No había olvidado nada de la noche anterior, tome más tragos de los que debía y cielos, estuve muy ebria. Recordé el número que dí, después aquel hombre del bar que tiene dos días frecuentando me y ¡no puede ser! Me trajo a casa, nos besamos... Oh no.

¡Dios!

Talle mi cara con la palma de mis manos intentando espabilarme, no podía seguir pensando en eso aunque, ay no... Besa muy bien el desgraciado... Suspiré y me levanté de la cama como pude, me dirigí al baño en dónde hice mis necesidades, al salir y aún pensando en lo qye había pasado la noche anterior, encontré lo que menos pensé, mi madre tendida en el sofá como si nada estuviese pasando.

Tenía un vendaje en la mano y estaba tranquilamente viendo la televisión.

—¡Mamá, por Dios! —Dije acercándome a ella. —¿Dónde estabas? Me preocupé mucho por tí.

Ella rio.

—No seas hipócrita, Melody, apuesto a que esperabas que apareciera muerta. —Dijo despectivamente, yo negué. —Mejor piérdete por ahí.

—Pero...

—Pero nada.

—¿Qué te paso en la mano? —Pregunté mirando el vendaje manchado de sangre.

—No te incumbe, déjame en paz. —Escupió. —Y una cosa más y está no te la repetiré jamás, no vuelvas a llamarme mamá, para ti soy Cristina.

Abrí mi boca con asombro y retrocedí, Andy tenía razón. Hasta el árbol genealógico se poda.

—¿Cómo puedes decirme esto? ¡Soy tu hija!

—Para mi desgracia si eres hija, porque si hubiera podido estoy segura de que te habría abortado. —Escupió con odio. —¡Arruinaste mi vida, me arruinaste el cuerpo!

Yo negué mientras las lágrimas rodaban por mis mejillas, no podía creer lo que estaba escuchando... Si bien mi madre y yo nunca tuvimos una buena relación ella jamás me había dicho eso, supongo que lo debí de haber visto venir. Era tan obvio que ella nunca me amo.

Tome la bolsa de la mesa del comedor y salí rápidamente del departamento, aún estaba en pijama y no sabía a dónde ir, quería estar sola y desahogarme.

Cuando baje las escaleras apenas podía ver pues las lágrimas seguían bajando por mis mejillas, realmente no podía parar de llorar. Corri hasta que mi cuerpo se topo bruscamente con otro.

Ese aroma lo conozco.

—Supongo que me extrañaste.

Esa voz...

Mire lentamente hacia arriba y me encontré con Dom, el hombre del bar.

—¿Quién te hizo esto? —Dijo bruscamente.