Renacer Del Engaño: Pasión Desenfrenada Y Venganza Redentora.

Después de la comida, una urgencia se apoderó de mí, impulsándome a subir rápidamente hacia mi habitación. Necesitaba algo que me brindara consuelo y seguridad en medio de la incertidumbre que se cernía sobre mi vida.

Las escaleras resonaban con el suave tintineo de mis pasos, y una vez en mi alcoba, comencé a buscar entre mis posesiones algo que pudiera llevar conmigo. Mis dedos exploraban con determinación cada rincón en busca de ese objeto que se convertiría en mi talismán.

Finalmente, mis manos se posaron sobre un antiguo medallón familiar. Lo sostuve con cuidado, sintiendo la frescura del metal contra mi piel. Era un vínculo con el pasado, con la fortaleza de mi linaje, y decidí que sería mi amuleto en los tiempos difíciles que se avecinaban.

Guardé el medallón cerca de mi corazón, sintiendo cómo su presencia me reconfortaba. Con él como mi confidente.

Después de guardar con cuidado el medallón, descendí hacia el lugar donde esperaba el carruaje. Aunque el destino me llamaba, sentí que era demasiado temprano para enfrentar el rostro de quien una vez amé, pero que también fue causa de mi sufrimiento.

Los pasillos resonaban con el eco de mis pasos mientras me acercaba al punto de encuentro. La inquietud crecía con cada paso, y mi mente se debatía entre la curiosidad y el temor de enfrentar el pasado que regresaba en forma de un matrimonio impuesto.

Decidí tomarme un momento más antes de abordar el carruaje, permitiéndome posponer el encuentro con el rostro que una vez amé pero que también me causó sufrimiento.

Con la ayuda del lacayo, subí al carruaje. En el interior, encontré las miradas de mi padre y mi hermano, expresando una mezcla de comprensión y expectación ante la encrucijada que se presentaba.

El suave balanceo del carruaje acompañaba el silencio tenso que llenaba el espacio. Las miradas de mi padre y hermano se encontraron con la mía, como un intercambio silencioso de apoyo y comprensión.

A lo largo del trayecto, un manto de silencio cubría el carruaje, solo interrumpido por el suave murmullo de las ruedas sobre el camino. Mis ojos se perdían en el hermoso paisaje que se desplegaba ante mí, mientras el silencio se convertía en mi compañero en esta travesía hacia lo desconocido.

Mi padre y hermano, de piel morena como la mía, compartían el mismo silencio, como si las palabras fueran demasiado frágiles para romper la solemnidad del momento. Ignoraron cualquier conversación que pudiera haberse gestado, sumidos en sus propios pensamientos mientras el carruaje avanzaba por el sendero.

Mis ojos se perdían en la belleza del entorno, encontrando consuelo en la armonía de la naturaleza. Cada colina, cada árbol parecía ofrecer una paleta de colores que contrastaba con la tensión que se respiraba en el carruaje.

El paisaje que me absorbía de repente se vio interrumpido por un violento balanceo del carruaje, sacándome bruscamente de mis pensamientos. La voz preocupada del lacayo se alzó, anunciando un problema que exigía la atención de mi padre.

"¡Señor, hay un problema!" Exclamó ansioso el lacayo

Salimos cuidadosamente del carruaje, y lo que se presentó ante nosotros fue la escena de un choque inesperado. Nuestro carruaje había colisionado con otro, creando un remolino de caos y confusión en el camino.

"¿Están todos bien?" Pregunto mi padre

El caos se apoderaba del camino mientras los ocupantes del otro carruaje también evaluaban los daños. Las voces y gestos afligidos llenaban el aire, transformando la pacífica travesía en un escenario de imprevistos.

A pesar del caos del choque, una extraña sensación de alivio se apoderó de mí. Miré a mi padre y a mi hermano, y a diferencia del tumulto que nos rodeaba, ellos permanecían en calma.

La calma de mi padre y hermano se convirtió en un bálsamo en medio de la adversidad. Sus rostros reflejaban la seguridad de que, aunque el camino se tornara impredecible, estábamos unidos y a salvo.

"Sí, nadie resultó herido. Esto es solo un contratiempo." Comentó mi hermano

Las palabras tranquilizadoras resonaron en el aire, disipando la tensión que había surgido con el choque.

"Sí, un pequeño tropiezo en nuestro viaje." Dije

Con pequeños pasos, me alejé del caos sosteniendo mi vestido para evitar que se llenara de tierra, aunque en ese momento la idea no parecía tan mala. Mi mirada se centró en el camino, sumida en mis pensamientos

Caminé, y de repente, tropecé con algo o alguien. Sentí mi cuerpo caer, pero extrañamente, nunca llegó al suelo. La sorpresa se reflejó en mi rostro mientras mis manos intentaban equilibrarme en el aire.

Mis ojos se posaron en el hombre que impidió que mi cuerpo tocara la tierra dura. Su presencia imponente se destacaba.

Ante mí se erige un hombre alto y corpulento, cuya belleza es digna de los dioses. Sus proporciones perfectas destacan una estatura imponente que domina el espacio que ocupa. Cada rasgo en su rostro parece haber sido esculpido con precisión divina, desde su mandíbula fuerte hasta sus ojos que reflejan profundidad y misterio.

El cabello oscuro cae con gracia sobre su frente, acentuando su apariencia enigmática. Sus ojos, profundos como abismos azules, revelan una intensidad que despierta curiosidad y admiración. Cada línea y curva de su rostro contribuye a una armonía que solo podría compararse con la obra de los dioses.

Después de detallar tan precisamente a este hombre, mi cuerpo se tenso al darme cuenta de quién se trata. Cada rasgo, cada mirada, resonaba con una familiaridad que no podía ignorar.

Mis ojos se encontraron con los suyos, y en ese instante, la verdad se desveló. Era alguien que conocía, la presencia del enemigo de mi prometido se vuelve más intensa, y mi mente comienza a doler mientras sus ojos se fijan en mí. Un frunce de ceño revela que algo en su memoria parece activarse al reconocerme. Aunque parece saber quién soy, su agarre en mi cintura no cede, manteniéndome cerca de él.

El tiempo parecía estirarse en la eternidad mientras Allen permanecía frente a mí. No podía comprender cómo había llegado a este encuentro, ya que mi pasado no revelaba rastros de tales circunstancias. Su rostro serio proyectaba la intensidad de un asesino que observa a su víctima con frialdad.

La tensión en el aire se rompió abruptamente con un carraspeo que resonó como un eco liberador. Por un instante, me sentí agradecida por la distracción que nos arrancó de esa situación cargada de miradas asesinas. Allen y yo nos vimos obligados a desviar nuestra atención, aunque la sombra del misterio persistía, y en ese breve respiro, me aferré a la esperanza de entender cómo este enigma se entrelazaba con mi destino.

Allen soltó mi cintura con una precisión calculada, sus ojos fijos en la figura que nos liberó de la tensión palpable. Mis ojos siguieron la mirada de Allen hacia el caballero que ahora se erigía ante nosotros. Vestido con una imponente armadura negra, su presencia emanaba una solemnidad que eclipsaba la escena.

El caballero, con su armadura negra reluciente, posó su mirada firme en Allen y pronunció palabras que resonaron en el aire cargado de tensión. "Mi señor, parece que podríamos tomarnos un tiempo. La colisión de los dos carruajes nos quitará tiempo, espero no sea molestia para usted."

Allen, con un tono de frialdad que no dejaba lugar a dudas, se dirigió al caballero que se había presentado para abordar la situación con los carruajes.

"Me encargaré personalmente de las reparaciones. Asegúrate de que todo se realice con la mayor prontitud y eficiencia posible." Dijo Allen, mostrando una determinación que dejaba claro que no toleraría demoras ni complicaciones.

El caballero asintió con respeto, reconociendo la autoridad y la firmeza en las palabras de Allen. Y se encaminó sin titubear hacia el lugar donde los dos carruajes yacían. El crujir de las ruedas dañadas y el graznido de los caballos impacientes llenaron el aire mientras el caballero, con destreza y eficacia, comenzó a supervisar las reparaciones.

Allen, con su mirada fría como el acero, se acercó a mí. La proximidad de su cuerpo al mío envió un escalofrío a través de mi espina dorsal. A pesar de que estábamos separados por escasos centímetros, su presencia dominaba el espacio entre nosotros. Mi cuerpo se congeló ante su cercanía, y la tensión entre nosotros era palpable.

Aunque su expresión permanecía imperturbable, podía percibir la intensidad en sus ojos azules. Cada movimiento era calculado, cada palabra sopesada con precisión.

El aroma varonil de Allen envolvía mis sentidos, un perfume de masculinidad que se mezclaba con la frescura de la naturaleza. Era una fragancia hipnótica que desafiaba la frialdad de su mirada. Alcé mi mirada hacia su rostro, buscando algún indicio de lo que se ocultaba detrás de esa fachada imperturbable.