— ¡Suéltame, me lastimas! —gritó Zaira mientras Marck la arrastraba hacia la casa que alguna vez fue de su familia.
— ¡Ibas a foll*rtelo! —rugió con rabia descontrolada, su voz temblando de celos—. ¡Estabas a punto de acostarte con ese imbécil cuando eres mi esposa! — Su agarre en el brazo de Zaira se hizo más fuerte.
— ¿Por qué no me dejas en paz? —gritó, sus palabras cargadas de rabia y dolor—. ¡Quiero el divorcio! Ya te vengaste de mi padre por todo el daño que le hizo a tu familia. Te quedaste con todos sus bienes, lo conseguiste todo... ¡Ahora déjame en paz! No entiendes que te odio por todo lo que nos hiciste. ¡Te detesto! —Las lágrimas brotaban de sus ojos mientras su pecho se llenaba de impotencia.
Las palabras de Zaira hirieron a Marck. Su miedo más profundo se hacía realidad: ella quería dejarlo, y eso lo aterraba. Con manos temblorosas, la atrajo bruscamente y la besó con desesperación.
— Aunque me odies —murmuró, con una voz rota y peligrosa—, siempre serás mía.
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Capitulo 14: ¿Novio? 2
ZAIRA
Después de que mi madre se despidió con ese abrazo cálido que siempre me daba un poco de paz, me quedé en la cafetería unos minutos más, saboreando los últimos sorbos de café mientras mi mente seguía dándole vueltas a nuestra conversación. Su enigmática advertencia seguía resonando en mi cabeza, pero sabía que no podía forzarla a decirme más. Tenía que esperar a que estuviera lista para hablar.
Cuando terminé mi café, me levanté, pagué la cuenta y salí al aire libre. El sol de la tarde me acariciaba el rostro, dándome una falsa sensación de tranquilidad. De repente, una voz familiar rompió mi burbuja de pensamientos.
— ¡Hola! — saludó con una sonrisa radiante, casi deslumbrante.
El susto fue tan grande que solté un grito involuntario y giré rápidamente para ver de quién se trataba. Por supuesto, era él.
— ¿Otra vez tú? — exclamé, entre irritada y sorprendida.
Marck estaba allí, mostrándome su sonrisa amplia, la misma que me estaba empezando a resultar tan molesta como familiar.
— Vine para llevarte al trabajo — dijo, como si fuera lo más normal del mundo.
— ¡Qué acosador eres! — solté con exasperación, mientras comenzaba a caminar alejándome de él —. ¿Cuándo me vas a dejar en paz?
— Cuando me dejes invitarte a una cita — respondió sin perder su sonrisa ni un ápice de confianza.
Rodé los ojos, ya cansada de sus insistencias, y aceleré el paso. Estaba por cruzar la calle cuando sentí su mano sujetar mi brazo. Me detuve, pero no por voluntad propia.
— Me interesas mucho, Zaira — empezó, con un tono de voz más serio —. Sé que la forma en que estoy tratando de llamar tu atención no es la mejor, pero por eso te pido una oportunidad. Quiero demostrarte lo que siento por ti.
Suspiré, intenté mantener la calma. Giré mi cabeza para mirarlo directamente a los ojos, con la esperanza de que mis palabras fueran claras de una vez por todas.
— El problema, Marck, es que tú no me interesas. Lo siento mucho, de verdad, pero no me gustas. Y dudo que algún día pueda sentir algo por ti.
Volví a alejarme, esta vez más decidida a dejarlo atrás, pero sentí nuevamente cómo me sujetaba del brazo con más firmeza.
— ¿Por qué dices que no si aún no lo hemos intentado? Solo te pido eso, una oportunidad — insistió, su voz ahora casi suplicante, pero aún con ese aire de persistencia que tanto me irritaba.
— ¡Te lo repito, NO ME GUSTAS! — grité, ya con la paciencia agotada —. ¡Cuando te veo, no siento nada!
Dicho esto, me di la vuelta para irme definitivamente. No esperaba que él insistiera más, pero de repente sentí cómo me levantaba del suelo como si fuera un simple saco de papas y me puso en su hombro. Mi primer impulso fue dar patadas y golpear su espalda con todas mis fuerzas, pero parecía que mis esfuerzos no le afectaban en lo más mínimo. Marck me llevó hasta su coche, abrió la puerta y me metió dentro sin mucho esfuerzo. Se subió rápidamente y puso el seguro.
— ¿Q-qué haces? — pregunté, aterrada por la situación. Mi mente comenzó a imaginarse lo peor.
— Te dije que te llevaría al trabajo — dijo con tranquilidad, como si nada fuera anormal en lo que acababa de hacer.
— ¡Déjame salir! — exclamé, mientras intentaba abrir la puerta desesperadamente.
— No lo haré — dijo con calma, encendiendo el motor —. No puedo permitir que llegues tarde.
El auto comenzó a moverse, y yo no podía creer lo que estaba ocurriendo. Lo observé de reojo, aún en shock. Para mi sorpresa, el camino que estaba tomando era el correcto, como si en realidad me estuviera llevando al trabajo. ¿Este hombre estaba loco o simplemente no entendía un "no"?
El ambiente dentro del coche era tenso, y mi mente no paraba de pensar en cómo deshacerme de este acosador de una vez por todas. Sabía que necesitaría tomar medidas serias, pero por ahora, solo me quedaba esperar a llegar a mi destino, sintiendo una mezcla de frustración, miedo y agotamiento.
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NARRADORA
— Por fin llegamos — dijo Marck, estacionando el auto frente al trabajo de Zaira.
Ella, sin perder tiempo, intentó abrir la puerta del coche, pero se dio cuenta de que aún estaba bloqueada. La desesperación empezaba a notarse en su tono cuando habló.
— ¿Le puedes quitar el seguro? — dijo, con seriedad en su voz y una mirada de desaprobación.
Marck se inclinó hacia ella, con esa sonrisa que ya la irritaba hasta el punto de sacarla de quicio.
— Lo haré... pero, ¿no crees que me merezco un premio por mis servicios? — respondió con un tono provocador, claramente disfrutando del poder que tenía en ese momento.
Zaira lo miró con los ojos entrecerrados, tratando de mantener la calma mientras contenía su enojo.
— Te recuerdo, imbécil, que yo no te pedí que me trajeras. ¡Déjame salir! — exclamó, su frustración ahora evidente.
— Te dejaré salir... después de esto — dijo Marck mientras se acercaba rápidamente al rostro de Zaira, sellando sus labios con los de ella en un beso inesperado.
Al principio, Zaira luchaba contra él, empujándolo con todas sus fuerzas, pero su resistencia comenzó a ceder poco a poco. Sin entender cómo ni por qué, su cuerpo empezó a corresponderle. El beso, que había sido invasivo al principio, se volvió apasionado, lleno de una intensidad que ni ella misma pudo controlar. Sus lenguas se entrelazaron en una batalla que reflejaba la tensión entre ellos, como si el deseo y el rechazo chocaran en ese momento.
Marck, al sentir cómo Zaira le correspondía, se dejó llevar por la excitación. La sensación de tenerla tan cerca, de sentir su respuesta, encendió en él un deseo incontrolable. Cada segundo del beso hacía que sus ganas de hacerla suya en ese preciso instante aumentaran. Zaira lo provocaba de una manera que ninguna otra mujer había hecho antes. Quería más.
Sin embargo, de repente, Zaira reaccionó. Como si una alarma sonara en su cabeza, apartó a Marck con todas sus fuerzas y le propinó una sonora cachetada. El sonido de la bofetada resonó en el interior del coche, y ambos se quedaron inmóviles por unos segundos.
Zaira respiraba agitada, su mente inundada de confusión. ¿Qué le había pasado? ¿Cómo había permitido que ese beso se prolongara? Marck, por su parte, no pudo evitar sonreír. El hecho de que ella le hubiera correspondido, aunque fuera por un instante, lo consideraba una victoria. Sabía que había algo allí, aunque fuera un pequeño destello de deseo.
Ambos se quedaron en silencio, mirando el uno al otro. Zaira no sabía qué decir, atrapada entre la vergüenza y la furia. Su mirada bajó involuntariamente hasta la entrepierna de Marck, donde el volumen de su excitación era más que evidente. Al notar esto, Zaira sintió cómo el calor subía a sus mejillas. Estaba roja de incomodidad, avergonzada por haber notado algo que no quería ver.
Marck, al percatarse de su mirada, dejó escapar una pequeña risa, pero esta vez no hizo comentarios. Simplemente se inclinó hacia el panel del coche y desactivó el seguro.
— Ahora puedes salir — dijo, con un tono casi burlón, como si hubiera ganado algo en ese breve encuentro.
Zaira no perdió ni un segundo más. Apenas escuchó el "clic" del seguro, salió disparada del coche, su mente todavía en caos por lo que acababa de suceder.
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NARRADORA
Después de dejar a Zaira en su trabajo, Marck arrancó el auto con una sensación de satisfacción, aunque trataba de convencerse de que ese ligero avance con ella era simplemente parte de su plan de venganza. Pero en el fondo, sabía que las cosas eran diferentes. Mientras conducía hacia Textil Bonelli, su mente no dejaba de divagar sobre Zaira. Esa mujer, con su carácter fuerte y su resistencia a ceder ante sus encantos, su interés por ella crecía cada vez más.
Cuando llegó a Textil Bonelli, estacionó el coche, apagó el motor y se quedó unos segundos mirando a través del parabrisas, perdido en sus pensamientos. Entró con pasos decidido, saludando brevemente a las secretarias y empleados que lo veían pasar. Al llegar a su oficina, cerró la puerta detrás de él y se dejó caer en su silla de cuero. Soltó un suspiro, y, antes de que pudiera evitarlo, una sonrisa apareció en su rostro. Aunque su mente intentaba mantenerse enfocada en los negocios y en su venganza, su corazón le jugaba una mala pasada.
Se quedó un momento mirando el techo, la sonrisa persistiendo en su rostro. Intentaba convencerse de que esa felicidad que sentía era simplemente porque estaba avanzando con su plan, porque cada vez estaba más cerca de destruir a Fabián Ocampo, pero la verdad era otra. Su interés por Zaira crecía con cada encuentro, con cada rechazo, con cada mirada de frustración que ella le dedicaba. Le gustaba esa mujer, y no solo porque formaba parte de su estrategia. Le atraía su independencia, su resistencia, y la manera en que no caía rendida a sus pies como tantas otras.
"Esto no debería estar pasando", pensó, mientras jugueteaba con un bolígrafo en su mano. "Ella es solo un medio para un fin... solo una pieza más en mi plan". Pero a medida que repetía esas palabras en su mente, menos convencido se sentía. Había algo en Zaira que lo desarmaba, que lo hacía olvidar, aunque fuera por unos segundos, la venganza que llevaba años planeando.
"Zaira..." Susurró su nombre, como si al decirlo en voz baja pudiera controlar lo que comenzaba a sentir. Pero en lo más profundo de su ser, sabía que conquistarla se estaba convirtiendo en algo más que una simple estrategia para arruinar a Fabián Ocampo.
Debería mantenerse enfocado, debería recordar el propósito que lo había llevado hasta ahí, pero por primera vez en mucho tiempo, Marck se sentía vulnerable. Sabía que si no ponía freno a esos sentimientos, el precio a pagar podría ser mucho más alto de lo que estaba dispuesto a enfrentar.
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NARRADORA
Zaira Aunque intentaba concentrarse en su trabajo, no podía dejar de pensar en lo que había sucedido en el auto con Marck. Mientras editaba una serie de imágenes para una nueva campaña publicitaria, sus dedos tecleaban de manera automática, pero su mente estaba lejos, reviviendo el momento en el que él la había besado y ella había correspondido, aunque fuera por un instante.
Sentada frente a la pantalla de su ordenador, revisaba los detalles de las fotografías de un producto nuevo para redes sociales. Los colores, las sombras, la composición... todo se mezclaba en su cabeza mientras su mente volvía al rostro de Marck acercándose al suyo, a ese impulso que no había podido controlar.
— ¿Cómo es posible que le haya seguido el juego? — pensó frustrada, sacudiendo ligeramente la cabeza, como si con eso pudiera despejar esos pensamientos intrusivos. Había hecho todo lo posible para dejarle claro que no estaba interesada, y sin embargo, en ese momento, había sido incapaz de detenerlo.
Pasaron las horas en el estudio y finalmente llegó la hora de salida. El cansancio del día pesaba en los hombros de Zaira, pero al revisar su teléfono, vio un mensaje de Cristian: “En 5 minutos estoy allá”. Ella respondió con un simple "ok" y comenzó a recoger sus cosas. Salió del estudio, despidiéndose de sus compañeros, y se quedó en la puerta esperando.
Unos minutos después, un auto se estacionó frente a ella. Zaira frunció el ceño al ver a Marck bajar del coche con un ramo de flores en sus manos. Se acercó con una sonrisa segura y le extendió el ramo, esperando que ella lo tomara como si fuera algo que no podía rechazar.
— No las quiero... — dijo Zaira, firme y sin vacilar, sus ojos reflejaban impaciencia.
— ¿En serio me las vas a rechazar? — dijo Marck con una ceja levantada — Me costaron dinero.
Zaira rodó los ojos, claramente irritada, y de mala gana tomó las flores solo para que Marck dejara de insistir.
— Bien, ya las tengo. Ahora lárgate, estoy esperando a alguien — le dijo, su tono afilado como una cuchilla.
— No, yo te llevaré a casa. — Marck la miró con esa misma determinación que siempre la desconcertaba, y antes de que pudiera reaccionar, la tomó del brazo, listo para arrastrarla hasta su auto.
Zaira se soltó con brusquedad y le gritó, ya cansada de su insistencia.
— ¡¿Acaso no entiendes que vienen por mí?! — Su voz resonó, llena de frustración.
Marck estaba a punto de responder, pero de repente, ambos escucharon una voz que venía desde la distancia.
— ¡Zaira! — Era Cristian, acercándose apresuradamente.
Zaira se giró y lo saludó, pero antes de que Cristian pudiera decir algo, Marck intervino con una expresión de falsa confusión.
— ¿Y él quién es? — preguntó, aunque claramente sabía quién era.
Zaira vaciló solo un segundo antes de que una idea cruzara por su mente, un plan improvisado para librarse de Marck de una vez por todas.
— Él es... — comenzó, y antes de que pudiera pensar demasiado, continuó — Es mi novio.
Y sin pensarlo más, Zaira se acercó a Cristian y lo besó en los labios. Cristian, sorprendido, no reaccionó al principio, pero poco a poco, el shock dio paso a una confusión mezclada con una felicidad abrumadora. No podía creer que Zaira, la chica que tanto había deseado, lo estaba besando. En ese momento, sus ilusiones parecían florecer.
Marck, por otro lado, observaba la escena con el ceño fruncido, su mandíbula apretada. Sabía perfectamente que Cristian no era su novio, sabía que Zaira solo lo veía como un amigo, alguien que estaba perdidamente enamorado de ella, pero que no tenía ninguna oportunidad. Sin embargo, verlos besarse en ese momento encendió algo en su interior. A pesar de que conocía la verdad, no pudo evitar sentir una punzada de rabia al ver esos labios, los de Zaira, tocar los de otro hombre.
— ¿Tu novio, eh? — murmuró con una sonrisa irónica, aunque sus ojos reflejaban furia contenida.
Zaira se separó de Cristian, quien estaba demasiado aturdido para reaccionar de inmediato, y lo miró directamente a los ojos, desafiante.
— Sí, mi novio. Así que ya puedes irte, Marck. No necesito que me lleves a ninguna parte. Cristian está aquí para eso — dijo, intentando sonar firme, aunque sentía el latido acelerado de su corazón tras lo que acababa de hacer.
Marck se quedó en silencio unos segundos, observando a ambos. Sabía que era una mentira, que Zaira solo estaba intentando alejarlo, pero ese beso… ese beso había tocado una fibra en él que no esperaba. ¿Celos? Sí, lo admitía, eran celos, algo que no quería sentir, pero que era imposible de ignorar.
Finalmente, soltó una risa breve, cargada de cinismo.
— Bien. Si eso es lo que quieres, Zaira. Disfruten su noche. — Sus palabras sonaron venenosas, aunque intentaba mantener la compostura.
Se dio la vuelta bruscamente y comenzó a caminar hacia su auto, con los músculos tensos y las manos cerradas en puños. Todo en él gritaba frustración. Abrió la puerta del auto, lanzó una última mirada hacia Zaira y Cristian, y luego se marchó, acelerando más de lo necesario.
Zaira lo siguió con la mirada, sintiendo una mezcla de alivio y algo de culpa. Sabía que Marck no se rendiría fácilmente, pero por lo menos había ganado un poco de espacio. Giró hacia Cristian, quien aún la miraba con una expresión de incredulidad mezclada con esperanza.
— Zaira… ¿Por qué hiciste eso? — preguntó, con la voz apenas audible, todavía procesando lo que acababa de pasar.
Zaira suspiró, sintiendo que las cosas se habían complicado más de lo que esperaba. No quería lastimar a Cristian, pero también sabía que tenía que ser honesta.
— Lo siento, Cristian. No debí haberte besado… Fue solo para que Marck me dejara en paz. — Sus palabras salieron rápidas, como si quisiera librarse del peso que sentía en su pecho.
La sonrisa que había empezado a formarse en los labios de Cristian se desvaneció de inmediato. Bajó la mirada, y asintió lentamente.
— Ya entiendo… — murmuró, intentando disimular el dolor en su voz.
Zaira le tomó del brazo, sintiéndose peor al verlo así.
— Cristian, tú eres un gran amigo. No quiero lastimarte ni jugar contigo. No me interesa Marck, pero tampoco puedo fingir que siento algo por ti que no es real… Lo siento, de verdad.
Cristian levantó la mirada, sus ojos mostrando una mezcla de tristeza y aceptación.
— Está bien, Zaira. Lo entiendo. No puedes controlar lo que sientes. Solo… solo quiero que estés bien — dijo con una sonrisa forzada.
Zaira le sonrió con gratitud y lo abrazó brevemente. Sabía que su amistad probablemente nunca sería la misma después de esto, pero no podía seguir jugando con los sentimientos de Cristian.
— Gracias por entender… ¿Me llevas a casa? — dijo, intentando aligerar el ambiente.
Cristian asintió en silencio, y ambos comenzaron a caminar hacia su auto. Mientras se alejaban, Zaira no podía evitar pensar en Marck. Sabía que este "juego" no había terminado. Marck no era del tipo que se rendía tan fácilmente, y aunque lo había rechazado una y otra vez, algo en la forma en que la miraba le hacía pensar que las cosas iban a complicarse aún más.
El trayecto hacia su casa fue tranquilo, pero la mente de Zaira estaba llena de pensamientos. Marck, con su insistencia, su forma de hablar, y ahora la extraña combinación de atracción y desprecio que sentía hacia él, la tenía más confundida de lo que quería admitir.
Mientras el auto de Cristian avanzaba en la oscuridad de la noche, Zaira solo esperaba que las cosas no se descontrolaran más de lo que ya estaban. Pero en el fondo, sabía que Marck no iba a quedarse tranquilo. Y eso, de alguna forma, la inquietaba profundamente.
Ni quiero que zaira se quede con marck sería el colmo del descaro
felicitaciones!
por qué si la autora coloco esas dos ecenas es por qué iban a ser importante en el futuro.