Richard Ford, el Ceo de Industrias Ford, es un hombre acostumbrado a tener el control, nadie le dice que no, pero todo cambió cuando aquella pelirroja de ojos azules se atravesó en su camino robando una de sus pertenencia y aunque la ha buscado por cielo y tierra para castigar su insolencia, su paradero es todo un enigma. Lo que desconoce Richard, es que será ella quien toque a su puerta en busca de un empleo, luego de eso podrá recuperar el sueño, o tal vez esta vez le roben algo más valioso... su corazón.
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— Jajajajaja no he dicho nada. Así que es verdad, encontraste a la ladrona. — Dice mientras se sienta sin borrar esa fastidiosa sonrisa de su rostro.
— Es evidente.
— Esta buena, mas de lo que creí.
— Sí, lo está, no es la gran cosa, pero podré cobrarle en forma.
— Piensas llevártela a la cama, ¿y luego?
— Luego nada, daré por saldada su deuda.
— Yo en tu lugar me alejaría de ella mientras pueda. — Sonrío al escucharlo.
— ¿Según tú por qué debería alejarme?
— Jamás te había visto tan obsesionado con una mujer.
— No estoy obsesionado, es solo que no puedo permitir que se burle de mí y salga ilesa.
— No te diría esto si la hubieses conocido en otras circunstancias, pero por lo que hizo es más que evidente que no es alguien de fiar.
— Créeme lo sé, y para disipar tus dudas porque no salimos esta noche con Mariam y su amiga.
— ¡Esa es la actitud que me gusta!, nos vemos esta noche entonces, te paso las coordenadas.
...Pov Chanel....
¡Una semana! ¡solo una semana y ya estoy a punto de renunciar! ¡no lo soporto! parece que intenta lograr que renuncie. Su voz, esa desagradable voz, me tiene a punto del colapso.
— Chanel.
— ¿Qué? — Pregunto exasperada.
— Disculpe, ha preguntado usted, ¿qué?
— ¡Oh no! como se le ocurre que sería capaz de contestarle de ese modo. — Sé que mi tono es sarcástico, pero hoy no es un buen día, tuve que aguantarme toda la mañana a su "amiga" y es que es tan odiosa, con su forma despectiva de hablarme creyéndose, no sé ni que se cree.
— Pues he escuchado perfectamente, y es lo que ha dicho, de ser así...
— Espere, esto es importante. — Lo corto tendiendo la palma de mi mano abierta en su dirección al ver una llamada entrante de mi madre. Intento contestar, pero no me lo permite, arrebata el celular de mi mano.
— Ya se lo dije antes, no hay nada más importante que yo. — Espeta molesto.
— Devuélveme el celular, por favor, es mi madre y es importante.
Lo observo dudar, pero me devuelve el móvil con un gesto de advertencia.
— Hola mamita, ¿cómo estás?
— Bien mi amor, ¿podrías volver temprano el día de hoy?, me hace falta cenar contigo.
— No sé si pueda. — Mi tono de voz disminuye, pues a mí también me hace falta.
— Entonces te esperaré hasta que vuelvas.
— Por favor no lo hagas, debes cenar a tiempo.
— No te preocupes, te esperaré.
Le doy la espalda a mi jefe, pues las lágrimas amenazan con salir, durante esta semana he salido entre las ocho y nueve de la noche, cuando todos los empleados se han marchado a más tardar a las seis, pues este hombre es un adicto al trabajo y no bromeaba cuando dijo que yo sería su sombra.
— Está bien, te amo. — Cuelgo la llamada y respiro profundo antes de volver la mirada hacia mi jefe.
— ¿Sucede algo?
— No, pero si quería pedirle que por favor me permita salir a las cinco.
— No es posible, tengo una cena con un nuevo cliente y usted debe acompañarme. — Suspiro resignada.
— No tenía conocimiento, no está en su agenda.
— No, no lo está, de hecho aún no es mi cliente, me ha llamado personalmente y le gustaría reunirse conmigo, de darse las cosas, sería un gran negocio ser su proveedor.
— Entiendo. — Suspiro resignada. Él se sienta y vuelve a su portátil.
— ¿Por qué se postuló como asistente, siendo arquitecta? —Me sorprende su pregunta, ya que hasta el momento no se había interesado en saber nada de mí.
— No todas las personas tenemos la opción de hacer lo que nos apasiona.
— ¿Ha ejercido su carrera? No vi en su hoja de vida que lo hubiese hecho.
— A veces las cosas no son tan sencillas, pero de hecho he realizado un par de proyectos, tendría que conocerlos. — Digo un poco emocionada. — Uno es un pequeño complejo de apartamentos y dos son un par de cabañas.
— Alguna vez por necesidad ha hecho algo de lo que se arrepienta. — Me extraña su pregunta, pero no dudo en contestar.
— ¿Podría ayudarme a revisar este documento?
— Por supuesto, por favor compártalo.
— No hace falta, acérquese.
Me acerco a él e inclino mi cuerpo para ver mejor, empiezo a leer mentalmente, pero me desconcentro al sentir su nariz rozar la piel de mi cuello. Automáticamente, se corta mi respiración. Giro un poco mi rostro y mis ojos se encuentran con los suyos, su mirada es penetrante y el color de sus ojos un poco más intenso de lo normal, acerca un poco más su rostro y sus labios están a solo un centímetro de los míos.
— Que... ¿Qué hace? — Mi voz suena más débil e insegura de lo que me gustaría.
— ¿Qué quiere qué haga?
— Mi vista baja a sus labios y él deja ver su perfecta fila de dientes blancos. — Tomo aire.
— No sé a qué se refiere señor. — Trato de que mi voz suene firme mientras marco distancia entre los dos.
— Puede irse.
— ¿A dónde? — Entrecierro los ojos mientras formulo la pregunta.
— A su casa.
— ¿Está seguro? Son las tres de la tarde.
— Créame que no estoy desorientado en el tiempo. — Volvió la voz de ogro que tanto detesto. — Tome lo que resta de tarde, arréglese un poco, pasaré por usted a las siete.
— Gracias, no sabe cuanto le agradezco.
— No lo haga, en realidad lo hago por mí, no me dejaría bien parado el que mi asistente lleve el cabello en ese estado.
— ¿Cuál estado?, para su información, mi cabello es el mejor de mis atributos, y no permito...
— ¿No me permite qué? — Pregunta de manera amenazante mientras se pone en pie y se acerca de manera peligrosa. — Usted aquí no está para opinar, mucho menos refutar, pero si lo prefiere acompáñame a mi casa, necesito una ducha y cambiarme de ropa, talvez me pueda asistir en eso. — Cada vez avanza más en mi dirección mientras yo camino hacia atrás en un intento de mantener la distancia que nos separa, pero él no cesa en su intento de amedrentarme hasta hacerme chocar contra la pared, apoya la palma de sus manos a lado y lado de mi rostro y su nariz vuelve a acariciar mi cuello causando que mi piel se erice.
— Señor, no me agrada esta situación.
— ¿Cuál situación? — El roce de su aliento...
— Usted... usted no me gusta.
...Nota autora: ...
Hola, sigo trabajando, dentro de poco subiré otro capítulo.