Comenzando Amar

Narra Andy

Desperté con una sonrisa tan grande que casi dolían mis mejillas. Me sentía liviano, como si flotara en el aire. A ver, siempre he sido un tipo relajado, despreocupado, de esos a los que todo les da risa y nada les quita el sueño, pero ahora estaba en otro nivel. Andaba en las nubes, literalmente. ¿Y la razón? Fácil. Mi novia, mi mujer, mi diosa personal, Arie.

Después de lo que habíamos pasado juntos, confirmaba lo que ya sabía: estaba jodidamente enamorado de ella. Y no solo eso, sino que ahora tenía otro motivo para estar más apegado, porque, Dios mío, qué bien se movía esa mujer en la intimidad. Solo de recordarlo me daban ganas de reír como un idiota.

Pero bueno, había que bajarle un poco a mi euforia porque el señor Ramiro nos había invitado a desayunar, y la comida es un tema serio, especialmente cuando se trata de ingredientes frescos. Para dos chefs, esto era como oro puro.

Nos sentamos en una mesa de madera rústica, con platos servidos de huevos frescos, queso casero, pan recién horneado y café de la finca. Todo olía increíble.

—Espero que sea de su agrado —dijo Ramiro con una sonrisa orgullosa.

Le di el primer bocado y cerré los ojos, disfrutando del sabor.

—Señor Ramiro —dije con la boca llena, sin vergüenza alguna—, si me adopta, prometo ser un hijo ejemplar.

Arie se atragantó con la risa y me dio un codazo.

—¡No seas descarado!

—¿Qué? Solo digo la verdad. Esto está brutal —respondí encogiéndome de hombros.

Ramiro rió con fuerza.

—Si cocinan tan bien como dicen, tal vez hasta los contrato yo a ustedes.

—Nosotros somos un buen negocio, pero usted tiene algo que necesitamos —dije con confianza—. Queremos que su granja sea proveedora de nuestro restaurante.

Ramiro nos miro con un brillo en sus ojos.

—Me gusta hacer negocios con gente que sabe valorar la calidad —dijo finalmente, estrechando mi mano.

Trato hecho.

Cuando terminamos de desayunar y todo estaba cerrado, me giré hacia Arie y le di un beso en la mejilla.

—¿Sabes qué es lo mejor de todo esto?

—¿Qué? —preguntó ella, tomándome de la mano.

—Que este viaje empezó con la camioneta jodiéndose a mitad de camino y terminó conmigo asegurando el mejor proveedor para nuestro restaurante y confirmando que tengo a la mejor novia del mundo.

Arie puso los ojos en blanco, pero sonreía.

—No tienes remedio, Andy.

—Y aún así me amas —le guiñé un ojo.

Sí, definitivamente andaba en las nubes. Y no tenía ninguna intención de bajar.

[...]

Regresamos a la ciudad y estuvimos un rato en el restaurante , como a las 7 de la tarde nos fuimos a mi apartamento.

Apenas abri la puerta cargue a Arie en mis brazos ella soltó un grito ahogado y luego comenzó a reír mientras la llevaba en brazos directo a mi habitación.

—¡Andy, bájame! —dijo entre risas, golpeando suavemente mi hombro.

—Ni en un millón de años —respondí, cerrando la puerta con el pie.

La solté sobre la cama y en un instante ya estaba encima de ella, mirándola con una sonrisa traviesa. No podía sacarme de la cabeza lo que había pasado en aquel paraíso escondido. Desde que regresamos, cada vez que cerraba los ojos, recordaba su piel bajo mis manos, sus labios en mi cuello, el sonido de su respiración acelerada… Dios, me estaba volviendo loco.

—Llevas toda la tarde con esa cara —dijo Arie, pasando sus dedos por mi cabello.

—¿Qué cara?

—Esa de tipo que tiene una sola cosa en la cabeza.

Me reí bajo, pegando mi frente a la suya.

—No es mi culpa si mi novia es la mujer más sexy del universo.

Ella se sonrojó, pero como siempre, intentó disimularlo rodando los ojos.

—Eres un descarado.

—Y a ti te encanta —le susurré antes de besarla.

Lo siguiente fue inevitable. Me encantaba la manera en la que me respondía, como si cada beso, cada caricia, fueran hechos a la medida solo para nosotros.

La desnude por completo y bese todo su cuerpo ahora si en la comodidad de mi cama la hice mia con toda la delicadeza del mundo procurando de que ella se sienta bien y demostrando todo el amor que sentia, sus gemidos y su respiración acelerada me estaban volviendo loco era la cosa mas sexual que habia escuchado nunca.

Escondí mi cabeza en su cuello para que su boca quedará pegada a mi oido, sus manos estaban en mi espalda y sentia como clavaba sus uñas y sus piernas rodeaban mi cintura haciendo que mis movimientos fueran mas fuertes y profundos haciéndome gemir de placer igual que ella.

Estar dentro de ella se sentia demasiado bien.

Después, con nuestros cuerpos enredados entre las sábanas, la abracé, sintiendo su respiración tranquila contra mi pecho.

—Esto se siente demasiado bien —murmuró Arie, jugando con mis dedos.

—Porque lo es —respondí, besando su cabello—. Y no voy a dejar que nada ni nadie nos lo arruine.

Ella levantó la cabeza para mirarme, sus ojos reflejaban algo entre felicidad y miedo.

—¿Y si Evelin sigue metiéndose entre nosotros?

Fruncí el ceño. Ni siquiera quería pensar en Evelin en este momento, pero era cierto que no iba a dejar de molestar tan fácilmente.

—Que lo intente —dije con seguridad—. No va a lograr nada. Estoy contigo, Arie. Punto.

Ella sonrió y me besó de nuevo.

—Eres un caso perdido, Andy.

—Y aún así me amas.

—Sí, te amo —susurró y me besó subiéndose encima de mi para continuar con la faena.

Y en ese momento, supe que no había nada en este mundo que pudiera cambiar lo que sentía por ella.

[...]

Al día siguiente, desperté con Arie todavía entre mis brazos. Se veía tan tranquila, tan perfecta, que no quise moverme para no despertarla. Solo la observé por un rato, repasando cada detalle de su rostro. Me encantaba saber que era mía, que después de tantos años, de tantas confusiones, finalmente estábamos aquí.

Me estiré un poco y tomé mi teléfono de la mesita de noche. Tenía un montón de mensajes sin leer, pero uno en particular llamó mi atención. Era de Evelin.

"Tenemos que hablar. Es sobre Charlotte."

Bufé y dejé el teléfono a un lado. Evelin siempre encontraba una excusa para intentar acercarse a mí, y lo peor era que no podía ignorarla del todo porque estaba nuestra hija de por medio. Pero ya había puesto límites. Evelin no tenía poder sobre mí ni sobre mi relación con Arie.

—¿Por qué suspiras tanto? —preguntó Arie con voz adormilada.

Bajé la mirada y sonreí al verla abrir los ojos lentamente.

—Porque me gusta verte dormir —mentí, porque no quería empezar la mañana mencionando a Evelin.

Ella entrecerró los ojos, sospechando de inmediato.

—Mientes fatal, Andy.

—¿Ah, sí? ¿Y cómo sabes que no me quedé embobado mirándote como un idiota enamorado?

—Porque sé cómo eres —dijo, estirándose—. Algo te preocupa.

Le acaricié el cabello y suspiré.

—Evelin me escribió.

Arie no dijo nada al principio, solo se sentó en la cama y me miró con atención.

—¿Y qué quiere ahora?

—Dice que tenemos que hablar sobre Charlotte.

Ella bajó la mirada y asintió lentamente. Sabía que este tema no era fácil para ella, aunque siempre intentara no demostrarlo.

—Bueno, supongo que tendrás que verla. Es tu hija.

Le tomé la mano y la besé.

—Sí, pero eso no significa que Evelin pueda meterse en nuestra vida cuando le dé la gana.

—Lo sé, Andy. Solo… sé cuidadoso, ¿sí? No confío en ella.

—Yo tampoco —le aseguré—. Y si intenta cualquier cosa, va a darse cuenta de que ya no tiene ningún poder sobre mí.

Ella sonrió, aunque su expresión seguía un poco preocupada.

—¿Y qué planes tienes para hoy? —preguntó, cambiando de tema.

—Pasar todo el tiempo posible contigo antes de que el deber me llame.

—Eres un descarado —se rió.

—Y a ti te encanta.

Se rió más fuerte y me abrazó. Me quedé así con ella, disfrutando del momento, porque sabía que tarde o temprano Evelin iba a intentar hacer de las suyas. Pero esta vez, no iba a dejar que nada ni nadie se interpusiera entre Arie y yo.