Son tantas las lágrimas que he derramado en mi vida, que mi corazón se volvió de piedra. No me juzguen, soy Marina y ésta es mi historia.
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Thomas Silas
En la noche hablamos de él y su familia, era su turno. Y vaya que la vida de él era una sorpresa. Don Raymundo era hijo de una familia de aventureros e inmigrantes, nació aquí en ésta tierra. Su Madre Catalina Ward era una mezcla de razas que la hacían muy hermosa y de familia inmensamente rica.
Thomas Silas, llegó de Europa con todo el ímpetu de conquistar y comprar tierras, pero solo traía las ganas. Era pobre y solo tenía sus manos y su cabeza. En su tierra había tenido varios oficios era joyero y artista. Pero las ganas de ser algo más lo habían traído a Sudamérica no quedaba familia en su pueblo y de tanto leer se enamoró de la vida de los aventureros, tomó la decisión de partir y comenzar una nueva vida. Mientras recorría el continente fue cazador, minero, guía y un sinnúmero de otros oficios, nunca tuvo miedo al trabajo.
En una de sus tantas aventuras, trabajando, estuvo enfermo y cayó al hospital. Fueron días en que deliraba en ruso, el idioma encantó a una joven que iba por unas horas a ayudar al hospital, y se interesó en el hombre guapo. Pidió a su papá que también ayudaba y que era doctor que lo revisara.
--Serán días así, hasta que la fiebre disminuya, dile a la hermana Bernardett que le dé éste antibiótico. Es joven se ve sano, resistirá.
Catalina iba diariamente a visitarlo. No podía hacer más, era una joven soltera y solo le permitían cambiar sus paños.
Diez días después de atenderlo fue a verlo, lo encontró despierto.
--Creí que todo éste tiempo estuve soñando,y eras tú. Veía un ángel en mis sueños. Déjame tocarte.
--Eres hermosa, tienes tu piel dorada y unos ojos negros embriagadores.
--Buenos días señor, veo que ya está repuesto de su enfermedad. No sabe cuánto me alegro.
--Señorita enfermera, verla a usted, ya hace que me sienta mejor, se lo digo con mucho respeto.
--Mi nombre es Thomas Silas. Vengo de Rusia de una ciudad llamada Kazan aúnque mis antepasados llegaron desde Oriente Medio.
--Y su nombre enfermera?
--Catalina... y no soy....
--Usted no es hermana o novicia verdad?
--jajaja no señor Thomas.
--Gracias a Dios...
--Si no como le propondría matrimonio.
Catalina se coloreó de la vergüenza, tenía diecinueve años y hacía tres que estaba comprometida. Aunque al novio solo lo había visto tres veces desde el compromiso.
El corazón le bombeaba a mil por hora, Como le gustaría volver el tiempo atrás y que este gigante fuera mi prometido. Pero por sus manos trabajadas, asumía que era un hombre de esfuerzo.
El tomó su mano y le dijo.
--Cuando tenga oro haré una bella sortija para ti, soy joyero y ya verás, la tuya será única.
La muchacha lo miró a los ojos y pensó cuánta felicidad sentía de tocar sus manos, fueron minutos dónde no se pronunciaban palabras, estaban de más en ese momento mágico.
--Catalina!!!
Era su padre. Y su voz denotaba molestia.
--A casa...
Ella se fue rápido.
--Señor no le permito que toque la mano de mi hija, ella es una señorita comprometida. Le diré al doctor López que lo revise y en unos días más será dado de alta y podrá volver a su hogar.
--Usted siga su camino, no quiero ofenderlo Señor, pero ella está pronta a casarse con un hombre como nosotros, usted no tiene nada que ofrecerle.
Thomas quedó sumido en la tristeza. Había recorrido tantos lugares, tantos países, tenía veintinueve años y nunca las mujeres habían significado algo en su vida. Hasta ahora, pero así era la vida, tampoco tenía nada que ofrecer, para una mujer como ella, fina y delicada.
No la vió más, las monjas enfermeras se negaron a darle más información. Ni siquiera sabía su apellido.
La explicación del padre le dejó claro que no había ninguna posibilidad, él aceptaba que ni siquiera tenía un techo decente que ofrecer.
La recuperación fue rápida y volvió a su trabajo de minero. Estuvo varios días bebiendo, hasta que él mismo se dijo que la pena de no tenerla no podía derrumbarlo. Debía continuar....y cumplir sus sueños.
Había comprado con el último trabajo unas hectáreas de tierra y ahí tenía una excavación dónde trabajaba todo el día. Hasta que unos años más tarde, su esfuerzo dió frutos. Era tarde y las manos le sangraban, de tanto picar y en su cabeza solo había un nombre. .. Catalina.
Dió un golpe al risco y se derrumbó. Por poco no lo aplasta. Se levantó y cuando pasó la polvareda algo brillaba en el suelo. Lo recogió y con un martillo fue golpeando suavemente, era .... oro!!!! Era oro por fin, mirando encontró la veta y no tenía fin. Era rico. Cayó al suelo y lloró mucho, por fin su sueño se hacía realidad, aunque no tenía a quien ofrecerlo para compartir la vida. Ella la única de mi corazón ya tenía dueño. Era una mujer vedada.
Siguió trabajando su veta y acumulando oro. No quería ir a la ciudad aún. Los cerros de los alrededores hacían que el terreno de Thomas estuviera escondido. Fue donde el hombre que le había vendido y le preguntó si vendería más tierra.
--Estás seguro gringo?, éstos cerros llenos de árboles no tienen precio. Pero si quieres te los vendo. Estamos viejos con mi mujer y queremos seguir a los nietos, viven lejos, con lo que me des compraré una casita con mi esposa.
--Cuanto?
Le pidió una cantidad irrisoria. Pero él que era un hombre correcto, no le dijo nada pero pensaba siquiera darle el doble de lo que él anciano pedía.
Decidió no contarle nada solo le dijo que un dinero que le debían se lo pagarían y con el compraría las tierras.
Viajó con dos mochilas, lejos, más de doscientos kilómetros y con su peor ropa, para que nadie sospechara del oro que cargaba. Sacó una cuenta en el banco no quería cargar con tanto dinero. Después cogió su otra mochila que había dejado en la posada donde alojó y viajó cien kilómetros a otro pueblo. Hizo lo mismo. Así nadie sospecharía de él.
El trato se selló y cuando le dió el dinero al viejo no podía dejar de creer todo el dinero que tenía en sus manos.
Se inscribió la propiedad a su nombre eran doscientas hectáreas.
--Thomas has sido un hombre justo y te voy a revelar un secreto, éstas tierras han pasado de generación en generación en mi familia y posee un oasis dentro de la reserva.
-- Vamos te la enseñaré
Caminamos después que dejamos la camioneta que me había comprado, era una Ford 56 estaba vieja y maltratada pero el motor estaba impecable. Así no levantaba sospechas.
Caminamos hasta que la huella se perdió, y de ahí venía el cerro. El viejo caminó hacia la izquierda y movió unas ramas y unas hiedras nativas que colgaban del cerro. Las apartó y se metió entre medio de las rocas. Cuando salimos a la claridad era todo diferente, era otro tipo de vegetación, era hermoso.
--Aqui está mi regalo para tí. Conserva el secreto, que solo tus descendientes lo sepan.
Caminé por el lugar, había una laguna pequeña, seguramente alimentada por un río que corría cerca.
--Gracias viejo, será mi secreto.
Tengo planes para ésta Edén.