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VEINTICUATRO (BL)

VEINTICUATRO (BL)

Status: En proceso
Genre:Diferencia de edad / Posesivo / Romance oscuro / Mi novio es un famoso
Popularitas:2.4k
Nilai: 5
nombre de autor: Daemin

Lo secuestró.
Lo odia.
Y, aun así, no puede dejar de pensar en él.
¿Qué tan lejos puede llegar una obsesión disfrazada de deseo?

NovelToon tiene autorización de Daemin para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 19: Pequeños sentimientos

[Nathan]

No lo digo en voz alta, pero me fastidia.

No me gusta —para nada— que alguien más tenga la osadía de ponerle un apodo a Dylan. Y menos si ese alguien es su hermano.

Ese “apodo tierno” que escuché hace unas horas todavía me da vueltas en la cabeza como un eco molesto. No soy un hombre que se considere comprensivo, ni tampoco soy de los que se entretienen compartiendo lo que les interesa. Y Dylan… bueno, Dylan es mío, aunque todavía no lo entienda.

No lo voy a negar: soy territorial. Siempre lo he sido. Con mi madre, con mi hermana… y ahora con él.

Lo que me pertenece, lo cuido. Lo que deseo, lo tomo.

Y Dylan Lara apareció en mi vida para recordarme que incluso lo imposible puede volverse una obsesión.

¿Celos? Sí.

No soy tan hipócrita como para negarlo. Si alguien cree que puede arrebatármelo, me basta con una sonrisa para demostrarle lo contrario. He hecho cosas mucho más extremas que “vigilar” a un muchacho que todavía intenta huir de mí. Secuestrarlo fue solo el inicio.

El hecho de que su hermano mayor esté en el tablero no me preocupa… me irrita. Porque sé que Dylan lo escucha, lo respeta. Y eso significa que voy a tener que marcar aún más mi territorio.

Cruzo una pierna sobre la otra en el sillón de mi oficina, dejando que la luz de la tarde me dé directo en el rostro. Jugueteo con el bolígrafo en la mano, tranquilo, como si no hubiera nada de qué preocuparse.

Por dentro, ya estoy calculando cada movimiento.

No pienso compartirlo.

Ni con socios.

Ni con su familia.

Ni con nadie.

Dylan es mío. Y pobre del que se atreva a olvidarlo.

El aire en esa cafetería se había vuelto demasiado denso.

Tres tazas sobre la mesa, ninguna vacía, y tres pares de ojos midiendo cada movimiento como si estuviéramos en un tablero de ajedrez.

Dylan jugueteaba con el tenedor, intentando romper la tensión, pero Andrik y yo no necesitábamos palabras. Él, con la mirada dura de hermano mayor protector; yo, con la calma calculada de alguien que no da un paso atrás.

Al final fue Andrik quien se levantó primero. Enderezó la chaqueta con un gesto seco y extendió la mano hacia su hermano.

—Vente, pollito. Tenemos que hablar en privado.

Pollito.

La palabra me rechinó en los oídos como un insulto disfrazado de cariño.

Dylan parpadeó, nervioso. Dudó apenas un segundo, pero al ver que yo no me movía, se levantó. Cuando Andrik lo tomó de la muñeca, me dieron ganas de interponerme. Estuve a punto de hacerlo.

Fue entonces cuando Dylan me fulminó con la mirada.

Esa mirada que decía “no hagas nada”.

Y tuve que contener la sonrisa, porque hasta enfadado, hasta temblando, me parecía jodidamente irresistible.

Los vi alejarse hacia la salida, Andrik marcando el paso como si tuviera todo bajo control, y Dylan arrastrado a su lado con esa resignación disfrazada de normalidad. Subieron al auto y desaparecieron entre el tráfico.

Yo me quedé quieto. Ni siquiera levanté la taza. La secretaria se acercó, nerviosa, recordándome que en diez minutos tenía una videollamada con un inversionista extranjero.

No la escuché al principio.

Solo cuando Alex entró a la cafetería y se inclinó hacia mí, bajando la voz, reaccioné.

—Vamos, Liu. El socio ya está esperando.

Me puse de pie con calma, recogí la chaqueta del respaldo y lo seguí hacia la sala de reuniones.

 

[Dylan]

El aire en el coche se sentía más denso que dentro de la cafetería. Andrik conducía con esa rigidez suya, los nudillos blancos sobre el volante, y yo… yo me mordía el labio, sonriendo nervioso como un idiota, porque sabía lo que venía.

El sermón.

Siempre había sido así: cuando me pillaba en algo, no había escapatoria. Y esta vez, bueno, esto no era cualquier lío.

—Hermano… —intenté sonar ligero, como si no pasara nada.

No funcionó.

Andrik clavó el freno de golpe, el coche se detuvo tan brusco que casi me como el tablero.

—¡Joder, Andrik! —me quejé, agarrándome del cinturón—. ¿Te volviste loco?

Me miró de lado, los ojos fijos en mí, serios, insistentes. Esa mirada que no admitía tonterías.

—Dylan, deja las evasivas. Dime la verdad. ¿Qué está pasando con ese tipo?

Me pasé una mano por el cabello, intentando ganar tiempo.

—No es lo que piensas.

—Entonces explícame qué demonios es —replicó, sin subir la voz, pero con esa firmeza que me calaba hasta los huesos—. Porque no me voy a tragar que solo es un… conocido.

Suspiré, recostándome en el asiento, mirando por la ventanilla.

—Es complicado.

—Hazlo simple —me cortó.

Lo miré de reojo, nervioso. Sabía que no me iba a dejar en paz hasta sacarme la verdad. Y sí, tenía miedo de lo que pasaría si se la soltaba, pero también sabía que, tarde o temprano, me pillaría. Siempre lo hacía.

—Vale… —murmuré al fin, con la voz más baja de lo que quería—. Vivo con él.

Andrik me sostuvo la mirada un segundo, incrédulo.

—¿Vives… con él?

Asentí, tragando saliva.

—Sí.

Silencio. Tan pesado que hasta el ruido de la lluvia contra el parabrisas parecía burlarse de mí.

—Explícame ya mismo cómo carajos terminaste viviendo con Nathan Liu —dijo, despacio, como si cada palabra fuera una advertencia.

Me giré hacia él, nervioso, jugueteando con la cremallera de mi chaqueta.

—No fue decisión mía, ¿vale? No lo planeé.

—Dylan… —su tono bajó, más amenazante—. No me obligues a sacártelo a la fuerza.

Y ahí lo solté, casi de golpe, antes de arrepentirme.

—Me secuestró.

Andrik apretó el volante tan fuerte que pensé que lo iba a romper.

—¿Qué dijiste?

—Eso. —Levanté las manos, como si así pudiera calmarlo—. Estaba en una carrera, apareció, y… me sacó de ahí. Desde entonces estoy en su casa.

—¿Me estás diciendo que ese cabrón te secuestró? —su voz subió un tono, no mucho, pero lo suficiente para que me encogiera en el asiento.

—¡Sí, pero espera! —lo interrumpí rápido—. No es como suena, ¿vale? O sea… sí, me secuestró, pero…

—¿“Pero”? —Andrik me fulminó con los ojos—. Dylan, no existe un “pero” en eso.

Me mordí el labio, hundiéndome en el asiento.

—Es que… no me trata mal. No es un monstruo, ¿vale? Y si estoy aquí sentado es porque no me ha matado.

Andrik soltó una carcajada amarga, sin humor.

—¿Eso es lo mejor que tienes para defenderlo? ¿Que “no te ha matado”?

Me cubrí la cara con las manos, frustrado.

—Andrik, no entiendes… es complicado.

—No, Dylan. —Su voz fue firme, cortante—. No hay nada complicado. Ese hombre te arrebató tu libertad. Y si crees que voy a quedarme de brazos cruzados, estás muy equivocado.

Vi cómo Andrik apretó la mandíbula y giró apenas el volante, con esa intención clara de dar la vuelta y regresar directo a la empresa. Lo conocía demasiado bien. Esa vena que se le marcaba en la sien no era de adorno: estaba a segundos de bajar del coche y romperle la cara a Nathan.

—¡Ni lo pienses! —le solté, agarrando el tablero como si pudiera detenerlo con la fuerza de mis manos.

1
Mel Martinez
por favor no me digas que se complica la cosa no
Mel Martinez
que capitulo
Mel Martinez
me encanta esta novela espectacular bien escrita y entendible te felicito
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