¿Qué serías capaz de hacer por amor?
Cristina enfrenta un dilema que pondrá a prueba los límites de su humanidad: sacrificarse a sí misma para encontrar a la persona que ama, incluso si eso significa convertirse en el mismo diablo.
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Mujer caprichosa
Durante la tarde, mientras estábamos en casa de Lore, Eli seguía usando mis gafas de sol cuadradas, y eso no pasó desapercibido para nuestra amiga.
—¿Por qué traes lentes, Eli? —preguntó Lore, levantando la mirada mientras estábamos sentadas en la sala.
—No es nada —respondió Eli rápidamente, ajustándose las gafas para evitar más preguntas.
Lore arqueó una ceja, acercándose con esa mirada inquisitiva que le era tan característica.
—Sabes que, si quieres, mi padre puede encargarse de ese problema —dijo, mirándola directamente a los ojos mientras alzaba con cuidado las gafas.
—No importa —replicó Eli, colocándose los lentes nuevamente con rapidez.
Decidí intervenir antes de que la conversación se intensificara.
—¡Qué calor! Vamos a nadar —dije, alzando un poco la voz para desviar la atención.
Lore era una amiga excepcional. Varias veces había ofrecido ayuda a Eli, asegurándole que su padre podría "resolver" sus problemas familiares, pero Eli siempre prefería mantenernos al margen. Lore, aunque algo desanimada, respetaba esa decisión y no insistía más.
Decidimos nadar un rato. No habíamos llevado trajes de baño, pero eso no era problema para Lore, quien tenía un armario repleto de modelos nuevos que compraba "por si acaso". Siempre encontraba algo que nos quedaba perfectamente.
—Ponte este, Cris —dijo mientras sacaba un conjunto del armario.
Era un traje de baño completamente nuevo, todavía con etiqueta. Negro, de dos piezas: un bikini con un pareo que se ataba a la cintura como complemento. Me cambié en el baño, y al salir, Lore no tardó en lanzar uno de sus comentarios.
—¡Te ves espectacular con esas curvas! —dijo, acariciando mi cintura con familiaridad.
—Ajá... —tosió Eli desde la esquina, fulminando a Lore con la mirada.
Lore, siempre desenfadada, sonrió.
—Tranquila, Eli. Tienes uno igual, pero en blanco. Los compré iguales para que parezcamos gemelas —dijo alegremente, ignorando la tensión.
Eli llevaba uno igual, pero azul cielo. Mientras se alistaba, no podía evitar pensar en lo mucho que Lore cuidaba los detalles. A pesar de su riqueza, siempre trataba de que nos sintiéramos cómodas y en igualdad, aunque a veces añadía su toque juguetón. Lore era alta, de cuerpo esbelto, con cabello castaño rizado, ojos almendrados oscuros y tez clara. Siempre bromeaba diciendo que agradecía parecerse a su madre porque su padre, aunque poderoso, no era muy agraciado.
—¿Cómo me veo? —preguntó Eli, interrumpiendo mi conversación con Lore. Mi boca se abrió al verla.
—Luce hermosa, ¿qué digo hermosa? ¡Eres toda una diosa! —respondí, con una sonrisa amplia mientras Eli desviaba la mirada, algo nerviosa.
Lore aprovechó el momento para robar atención.
—Cálmate, Cris. Yo también luzco hermosa. Mírame, soy toda una reina.
—¡Cállate, Lore! Deja que mi novia me alabe —espetó Eli, plantándose con firmeza.
—¿¡Qué!? ¿¡Novias!? ¿Desde cuándo? —Lore tartamudeaba, sorprendida por la declaración.
—Desde ayer nos confesamos. Así que espero que no te acerques demasiado —dijo Eli, cruzando los brazos con actitud desafiante.
Lore quedó boquiabierta, pero yo intenté calmar la situación.
—¡Las dos cálmense! —dije, cerrándole la boca a Lore con mi mano.
Lore, aún algo aturdida, finalmente habló.
—¿Así que se me adelantaron? —dijo con una sonrisa amarga.
—¿Qué quieres decir? —pregunté, sintiendo un leve nudo en el estómago.
—Que tú me gustas, Cris. Si Eli no se decidía, yo lo habría hecho.
—Acepta tu derrota, Lore —respondió Eli, alardeando como si hubiera ganado un trofeo.
Lore suspiró con un toque dramático.
—Esta vez me ganaste, pero los corazones cambian. Nunca se sabe, ¿no crees, Cris?
La miré directamente y respondí con firmeza:
—No lo creo. Mi vida solo tiene espacio para Eli.
Me incliné para besar la mejilla de Eli, y Lore, aunque intentó disimular, no pudo ocultar su expresión abatida.
Más tarde, en la alberca, disfrutábamos del agua mientras compartíamos fruta fresca al estilo mexicano: manzana, melón y sandía con limón y salsa. Eli se había ido un momento y regresó con una botella de tequila.
—¿Qué traes ahí? —pregunté, desconcertada.
—Es obvio que es para beber —respondió Lore, agitando la botella frente a nosotras.
—Yo paso —dijo Eli desde su inflable, mostrándose indiferente.
—Yo también. El alcohol me parece ridículo —añadí, recordando lo mucho que detestaba esa sensación.
Lore insistió con su típico entusiasmo:
—¡Vamos! Este año cumpliremos 18. Hay que probar cosas nuevas.
—No, Lore. Sabes que sabe horrible, como alcohol etílico —replicó Eli con seriedad.
—Ustedes se lo pierden, perdedoras —dijo Lore antes de dar un gran trago.
Al rato, notamos que Lore estaba demasiado ebria para seguir en la alberca.
—Vamos, te llevo a tu cama —le dije, ayudándola a salir.
Puse su brazo sobre mi hombro y la llevé escaleras arriba. Su habitación era tan grande como mi casa, con paredes blancas, cortinas grises, muebles elegantes y un baño impecable.
—Te sequé un poco, pero cámbiate para dormir —le dije mientras me dirigía a la puerta.
De repente, me jaló con fuerza, haciendo que cayera sobre ella.
—¿Por qué no me cambias tú? —preguntó con una sonrisa pícara.
—¡Basta, Lore! Deja de jugar. Cámbiate tú misma.
—Hablo en serio, Cris. Me gustas desde hace tiempo.
—Estoy con Eli.
—¿Y eso qué importa? Tengo dinero, soy hermosa y tengo un cuerpo perfecto —dijo, mientras ponía su mano en su pecho demostrar su punto.
Me levanté de inmediato, sintiendo mi rostro arder.
—No se trata de eso, Lore. El corazón no se guía por riqueza ni belleza.
—Pues qué corazón más idiota tienes.
Antes de salir, escuché sus palabras heladas:
—Recuerda, Cris, un día serás mía. Donde pongo el ojo pongo la bala, recuerda lo .
Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. ¿Podía Lore ser tan caprichosa? Sin duda, detrás de esa sonrisa había algo peligroso.