EL DESEO POR RYLER DE LOS LOBOS ALFA

La llegada a Eclipse Salvaje

Pov Ryler

Camino rápido por los pasillos del instituto. La clase fue más aburrida de lo que esperaba. Escucho a lo lejos los llamados de Lili, mi amiga, pero no le presto atención y acelero el paso.

Tengo una horrible corazonada. Mi pecho está apretado. Intento marcar a mamá, pero no atiende, y tampoco hay línea para el clan.

Prácticamente corro a casa. Aunque aún no tenga los poderes de un ser sobrenatural, mi velocidad siempre ha estado ahí. Al llegar, la señora Agata me saluda con:

—No quiero ruido, arruinas mi siesta.

Es una anciana amargada y horrible. Papá no pudo encontrar a alguien peor para dejarme aquí, en el mundo humano.

Corro a mi habitación y reviso mi teléfono. Nada. No hay mensajes. Es extraño; mamá nunca dejaría de escribirme, aunque fuera solo un "buenos días".

Marco sus números y nada. El teléfono de papá suena y suena, pero no atiende. Intento llamar a Nikks, el segundo al mando del Clan, pero tampoco hay respuesta. Esto es extraño.

Decido entonces marcarle a Ronald, mi amigo en el clan.

—¿Ron? ¿Cómo estás? ¿Qué ha pasado? —pregunto temerosa. Definitivamente algo está mal.

—¡Ryl... lo siento! —La puerta es tocada fuertemente, interrumpiendo nuestra conversación.

—Toc, toc... Ryler, te buscan. Baja rápido —dice otra vez esta anciana fastidiosa.

—Espera, Ron, voy a colgar. Ya te marco —le digo antes de bajar de inmediato.

Doy pasos lentos. Creo que esto tiene que ver con mis padres. En la sala hay un hombre grande, de cabello castaño y fuerte. Se nota que es un lobo.

Me ve fijamente, y yo a él. Su mirada es determinada.

—¿Eres Ryler Vesperis? —pregunta.

Asiento tímidamente. Él me extiende la mano en señal de saludo, y yo le correspondo.

—Soy Ezra Kaelstrom; ¿podemos hablar, señorita Vesperis?

Me guía a la sala, y, gracias a la Diosa, la señora Agata se ha ido a tomar su siesta. Es una mujer humana bastante mayor y necesita dormir para mantener sus ganas de pelear intactas.

—Señorita, lamento informarle que sus padres sufrieron un atentado en la mansión principal y no lograron salir con vida...

El mundo parece detenerse en el instante en que Ezra dice esas palabras. “No lograron salir con vida.”

Mi corazón da un vuelco, pero me obligo a mantenerme firme. Aprieto los puños, las uñas enterrándose en mis palmas. No voy a llorar.

—¿ Co-  Cómo sucedió? —mi voz es apenas un susurro, pero él parece entender la urgencia en mis palabras.

Ezra asiente, su expresión solemne.

—Fue una explosión en la mansión principal. Un ataque planeado con precisión. Creemos que alguien infiltró explosivos en el ala este. Tu padre estaba en su despacho y tu madre en la sala contigua... no tuvieron tiempo de reaccionar. Fue instantáneo.

Cada palabra es como un golpe, pero no dejo que se refleje en mi rostro. Aunque mis ojos me están traicionando y están borrando lágrimas por ellos.

Mis padres siempre me enseñaron a ser fuerte, a no mostrar debilidad frente a los demás. “El mundo no tiene piedad,” decía mi padre. “Solo los fuertes sobreviven.”

—¿Quién fue? —pregunto, mi voz ahora más firme.

Ezra se toma un momento antes de responder.

—Todavía estamos investigando, pero creemos que fue obra de los oscuros.  No podemos confirmarlo aún.

Asiento lentamente. La tristeza está ahí, pero no voy a dejar que me controle. Mis padres no querrían eso. Ellos no criaron a una niña débil.

—Quiero verlos —digo con determinación, mirándolo directamente a los ojos.

Ezra me estudia por un momento antes de asentir.

—Te llevaré al Clan. Están preparando la despedida de tu padres, como es tradición.

Subo a mi habitación tomo una pequeña maleta y me preparo en silencio, poniéndome la chaqueta que papá me regaló en mi último 8 es negra. Una parte de mí está rota, pero otra parte...

Me pide ser fuerte.

Ezra me lleva en un auto. Viajamos toda la noche hasta el territorio del Clan.

El viaje es silencioso, pero mi mente está llena de recuerdos: las lecciones de mi padre, la risa de mi madre, los días en que todo parecía estar en su lugar. Y ahora... todo ha cambiado.

Cuando llegamos, el ambiente es solemne.

El Clan entero está reunido; las miradas son sombrías.

Algunas personas me ofrecen palabras de consuelo, pero no las escucho realmente. Mi mirada busca algo... ¿pero en realidad qué?

Es el sepelio, y estoy vestida totalmente de negro: pantalones, botas y chaqueta negra; recogí mi cabello en un moño alto.

Es la despedida más triste del mundo, pero logro mantener la calma. Respiro sin llorar, aunque mis ojos se enrojecen.

Me doy cuenta de que hay varios Alfas en el Clan, e incluso otros líderes. Saludo a algunos que conozco y a otros que no.

También noto que el segundo al mando está gravemente herido. Es probable que no sobreviva.

Yo aún soy muy joven para un puesto de este calibre. En este Clan no hay monarquía exactamente; es más bien una democracia, y debo cumplir con ciertos requisitos para ser líder, como tener más de 25 años y los estudios correspondientes.

La ceremonia termina, y un hombre musculoso no ha dejado de observarme desde que llegó.

Está al otro lado del jardín; su presencia es imponente, su mirada como un fuego contenido. Al parecer, siente que lo observo porque se gira, y nuestras miradas se cruzan.

No desvío los ojos. Mi padre siempre decía que nunca debía mostrar debilidad ante los demás.

Camina hacia mí. Coloco mi espalda recta, mi corazón latiendo con fuerza pero sin miedo. Cuando está frente a mí, su mirada me examina, como si intentara medir mi fuerza.

—¿Quién eres? —pregunto firme e imponente.

—Draven, un amigo de tu padre. —Lo examino por un minuto. Pero este hombre no es precisamente un simple lobo; puedo darme cuenta de que es un Alfa.

Lo peor es escuchar el resto de sus palabras, frías y carentes de compasión:

—Ahora estás bajo mi cargo. Tu padre me lo ha pedido.

—¿Mi padre? —pregunto algo extrañada. ¿Por qué Rafael Vesperis me dejaría a cargo de este hombre, que no es ni de mi misma especie? Bueno, en realidad no creo encontrar otro ser igual a mí.

Soy híbrida, tengo algo de loba, aunque aún no ha llegado mi transformación y parezco una simple humana.

—Exactamente. Debes venir conmigo. Terminarás tus estudios en Eclipse Salvaje. —dice con voz firme y muy autoritaria.

Pero no necesito esto. Seguiré en casa con Ágata y luego iré a una universidad.

—No necesito que me cuides. Puedo hacerlo sola. —le contesto. Soy fuerte y sé cuidarme; ya hace algunos años que prácticamente vivo sola.

—No me importa, Ryler. Tu padre me lo ha pedido, y se hará. No acepto excusas.

Completa este hombre. Pero en realidad no deseo ir con él. Apenas alcanzo a levantar la mirada cuando termina:

—Será como quieras, Ryler: por las buenas o por las malas.

Noto cómo este hombre sube al auto, y de ahí sale otro par de hombres.

Ezra aparece de no sé dónde y me dice:

—Señorita Vesperis, el Alfa la espera.

Lo veo a los ojos y solo le digo:

—Pues qué siga esperando. No pienso ir con él a ningún lado.

Voy y me siento en el suelo, en medio de la tumba de mis padres. Pero no tardo ni dos segundos cuando otro gorila apestoso me toma por la cintura y, sin ninguna contemplación, me carga hasta el auto.

Mis gritos son horribles y sonoros, pero ya se han ido la mayoría de los asistentes, y prácticamente estamos solos.

Me sienta en la parte de atrás del automóvil.

—Ezra, ¿qué pasa? No quiero ir. —le reprocho, cuando estoy en medio de dos lobos inmensos en el asiento trasero del auto y Ezra está de copiloto.

—Lo siento, señorita Vesperis. El Alfa lo ha ordenado, y es mi obligación cumplir sus órdenes.

Grito, manoteo, forcejeo y demás, pero me es imposible. Termino atada y amordazada. “Malditos lobos”.

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