Grayce pensaba que conocía el amor, pero su matrimonio con Seth se ha convertido en una prisión de desprecio y agresión. Cuando la misteriosa Dahlia, supuesta amiga de la infancia de Seth, entra en escena, las traiciones comienzan a salir a la luz, desmoronando la fachada de su vida perfecta.
En su desesperada búsqueda de libertad, Grayce se cruza con Cassius, un hombre cuya arrogancia y misterio la obligan a cuestionar todo lo que creía sobre el amor y la lealtad. ¿Puede un contrato con alguien tan egocéntrico y desafiante realmente salvarla de su pasado oscuro? ¿O solo la llevará a un nuevo abismo?
Lo que comienza como un acuerdo frío y calculado, se transforma en una pasión ardiente e inesperada, desafiando las sombras que han dominado su vida.
¿Hasta dónde llegará Grayce para reclamar su propia felicidad?
¿Podrá Cassius ser la chispa que ilumine su camino o será solo otra sombra en su vida?
NovelToon tiene autorización de 𝐁𝐄𝐀𝐓𝐑𝐈𝐙 𝐘𝐎𝐒𝐄𝐅 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 19
...┃ 𝐆𝐑𝐀𝐘𝐂𝐄 𝐑𝐎𝐎𝐒𝐄𝐕𝐄𝐋𝐓 ┃...
...━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━...
Desde el momento en que Cassius pidió que me presentara en su oficina, ya sabía que no sería para algo importante. Lo suyo no eran las solicitudes; eran órdenes disfrazadas de juegos, pruebas inútiles para ver hasta qué punto alguien podía soportar su arrogancia antes de romperse. Pero esta vez estaba preparada. Si Cassius quería jugar, yo también podía. Y aunque no pudiera ganarle en influencia ni en poder, había otras formas de equilibrar la balanza, aunque fuera por un instante.
Cuando volví a su oficina con el capuchino en mis manos, no pude evitar sentir una leve sonrisa de satisfacción. Había tenido el cuidado de prepararlo especialmente para él, añadiendo una pizca de sal y un poco de pimienta en lugar de azúcar. No era suficiente para ser evidente, pero sí lo suficiente como para hacerlo imbebible. Este sería mi pequeño acto de rebeldía, uno que él jamás notaría. O al menos, eso pensaba.
Coloqué la taza frente a él y esperé. Cassius, con su habitual arrogancia, tomó un sorbo lento y pausado, como si estuviera degustando un vino caro en lugar de un simple café. Vi cómo su expresión cambió apenas una fracción de segundo, una leve contracción en la comisura de su boca, y supe que lo había notado. Pero entonces, sus ojos se levantaron hacia mí, fijos, penetrantes, y su sonrisa apareció, calculada, fría.
—¿Algo divertido, Grayce? —preguntó, su tono como una cuerda tensa a punto de romperse.
Yo intenté mantenerme neutral, pero algo en su mirada me hizo soltar una pequeña risa. Fue un error. Uno pequeño, pero suficiente para que Cassius entrecerrara los ojos, sospechando más de lo que ya lo hacía.
—De repente, no estoy seguro de querer este capuchino —dijo, con una sonrisa irónica que hizo que mi corazón se acelerara—. ¿Por qué no lo pruebas tú?
Mi risa desapareció de inmediato. Me quedé mirando la taza y luego a él, sintiendo cómo mi mente buscaba desesperadamente una excusa.
—No, gracias —dije, tratando de sonar casual—. No soy muy fan del capuchino.
Cassius arqueó una ceja, su expresión claramente disfrutando del momento. Era como si acabara de encontrar la grieta perfecta en mi fachada, y estaba decidido a explotarla.
—¿Cómo puedes rechazar algo que tu jefe te ofrece? —preguntó, su tono cargado de sarcasmo mientras empujaba la taza ligeramente hacia mí.
—En serio, no es necesario —respondí, tratando de retroceder un poco. Pero él no iba a dejarlo pasar. Por supuesto que no.
Lo que siguió fue un forcejeo ridículo, casi infantil, en el que ambos intentábamos evitar la taza a toda costa. Él insistía en que lo tomara, y yo, por supuesto, sabía que no podía. No iba a beber esa mezcla que yo misma había arruinado con sal y pimienta. Sus manos empujaban la taza hacia mí, y yo trataba de esquivarla, casi tirando de ella en dirección contraria.
—Grayce, no seas tan testaruda —dijo, su tono todavía divertido pero con un filo que no podía ignorar.
—De verdad, no puedo. ¡No quiero! —repliqué, esforzándome por mantener mi voz firme mientras mi mente buscaba cualquier excusa que no revelara la verdad.
Fue entonces cuando sucedió. En medio del forcejeo, la taza se inclinó, y el contenido se derramó, primero sobre el escritorio y luego sobre los documentos que Cassius tenía frente a él. Antes de que pudiera reaccionar, sentí el líquido caliente salpicando mi mano, haciéndome soltar un pequeño jadeo de sorpresa y dolor.
Cassius se congeló por un instante, mirando la escena con una mezcla de incredulidad y creciente irritación. Pero luego su mirada se dirigió a mí, específicamente a mi mano, donde el café había dejado una mancha rojiza que comenzaba a arder.
—Déjame ver —ordenó, su tono cambiando ligeramente, menos arrogante, más... algo que no podía identificar.
—No es nada —respondí rápidamente, intentando retirar mi mano. Pero Cassius no era del tipo que aceptaba un no por respuesta.
Ignorando mi protesta, tomó mi brazo con firmeza pero sin brusquedad, y subió la manga de mi camisa para inspeccionar la quemadura. Sentí cómo sus dedos tocaban suavemente mi piel, buscando algún signo de daño, pero lo que realmente me sorprendió fue lo que vino después.
—Eres tú —murmuró, su voz apenas audible, como si hablara más para sí mismo que para mí.
Me quedé paralizada, mirando su rostro. Por primera vez, Cassius no tenía esa expresión de superioridad o desprecio. Había algo diferente, algo desconcertante en sus ojos, como si acabara de ver algo que lo había descolocado.
—¿Qué dijiste? —pregunté, mi voz apenas un susurro.
Pero Cassius no respondió. Solo me miró, su rostro una mezcla de emociones que no podía descifrar. Y en ese momento, supe que algo había cambiado. No sabía qué significaba, pero estaba claro que ya no éramos simplemente Grayce y Cassius, una empleada y su jefe. Había algo más, algo que no entendía, pero que no podía ignorar.