Amor encontrado:Fue un encuentro fortuito, una chispa que encendió una pasión arrebatadora. Él y ella, dos almas distintas, se vieron envueltos en un romance fulminante, pero frágil como una llama a punto de extinguirse.
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Capitulo 13
Capítulo 13
Los días siguientes fueron una verdadera prueba para la familia. Sofía y Alejandro se turnaban para estar al lado de Lucas, velando por su bienestar y apoyándolo en cada momento.
La habitación del hospital se convirtió en su refugio, un espacio en el que se concentraban en sanar a su pequeño hijo, dejando de lado todo lo demás. Sus vidas giraban en torno a las indicaciones médicas, los horarios de los antibióticos y la monitorización constante de Lucas.
Sofía pasaba horas acariciando el cabello de Lucas, hablándole con suavidad y cantándole canciones de cuna. Verlo tan frágil e indefenso le partía el corazón, pero se aferraba a la esperanza de que lograría superar esta difícil prueba.
Alejandro, por su parte, se mostraba como un pilar de fortaleza. Mantenía una actitud positiva y determinada, brindando todo su apoyo a Sofía y alentándola a no perder las fuerzas. Juntos, formaban un equipo inquebrantable, dispuestos a hacer lo que fuera necesario por salvar a Lucas.
Una tarde, mientras Sofía observaba a su hijo dormido, el médico entró en la habitación con una expresión seria.
—¿Cómo se encuentra Lucas? —preguntó, acercándose a la cama.
Sofía se levantó, sintiendo que el corazón le latía con fuerza.
—Parece que está descansando, doctor. ¿Hay alguna novedad?
El médico asintió, consultando los informes que llevaba consigo.
—Hemos estado monitoreando de cerca la evolución de la infección —explicó, con cautela—. Lamentablemente, los resultados no son tan alentadores como esperábamos.
Sofía sintió que un escalofrío le recorría la espalda. ¿Qué significaba eso?
—¿A qué se refiere, doctor? —preguntó, con la voz temblorosa.
El médico la miró con empatía.
—La meningitis está causando más daños de los que habíamos previsto. —Hizo una pausa, como si buscara las palabras adecuadas—. Temo que el tratamiento actual no está siendo tan efectivo como necesitamos.
Sofía sintió que las piernas le temblaban. ¿Acaso eso quería decir que Lucas no estaba mejorando?
—¿Qué significa eso? —preguntó, con desesperación—. ¿Qué más pueden hacer por mi hijo?
El médico suspiró, acomodando sus anteojos.
—Desafortunadamente, la infección ha continuado avanzando. Hemos intentado diferentes antibióticos, pero Lucas no está respondiendo como esperábamos.
Sofía sintió que las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos.
—¿Qué está diciendo, doctor? ¿Acaso mi hijo está...?
El médico se acercó a ella, colocando una mano sobre su hombro.
—Aún no hemos perdido la esperanza, Sofía —dijo, con firmeza—. Pero necesitamos considerar otras opciones más agresivas.
Sofía lo miró, sintiendo que el pánico se apoderaba de ella.
—¿Qué opciones? —preguntó, con la voz quebrada.
—Estamos considerando trasladar a Lucas a un hospital especializado —respondió el médico—. Allí podrán realizar un tratamiento más intensivo y monitorear más de cerca su evolución.
Sofía sintió que el mundo se le venía abajo. ¿Trasladar a Lucas? ¿Eso significaba que su condición era aún más grave de lo que imaginaba?
—¿Más grave? —susurró, con el corazón desbocado—. ¿Qué tanto riesgo corre Lucas?
El médico la miró con seriedad.
—La meningitis bacteriana es una infección muy peligrosa, Sofía. Si no logramos controlarla a tiempo, puede causar daños irreversibles en el sistema nervioso de Lucas.
Sofía sintió que las piernas le fallaban. Daños irreversibles. ¿Acaso su hijo podría quedar con secuelas permanentes?
—¿Qué tipo de daños? —preguntó, con la voz temblorosa.
El médico la miró con empatía.
—Sordera, problemas de visión, retraso en el desarrollo, incluso discapacidad intelectual. —Hizo una pausa, apretando suavemente su hombro—. Necesitamos actuar rápidamente para evitar que la infección avance y cause más daños.
Sofía sintió que el mundo se le derrumbaba. ¿Cómo iba a enfrentar la posibilidad de que su hijo, su pequeño Lucas, pudiera quedar con alguna discapacidad?
En ese momento, Alejandro entró en la habitación, notando de inmediato la tensión en el ambiente.
—¿Qué ocurre? —preguntó, acercándose a Sofía y tomando su mano con firmeza.
Sofía lo miró, con los ojos llenos de lágrimas.
—Alejandro... —susurró, sin saber cómo expresar el miedo que la invadía.
El médico se dirigió a Alejandro, explicándole la situación con detalle. Sofía observaba la reacción de su esposo, viendo cómo el color se desvanecía de su rostro.
—¿Daños irreversibles? —murmuró Alejandro, apretando la mano de Sofía con fuerza—. ¿Están seguros de que no hay otra opción?
El médico asintió con pesar.
—Hemos agotado todas las alternativas con el tratamiento actual. Ahora necesitamos un abordaje más agresivo y especializado.
Alejandro abrazó a Sofía, atrayéndola hacia él con desesperación.
—¿Cuándo podemos trasladar a Lucas? —preguntó, con determinación.
—Lo más pronto posible —respondió el médico—. Voy a encargarme de los trámites y preparar todo para el traslado.
Sofía se aferró a Alejandro, sintiendo que el miedo la consumía.
—¿Y si no lo logra, Alejandro? —sollozó, enterrando el rostro en su pecho—. ¿Qué vamos a hacer si Lucas queda...?
Alejandro la interrumpió, besando su frente con ternura.
—No digas eso, mi amor —murmuró, con voz firme—. Nuestro hijo es fuerte, y vamos a luchar por él hasta el final.
Sofía asintió, secando sus lágrimas con desesperación.
—Tienes razón. No puedo darme por vencida. Tenemos que hacer todo lo posible por salvarlo.
Alejandro la estrechó aún más entre sus brazos, susurrando palabras de aliento.
—Estaremos aquí, Sofía. Juntos vamos a superar esto.
El traslado a la unidad de cuidados intensivos del hospital especializado se realizó con la mayor cautela y rapidez. Sofía y Alejandro acompañaron a Lucas en todo momento, sosteniéndolo con delicadeza y brindándole todo su amor.
Una vez instalados en la nueva habitación, el equipo médico se puso manos a la obra. Examinaron a Lucas exhaustivamente, ajustando el tratamiento y monitoreando cada uno de sus signos vitales.