NovelToon NovelToon
La Casa Donde Aprendí A Odiarme

La Casa Donde Aprendí A Odiarme

Status: Terminada
Genre:Completas / Amor de la infancia / Autosuperación / Apoyo mutuo
Popularitas:1.3k
Nilai: 5
nombre de autor: VickyG

"La casa donde aprendí a odiarme" es una novela profunda y desgarradora que sigue la vida de Aika, una adolescente marcada por la indiferencia de su madre y la preferencia constante hacia su hermano. Atrapada en una casa donde el amor nunca fue repartido de forma justa, Aika lidia con una depresión silenciosa que la consume desde dentro. Pero todo empieza a cambiar cuando conoce a Hikaru, un chico extraño que, sin prometer nada, comienza a ver en ella lo que nadie más quiso ver: su valor. Es una historia de dolor, resistencia, y de cómo incluso los corazones más rotos pueden volver a latir.

NovelToon tiene autorización de VickyG para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 3 (continuación)

Me quedé en la cocina por un rato más, con los ojos fijos en la taza de café ya frío que había olvidado sobre la mesa. El reloj marcaba las 8:17, pero en esa casa el tiempo nunca tenía sentido. Afuera, el sol brillaba como si todo estuviera bien, como si el mundo no supiera que por dentro me estaba rompiendo en pedazos.

Escuché a mamá reír desde el pasillo. Esa risa que tan rara vez me regalaba a mí. Era para él. Siempre para él. Para el hijo perfecto, el niño de los trofeos, el que, aunque no hiciera nada, ya lo había hecho todo bien.

Me levanté con torpeza, como si cada movimiento costara una parte de mí. Me acerqué a la puerta del comedor y miré sin querer mirar. Mi hermano estaba sentado en la mesa, con su uniforme de fútbol y el cabello despeinado. Mamá le acariciaba el cabello como si fuera un bebé. Le servía jugo, le ponía pan en el plato, le sonreía como si no existiera nadie más en el mundo.

Entonces, él me vio. Me miró un segundo, solo uno, y volvió a ignorarme como si yo no fuera más que una sombra cruzando por su periferia. Mamá ni siquiera notó que estaba ahí. O sí, pero decidió no decir nada. Lo mismo de siempre.

Volví a mi cuarto sin decir palabra. Cerré la puerta despacio, como si hacer ruido fuera un crimen. Me senté frente al espejo. Me miré con rabia. El cabello enmarañado, los ojos hundidos, el rostro cansado. Me toqué el rostro como si no fuera mío. Como si estuviera viendo a una extraña.

¿Qué tiene él que no tenga yo?

La pregunta era un eco constante. Un cuchillo sin filo que no cortaba, pero raspaba cada parte de mí, lento, cruel.

—No es que seas invisible, Aika —me dije en voz baja—. Es que eligieron no verte.

Y eso dolía más que cualquier golpe. Porque ser ignorada no era accidental. Era una elección. Y ellos la hacían todos los días.

Quise llorar, pero no me salían las lágrimas. Como si mi cuerpo ya se hubiera acostumbrado a tragar la tristeza. Me levanté, abrí el cajón y saqué una hoja. Comencé a escribir sin pensar:

"Hoy me volví a sentir como un mueble. Estaba ahí, pero nadie lo notó. Mamá no me miró, no me habló. Le sirvió el desayuno a mi hermano como si fuera un rey y yo... como si ni siquiera mereciera migajas. ¿Cuánto más me va a doler esto sin que me parta en dos? Tal vez ya me partió, y ni me di cuenta."

Doblé la hoja y la guardé bajo el colchón, con las demás. Era la única forma que tenía de no explotar. Escribir era mi grito mudo, mi defensa contra el vacío.

Al rato, tocaron la puerta. No fue mamá. Nunca era ella. Fue mi hermano.

—¿Qué quieres? —dije sin mirarlo.

—Nada. Mamá me dijo que te avise que vayas a comprar pan.

Obvio. Claro. Para eso sí servía yo. Para los mandados.

No respondí. Solo me puse los zapatos y salí, sin esperar nada. En el camino, el aire frío me despejó un poco la mente. Me gustaba caminar sola, aunque fuera con un objetivo tan absurdo como comprar pan. Era el único momento en que nadie me exigía nada. Nadie me miraba con decepción o indiferencia.

Pasé frente a la escuela. Vi a un par de chicas de mi curso riendo en la vereda. Me escondí un poco detrás de un árbol, no porque tuviera miedo, sino porque no quería que me vieran así: rota, vacía. Ni siquiera recordaba cómo se sentía ser parte de algo.

Compré el pan y volví a casa. Me recibió el silencio. Mamá ya no estaba en la cocina. El plato de mi hermano seguía ahí, casi intacto. Supongo que él también tenía sus momentos de desprecio, aunque nunca lo mencionaba.

Dejé la bolsa sobre la mesa y me encerré otra vez. Volví a mi rincón. Me senté en la alfombra, mirando la ventana.

Y por un segundo, solo uno, me imaginé una vida distinta.

Una casa donde alguien me esperara. Donde el pan que llevara de vuelta fuera para mí también. Donde no tuviera que esconder lo que sentía para no incomodar. Una casa donde aprender a quererme, no a odiarme.

Pero eso era solo un pensamiento.

Y en esta casa, los pensamientos así, se mataban rápido.

1
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play