BDSM ¿Abuso O Placer?

El sonido del timbre resuena en el apartamento, rompiendo la tranquilidad de la noche. Giorgia, quien está en el sofá revisando su teléfono, frunce el ceño. ¡Por fin llegó Livia!

Se levanta con una ligera sensación de alarma y camina hasta la puerta. Mira por la mirilla y su estómago se hunde al ver a Livia de pie en el pasillo. Su amiga tiene los brazos cruzados sobre su pecho, el cabello despeinado y la mirada baja.

Cuando abre la puerta, Livia levanta la cabeza y su expresión hace que el corazón de Giorgia dé un vuelco. Sus ojos están hinchados y rojos, su respiración es temblorosa, y en cuanto la ve, rompe a llorar.

—Liv… —susurra Giorgia, sintiendo un nudo en la garganta.

Livia no dice nada. Solo se lanza a sus brazos, abrazándola con una desesperación que duele más que cualquier palabra.

Giorgia la sostiene con fuerza, sintiendo el temblor en su cuerpo.

—Tranquila, tranquila… —murmura, acariciándole la espalda. Estoy aquí.

Livia no puede hablar. Su llanto es desgarrador, sofocado contra su hombro. Giorgia siente la humedad de sus lágrimas en su camiseta, pero no le importa. Sabe que esto es más que una simple pelea con sus padres.

Después de unos minutos, cuando Livia parece recuperar algo de control, Giorgia la lleva al sofá.

—¿Quieres agua? ¿Algo caliente?

Livia niega con la cabeza. Sus manos siguen temblando, así que Giorgia toma una entre las suyas, intentando darle un poco de calor.

—¿Puedes decirme qué pasó?

Livia abre la boca, pero su expresión se cierra al instante. Sus ojos evitan los de Giorgia y su postura se tensa.

—Nada. Solo discutí con mis padres otra vez.

Giorgia la observa con cautela. Sabe que no es cierto.

Livia siempre discute con sus padres, pero nunca llega en este estado. Nunca llega llorando, con la mirada rota, con esa expresión de alguien que acaba de perder el control de su propia vida.

—¿Segura? —insiste Giorgia suavemente.

Livia asiente con rapidez. Demasiado rápido.

—No quiero hablar de eso, Gio. Solo… solo quiero que me abraces y dormir.

Giorgia la mira por un momento más, sopesando sus opciones. Sabe que presionarla no funcionará. Si quiere ayudarla, tiene que esperar a que esté lista para hablar.

Así que respira hondo y asiente.

—Está bien. Ven, puedes dormir en mi cama.

Livia se levanta con lentitud, como si su cuerpo pesara una tonelada. Giorgia nota que camina con cierta rigidez, como si le doliera moverse.

No dice nada, pero archiva ese detalle en su mente.

Horas después...

El reloj digital en la mesita de noche marca las 3:30 a. m. cuando Giorgia despierta con la sensación de que algo no está bien.

Hay algo extraño en el ambiente.

Livia está a su lado en la cama, acurrucada en posición fetal, con la respiración entrecortada.

Giorgia frunce el ceño y se incorpora con cuidado, intentando no despertarla. Es la tercera vez en la noche que Livia tiene movimientos espasmódicos, como si estuviera atrapada en una pesadilla.

La habitación está oscura, apenas iluminada por la tenue luz que entra desde el pasillo. En silencio, Giorgia se queda observando a su amiga.

Algo estaba mal.

De repente, Livia gime en sueños, un sonido ahogado, cargado de angustia.

Giorgia siente un escalofrío. Ese no es el sonido de una simple pesadilla.

—No… no… —susurra Livia en su sueño, su frente perlada de sudor.

Giorgia traga saliva. No quiere despertarla, pero tampoco puede ignorarlo.

—Liv… —llama con suavidad, posando una mano en su hombro.

Livia despierta de golpe, con la respiración agitada. Sus ojos se abren con exageración y, por un instante, hay pánico puro en su expresión.

Pero en cuanto ve a Giorgia, su rostro cambia.

—Lo siento… —susurra, pasándose una mano por la cara. No debí despertarte.

—No te preocupes. Pero… —Giorgia duda por un momento. ¿Estás bien?

Livia baja la mirada y asiente con la cabeza, pero la rigidez en su postura dice lo contrario.

—Fue solo una pesadilla… —murmura. Por lo de mis padres, ya sabes.

Giorgia aprieta los labios. Sabe que está mintiendo. Pero, ¿por qué? ¿Qué está ocultando?

Se inclina un poco y le toma la mano con cuidado.

—Liv, si algo te pas… —dice en voz baja. Puedes decírmelo. Lo que sea.

Livia niega de inmediato y se fuerza a sonreír.

—Gio, estoy bien. Solo fue un mal día.

Pero Giorgia ve cómo sus dedos se aferran con fuerza a las sábanas, como si estuviera conteniendo algo.

Y en ese momento, lo sabe.

No es por sus padres.

Es por Matteo.

El problema es que Livia no lo admitirá tan fácil.

—Me dormiré de nuevo, sí, no ocurre nada. Giorgia no insiste, solo sonríe; tiene que comenzar a investigar o la próxima vez puede lamentar no haber hecho nada.

Livia se queda dormida y ella toma su teléfono; a pesar de la hora, le envía un mensaje a la chica con la que habló.

—Mañana sí iré... Estoy lista.

Se acomoda junto a su amiga y suspira; no puede negar que le aterra meterse en ese mundo de oscuridad y maltrato. ¿Qué le ven a hombres tratándote como basura? Se cuestiona. Aunque, según lo que leyó, no es así, pero ella no lo sabe con certeza.

Sus ojos se cierran entre mil pensamientos y vueltas de su mente; cuando abre los ojos, una sorpresa: su amiga no está.

Toma el teléfono y le marca, pero no hay respuesta; suspira y camina hasta su baño para prepararse. No juzga a Livia; sabe que se fue para que no le preguntara más y eso hará a partir de este momento: no tocar el tema hasta que la acompañe y pueda ella misma vislumbrar de qué se trata lo que ella le dice BDSM y no el que le han vendido.

Giorgia sale del baño y se viste, observa su reflejo; hoy decidió un jeans suelto azul y una camiseta blanca con una chaqueta encima y unos tenis. Se peina el cabello y sonríe para luego ir a desayunar.

—Yogur y frutas, perfecto... —murmura y revisa su cocina con la mirada.

—¿Tal vez tostadas y queso crema? Sí... —dice untando queso al pan tostado, lo muerde y el crujir que hace le encanta.

—Mmm... De lo que te perdiste, Liv... —sonríe y termina su desayuno; hoy es el día de aprender, así corra el riesgo de perderse a sí misma.