las pesadillas no la abandonan desde la noche que perdió a sus padres encuentra la muerte lo más profundo y oscuro del mar cruel y silencioso terminó por arrastrarla pero su historia no termina allí renace despertando en un mundo nuevo llevando el mismo nombre y apellido cargado de un significado que la adapta su pasado su vida anterior al descubrir que que renació en la novela trágica que su madre solía leerle de niña donde no es la protagonista sino un simple extra pero el destino la arrastra a conocer cinco hombres envolviéndola en un laberinto de pasiones celos y secretos que pueden conducirla a cambiar el rumbo de la historia con el peso de dos vidas sobre sus hombros y cicatrices que aún sangran en lo más profundo de su alma debería elegir si sigue el mismo camino marcado por las páginas de un libro o si escribe su propio destino sanando así las heridas de su pasado.
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el surgimiento de una promesa
El camino hacia el campo de batalla no fue fácil. Mis pies descalzos se llenaban de heridas con cada piedra, y el hambre me quemaba el estómago. El viento nocturno helaba mi piel, pero lo peor no era el frío, sino la soledad.
La neblina se hacía más espesa mientras avanzaba entre raíces húmedas y troncos torcidos. Fue allí donde lo vi: Un niño de mi edad, con los cabellos desordenados y los ojos encendidos como brasas. Estaba sentado junto a un tronco caído, rodeado de cenizas. Sus ropas estaban sucias, rasgadas, y había algo en él que me resultaba demasiado familiar: el peso del rechazo, parecía un espectro nacido del bosque.
—¿Quién eres? —pregunté con cautela, sintiendo el corazón en la garganta.
—¿Quién eres? —pregunté nuevamente con voz temblorosa
Él me miró con un desprecio que no era para mí, sino para el mundo entero. me sostuvo la mirada, arrogante, como si mi sola pregunta fuera una ofensa. suspiro y me miró con una mirada sutil y me dijo
—Fuyu Dragón. O eso dicen… aunque para mi familia soy solo la mancha en su linaje
Sus palabras me atravesaron como un espejo roto. Yo también era la mancha, la sombra, la que sobraba. Y por un instante, el silencio entre nosotros fue más fuerte.
Espera dragón sorprendida giré la cabeza ese no era el apellido de uno de los clanes y de uno de los protagonistas de esta historia
—Dragón… —repetí, con cierto desdén—. Entonces eres de esos que se creen dueños del mundo.
Él frunció el ceño, ofendido.
—¿Y tú qué sabes del mundo, niña?
Su voz sonaba dura, demasiado segura para alguien de nuestra edad. Había algo en la forma en que pronunciaba aquel apellido que me hizo sospechar, como si lo estuviera probando en sus labios, como si no le perteneciera del todo
Mis manos se cerraron en puños. La rabia subió por mi pecho, la misma que sentía cada vez que mi padre me maldecía o mis hermanos me golpeaban en la oscuridad.
—Sé lo suficiente para reconocer a los que se creen superiores.
Él sonrió con ironía, pero sus ojos ardían.
—Entonces prueba que no eres como todos los demás débiles.
No sé de dónde salió el valor, pero me lancé contra él. No con fuerza, sino con desesperación. Fue torpe, claro; él bloqueó mi embestida con un simple movimiento y me hizo caer de rodillas. Pero yo me levanté. Volví a intentarlo. Una y otra vez.
Hasta que el crujido de ramas interrumpió nuestra pequeña guerra.
Del bosque emergieron sombras de cuatro patas, bestias mitad lobos mitad carroña, atraídas por el ruido. Sus ojos brillaban en la penumbra y sus fauces babeaban.
Ryo se tensó, cuchillo en mano. Yo retrocedí un paso, el miedo me paralizaba.
—Si corres, mueres —me dijo sin mirarme—. Pelea conmigo.
Los lobos se abalanzaron. Ryo cortó al primero en el cuello, pero dos más lo rodearon. Uno me saltó encima y, sin pensar, tomé una piedra y golpeé su cabeza hasta que soltó un chillido. Mis manos sangraban, pero me mantuve de pie.
Cuando el último cayó, el silencio volvió a cubrir el bosque, roto solo por nuestra respiración agitada.
Él me miró de nuevo, pero esta vez sin arrogancia. Había algo distinto en su mirada: respeto.
—No eres como los demás —admitió con un hilo de voz.
—tu… también —murmuré, baje la mirada.
-con la cara sonrojada-le dije-me llamo Melody
no porque lo miré de otro modo. No porque quisiera, sino porque en ese instante comprendí que sin él estaría muerta.
Y así, entre cenizas y sangre, nació algo que no esperábamos: la primera chispa de confianza. Una chispa que con el tiempo se convertiría en un lazo capaz de desafiar incluso al mundo cruel que nos rechazaba. o eso es lo que el destino creía que nos tenia preparado. porque las mentiras los secretos secretos lo destruyen todo.
Por primera vez, comprendí que la oscuridad no se escondía solo en la mansión: habitaba en todas partes.
—me… puedo sentar también —murmuré, bajando la cara sonrojada
Le conté entonces, en voz baja, lo que había dejado atrás: un padre que me odiaba, cuatro hermanos que me veían como presa, y el rincón oscuro donde me escondía para no llorar en voz alta. Mientras hablaba, los ojos de Fuyu se suavizaron, aunque su mandíbula seguía apretada como hierro.
—Eres como yo —dijo al fin, con un tono casi roto—. Nosotros no nacimos para ser amados. Nacimos para pelear.
Sus palabras me dieron miedo y consuelo al mismo tiempo. Porque en ellas había un destino cruel… pero también había compañía.
Esa noche, bajo la luna gris, hicimos un juramento silencioso: nunca más estar solos. Aunque el mundo nos despreciara, aunque nuestras propias familias quisieran borrarnos, lucharemos. Y el campo de batalla, ese lugar que devoraba vidas, se convirtió en nuestra única promesa.