A los dieciséis años, Eliana Safra pasó por la experiencia más dolorosa de su vida; ante ello, la dulce y amorosa chica sufrió una transformación. Cinco años después, ella es una mujer peligrosa e inalcanzable, la apodan "la fiera" y nadie ha podido acercarse lo suficiente para ganar su amor.
Ha llegado el momento de hacer frente a quien lastimó todo lo que amaba, aunque eso signifique destruir la única familia que conoce.
En medio de tanta lucha y dolor, aparecerá Alex, que la hará creer en el amor nuevamente. ¿Podrá la pareja hacer frente a las adversidades? ¿Podrán superar la maldad que se empeñará en arruinarles la felicidad? ¿Eliana será lo suficientemente fuerte para hacer frente a los secretos y proteger a todos a quienes ama?
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4. Muerta en vida
Eliana mira las gotas de lluvia caer sobre las lunas del ómnibus, odia los días lluviosos, le recuerdan el día que perdió todo lo que amaba, el día en que la felicidad se fue de su vida, el día en que su corazón se detuvo, y aunque todos sus signos vitales digan que está viva, por dentro se siente muerta.
...*** Hace cinco años ***...
El tío de Lucas estaba manejando su camioneta, Lucas abrazaba a Eliana y trataba de calmarla, ellos dos se miraban con amor y acariciaban el abultado vientre de la joven; llovía mucho, lo que hacía el camino resbaloso, por lo que no podían ir muy rápido.
Detrás de ellos, había otra camioneta, en el camino le habían avisado que Eliana Safra iba en una vieja camioneta con destino a la capital de la provincia y los esperaron en el camino; para luego seguirlos.
- "¿Señor está seguro?, la señorita Eliana podría morir", dijo Diego a Jonathan.
- "Si muere ese habrá sido su destino, si no aprenderá a que nunca podrá escapar, y tendrá que hacer todo lo que le diga, conmigo no se juega no importa quien sea", afirmó Jonathan sin ninguna pizca de compasión. Todos estaban asustados, sino le importaba su "hija", no le importaba nadie, se decían entre ellos.
Diego obedeciendo la orden de su jefe, chocó la camioneta desde atrás; el tío de Lucas trató de controlar la camioneta, pero lo resbaloso del camino, lo hacía imposible; Lucas trató de proteger lo que más pudo a Eliana con su propio cuerpo, fue inevitable que el vehículo se estrellara.
Por un momento, Eliana perdió el conocimiento, entre abriendo los ojos, se percató que el hombre de confianza de su padre, Diego Loza, se alejaba del lugar, lo que le pareció muy extraño. Diego subió al vehículo, y dejó atrás el desastre ocasionando.
A Eliana le dolía todo el cuerpo, Lucas había amortiguado el golpe, pero ahora el joven de diecisiete años no se movía.
- "Lucas, Lucas tenemos que salir, Lucas", dijo Eliana con dificultad, pero no obtenía respuesta.
Eliana tomó la mano de Lucas, y volteó un poco para mirarlo y estaba envuelto en sangre.
- "¡Lucas!", exclamó Eliana, al descubrir que Lucas estaba muerto. Ni siquiera se había podido despedir, "amor mío, no me dejes", dijo antes de desmayarse.
Varios vehículos llegaron después, al descubrir que ella aún respiraba, se apresuraron a socorrerla y llevarla al hospital.
Cuando Eliana despertó, había una enfermera a su costado que se encargó de llamar al médico; Eliana se tocaba el vientre.
- "¿Mi bebé?, ¿dónde está?", preguntó Eliana desesperada.
- "Lo siento, le hicimos una cesárea de emergencia, pero su pequeño hijo ya estaba muerto", respondió el médico.
- "¡No, no, no!, no es cierto, quiero verlo, quiero verlo...", gritaba con desesperación Eliana, mientras lloraba sin poder evitarlo.
Tuvieron que sedarla nuevamente, trató de controlarse, le dijeron que estando calmada era la única forma de entregarle el cuerpecito de su hijo, porque ella quería alzarlo aunque estuviera muerto. Le dieron a su pequeño envuelto en una manta, necesitaba verlo para saber que era verdad o lo iba a esperar toda la vida. Lo abrazó contra su pecho y le cantó una canción de cuna, con la voz entrecortada y el alma rota.
- "Debemos llevarlo", dijo la enfermera.
- "No, va a estar solo, él va a estar solo, por favor, no se lo lleve", expresó Eliana, con los ojos completamente rojos y el corazón destrozado.
- "Lamento mucho su perdida", dijo la consejera acercándose, "usted es muy joven, más adelante, podrá volver a tener un hijo y darle todo el amor que tiene reservado", agregó.
- "Este amor es para él, es para Mateo, así se llama Mateo", manifestó Eliana.
- "Mateo debe descansar, deben llevarlo, sabe que deben llevarlo", dijo la consejera.
Eliana le dio un beso a su bebé, y se lo entregó a la enfermera.
- "Su papá está muerto, ¿verdad?", preguntó Eliana.
- "Lo siento mucho, los dos acompañantes del automóvil donde la encontraron están muertos", respondió la consejera. "¿Hay alguien a quien podamos llamar?, lamento decirle todo esto, pero debemos informar sobre que hacer con los cuerpos", cuestionó.
Eliana no sabe que responder, no se imaginó nunca en esa situación, podía haber aceptado dejar los lujos, y vivir una de manera austera, pero jamás consideró la pesadilla de perderlo todo.
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En el bus, Eliana recuerda una vez más ese día, desde aquel momento ella es una muerta en vida, perdió al hombre que amaba y al hijo que había esperado con incalculable afecto.
Cuando baja del bus, alquila como cada año una camioneta y se dirige al cementerio, antes de ingresar al campo santo, compra las flores blancas de siempre y camina hacia las tumbas.
Limpia con cariño las lápidas hermosas, que mandó hacer cuando fue ganando dinero y poder, con esmeradas letras se ha consignado, Lucas y Mateo Medina, padre e hijo. Eliana pone las flores y canta una canción de cuna como siempre; tienen un vibrato hermoso, y cuando su voz entona una melodía parece un hada.
- "Estás con papá Mateo, ustedes están juntos, Lucas lo estás cuidando, ¿verdad? Hubiese querido irme con ustedes, pero no sé por qué me quedé acá sola, estoy reuniendo todo lo necesario para acabar para siempre con la maldad de Jonathan Safra, lo siento mucho, en ese entonces no tenía la fuerza para protegerlos, siento haber sido tan débil", expresó Eliana.
Ya había dejado de llover, pero el rostro de Eliana estaba empapado, cubierto de las lágrimas del dolor de su corazón, lamentaba vivir, ni Lucas ni Mateo habían tenido la oportunidad de hacerlo, y sentía que si ella se atrevía a vivir, sería una injusticia, no había procesado su dolor, y se castigaba así misma por no haber sido lo suficientemente fuerte para protegerlos; olvidando que solo tenía dieciséis años y ninguna arma para hacer frente ante tanta maldad.